Partida Rol por web

Muerte en Freeport

Ambientacion ilu.

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16/01/2014, 09:38
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Sólo para el director

EL ORIGEN DEL APOCALIPSIS.

Y Dios convocó a sus más leales ángeles allá en el Cielo. Los reunió junto a su trono, en lo más alto de la más majestuosa edificación del reino celestial, rodeado de un inmenso mar de plácidas nubes blancas que ondulaban alrededor de la sala del trono. Un lugar de paz y quietud. Allá, cuando el Todopoderoso estuvo acompañado de sus ángeles y arcángeles, dijo: 

–Hijos míos, he tomado una dolorosa decisión. El hombre se ha alejado de la virtud. La corrupción y la maldad asolan la Tierra y no parece haber remedio para sus almas. Mis hijos, a los que tanto amo, se han corrompido víctimas de sus bajos instintos, de su odio, simpleza y codicia. Algunos creen que por adorarme abiertamente están exentos de comportarse virtuosamente y que serán merecedores del Reino de los Cielos. Incluso se permiten aleccionar a los demás de lo que yo deseo o no. Me llena de pesar, puesto que yo soy el culpable. Yo los creé como son. Yo les permití el libre albedrío que les haría libres. Opté por dejarles crecer y hacer a su manera, y la culpa es mía, solo mía.

Observando el mundo, sé que he de poner fin a semejante desbarajuste, que he de acabar con mis propios hijos. En el pasado realicé una prueba de fe a uno de ellos. Pedí a un padre que sacrificara a su hijo en mi nombre, sabiendo el dolor que ello conlleva. Pero en ese caso solo era una prueba de fe y por supuesto la vida del niño no corría peligro. Cuando su padre se dispuso a acatar mi mandato, Gabriel lo detuvo. Pero ahora estoy decidido a acabar con la vida de miles de millones de mis hijos. Ahora siento en mí el dolor que hice sentir a Abraham. He de padecer ese sufrimiento por haberlos abandonado y por acabar con ellos. El Apocalipsis me hará empezar de nuevo y ser mejor padre. 

Quiero que recojáis a los pocos elegidos que pueden ser salvados y los traigáis a mi reino. Luego, cerrad las puertas del Cielo.

Las palabras del Señor dejaron atónitos a todos los presentes. No pudieron sino sentir una enorme pena a pesar de la corrupción de las vidas que iban a desaparecer. Todos se consternaron y empezaron a cumplir el mandato de Dios. Todos menos Miguel, Rafael y Gabriel, que eran tres de los arcángeles.

Gabriel avanzó unos pasos e hizo lo que nunca antes había hecho por el amor que albergaba a su Padre.

–¿Por qué ahora, mi Señor? –Era la primera vez que cuestionaba las decisiones divinas– Perdonad que os lo pregunte. No dudo de vuestros planes, pero no lo entiendo. La Humanidad ha pasado épocas peores en las que merecía el fin mucho más que ahora. ¿Por qué cuando algunas personas empiezan a apreciar el valor divino y sagrado de la vida decidís quitársela? ¿Por qué ahora, que es cuando al fin empiezan a comprender? 

–Gabriel, hijo mío. Tú fuiste creado con la mayor capacidad de amar posible. Por eso te preocupas tanto por ellos. Pero la obligación de un padre no es solo la de amar, sino también la de castigar. 

–Pero Padre, me creasteis así por algún motivo. Quizá fue conseguir que os apiadarais de ellos y evitar así tan fatal destino.

–Tus palabras me llenan de orgullo, hijo mío, pero sé lo que se ha de hacer.

–Padre, perdonadme, pero no comprendo. ¿Todas las veces que he luchado contra el mal han sido en vano? ¿No sirvió de nada? –Intercedió Miguel.

–No hijo, tus esfuerzos no fueron en vano. Hiciste siempre lo correcto cuando debía hacerse y estoy orgulloso de ti.

–Padre –dijo Rafael–, me uno a mis hermanos en sus dudas y preocupaciones. Si los elimináis a todos, ¿qué haréis después? Si el hombre era lo mejor que se podía crear, ¿no será vuestra próxima creación igual? ¿No acabará todo de la misma manera?

–Rafael, sabio entre los sabios. Esto es demasiado complicado para que lo entiendas. No te atormentes con dudas, simplemente observa.

–Lo siento Padre, pero me niego a ver tanto sufrimiento –dijo Gabriel–. No puedo participar en ello. Perdonadme. 

–Yo tampoco –dijo Miguel–. Debo defender al débil, no matarlo. No puedo apoyaros, perdonadme. 

–Estoy de acuerdo con mis hermanos. No puedo colaborar –dijo Rafael–. Perdonadme a mí también. 

–Lo entiendo, hijos míos, y sigo estando tan orgulloso de vosotros como antes. Pero vuestra ayuda no es ni requerida ni necesaria. Este asunto correrá a cargo de otras criaturas que creé antes que a los ángeles.

Dios se acercó a unos círculos dorados situados a sus pies con distintos sellos grabados en ellos, cuatro en total. Con solo levantar una mano delante del primero se abrió, dejando ver un oscuro agujero que parecía no conocer la luz, que despedía un hedor insano y una neblina de color verde. De allí emergió una patética figura, encorvada, vestida con andrajos sucios plagados de parásitos. Era un hombre, demacrado, de piel amarillenta, ojos enrojecidos, pústulas y granos que llenaban su cuerpo. 

Abrió Dios el segundo sello y un chorro de sangre emanó de él mientras otra figura se erguía. Era enorme, su cuerpo iba enteramente cubierto de una armadura sin brillo. Sus rasgos eran imposibles de distinguir en la oscuridad y tan solo un par de destellos rojos permitían adivinar sus ojos. 

Abrió Dios el tercero. La criatura que emergió de él era parecida a la primera, un ser esquelético de aspecto cadavérico. Sus ojos estaban hundidos y su dentadura mellada. 

Abrió Dios el último sello y de él emergió un extraño ser oscuro que emitía un gélido frío y cuyo cuerpo se componía de una niebla negra que se movía en el interior de un esqueleto que desprendía un fétido olor a descomposición. 

–Peste, Guerra, Hambre y Muerte –dijo Dios a las criaturas–. Arrasadlo todo; sed implacables en nombre de Dios. Yo fui el creador del mundo y es mi deseo llevarlo a su fin. 

Los arcángeles, absortos, observaron cómo las criaturas invocaban a sus corceles y se alejaban a sembrar la desdicha por el mundo. 

–Padre –dijo Gabriel–, no podemos quedarnos impasibles ante este horror. 

–Haced lo que querías, pero de nada servirá... –respondió Dios. 

Y el Apocalipsis comenzó...

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16/01/2014, 09:39
Director
Sólo para el director

DISCUSION.

La noche siempre tiene extraños inquilinos, pero tal vez un ángel y un demonio en el punto más alto del rascacielos que domina la ciudad merecían un adjetivo más apropiado que un simple "extraños".

- Así que todo esto tiene que desaparecer por culpa de tu jefe - susurro el demonio con un marcado siseo mientras observaba las luces rojas de la calle en cuclillas sobre una tosca gárgola.

- No es un capricho, es una necesidad. Y si, es una pena - el ángel calló unos instantes mientras se sentaba en la cornisa -Pero aunque suframos, es la voluntad de nuestro Señor y Él sabe lo que hace.

- Siempre se acusó a mi amo, Satanás, de ser el destructor, el que traía la perdición, pero sin embargo es el tuyo el que acabará con todo. Por mucho que te escondas en tu devota resignación no deja de ser irónico.

- Todo lo contrario - respondió el ángel con más rapidez que convicción.- Mi Señor acabará con la corrupción que tu amo ayudó a propagar. Tu amo tiene mucha culpa de haber llegado a esta situación.

- ¿Estas seguro? Escuchándote hablar cualquiera dudaría de la omnipotencia de tu jefe. Eso me recuerda una duda que siempre he tenido. Si el Señor los creó a su imagen y semejanza y el resultado fue un ser tan corrupto, lo lógico es pensar que tu Señor también lo es. Dime, angelical amigo, ¿me he equivocado de bando? - dijo alargando con placer cada sílaba.

- No es tan fácil, Dios nos creó a todos, y dotó a los humanos de libre albedrío. En su autonomía reside su libertad y también su responsabilidad. Nuestro Señor creó todas las personalidades posibles puesto que todas merecían una oportunidad de existir, lo malo es que las personalidades más nefastas prevalecían, dejando al mundo lleno de ellas.

- Y como resulta que el de ahí arriba erró los cálculos, ha pensado que como consecuencia de su ineptitud hay que matarlos a todos... Esperemos que en la próxima tenga mayor tino.

- Una visión muy simplista.

- La verdad solo es plena cuando es simple. De todas maneras creo que todos vamos a pasarlo mal con este asunto del Apocalipsis, del fin de la Humanidad pecadora y de todas esas pantomimas que se ha inventado tu jefe para justificar un genocidio.

- No será agradable.

- Últimamente tu y los tuyos no decís más que eufemismos. Afronta la realidad. Dices que sufriréis por vuestras víctimas mientras las matáis. ¿Se puede ser más hipócrita?

- La lógica de Dios no siempre es sencilla, nosotros solo somos sus creaciones y por lo tanto no llegaremos a comprender lo que Él comprende. Si decide acabar con todo para crear un nuevo Edén es porque es la mejor opción, no la más fácil.

- Y una mierda angelito. Los humanos son lo mejor que pudo crear. ¿Cómo sabes que no volverá a cometer el mismo error?

- Cuidado, empiezas a hablar como un arcángel.

- Y tu amo parece andar con patas de carnero. Solo divagaba, pero viendo las acciones de tu señor, creo que lo más probable es que vuelva a crear humanos. Pero que esta vez cambiará su papel de padre liberal por el de férreo dictador para evitar que el mal se propague entre ellos. Perspectiva que ni a mi ni a los míos nos interesa. Sin mal no hay poder. Condenará al Infierno a la impotencia eterna y a la Humanidad al absoluto aburrimiento crónico.

- Será como sea, pero será.

- Cuando los genocidas son los buenos, ¿qué podemos hacer los malos? Nos habéis desvirtuado.

- Tú finges preocupación, pero solo te interesas por ti, ni siquiera por los tuyos. Tú ya has matado, has disfrutado y esas muertes no llevan a nada. El asesinato forma parte de ti, eres un monstruo que mata por matar, eso es lo que te convierte en maligno. No piensas en el sufrimiento que hay en el mundo, tanta crueldad y sin sentido, mi Señor quiere acabar con eso y crear un mundo más justo y mejor.

- Allí abajo somos mucho más honestos, no buscamos excusas ni justificaciones para hacer lo que hacemos. No nos mentimos a nosotros ni a los demás para vestir de bondad el terror, simplemente lo disfrutamos, porque nada produce más placer que el miedo. Eso es en lo que tu jefe ha andado errado todo este tiempo, y ahora que ha descubierto su error no se atreve a reconocerlo. Os ha mentido y vosotros, estúpidos lameculos, no os habéis dado cuenta porque creéis que sus palabras son ciertas por el simple hecho de salir de su boca. Tu jefe puede crear y destruir mundos y razas, pero no puede inventarse la verdad.

- ¡Calla demonio!, si acabo aquí contigo no volverás a ver el Infierno.

- ¿Y ahora me amenazas? No podrás decir lo mismo a los millones que vas a matar, porque estaremos esperándolos con los brazos abiertos. Y seréis tu y los tuyos quienes condenen a los humanos a una eternidad en el Infierno.

- No seré yo el que se manche de sangre, nosotros solo lo sufriremos. El acto será llevado a cabo por las criaturas de los jinetes del Apocalipsis.

- Muy valiente por vuestra parte. Lo importante es que vuestras manos permanezcan limpias y relucientes. Para mancharse ya están los jinetes, unos tipos espeluznantes. Yo al menos mato para conseguir más poder, pero no mato a todos los humanos. Es pan para hoy y hambre para mañana. Pero estos tipos, siegan almas sin parar bajo órdenes de tu señor, el bondadoso, el piadoso. Es Él el que dirige a unas criaturas que quieren acabar con todos y no pararán hasta que lo consigan. Son peores que el peor de los demonios y aquel a quien tanto amas es peor que todos ellos juntos.

- Eso acabará con los tuyos, os ahogará y os dejará sin poder. Desapareceréis en la nada.

–Ya no seremos necesarios porque vosotros seréis el mal, uno más puro y cruel que el que nosotros hemos podido soñar jamás.

–Es una gran carga que llevaremos con pesar en nuestros corazones, y que estaremos obligados a sufrir eternamente. La muerte de cada humano, su vida, su historia, sus logros y sufrimientos. Al contrario que vosotros, cuando presenciamos una muerte, la vida, sentimientos y emociones del difunto nos invade. Sufrimos, pero hemos de hacerlo.

–Supongo que en este punto me envidias. Te gustaría no tener que buscar excusas y mentiras que dulcifiquen tu crueldad. Ángeles queriendo ser demonios, yo vivo en el Infierno y tú en el Cielo, pero no son nuestros principios los que se están viniendo abajo.

–Todo lo que nos separa a la vez nos une, la maldad que queremos destruir y que vosotros ayudasteis a generar, es la causa de lo que a los dos nos perjudicará.

–En eso sí que se parecen los humanos a Dios: siempre hay un tercero al que cargar con las culpas. La auto crítica no se practica mucho por ahí arriba, si así fuera tal vez Dios entendería que si alguien merece un castigo es Él. Y los humanos en medio, ignorantes de todo, tampoco los envidio. Extraños son los tiempos en los que habitar el Infierno es mejor que hacerlo en la Tierra o en el Cielo. Lo mires por donde lo mires, la Humanidad está jodida.

–¿A qué te refieres?

–No lo entenderías.

–Tanta muerte, tanto horror y sufrimiento... –dijo el ángel.

–Tanto poder perdido, tanto trabajo para empezar de nuevo... –continuó el demonio.

–Es una pena –dijeron al unísono antes de desaparecer, uno en un destello de luz y el otro en un fogonazo rojo intenso.

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16/01/2014, 09:40
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Sólo para el director

ACONTECIMIENTOS Y VARIOS.

LA ACTUALIDAD

El tiempo pasa pero el horror no termina. Miles de cosas ofenden a Nuestro Señor. La Humanidad ha avanzado, pero no lo suficiente. Dios está profundamente afligido e impotente, porque no pudo dirigir a sus hijos hacia el camino correcto. Siente que la Humanidad ha sido un fracaso, incapaz de aprender de los errores a no ser que estos sean brutalmente crueles. Dotó a los hombres de inteligencia, pero se niegan a usarla. Les dio un mundo hermoso lleno de maravillas y oportunidades que ellos mismos han destruido y corrompido. Está convencido de que no han aprendido ni aprenderán. Los castigos no han surtido efecto. Solo queda el Apocalipsis.


EL FIN DEL MUNDO

Con el Apocalipsis se destruyen no solo cuerpos sino almas. Es la destrucción de la Humanidad a todos sus niveles, tanto físico como espiritual. Para poder empezar realmente de nuevo, debe acabar por completo con la antigua e imperfecta creación. 

La parte física de la destrucción es encargada a los jinetes del Apocalipsis, unas extrañas criaturas ni ángeles ni demonios al servicio del Todopoderoso. Estos llevan la desdicha al mundo con las artes que mejor conocen. Son Peste, Guerra, Hambre y Muerte. Ellos a su vez son los amos de criaturas que propagan la perdición de maneras brutales y crueles.

La parte espiritual del fin significa destruir las almas de los que mueren. Lo que se lleva a cabo desde que se cerraron las
puertas del Cielo. Dios mandó cerrar las puertas del Cielo tras rescatar a los pocos puros. Después de esto, las almas no podrán acceder al Paraíso y serán destruidas a excepción de aquellas desdichadas que, aunque merecedoras de entrar en el Cielo, sean arrastradas al Infierno.

LA HUMANIDAD Y SU FIN

El mundo apocalíptico es decadente, hostil y en ocasiones absurdo. Los desastres ecológicos son cada vez más virulentos,
los atentados terroristas se multiplican, el odio, la desidia y la crisis inundan sin freno todos los aspectos de la sociedad. La población se acomoda y exige todo sin luchar por nada. La única cultura es la “cultura del Yo”. La moral, el civismo y el sentido común se extinguieron tiempo atrás. Se respira decadencia y autodestrucción. Y a nadie parece importarle lo más mínimo. 

Desde que los jinetes empezaron a actuar en la Tierra, los antaño llamados “sucesos paranormales” forman parte de la cotidianidad. Comienzan a registrarse en lugares más poblados. Si anteriormente eran comunes en pueblos o cementerios antiguos, ahora suceden en parques y ciudades en medio de la multitud. Se ceban especialmente con zonas marginales donde el caos está al orden del día, pues estos son lugares en los que las criaturas del fin del mundo se sienten más cómodas. En estos lugares las muertes y desapariciones que causan quedan camufladas entre las ya tristemente comunes sin su ayuda.

Cualquiera puede estar rodeado de monstruos con apariencia humana o incluso invisibles. El fin de esas criaturas es acabar
con la Humanidad, a veces de uno en uno; a veces en grupos; y cuando pueden, en masa. 

El Apocalipsis no se suele hacer notar, se camufla bien en el ocaso mundial. No es demasiado llamativo, al menos ahora en
el principio del fin. Los sucesos suelen pasar desapercibidos. Muchos son encubiertos por colaboradores o gobiernos que intentan evitar que cunda el pánico.


EL RESTO DEL MUNDO APOCALÍPTICO

El Apocalipsis afecta principalmente a los humanos, pero no son los únicos a los que les incumbe. Hay muchos seres que se
ven afectados por él, desde el Cielo hasta el Infierno. Cada uno lo afronta, apoya o combate según sus intereses y capacidades. Diferentes bandos que buscan diferentes finales. Estos son:

EL CIELO:

En el Cielo, Dios reunió a sus más eminentes súbditos en la sala del trono donde gobierna y allí abrió los sellos que liberaron
a los cuatro jinetes. Ellos se encargarían del fin de los hombres y la destrucción de la Humanidad. Mientras, mandaba a
sus ángeles a salvar a las 144.000 almas puras dignas de entrar al Cielo. Tras la entrada de estos, cerró las puertas del reino celestial condenando a las demás almas a la destrucción o al Infierno. 

Los ángeles se mantienen al margen de los sucesos y se limitan a obedecer a su Señor y cuidar de las almas que moran en
el Cielo como hacen habitualmente, pero ninguno se opone a la iniciativa de los tres arcángeles renegados que intentan frenar el Apocalipsis. Al fin y al cabo, los seres del Cielo sienten piedad por los pecadores y por el trágico final que aguarda a estos tras el mandato del Todopoderoso. 

Incluso el mismo Dios Padre, pese a querer el fin de la Humanidad, dio la oportunidad a sus tres hijos de intentar evitarlo
si eran capaces.

INFIERNO

Por supuesto no podemos olvidarnos del antaño favorito de Dios, el que se negó a reconocer a los humanos como iguales y
acabó siendo expulsado del Cielo para fundar su propio reino, de manera inversa al reino de Dios, como burla y repulsa al mismo. Hablamos de Satán, el Diablo. La situación actual resulta tan provechosa como preocupante para él. Debido al Apocalipsis puede reclamar más almas que nunca para aumentar su poder, pero la destrucción de toda la Humanidad y por tanto de los pecadores pone en peligro su reino. Por eso, sus acciones pueden ser desde crueles aberraciones a inesperados actos de altruismo. La manera de actuar de él y sus legiones puede ser totalmente imprevisible. 

Sea como sea, sus verdaderas motivaciones solo las conocerá él y no vale la pena engañarse: toda acción del Diablo es realizada para su beneficio, lo demás no le importa.

GOBIERNOS

Algunos de los gobiernos mundiales empiezan a tomar conciencia de la amenaza sobrenatural. En realidad no saben qué
es ni por qué está aquí, solo saben que está. Actúan de manera sibilina investigando la situación y acortándola en medida de lo posible. 

Por supuesto la postura oficial de los gobiernos es la negación y el encubrimiento. Las agencias oficialmente no existen
y los fondos destinados a ellas son desviados de otras fuentes bajo conceptos confusos o directamente con financiación ilegal.

ARCÁNGELES E ILUMINADOS

En este clima en el que el Cielo quiere la destrucción de la humanidad y en el que el Infierno intenta aprovecharse de
ello, la salvación viene en forma de tres arcángeles que se niegan a que la Humanidad sufra su horrible final. Apiadándose
de ellos, ayudarán a los hombres a sobrevivir a pesar de que eso signifique no apoyar a su Señor y sufrir su castigo si es
necesario. Los arcángeles renegados de la hueste divina son:

Miguel: Antaño el brazo ejecutor de Dios y su furia divina, ahora es un renegado. Ofrece protección, fuerza y agilidad, haciendo que los iluminados bajo su luz sean más fuertes, resistentes y ágiles. Además, posee poderes relacionados con la ira divina y el deber de proteger a los inocentes.

Rafael: Aporta el poder del conocimiento. La luz de este arcángel se concentra en el valor y en la sabiduría. La fuerza de
este sanador y cuidador de la Humanidad reside en los conocimientos y técnicas que enseña a los hombres.

Gabriel: Trae un legado de amor, pues es el portador de la buena nueva de esperanza. Sus iluminados poseen potentes poderes que pueden influir en las masas, pero respetando siempre el libre albedrío.

Para ayudar, eligen a humanos merecedores de recibir los Poderes Divinos. Cuando uno de los arcángeles cree que alguien
cumple los requisitos de nobleza y bondad necesarios para tales dones, se los otorgan en persona mediante una aparición
que solo el elegido puede ver y oír. Cada arcángel tiene su propio criterio a seguir. Estos hombres y mujeres, bien al nacer
o en cualquier momento de su vida, incluso a veces después de muertos, son iluminados con la luz divina que les otorga poderes y facultades sobrehumanas. Estos les darán una gran ventaja respecto a las bestias sobrenaturales que combatirán. Además los arcángeles cuidan y guían a los elegidos para plantar cara a las huestes del Apocalipsis y del Infierno. Ellos son los iluminados. 

Una vez iluminados, son alentados a luchar para intentar salvar el mundo del fin absoluto. El valor y el sacrificio de esta
gente podrían significar la salvación de todos. La suerte de la Humanidad puede depender de ellos. No será fácil, hay que
tener fe y luchar. 

Pero no siempre terminan aceptando su destino. En ocasiones se corrompen y acaban siendo criaturas repudiadas por todos.