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Muerte en la Nieve

Cantar de la Gran Compañía 3: El campamento de Malere

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20/09/2019, 23:32
Director

Notas de juego

Ivar y Luelar, cada uno de vosotros podéis anotaros (si queréis) lo siguiente:

  • 1 antorcha
  • 2 raciones de viaje
  • 1 cuchillo
  • Y flechas/virotes como para reponer los que hayáis perdido hasta el momento
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20/09/2019, 23:34
* Juglar *

Parecía aquella una simple despedida, un momento de asueto en que nuestros héroes podrían permitirse lamentar la pérdida de compañeros, con incierto destino, sin saber si volverían a verse o no. No obstante, sin que fueran conscientes de ello, no era momento de lamentaciones ni pérdidas de tiempo. Era el momento de la supervivencia.

Thor lo sabía. El poderoso caballo de Nayí llevaba un rato relinchando sin que nadie, ni siquiera su dueña, se interesase por ello. No fue hasta que cruzó la puerta abierta del campamento para llegar hasta él, que oteó en la distancia a pesar del gélido viento que la azotaba el rostro, viéndose súbitamente apremiada.

¡Shiral! ¡Hay que irse! -Gritó la mujer, desanudando apresuradamente las riendas de su montura- ¡YA!

La elfa del bosque, apremiada por su compañera, corrió hacia el exterior, descubriendo lo que tanto había alarmado a Nayí, quien ya se había encaramado a lomos de Thor y le ofrecía su mano para ascender.

¡Corred! -Gritó la montaraz hacia el interior del campamento, antes de aferrar el antebrazo de la forajida y saltar a lomos del caballo tras ella.

Apenas tardó un suspiro el animal en desaparecer de la vista, cabalgando con poderosa zancada sobre la nieve. ¿Qué sucedía? ¿Qué, por todos los dioses, podía alterar de aquella forma a tan avezadas mujeres? Nuestros tres héroes corrieron hasta la puerta, descubriendo al instante lo que sucedía.

De los bosques aún no talados a la izquierda de la puerta, a no más de un kilómetro de distancia, surgían figuras humanoides, una tras otra, en lo que más parecía una marea incontenible de seres sin emoción ni padecimiento, a quienes en nada afectaba el frío ni posiblemente el dolor, insensibles al viento helado, que observaban el campamento en la distancia. Este humilde juglar no es capaz de describir el intenso horror que debía suponer presenciar la muerte en tamaña encarnación. Pues, a la cabeza de aquel inmenso ejército de no muertos, una figura parecía dirigirlos a todos en silencio, clavando en los únicos vivos en kilómetros a la redonda sus ojos fulgurantemente azulados.

Más y más de aquellos muertos en vida continuaban surgiendo de entre los árboles, descendiendo la colina hasta situarse a la espalda de aquel ser, que se hacía acompañar de tres muertos vivientes diferentes a los demás. Eran los únicos que portaban armas en sus manos, y sus miradas eran tan brillantes como los de su cabecilla, aunque igualmente carentes de vida y sentimiento alguno. De repente, éste extrajo una extraña cimitarra de empuñadura alargada, e hizo un gesto en dirección al caballo que se alejaba con las dos mujeres como jinetes, y otro en dirección al campamento desde donde nuestros héroes observaban aterrados tan siniestro espectáculo. Aquella masa de muertos comenzó a dividirse, caminando algunos tras los pasos de Shiral y Nayí, y otros en dirección al campamento, lenta pero inexorablemente.

Era un ejército, un inmenso ejército, una fuerza imparable que no podía ser detenida. La única opción era, cómo no, huir.

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22/09/2019, 20:59
Ivar el Cuervo

Si alguien preguntase a un guerrero cual es su mayor aliado en una batalla, las respuestas que puede obtener son tantas como estrellas brillan en el firmamento. En mi caso, mi mayor aliado siempre ha sido a su vez, mi mayor debilidad...el miedo. No me avergüenza reconocer que en decenas de ocasiones, antes del inicio de una gran batalla, mi estómago se ha contraído obligándome a expulsar aquello que había comido poco antes. Quizás por eso mismo, acudía siempre en ayunas al campo de batalla.

Los más jóvenes bien podrían burlarse de mí al reconocer mi propio miedo, pero ha sido siempre el miedo lo que ha logrado que saliese con vida de cada batalla. Cada paso dado, cada flecha disparara, cada enemigo abatido nacía de la necesidad de sobrevivir, una necesidad que era sin duda alimentada por el miedo.

He participado en tantas escaramuzas que apenas logro recordar ni tan siquiera la mitad de ellas. La experiencia no hace más fácil el arrebatar una vida y desde luego, no merma el miedo a que la muerte pose por fin su gélida mano sobre mi alma. Durante años he logrado escapar de sus garras en decenas de ocasiones, he sentido su aliento acariciar mi nuca y su presencia persiguiéndome a través de llanuras y bosques. Pero jamás imaginé que podría contemplar el propio rostro de la muerte encarnada con mis propios ojos. 

Cientos, puede que miles de muertos se han alzado de sus tumbas, para arrastrar a los vivos a su oscuro mundo silencio y soledad. La arcada que sacude mi cuerpo trae consigo el amargo sabor de la bilis, la cual escupo sobre la nieve teñida de sangre. No hay apenas tiempo para recomponerse, apenas logro limpiar mis labios con el guante antes de volverme hacia los restos ardientes de la casa en la que destruimos a los pequeños. Tomando un par de maderos aún ardientes, los arrojo a las casas cercanas. Si los espíritus nos favorecen, puede que se inicie un nuevo fuego.

No sé si las llamas detendrán el avance de la muerte o si tan solo sentirán que se trata de una molestia menor, pero al menos espero que si el campamento empieza a arder, deban de rodearlo para poder alcanzarnos.

-¡Seguidme y en nombre de vuestros dioses, no os detengáis!

No hay tiempo para el heroísmo, combatir sería una locura y espero que el joven caballero sea consciente de ello. La dama elfa me preocupa menos, sus dones pueden permitirla pasar entre aquella horda sin ser detectada y de ella dependerá la supervivencia de Tyron y la mía propia si esas criaturas se acercan demasiado. ¿Quién me iba a decir a mí que me alegraría de tener a mi lado a una elfa de oscuros poderes? ¡Diantres! Está sí que sería una gran historia para contar...al menos si logramos sobrevivir.

A nuestro favor tenemos la velocidad, pero tras el apretado paso hasta el campamento, el combate contra los lobos y después, contra los propios heraldos de la muerte, mucho me temo que no estamos en nuestro mejor momento. Quizás nuestra única oportunidad sea llegar a las montañas que se alzan al este y avanzar por abruptos caminos que retrasen el avance de la legión de la muerte.

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23/09/2019, 23:34
Luelar Tyrundlin

Tyron nos había hecho una pregunta, con los relinchos de aquel endemoniado caballo de fondo, que no me dio tiempo a responder. Escuchamos las voces de Sombra y Shiral, la primera alertando a la segunda, y esta a nosotros; en una cadena que terminaría provocando que saliéramos corriendo hasta la entrada.

Quienes habían sido nuestras compañeras ya habían desaparecido, y la parte izquierda de la entrada comenzaba a ser copada por lo que parecía un ejercito de muertos vivientes. Aún se encontraban a cierta distancia, pero aquello no impidió que me abordara un intenso pavor que me paralizó. Aquellos seres, dirigidos por uno aún más espeluznante que parecía contar con tres comandantes, eran cada vez más; pero era incapaz de moverme del sitio. Todo parecía haberse detenido, salvo ellos, que no dejaban de salir de entre los árboles.

El fulgurante color azul de quienes encabezaban aquel temible grupo resultaba espeluznante. Era extraño, pero me provocaban más temor que las armas que portaban. Fue entonces cuando el que debía ser el líder desenfundó su arma, señalando a sus tropas que fueran en busca de las mujeres que acababan de partir y de nosotros, haciendo que el grupo se dividiera y continuara avanzando.

Durante un segundo, me convencí de que mi final había llegado, un final que jamás habría imaginado de aquel modo. Mi destino era morir, como el de todas las criaturas que habitaban el suelo y el subsuelo, pero el día que lo hiciera esperaba que fuera ofreciendo mi vida a Izz. Mi Diosa era la única que siempre había estado conmigo, la única que hacía que no me sintiera sola, que me hacía sentir que importaba, y por lo tanto; la única que merecía que mi sangre abandonara mi cuerpo y mi corazón dejara de latir tras una intensa agonía.

Aquel pensamiento fue el que me ayudó a despertar, junto al grito de Ivar. No podía morir en aquel lugar, sin haberle devuelto a Izz lo que esta me había dado, debía alcanzar el objetivo que me había llevado hasta la superficie; y así asegurarme de que la Dama de la Oscuridad era honrada como se merecía.

Además... Estaban esos dos humanos. Intuía que yo no les gustaba, al menos a Ivar, pero ambos me habían ayudado; especialmente Tyron.

- Hablaba en serio cuando dije que no os dejaría morir, ¡vamos! - espeté tras las palabras del explorador, tirando del caballero para que comenzara a correr con nosotros.

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24/09/2019, 11:16
Tyron Stark

Al asomar a la carrera por la puerta, apurado por la naturaleza del grito de advertencia de Shiral, el horror deformó mi rostro en una mueca descompuesta. El viento helado de la montaña azotó mi rostro, pero no era nada comparado con la gelidez que golpeó mi corazón. No podía creer lo que mis ojos me mostraban, incluso a pesar de haber combatido aquel mal hacía tan poco. Unos pocos muertos en vida suponían un peligro asumible, algo contra lo que podía lucharse. Incluso aunque ese mal se extendiese un poco, el aviso que la montaraz se había comprometido a entregar podía bien traer tropas suficientes para acometer una limpieza y borrar ese mal del mundo. Sin embargo, aquello que teníamos ante nosotros... era...

¿Qué ejército podría enfrentar algo así? Sólo los muertos que lograba divisar ya suponían una fuerza inconmensurable, y no dejaban de aparecer más y más de entre los árboles. ¿Cuánto tiempo llevaba aquel mal reclutando vivos para engrosar sus filas? Aquella horda era mucho más numerosa de lo que aquel campamento debía haber podido albergar.

Ni las voz atronadora de Ivar ni la sibilina de Luelar lograron sacarme del estupor que suponía contemplar una fuerza como aquella cerniéndose sobre nosotros. Fue el contacto de la mano de la elfa oscura la que me hizo sobresaltarme, mirándola horrorizado. Me impelía a correr, y tardé un instante en asimilarlo. Sí, correr, era lo único que podía hacerse, correr.

Korth, ten piedad de nosotros... -Oré rápidamente, haciéndome la señal de la cruz sobre el pecho, antes de girarme y correr tras ellos.

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24/09/2019, 11:35
* Juglar *

Y así fue, mis generosas gentes que gustáis de disfrutar del relato de este cantar, cómo nuestros héroes se vieron forzados a correr desesperadamente por sus vidas. Superados arrolladoramente en número y fuerzas, ¿qué podían ellos hacer? En sus mentes, me atrevo a suponer, no quedaba ya espacio para la gloria ni la avaricia, tan sólo para la más primaria supervivencia. Y os puedo asegurar, damas y caballeros, que su supervivencia guarda mucha relación con el hecho de que hoy podamos estar todos en esta elegante posada, disfrutando de buena comida, bebida y la mejor compañía. Pues en aquellos instantes, mientras el ejército de no muertos caminaba despacio sobre la nieve, el destino de todo Valsorth descansaba en los hombros de aquellos tres intrépidos valientes...

...y de aquellos que estaban destinados a unirse a ellos en su lucha.

Notas de juego

Fin de escena