En cuanto te ve llegar, la levanta con violencia y la sujeta con la hoja de la espada en su garganta, asiendo esta con las dos manos, de manera que si llegara a caerse hacia atrás le rebanaría el pescuezo.
"Suelta ahora mismo esa ballesta", te ordena.
El niño comienza a llorar otra vez con su llanto ronco. Su madre aún lo tiene sujeto, a pesar de que apenas puede moverse sin cortarse con la hoja de la espada de Rodrigo.
Observo la escena en silencio y muy serio, cuando comienzo a reir.
-Jajaja, ¿me intentas decir que si suelto mi ballesta, no matarás a la chica?.
Bajo la ballesta con una mano, mientas saco la espada con la otra.
Blandiendo ya el montante con las dos manos, le digo:
-Ahora mismo no estas en condiciones de intentar negociar, esa chica para ti ya está, muerta, y si yo dejo mis armas, para mi también lo está, y negociar con muertos, nunca trajo ni buena suerte, ni te da ninguna ventaja, además... ¿quién te ha dicho que me interesa salvar a la chica?
Con una sonrisa oculta tras el yelmo, le digo:
-Yo ya estoy preparado para luchar si tu quieres, aún mas, podría cortaros la cabeza a los dos de un montantazo ahora mismo. Voy a ser indulgente, y muy generoso, cuando ahora mismo, te doy la oportunidad de dejar tus armas aquí y volver a casa, que mañana será otro día. Ya han muerto suficientes inocentes esta noche. Recapacita y vuelve a tu hogar Rodrigo, ni yo quiero hacerte daño, ni tu a mi.
-Me preparo para atacar si no entra en razón.
Tus palabras enfurecen a Rodrigo.
"¡Maldito traidor!" te espeta. "¿Cómo te atreves a hablar de que han muerto inocentes? ¡Tú los has matado! ¡A Bernal y a Ginés! ¡Eres indigno de esa cruz que llevas en el pecho! Pero ahora sabrás cómo trata la Fraternitas Vera Lucis a los amigos de las brujas. ¡Date por muerto!"
Y de repente, le corta la garganta a la muchacha con un brusco movimiento de su brazo. Esta cae al suelo, con la sangre manando de su cuello a borbotones, mientras Rodrigo empuña su espada ensangrentada y se lanza hacia ti a toda velocidad.
No te va a dar tiempo a recoger la ballesta antes de que llegue. Tengo en cuenta que te has puesto el yelmo mientras hablabas. Seguimos en De Re Militari.
Tratas de parar la embestida de Rodrigo, que se lanza como un toro bravo levantando el bracamante por encima de su cabeza, pero calculas mal y el filo de su espada se hunde en tu pecho. De no tener la protección de la loriga, ese espadazo te habría partido por la mitad. El golpe te desequlibra y fallas tu contraataque. Decidido a acabar con él, te lanzas en un ataque desesperado, pero él se anticipa y te hiere en el brazo derecho, girando sobre sí mismo; sin embargo, el golpe no ha sido más que un rasguño, y consigues lanzar tu ataque. Él trata de esquivarlo hacia el lado que te ha lanzado el golpe, pero adivinas su intención y le devuelves el golpe en el pecho, que es tan fuerte que frena en seco el movimiento de su cuerpo. Luego, sin dejar que se reponga, sigues con un golpe ascendente que termina con el filo del montante hundido entre las piernas; el golpe ha sido tan brutal que casi llega hasta el diafragma.
Rodrigo cae al suelo y arrastra tu arma en su caída. Se le ha quedado ensartada. Recuperas la espada tirando del pomo con fuerza y empujando el cuerpo con el pie. Al hacerlo, las tripas de Rodrigo se desparraman por el suelo.
El combate ha concluido. Por desgracia, la mujer no ha sobrevivido. No has podido salvarla, como te pidió Bernal. Pero al menos, el niño está vivo.
Un poco gore, pero con esos dos mandoblazos no era para menos.
Cuando te das la vuelta para ir a ver cómo está, te encuentras a la criatura peluda de antes, con el niño entre sus brazos. Este ha dejado de llorar.
"Eres un gran guerrero", te dice la criatura, con su voz ronca. "Si alguna vez regresas a este bosque, me aseguraré de que recibas la protección de mi gente."
Y se queda ahí de pie, mirándote, mientras el niño juguetea con su barba.
Recojo la ballesta, y limpio la espada con la ropa del enemigo abatido.
Miro a la bestia, y le digo:
-Mira lo que has conseguido, cuatro muertes de personas, de las cuales, dos eran inocentes. Sácame de este bosque, he de ir a ver como se encuentra mi amigo, y por favor, antes de que cometas mas errores como este, piensatelo dos veces. La próxima vez, igual no hay alguien como yo por estos parajes, o a alguien se le puede ocurrir quemar el bosque entero con todas las criaturas que lo habitáis. Corren tiempos muy duros y difíciles, y eso es para todos por igual.
Me acerco y miro al bebe.
-Por lo menos es seguro que tu eres el padre.
Me quito el guante, y le hago cosquillas en la barbilla al niño.
-Guíame hasta la casa de mi amigo, por favor.
La criatura comienza a caminar sin rechistar y te lleva al claro del gran roble, donde aún yace Bernal, inconsciente.
"Desde aquí es fácil llegar al pueblo", te dice, y se va sin más.
Desde la lejanía oyes las risotadas del niño, hasta que finalmente desaparecen.
Dejaste a Bernal tendido cerca del roble.
Camino despacio, buscando algún atisbo de vida en mi compañero, y le hablo:
-¡Bernal!, ¡Bernal!, ¿cómo te encuentras?, dime algo.
Me acerco mas, y le pongo la mano en el hombro para ver si está vivo.
-Ya ha terminado todo, vámonos a casa.
Bernal abre los ojos como si llevara siglos durmiendo. Desorientado, mira a su alrededor.
"Así que no ha sido un sueño", dice. "Me has dado una señora paliza. Bueno, lo tenía merecido."
Va a reírse, pero entonces se agarra el estómago y dibuja en su rostro una mueca de dolor.
"Ufff", resopla. "Parece que no voy a poder comer chorizo en una buena temporada. Ese plato de montante a las finas hierbas me ha sentado muy mal."
Al menos, no ha perdido su sentido del humor. Se incorpora con tu ayuda y comienza a caminar despacio.
"Dime, ¿qué ha pasado? ¿Ha salido todo bien? ¿Y Ginés y Rodrigo?"
Apoyo el brazo de Bernal sobre mi hombro para ayudarle a caminar, y con voz apenada, informo a mi compañero:
-Ginés y Rodrigo fueron víctimas de su locura, y ya no volverán.
Doy unos pasos mas, y le digo:
-Rodrigo degolló a la chica sin darle ninguna oportunidad, y el bebé, bueno, el padre del crio, vino a reclamar a su hijo. El era el único que podrá cuidarlo como es debido.
Con una pequeña sonrisa le digo:
-Era muy feo el niño, en el pueblo le habrían tirado piedras cada día, casi tan feo como su padre. ¡Jajaja!
Damos unos pasos mas, y le digo:
-No le des mas vueltas al asunto, Dios ha decidido lo que tenía que hacerse, y ya se sabe que los caminos del señor son inescrutables.
"¿El padre del niño?", pregunta, extrañado. "Pues sí que parece un designio divino, que haya aparecido justo cuando la madre murió para cuidar del bebé. Pobre muchacha."
Bernal guarda silencio durante unos instantes.
"En cuanto pueda oficiaré una misa por Rodrigo y por Ginés. Como yo, solo son culpables de haber estado en el lugar y en el momento equivocados. Nuestras circunstancias son las que marcan nuestro camino. Bueno, al final tendré que acompañarte a Santiago; tengo muchos pecados que expiar. Pero me temo que mientras estés conmigo estarás en peligro; cuando la Fraternitas Vera Lucis se entere de que ya no sigo sus preceptos, me perseguirán hasta la muerte. Tengo mucho que contarte sobre ellos, para que puedas prevenirte. Porque sé que no me vas a dejar que vaya por mi cuenta a Santiago, y para qué discutir, si eres igual de cabezota que tu abuela..." dice, guiñándote un ojo.
FIN