El camino es largo y solitario...
A lomos del viejo Trueno, el caballo de tu abuelo, viajas por un viejo camino mal empedrado, con tramos enteros de tierra, cubriéndote la mitad del rostro con tu capa para protegerte de esa fina llovizna que parece que no moja, pero vive Dios si lo hace.
A ambos lados del camino, los bosques son tan frondosos que tendrías dificultad para atravesarlos incluso a pie. Temes que algún grupo de irmandiños o de bandidos estén emboscados en algún recodo, pero sabes que la cruz de Santiago impone bastante respeto, y que todo el mundo se lo piensa bien antes de atacar a un soldado de Dios.
A veces tu mente viaja de regreso a tu aldea. Piensas en la yaya, una verdadera matriarca en el seno familiar, con un peso moral dentro de ella que ya querrían para sí muchos obispos. Desconoces si ella aprobaría el encuentro que estás a punto de tener con tu viejo amigo Bernal, canónigo de Mouromorto. Días antes de partir, te llegó una carta de tu buen amigo en la que te invitaba a pasar unos días en su compañía. Se puede decir que te vino de perlas, pues la parada en Mouromorto, tal como está el tiempo, te reconfortará, y además te alegrará el corazón recordar viejas batallitas con Bernal.
¿Que cómo puede desaprobar tu abuela tu encuentro con un canónigo? Pues porque lo conoció de joven, cuando era un goliardo que solo pensaba en vino, tabernas y mujeres. Lo conociste durante una breve estancia en Salamanca. Hasta entonces tú pensabas que los curas se lo guisaban y se lo comían ellos solos, pero ahora está de moda eso de la "Universidad". Da mucho postín el ir a estudiar teología a la Universidad de Salamanca, y los estudiantes lo pasan en grande sin nadie que los controle, dando rienda suelta a sus desenfrenos por todas las tabernas de la ciudad. Bernal es hijo segundón de un noble, igual que tú, y pronto congeniasteis. Recuerdas con cariño aquel tiempo en que vuestra única preocupación eran las mujeres. Después Bernal conoció a una bella moza llamada María, y ahí se le acabaron los cortejos... o no. Ahora lo comprobarás.
Cuando levantas la vista, divisas por fin el caserío. Mouromorto no es mucho más grande que tu aldea, y no tiene más que una taberna y una iglesia, regentada esta última por Bernal. Se distingue bien su casa: es la única de piedra y lo suficientemente amplia para resultar cómoda para alguien de vuestro estatus.
Ya frente a la puerta, descabalgas y llamas con unos golpes secos.
Al poco aparece Bernal con la cara enrojecida (lo cual significa que ha debido estar trasegando vino antes de tu llegada).
"¡Hombre, si es mi buen amigo Xoan!", grita efusivamente, al tiempo que te da unas fuertes palmadas en la espalda con su manaza. "Ven, vamos a dejar a tu jamelgo en el establo y nos sentamos a la lumbre."
Bernal coge las riendas de Trueno y rodea la casa hasta llegar a un establo donde descansa un magnífico corcel. Parece que le van bien las cosas.
"Estará bien en compañía de Babieca. Igual se cuentan alguna batallita, como vamos a hacer nosotros."
Te echa el brazo por encima y te acompaña al interior. En su amplio salón arde una buena lumbre, frente a la cual se encuentran dos sillones con ricas tallas de madera, tapizados con suaves sedas y terciopelo púrpura. Una modesta librería al fondo muestra algunos códices, dejando claro que Bernal sigue siendo un buen aficionado al carísimo pasatiempo de la lectura. Al otro lado se abre una despensa en la que entrevés algunos jamones y chorizos puestos a curar, y cerca de ella hay una trampilla que da a su famosa bodega, una de las más selectas de la comarca. Junto a la trampilla hay dispuestos algunos barriletes y vasos de bronce. Bernal te pide que te sientes mientras te sirve un vaso de vino, y luego se recuesta él mismo en el otro sillón.
"Ay, canalla, cuánto tiempo has sido capaz de pasar sin tu amigo del alma", te reprocha. "Y encima, por las pintas que me traes, algo me dice que solo vienes de paso. Pero cuéntame, ¿cómo van las cosas en tu familia? ¿Sigue viva tu abuela? ¿Y tu hermana, ha encontrado ya un marido?"
Tomo el vaso de vino, notándolo frío en la mano, pero caliente cunado entra por el gaznate, y suelto un gran resoplido:
-Aaah, siempre te gustó el vino duro, ese que no nos podíamos levantar por las mañanas, jajaja.
Tomo otro sorbito, y le digo:
-Ya deberías saber, que mi abuela nos enterrará a todos como siga así, cada vez pesa mas, pero es que la mujer no para haciendo las cosas de los demás, y mi hermana, ay, Anita, no para de buscar un hombre que la quiera, bueno, en su caso mas bien es un hombre que la soporte, ha sacado el mal genio de su madre, y la belleza de su padre, jajajaja.
Ya acomodado, me hundo en el sillón, y le digo con voz tristona:
-Mi abuela me ha mandado a Santiago, ella ya se ha dado cuenta de que no hay nada para mi en nuestra casa, y las cosas cada vez van peor. Ella espera que como caballero me busquen algunas tareas con los que ganarme la vida, y llegar a ser un gran hombre de provecho. Con mi edad, ya no aspiro a general, pero si podría ser un bajo mando, o con mi edad encontrar alguna zagala viuda que me mantenga, jajajaja.
Hago una pausa, y le digo:
-Por ahora voy a Santiago, si mi caballo aguanta, claro. Esta noche si puedo, me quedo a descansar, y en un día, dos como mucho, me pondré en camino, si no lo tengo mal calculado, al paso de Trueno, en una jornada llegaría.
"¡En una jornada!", exclama Bernal. "¡Ja! Pues más que un trueno debe ser un rayo ese viejuno caballo tuyo."
Observas cómo juguetea moviendo las brasas con el atizador, tras apurar su vaso.
"Así que son malos tiempos para tu familia", dice, pensativo. "¿No has pensado en ir a Gibraltar a luchar contra el moro al lado del rey Alfonso? Con un poco de suerte, podrías sobresalir en combate y que el rey se fijara en ti y te concediera algunas mercedes... aunque primero tendrías que cambiar de caballo", añade con sorna. "Hay que estar preparado. Se avecinan tiempos difíciles, te lo digo yo. Con todos esos bastardos que nuestro ardiente rey va dejando por ahí, se va a liar una buena de aquí a unos años. Yo al menos, si he dejado alguno por ahí, no creo que dé tanta guerra."
Bernal termina la frase con una carcajada, y prosigue.
"Hablando de amores, ¿cómo anda tu alcoba? No me digas que está criando telarañas... no te habrás vuelto tan santurrón, ¿no?"
Curiosa pregunta viniendo de un cura; eso podría pensar cualquiera que os oyera. Pero ya conoces a Bernal, tan aficionado al buen vino como al buen amar.
-Jajaja, ya sabes el refrán, a caballo regalado, no le mires el dentado!!!
Pongo mala cara cuando me nombra a los moros:
-Malditos sean todos los moriscos, y sus creencias satánicas -hago un gesto de escuper, pero por respeto a mi anfitrión, no lo hago- No me importaría nada encontarme con unos cuantos, y reconvertirlos al cristianismo a golpes de acero. Por ahora, no me han dado ningún destino definitivo, pero si he de ir a Gibraltar con mo pobre caballo, cuando llegue allí ya no habrá ningún moro ni ningún cristiano.
Con una sonrisa pícara, le contesto a la última pregunta.
-¿Mi alcoba?, en la aldea sólo había campesinas y poco mas. Es lo último que me faltaba, meterme en la cama con alguna de esas, ¿y la tuya?, ¿Cómo la tienes?, espero que Dios te haya dado fuerzas para seguir el buen camino.
Por primera vez desde vuestro reencuentro, Bernal pierde la sonrisa.
"Vacía, por desgracia, desde que a María le dio aquel mal viento", se limita a decir, intentando no parecer demasiado afectado. "Pero hoy no ha lugar a la tristeza. Vamos, ahora que nos hemos calentado debemos llenar la panza; seguro que estás hambriento después de tanto viaje."
Entonces Bernal se levanta, se mete en la despensa y sale con un chorizo y una apetitosa rueda de pan, se sienta a la mesa y empieza a cortar ruedas con un cuchillo. Cuando os lo habéis comido todo saca un jamón y corta algunas lonchas. La comida es espléndida, y regada con el vino nuevo* sabe aún mejor.
Después de comer, seguís charlando un buen rato y rememorando algunas de vuestras batallitas en Salamanca al calor de la lumbre y de las carcajadas de Bernal, al que hoy se le ve tan feliz como a ti recordando los viejos tiempos.
Llegado un punto, Bernal se recuesta en el sillón y se pone algo más serio.
"Me he alegrado mucho de volver a verte, Xoan. Pero además de volver a disfrutar de tu compañía, hay otra razón por la que te pedí que vinieras..."
Justo en ese momento, se oyen dos golpes en la puerta.
"Discúlpame un momento", murmura Bernal, y entonces se levanta y se dirige a abrir la puerta, saliendo del salón.
* por aquel entonces el vino "nuevo", es decir, el reciente, era el bueno, ya que no se conocía la manera de conservarlo.
Haz una tirada de Escuchar (en la ventana "dificultad" pon la puntuación que tengas en escuchar).
Me recuesto en el sillón, un poco adormilado por la opípara comida con la que me ha obsequiado Bernal, cuando me informa que tiene unos asuntos que comentarme.
Cuando se dirige a la puerta por la que han picado, me quedo pensativo:
No deberías haberle recordado lo de María, fue muy traumático para el, aunque parezca que lo ha superado, aún está en ello.
¿Cuales serán los asuntos por los que ha querido que yo venga aquí?, me parece muy raro, con lo bien que le va, bien podría pagar a cualquiera para que se los solucione.
de fondo escucho un murmullo, en el que le oigo hablando con alguien, pero estoy tan sumido en mis pensamientos, que apenas oigo nada de lo que dicen.
Igualmente, Bernal es una gran persona, aunque sea una visita pasajera, ya me va muy bien el venir a verle de vez en cuando, y saber que se encuentra bien.
Motivo: escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 24 (Fracaso)
Al poco regresa Bernal con el semblante lívido; el efecto enrojecedor del vino ha desaparecido de un plumazo de sus mejillas, pero más parece por la emoción que por otra cosa.
"Lo siento mucho, Xoan", empieza a explicarse, "pero tengo que partir en seguida. Una campesina ignorante quiere llevar a cabo un rito pagano con su hijo recién nacido, en el curso del cual lo más probable es que lo mate. Hay que impedirlo, antes de que sea demasiado tarde."
Mientras dice esto, se dirige a una esquina, donde tiene un viejo arcón, y lo abre, sacando de él una espada corta bastante estilizada, con una hoja azul reluciente y ovalada.
"Por si acaso", te dice con una sonrisa pálida, al tiempo que se la ciñe a la cintura.
Después se echa encima una gruesa capa de pieles y abandona la estancia. Sin embargo, ya en el umbral, se vuelve a medias.
"No debería preguntártelo, pero... ¿te gustaría acompañarnos? Cuantos más seamos, mejor."
Haz una tirada de Empatía.
Cuando se gira Bernal para ofrecerme ir con el, puede ver que ya me estoy poniendo mi capa y enfundando los guantes.
-Por supuesto que voy a ir, compañero, aún mas, me ha ofendido que no me lo hayas pedido antes, siendo yo tu invitado, que mínimo que ayudarte en todo lo que pueda.
Cojo mis armas, y le digo mientras le guiño un ojo:
-Por si acaso también.
Salgo andando lo mas rápido que puedo detrás de el, mientras le voy comentando:
-Estos campesinos nunca aprenderán, si no fuese por que nos sirven a nosotros, por mi podrían desaparecer del reino de castilla, e irse con los moros.
Motivo: empatia
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 85 (Fracaso)
Bernal responde con una sonrisa a tus comentarios, y espera a que le alcances antes de salir al zaguán de la vivienda, donde esperan dos hombres de armas, pertrechados a la manera de los cazadores: arcos, bracamantes, gambesones y cuernos de caza. Más que para impedir la barbarie que te ha descrito Bernal, parece que van preparados para dejar sin fauna a media Castilla. En cuanto te ven, lanzan una mirada furibunda sobre Bernal; comprendes que esa mirada viene a significar algo así como qué cojones hace este aquí. Sin embargo, Bernal lanza una risotada.
Un bracamante:
Es un arma usada por las unidades de infantería en los ejércitos, y por los cazadores para despiezar las presas. Muy parecida a un machete, pero algo más grande, sin llegar a ser como una espada.
"¿Dónde están vuestros modales?", les espeta, medio en broma, medio en serio. "¿No os vais a presentar a mi invitado?"
"Ginés de Alcántara", es lo único que dice el más joven, que al igual que el otro no parece estar muy impresionado por tu atuendo.
"Rodrigo Mayor", se presenta el otro, algo más mayor, como indica su apellido, pero para muy pocas bromas están tanto él como su amiguito.
Esos apellidos te suenan como pertenecientes a un linaje de cristianos viejos, de antiguos nobles de Castilla. Pero los nobles no se visten como simples cazadores plebeyos, como lo hacen estos dos; los nobles practican la caza mayor a lomos de un buen caballo y con armas más nobles, como por ejemplo las lanzas (tú, por supuesto, la has practicado alguna vez, aunque no con tanta frecuencia como hubieras deseado). Así vestidos te recuerdan a los que van corriendo delante con los perros para emboscar a las presas y desviar su huida hacia un lugar donde puedan ser abatidas por el señor.
Sin embargo, la expresión de sus caras te dice que pocas explicaciones te van a dar...
Observo a los dos amigos de Bernal, y les digo:
-Buenas noches, soy Xoan Manoel, caballero de Santiago.
No digo nada mas, pero les miro un poco de mala cara, y le lanzo una mirada inquisidora a Bernal.
Bueno, si el cree que los necesitaremos, bienvenidos sean.
Mientras los observo, pienso:
¿No íbamos a salvar a un niño?, mas bien parece que vayamos a cazarlo, menos mal que estoy yo aquí y si he de pararles los pies a estos dos, lo haré sin contemplaciones.
Bernal sonríe y te da una palmada en el hombro.
"Venga, partamos. No hay tiempo que perder."