Josie parece echar chispas por los ojos, no le ha agradado para nada el tener que quedarse a esperar que el muchacho se recupere para ir a dar aviso al Sheriff, porque puede tardar cuando menos una hora en hacerlo y tiempo no es precisamente algo que les sobre.
-¿Cuándo se recupere? -le dice casi que con sorna- ¿Pero te das cuenta que cuando eso ocurra esos cuatreros nos llevarán varias millas de ventaja?
Se quita el sombrero sacudiéndolo para quitarle el agua y resopla. Nunca ha contradecido las órdenes de su madre y ésta no va a ser la primera vez, pero no puede ocultar su desagrado.
-¿Crees que va a poder seguirme el paso con esa herida que tiene?
Thomas se limitó a componer una sonrisa algo torcida ante la reprimenda de Potter. Por mucho que lo intentara en el fondo era un buen tipo bastante razonable, cualquier cosa que ayudara a ganar tiempo sería bien recibida, por lo tanto asintió a las órdenes de la sra. Wales con diligencia, volviendo a cubrirse con su sombrero mientras Tommy era complacido con las provisiones y Josie amonestada para quedarse.
Por unos segundos sintió la tentación de decir algo al respecto, pero sin duda cualquier derecho a opinar sobre el destino de la joven Wales pasó hace mucho tiempo, así que se limitó a permanecer en silencio como tantas otras veces.
En realidad se sentiría mucho mejor sabiendo que no estaría expuesta a un peligro tan directo, tal vez fuera mejor así.
-Si las distribuimos los caballos cargarán menos peso y podrán mantener el mismo ritmo- respondió a Tommy por lo bajo, observando al capataz y esperando a que él tomase la decisión antes de ponerse definitivamente en marcha.
Enarcò una ceja al escuchar la reprimenda de Potter pero màs aùn cuando la señora Wales dijo que Josie no iba, si conocìa bien en el poco tiempo que tenìa allì, a alguien, esa era Josie y sabìa que no le gustarìa nada lo que su madre le habìa impuesto. Y no se equivocò por como pudo comprobar tras las palabras de la muchacha, se encogiò de hombros apenas perceptiblemente y continuò cabizbaja, lista para salir y encargarse de ayudar con las alforjas si se terciaba, aunque seguramente no le necesitarìan para eso. Hizo un gesto con el sombrero a la señora y saliò cual si de un chico màs se tratase, ya sabìa que no habìa tiempo que perder, eso no estaba puesto en tela de duda pero lo que no entendìa era porque no salìan ya todos como unos locos galopando.
Les llevaban un tiempo de ventaja pero confiaba en que les encontrarìan y regresarìan esas cabezas de ganado a su lugar. Puso el pie en los estribos y como era de esperarse con agilidad se montò en su querido Dark, se agachò hasta su cuello y mientras le acariciaba y veìa a los hombres ultimar detalles, le hablaba suavemente, quizàs como no le hablaba nunca a nadie.
-Dark, sabes que habràs de volar como un rayo, que habremos de cruzar peligros pero los dos volveremos sanos y salvos. Confìo en que haràs eso por mì y estoy segura de que tendràs esa confianza en mì, ¿no, cariño?-el animal se movìa y relinchaba como si le entendiera.-Cuida de mì y se ligero, te guiarè por un buen camino... A pesar de esta tormenta.
Sarah mirò al cielo en ese momento, le besò un costado del largo cuello al animal y sonriò, en verdad tenìa que confiar mucho en èl pero nunca le habìa fallado y estaba segura que esta no serìa la primera vez.
- Está bien, Tommy, repártelas aquí mismo y que cada cual se ocupe de su ración – respondió Potter, mirando de soslayo la escena que componían la señora Wales y su hija.
Bobby Clayton se sintió llamado a intervenir, haciendo el esfuerzo de levantarse de la silla:
-No, señora; como bien dijo Gertrudis, esto no es más que un rasguño, quiero acompañarles –su tono era vehemente.
La señora Wales desvió su intensa mirada de Josie para dirigirse a Bobby, al tiempo que negaba con la cabeza:
-No estás en condiciones, Bobby. Además, alguien que sepa manejar un arma debe quedarse en la casa, en previsión de cualquier contingencia –Y a su hija: -Aún falta para que amanezca, Josephine. Esperaréis hasta entonces para dar el aviso en Little Troy.
Nadie desconocia que la relación de Miles con Potter era cuanto menos distante, a pesar de que compartían un cargo de responsabilidad en el rancho. Se mantuvo a cierta distancia, como si oceanos de indiferencia le separaran de la reprimenda del capataz.
Bobby haz caso a la señora midió cada palabra, y cada pausa entre cada una de ellas hasta convertir su sentencia en indiscutible.
El segundo capataz apartó los ojos del chico sin dejarle responder para dejarlos caer en la señora Wales. Los dejó sobre ella, y pareció compartir con su mirar un invisible y oculto dialogo. Y el paso del tiempo pareció tornarse lento, muy lento.
Zach estaba ansioso, pero no lo demostraría, su pensamiento voló hacia el pasado, imaginando las veces que su padre habría provocado una situación similar en cualquier otro rancho, chicos inocentes asesinados, y gente honrada a las que les son arrebatadas sus posesiones que con tanto esfuerzo logran mantener. No era un hombre violento, pero era humano, y la sangre le bullía en las venas, una mezcla de vergüenza y ansias de venganza lo recorrían, la lluvia aplacaba el calor.
Atendió a las explicaciones de Potter, que reafirmaba su autoridad, esta sería su primera persecución, su primera oportunidad, no la dejaría pasar. Se tocó el sombrero, divertido, en dirección a la joven Sarah, un momento de alivio, pues la cara con que lo miraba lo hacían abstraerse un poco del tenso estado en que se encontraba, ya habría tiempo de “tirarle de la trenza a la chiquilla”.
Aún no conocía bien al resto de los integrantes del rancho, por lo que no se inmiscuyó en los asuntos de los demás, asintió a las palabras de Lewis y colocó la parte que le correspondía en sus alforjas. Cinco dólares, una pequeña fortuna, si los conseguía, se prometió así mismo hacer alguna buena obra. Miró nervioso a Tommy, aquel hombre le infundía respeto, lo mismo que Miles, vaqueros avezados, muy lejos de lo que él era. Esperó la orden de partir.
Bobby pareció resignarse, mientras que la señora Wales sostuvo la mirada del curtido vaquero, indescifrables sus emociones tras el rostro hierático.
Darius Potter, apercibido de esto, se envaró un tanto y, tras recoger la ración que le tendían, se tocó con el sombrero y dio la orden:
-En marcha.
En el exterior, la lluvia se había reducido a un rocío molesto. Los caballos agitaban sus testuces, inquietos por los relámpagos que cuarteaban el horizonte. Sarah ya estaba lista. Potter montó a su yegua, Pallas, y respiró hondo.
-Ahí delante están las furias, despellejando con sus látigos los vientres estériles de las nubes –sentenció, críptico, y picó espuelas.
- En marcha dijo Potter
Miles ensillaba a Plomo. El negro animal estaba nervioso y el azabache de su color resaltaba más aún bajo los reflejos lunares. Apretó las correas con fuerza y colocó su petate en la parte trasera de la silla. El segundo capataz miró a lo lejos donde el horizonte se había ennegrecido por las tormentosas nubes como si de un mal presagio se tratara. Subió a lomos del caballo y siguió a Potter. Y aunque sintió el deseo de mirar atrás, sobre su hombro, para guardar una imagen del rancho en su memoria no lo hizo. Por alguna razón no lo hizo.
La sentencia del capataz, tan elaborada para un vaquero común y corriente, no habría de pasar de largo sin abrir la puerta de mil y una preguntas sobre el misterioso y reservado origen del veterano.
Supongo que vendrá de alta cuna para ser tan bien hablado... Espero que sepa manejarse con el plomo como con la lengua...
Había pensado el sureño al tiempo que salía rumbo a su montura y sin usar el estribo izquierdo, con la zurda en el cuerno ya agarrando las riendas y con el pecho de frente a las ancas del equino, voleaba la pierna derecha con la pulcritud que quizá un mongol hubiera tenido un milenio antes, ayudándose con la mano derecha que férrea se sujetaba del borren.
Una vez arriba de su pingo, Tommy calzaba la punta de sus botas en ambos estribos y se hechaba hacia atrás de manera sistemática... Como un autómata de esos que había en los museos victorianos de maravillas modernas.
Siempre mejor para atrás... Que sino, antes que los tiros nos mata la espalda... Recordó que solía decirle su padre cuando le enseñaba a montar.
Iluminado por la tormenta que allá en el horizonte bramaba rajando el cielo, semi oculto por el ala de su agujereado sombrero... "Bonito" Smith se dejó llevar por una sonrisa melancólica, pero sonrisa al fin.
Josie observa el reloj que cuelga de la pared y frunce el ceño. Voltea a mirar a los hombres. Algunos ya han montado y otros continúan allí parados quien sabe esperando a qué.
-¡Bueno muévanse! -brama- ¡Dejen de estar ahí parados dejando que el tiempo corra! ¡Esos cuatreros no van a dismuir el paso para esperarlos!
Se queda parada en el umbral de la puerta viéndolos marchar, luchando con el sentimiento de rabia y frustración que le causa tener que quedarse en casa en lugar de marchar con ellos, como lo ha hecho Sarah.
A causa del viento gotas de lluvia le golpean el rostro, ésta no parece tener intenciones de amainar, por el contrario, a ratos da la impresión de encrudecerse más. Cuando ve a los jinetes desaparecer, como consumidos por la negrura de la noche, regresa al interior de la casa. Deja el sombrero y el largo abrigo de cuero otra vez colgados junto a la puerta y mira hacia la puerta de su habitación.
-Bueno, madre, será cuando tú digas -le dice sin aspavientos-. Cuando esté listo para cabalgar me avisan, estaré en la habitación cuidando de Jeremy.
Sarah hizo que Dark echara a andar al galope, no había tiempo que perder y ambos lo sabían pero echó una última mirada al rancho, pensar que alguna vez una parte había sido de ella le hizo pensar cuál sería su suerte de ser ella aún dueña y no una simple empleada. Encogió los hombros levemente, ser la única chica no causaba en ella nada, quizás hasta sus compañeros se habían acostumbrado a verla allí junto a ellos y tampoco reparaban mucho en ello. En realidad no sabía si le guardaban respeto o la ignoraban pero tampoco era que le importase mucho. El agua golpeaba en su rostro haciéndole volver a la realidad una y otra vez, en especial cuando su caballo apretaba el paso siguiendo al de los demás. Tantas veces se imaginó en empresas de aquella naturaleza pero jamás pensó que de esta manera, la vida le resultaba cruel, insipída y aburrida pero seguía viviendo, se lo había prometido a su padre.
Mientras avanzaban, Sarah pensaba en lo distinto que habría sido su vida si hubiera tenido algún hermano mayor, quizás entonces ni siquiera sabría lo que sabe pues su padre no se hubiera ocupado en enseñarle a ella lo que podría enseñarle a un hijo varón. Fuera como fuera, ahora estaba sola y había aprendido a que eso no le molestara al menos a los ojos de la gente, parecía que nada la perturbaba, que vivía para y por el rancho, por las monedas y el asilo que la señora Wales le daba. Sarah al fin y al cabo seguía siendo una mujer, joven e inexperta en ciertas cosas pero mujer aún, tras un grupo de delincuentes que habían acabado con la paz de esa noche. Miró el camino un tanto compungida, lo difícil no era el alcanzarlos, sino sortear los peligros que el campo y la tormenta les tenían preparados pero confiaba en Potter, lo había visto manejarse y sabía que los llevaría a buen puerto.
A pesar de los bramidos y el malhumor de Josie, Thomas no pudo evitar una sonrisa de satisfacción una vez se hubo girado dejando atrás posibles miradas de reproche, atravesando el porche para sentir la fría lluvia mojando sus ropajes y filtrándose poco a poco a través de ellos.
Alzó la mirada al oscuro cielo nocturno, todavía más de lo habitual debido a los nubarrones que apenas permitían contemplar las estrellas y la luna, por lo que sería todavía más difícil guiarse y seguir algún rastro.
Subió a su caballo con agilidad y empezó a trotar junto a sus compañeros en la dirección que por el momento marcaba Potter, el capataz.
A pesar de la aparente tensa situación él se sentía más cómodo y tranquilo a sabiendas de que Josie no correría peligro en el rancho, además no era la primera vez que debía hacer un viaje de esas molestas características y normalmente lo hacía a solas.
-Debemos darnos prisa, cuánto más tardemos más difícil será distinguir las huellas que la lluvia ya está borrando- dijo alzando la voz para hacerse escuchar a través de la insistente lluvia, acelerando un poco el ritmo de su montura con un preciso golpe de talones.
Su estado natural no era estar montado sobre un caballo, a pesar de que no se defendía mal del todo, no le gustaba cabalgar, y mucho menos en una noche así, así que fue el último en arrancar, lento pero seguro, como casi siempre hacía, más vale prevenir que lamentarse, cuidando los primero pasos, tanteando su montura, dejó atrás el rancho, pero nunca su pasado.
Instintivamente se coloco casi a la altura de Sarah, era a la única que conocía, aunque nada de aquellos días fuera recordado, tal vez protegerla estuviera en su subconsciente, aunque la parte inteligente piense que sería más bien al contrario. Una sonrisa afloró unos instantes a su rostro, camuflada en la tempestad, no había sido una buena volver, pero no podía continuar sin hacerlo.
Confiaba en los que estaban al mando, por lo menos para servir de guías.
Los seis vaqueros partieron bajo la lluvia; las emociones que se fraguaban en el interior de cada uno nada tenían que envidiar a la batería de relámpagos del cielo. Catherine aún permaneció unos instantes en el porche, despidiéndolos, apretando entre sus manos un rosario. Finalmente, fue a reunirse con los demás.
Tres hombres a caballo también los contemplaban alejarse desde una medida distancia.
-Parece que siguieron la pista, Speaker –insinúo uno de ellos.
-Déjalos que cabalguen, queda noche por delante – una profunda calada a un cigarro iluminó apenas el rostro inmisericorde de quien habló; lo volvía hacia la casa: un hilo de humo salía de la chimenea y las ventanas estaban tibiamente iluminadas. – Déjalos que cabalguen…