Una gran rigidez moral caracterizó a la sociedad de dicho período histórico. La época victoriana tenía sed de vigor, de corrección, de dignidad y aspiraba a la estabilidad moral humana, de manera que el romanticismo, los sentimientos, las emociones, es decir, las “aventuras”, no provocaban sino desconfianza y desprecio. El buen burgués soñaba con el orden absoluto, con una sociedad donde las emociones y los sentimientos debían ocultarse y su utopía era la del capitalismo de un mercado de competencia perfecta.
La cultura burguesa creía ciertamente en la disciplina, el ahorro y el sentido práctico. Todos aquellos elementos conducían, de una forma u otra, hacia una sociedad ordenada, racional y sobria. Por ello, las formas y las buenas maneras eran requisitos indispensables para la promoción y desarrollo de una forma de vida civilizada, moral y con objetivos lúcidos. Ese era el ideario de la burguesía imperialista en la Inglaterra victoriana del siglo pasado. Todo buen inglés debía mostrar ante sus semejantes una conducta recta y honesta, a pesar de que aquellas virtudes, en muchos casos, fueran sólo una apariencia.
El desorden y la rebeldía eran considerados anarquía, pues constituían una forma de cuestionar el modo en que la burguesía industrial británica expresaba su visión del mundo, por lo que ésta debía ser reprimida a cualquier costo. Y como toda sociedad autoritaria, la burguesía industrial británica del siglo XIX vivía angustiada por impedir el desorden. Ni aún su vida privada le pertenece al presunto desordenado. Sus vicios y malas costumbres deben ser eliminados hasta en los lugares más secretos de su alcoba.
Aunque los vestidos de las mujeres fueron cambiando durante los 63 años de reinado de Victoria, los corsés se mantuvieron siempre presentes. En el siglo XIX la figura de avispa era la ideal y los lazos indispensables. Los corsés se construían de espirales de acero o de los largos huesos de las ballenas. A medida que la industria se fue desarrollando, se comenzaron a producir en masa en lugar de hacerlos a medida. Se reportaron muertes debido a que se los ajustaba demasiado y causaban pinchaduras en las costillas y órganos vitales.
Los atuendos de las mujeres
Además del corsé que apretaba los pulmones, las mujeres usaban largas faldas en forma de campana. Esa apariencia de campana se lograba con capas de enaguas debajo del vestido. Más tarde en la era victoriana, los vestido se hicieron chatos en la parte delantera pero se proyectaban en exceso hacia atrás. Las mujeres tenían tanto vestidos de día como de noche y no era inusual que se los cambiaran varias veces por día. Los vestidos de día tenían altos cuellos y mangas largas, mientras que los de noche, tenían grandes escotes y mangas cortas. Los guantes para la ópera y los que no tenían dedos eran también populares. Usaban botas de cuero, generalmente negras, que se ataban sobre los tobillos. Las botas no tenían tacos o los tenían, pero bajos.
La vestimenta de hombres
El más prominente de los rasgos de la vestimenta de los hombres en la era victoriana fue el sombrero de copa. A través de todo su reinado, la clase alta usó sombreros de copa de alturas variadas. En la primera mitad de esta era los hombres usaban camisas con cuellos altos y una especie de moño corbata para los atuendos formales. También usaban chalecos sobre sus camisas y largos sacos. Durante la segunda mitad, se hicieron populares los trajes de tres piezas. En 1890, se introdujo el blazer como atuendo deportivo.
Las diferencias de clase en la época victoriana estaban claramente marcadas y eran relativamente inmóviles. Mientras que las diferencias entre las clases modernas se basan en cuánto dinero gana una persona, en la época victoriana las diferencias de clase se basaban en cómo se ganaban la vida las personas, si es que tenían alguna ocupación. La mayoría de las personas nacían en una clase y nunca cambiaban; si lo hacían, sólo se movían un grado: la clase media alta a alta, o la clase trabajadora a clase media baja, por ejemplo. A las mujeres se les asignaba la clase de sus maridos, por lo que eran criticadas si se casaban "por debajo de su nivel".
Los miembros de la clase alta británica en la época victoriana tenían títulos y normalmente eran ricos. Los norteamericanos de la época victoriana eran simplemente ricos, que habían hecho su dinero habitualmente con la industria, el transporte o las inversiones. La clase alta no trabajaba, sino que dirigía. Los típicos miembros de la clase alta eran políticos, magistrados, sacerdotes y los propietarios de las compañías. Las mujeres nunca trabajaban, ni siquiera en sus casas, en lugar de ello pasaban sus días haciendo vida social o comprando. Empleaban a muchos miembros de la clase trabajadora como sirvientes. Los muchachos de clase alta eran educados en sus hogares por tutores, luego eran enviados a Eton, Harrow o a alguna escuela equivalente, para luego asistir a Oxford o a Cambridge. Los jóvenes americanos asistían a Harvard o Yale, o eran enviados a Inglaterra para asistir a Oxford. Las muchachas aprendían arte e idiomas, pero rara vez se les enseñaban materias más exigentes como matemáticas. Eran enviadas a colegios privados de señoritas o al extranjero para perfeccionar su francés, pero nunca a la universidad. Se esperaba que se convirtieran en esposas y madres, no en líderes.
La clase media victoriana sería equivalente a la clase profesional en los tiempos modernos. La clase media alta incluía a médicos (que prescribían medicamentos pero no tocaban a sus pacientes ni hacían cirugías), abogados, empleados administrativos superiores y algunos miembros del clero. Un hombre joven nacido en la clase alta pero financieramente incapaz de mantener su estatus podría dedicarse a estas profesiones, o hacerse militar con sólo una pequeña pérdida de estatus. La clase media baja estaba compuesta por la burguesía respetable como los tenderos, maestros y periodistas. Un miembro de clase media baja exitoso, como Charles Dickens o Mark Twain podría ser aceptado en la clase media alta. Nunca podría pertenecer a la clase alta; sus rangos estaban cerrados para aquellos que no habían nacido en esta clase o que no fueran fabulosamente ricos.
La clase trabajadora, como la clase media, estaba dividida en dos categorías. En la categoría superior se ubicaban los obreros capacitados que trabajaban con sus manos, como los carpinteros o los herreros. La categoría más baja estaba formada por masas de hombres y mujeres trabajadores no capacitados que trabajaban en las fábricas, las granjas y las tiendas, o que hacían los trabajos sucios en las pescaderías o las carnicerías. Esta era la clase más numerosa y en ella a las mujeres se les permitía trabajar sin repercusiones sociales. Los sirvientes estaban agrupados en esta categoría, pero en diferentes niveles; los sirvientes de las casas aristocráticas o sirvientes de alto nivel eran más respetados.
En el fondo de las clases victorianas se encontraba la clase marginal, una colección de vagabundos, ladrones, prostitutas baratas, mendigos y madres solteras indigentes y a menudo sin techo. Estos generalmente no estaban capacitados y a menudo estaban enfermos. Algunos eran ubicados en asilos de pobres, donde se les daba comida, abrigo y un trabajo tedioso y poco importante que realizaban durante 12 o más horas al día. Otros obtenían ingresos ilegalmente que les resultaban suficientes para sobrevivir y comprar "blue ruin" (ruina azul), un gin barato aromatizado con bayas de enebro y trementina, lo que pudo haber contribuido a las altas tasas de mortalidad de Londres en esa época. Los miembros de la clase marginal vivían sin esperanzas y normalmente sin una forma de escapar de su terrible posición social y económica, a menos que se las arreglaran para viajar a América o Australia y crearse una nueva vida en la frontera.
Los principales medios de transporte en la ciudad de Londres eran: el coche de punto, el cabriolé y el omnibús. Progresivamente, los dos últimos dejarían sin trabajo al primero
El 'Hackney Coach' debe su nombre a la palabra francesa 'haquenee', que significa 'caballo para alquiler'; estos vehículos, de cuatro ruedas y tirados por dos caballos, eran en realidad carruajes viejos que las familias nobles habían retirado y que se empezaron a utilizar como medio de transporte en Londres en el siglo XVII. Las principales estaciones estaban situadas en los patios de la posadas y en las paradas próximas a las calles principales.
Existía una regulación bastante exhaustiva sobre el servicio de los coches de punto: todos llevaban visible un número de placa, los cocheros iban uniformados, y se establecían normas para el tamaño de los caballos, el estado de los vehículos, etc. Según la London Carriage Act de 1831, que fijó las tarifas de los carruajes, el trayecto podía cobrarse de dos maneras: por distancia o por tiempo. Viajar en un coche de punto costaba 1 chelín hasta una milla, y después 6 peniques por cada milla adicional.; o bien un chelín por la primera media hora y seis peniques por cada cuarto de hora adicional.
Los cabriolés - Cab - también eran coches de alquiler, diseñados en 1823 por David Davies, que recibieron autorización para el transporte público en toda Inglaterra. En los comienzos, solo había 12 de estos vehículos en Londres; estaban pintados de amarillo y su parada estaba ubicada en Portland Place. Tenían solo dos ruedas, eran ligeros y estaban tirados por un solo caballo; el conductor iba sentado en un pescante detrás del asiento del pasajero, aunque hubo un primer modelo con el pescante sobre la rueda derecha. Su capacidad era suficiente para dos personas, e incluso tres -si iban muy apretados - y por supuesto, no hay que suponer que fuera más confortable que su compañero el coche de punto: era un vehículo abierto, y el frío y la lluvia afectaban directamente a los pasajeros, aunque en fechas posteriores se les añadió unas medias puertas plegables para que viajaran más protegidos. El modelo Hansom Cab, de 1834, especialmente ligero y veloz, fue el más popular.
El cabriolé fue extendiéndose como medio de transporte, por tratarse del vehículo ideal para moverse por las atestadas calles de Londres: era veloz y altamente maniobrable. Sus tarifas también estaban reguladas, y viajar en él costaba 8 peniques cada milla. Como detalle social, hay que decir que estaba muy mal visto que una mujer sola tomase un cabriolé: no sucedía lo mismo, sin embargo, con el coche de punto.
El Omnibus, introducido en Londres en 1829, era un medio de transporte colectivo: se trataba de un carruaje cerrado, con capacidad para entre ocho y veinte personas, con una superficie en el techo habilitada para equipajes. Era, básicamente, un 'autobús de línea' victoriano: seguía una ruta establecida con distintas paradas, ect. Se le puede considerar un precursor del tranvía.
El Londres del siglo XIX se transformó con la llegada del ferrocarril. Una nueva red de ferrocarriles permitió el desarrollo de los suburbios en los condados vecinos, desde los cuales la clase media y alta de la sociedad podía viajar hasta el centro. Si bien este hecho impulsó el enorme crecimiento hacia fuera de la ciudad, también agravó la división de clases ya que las clases más adineradas emigraron hacia los suburbios dejando a los habitantes más pobres en el centro de la ciudad.
Antes de la Época Victoriana cada ciudad tenía su propio horario. Ahora nos puede parecer sorprendente, pero no todas las ciudades británicas se regían por el mismo horario. Fue la llegada del ferrocarril la que hizo necesario adoptar un horario común para todos aquellos lugares por los que pasaba, ya que se necesitaba elaborar un horario de trenes. Esto forzó que se adoptara un horario estándar para todo el país.
Para que los victorianos pudieran ajustar sus relojes a la hora , o simplemente para que pudieran saber la hora, era un reloj colocado en el ayuntamiento local o en las estaciones de trenes, el que marcaba la hora correcta.
Además, en esta época todavía no existían los despertadores, por lo que los trabajadores sólo tenían el ruido de las máquinas de las fábricas comenzando a ponerse en marcha, para saber que era la hora de acudir al trabajo. Muchas empresas contrataban a “llamadores”, cuyo trabajo era golpear las puertas de las casas de los obreros para despertarlos y hacerles saber que era hora de acudir al trabajo.
Durante el siglo XIX, Londres se transformó en la ciudad más grande del mundo y la capital del Imperio Británico. Su población pasó de 1 millón de personas en el año 1800 a 6,7 millones un siglo más tarde. Durante este periodo, Londres se convirtió en la capital global de la política, de las finanzas y del comercio. En esta posición, apenas tenía rivales hasta finales del siglo, cuando París y Nueva York comenzaron a amenazar su dominio.
Mientras que la ciudad crecía en riqueza, el siglo XIX fue para Londres también una ciudad de pobreza, donde millones de personas vivían en hacinamiento e insalubridad.
El término West End se utiliza de forma común para hacer referencia al West End de Londres, un área urbana de Londres incluida en la ciudad de Westminster (uno de los 32 distritos de Londres), y parcialmente en el London Borough of Camden. El uso del término comenzó a principios del siglo XIX para describir áreas de moda oeste de Charing Cross. El West End reagrupa la mayoría de los teatros londinenses.
Situado al oeste de la Ciudad de Londres, el West End es desde hace mucho tiempo el lugar de residencia de las élites de la ciudad, debido, entre otros motivos, al aura del barrio de Westminster que incluye las dos principales instituciones del Estado: la abadía de Westminster (Westminster Abbey), donde tienen lugar las coronaciones y los matrimonios reales y el palacio de Westminster, sede de las dos cámaras del parlamento. Desarrollado en el curso del siglo XVII, siglo XVIII y siglo XIX, el West End se articulaba originalmente alrededor del palacio, de casas lujosas, de tiendas de moda y de lugares de entretenimiento.
El East End es una zona de Londres, situada en la parte este de la ciudad, y una de sus partes más importantes es Whitechapel. La palabra para referirse a sus habitantes es cockney.
El East End fue fundado en el siglo XVII por los hugonotes y empezó siendo un barrio marginal, que se fue llenando de comercios textíles propiedad de esto hugonotes.
A mitades del siglo XIX el barrio empezó a ser poblado por la comunidad judía; hasta que su mejor posición social les permitió desplazarse a mejores barrios. Entonces fue cuando la comunidad bengalí empezó a asentarse en la zona, siendo en la actualidad la mayoría de sus habitantes bengalíes.
Para los Victorianos la familia era el eje central de sus vidas, y el hogar, el lugar idílico donde cuidarla. El modelo familiar de esta clase media y alta era la propia Reina Victoria y su amado esposo Alberto. El matrimonio real y sus 9 hijos eran el espejo en el que las familias se miraban: un hogar pacífico, amoroso y respetable. En el rol familiar el padre era el encargado de mantener a la familia, y sus decisiones eran incuestionables. El papel de la mujer era el de ser buena esposa y madre – de hecho hasta 1882 una mujer casada era propiedad de su esposo; la mujer era como decía el poeta “el ángel del hogar”.
Las familias eran, frecuentemente, numerosas (llegaban a tener hasta nueve o diez hijos, incluso mas) y los niños eran criados con reglas estrictas, donde la obediencia era parte esencial de su educación. La vida de los niños se desarrollaba en las habitaciones de juegos o nurseries, donde las niñeras o nannies se ocupaban de sus lecciones , juegos y comidas.
La visita dominical a la iglesia y las veladas cantando alrededor del piano – todas las jóvenes eran instruidas en piano y canto – , jugando a las cartas, o haciendo labores mientras el padre leía en voz alta pasajes de la Biblia, eran parte de la vida cotidiana de la familia victoriana. Los sirvientes vivían en la planta baja. El número de sirvientes en una casa dependía de la capacidad económica de la familia. Las familias de clase alta contrataban a un gran número de sirvientes; cada uno de ellos usaba un uniforme diferente según su trabajo y su rango dentro del staff de los sirvientes. Todos ellos se reunían en el hall habilitado para ellos.
La época victoriana se caracterizó por una moralidad profundamente conservadora, que promovía un estricto puritanismo sexual: El libertinaje sexual ya no estaba de moda, el matrimonio y la familia sí. Todo lo relacionado con la sexualidad comenzó a ser tabú, algo secreto que debía ser ocultado. Se cubrió alrededor del sexo un manto de silencio: nadie hablaba de nada relacionado con él, ni siquiera de nada que hiciese una mera alusión a él; por ejemplo, se tenía una actitud particular hacia el embarazo: El embarazo se vuelve tabú: la que se encuentra en esa ¨situación interesante¨ sale poco de su casa, se deja ver lo menos posible.
El matrimonio victoriano tenía origen un contrato civil. El aspirante a él debía negociar con los padres de la novia. Si estos aceptaban la petición, el joven podía comenzar a hacerle la corte (siempre en la casa de la novia y en presencia de algún familiar) hasta la fecha estipulada para la unión. Durante el noviazgo, ambas familias se ponían de acuerdo sobre la tasa de las dotes y luego, ante un notario, realizaban la firma del contrato matrimonial. El matrimonio era, entonces, una forma de establecer acuerdos económicos. Estas costumbres reflejan que el matrimonio no iba de la mano -en la mayoría de los casos- del amor: (si las mujeres no están de acuerdo con la unión arreglada por sus padres) se les explica que el amor viene después del casamiento y esa era la razón de que la mayoría de los matrimonios fuera sin sentimientos de por medio. En la sociedad victoriana, la mujer ocupaba un lugar subordinado en su matrimonio, debía obedecer sumisamente al marido como a un amo, la ley decia que el hombre manda.
El marido debia protección a su mujer y la mujer obediencia al marido. El marido tenía el derecho y la obligación de controlar y guiar el comportamiento de su esposa, por esto poseía, por ejemplo, el derecho de interferir su correspondencia. También era el hombre el que reglamentaba los gastos del hogar y determinaba horarios y costumbres. En el hombre se concentraba todo el poder. Esta desigualdad entre ambos sexos se plasmó explícitamente en la ley alrededor de diferentes problemáticas, por ejemplo, el adulterio: una infidelidad por parte de la esposa se podía probar fácilmente por cualquier medio (especialmente cartas secuestradas) y podía llegar a ser castigada hasta con dos años de cárcel. En cambio, una infidelidad masculina sólo era punible si se comprobaba que la concubina era mantenida en el domicilio conyugal, en cuyo caso el hombre era obligado a pagar una multa.
La doble moral sexual era propia de la era victoriana. La reina mandó alargar los manteles de palacio para que cubrieran las patas de la mesa en su totalidad ya que, decía, podían incitar a los hombres al recordar las piernas de una mujer. Sin embargo, paralelamente a las estrictas costumbres de la época se desarrollaba un mundo sexual subterráneo donde proliferaban el adulterio y la prostitución. También existían las "cortesanas" que eran personas que, en el principio, asistían a los monarcas.
La noche se encargaba de ocultar los vicios de las personas, en el Este londinense se albergaban muchos burdeles, salones de espectáculos, salas de juego. Pero también se desarrollaba un ambiente callejero de drogas, sexo y apuestas sin escatimar en variantes como las orgías, espectáculos del tipo erótico, relaciones homosexuales, abuso de menores y azotes. En este tiempo se desarrolló el primer preservativo realizado en látex, aún cuando se suponía que las relaciones sexuales debían mantenerse con fines reproductivos.
La prostitución era una actividad muy frecuente en la Inglaterra del siglo XIX. Tan sólo en Whitechapel la policía metropolitana calculaba que existían unas 1.200 prostitutas de clase social baja y unos 62 burdeles. Generalmente éstas eran mujeres que hacían la calle por unas pocas monedas y que procedían de las más diversas nacionalidades. Las prostitutas poblaban los bares y las calles, pero también se encontraban cerca de teatros y establecimientos de ocio masculino, desde burdeles hasta locales donde los hombres bebían y disfrutaban de espectáculos eróticos que muchas veces estaban protagonizados por menores de edad. La prostitución homosexual también existía, aunque lógicamente el secretismo en torno a ella era mayor.
En 1864 se aprobaron las Contagious Diseases Acts (Leyes de enfermedades contagiosas), que luego se modificaron en 1866 y 1869. Establecían la elaboración de un comité para la investigación de enfermedades venéreas en las fuerzas armadas y en las áreas adyacentes a las fuerzas, permitía a la policía detener y someter a las prostitutas a controles venéreos y, si se hallaba con alguna de estas enfermedades era recluida en un hospital aislada hasta su recuperación.
Un estudio de finales del período victoriano demostró que más del 90% de las prostitutas de la cárcel de Millbank eran hijas de obreros no cualificados o semi-cualificados, y más del 50% habían sido criadas por mujeres sirvientas y el resto por mujeres con trabajos sin futuro, venta ambulante, lavanderas o de limpieza.
Antes estaban más expuestos a infecciones como la lepra y pandemias como la tuberculosis y otras más debido a que había menos medicamentos con que controlarlas. A veces había pestes que acaban con un gran numero de personas y quien enfermaba y no tenía los medios no podía pagar sus medicamentos ya que eran bastante caros. Las mujeres embarazadas daban a luz en sus casas con ayuda de una partera.
Aunque existían cátedras de cirugía que centraban su actividad en el conocimiento de la anatomía topográfica y la anatomía quirúrgica, éstas no eran numerosas. La formación de los cirujanos se seguían realizando fuera, y a veces en oposición a la Universidad. Los cirujanos barberos ejercían su profesión de forma itinerante, dedicándose a patología poco importante: heridas, sangrías, dientes, fracturas, úlceras, cataratas, cálculos, hernias, con unos resultados mediocres.
En los métodos anticonceptivos el más "efectivo" era el preservativo el cual fue inventado años antes, algunos de los personajes más conocidos de la época conocían este medio, pero no se puede decir que estaba difundido entre todas las escalas sociales. Otro de los métodos recomendados por la Iglesia: la abstinencia, la cual no era tanto una elección como una circunstancia impuesta y ajena a su voluntad. Algo más peligroso resultaba el aborto voluntario. Se llevaba a cabo por medio de agujas (no siempre bien desinfectadas) y hierbas. Esta práctica suponía la muerte del 95% de las mujeres que lo ejercía. También es conocido en la actualidad y bastante difundido el Coitus interrruptus. Este era un método muy generalizado y, sin embargo, condenado por la Iglesia. Debido a que carecian de metodos anticonceptivos altamente efectivos en esa epoca Europa sufrio una sobrepoblacion.
La sociedad victoriana era una sociedad profundamente religiosa, en la que los valores de la religión impregnaron las diversas manifestaciones de la vida colectiva, más allá de las creencias específicas de cada persona de su nivel de práctica religiosa. Algunos de los rasgos más característicos de la moral victoriana, como el sentido del deber, el puritanismo o el trabajo como vía de superación personal, tenían su origen en el movimiento evangélico que desde mediados del siglo XVIII se había difundido entre anglicanos y disidentes. La religión influía igualmente en algunas de las manifestaciones artísticas de la época, tales como el desarrollo del oratorio como principal género musical culto o en la difusión del gótico en la arquitectura civil.
Muchas personas creían en demonios, brujas, etc. La hechicería no estaba bien vista ya que creían que las brujas eran concubinas de Satanás. Las cortesanas tampoco eran aceptadas debido a que su profesión era una deshonra. Los gitanos eran rechazados debido a sus conocidas costumbres y fama de ladrones y los que llegaban a creer en vampiros creían que eran demonios satánicos que debían ser destruidos. Sin embargo siempre hay excepciones también existía gente que se sentía atraída por estos seres, estaban convencidos de que la hechicería era magnífica y que los vampiros eran seres extraordinarios, incluso había personas que hacían todo por encontrarse con uno y deseaban ser uno de ellos.