Rotundus no pudo reprimir una creciente sensación de inquietud a medida que seguía al personajillo por el bosque. Las siluetas animales que vislumbraba en la maleza le inquietaban aún más, pero de fondo, en su mente no dejaba de dar vueltas y más vueltas a una idea casi banal en aquella situación, pero que no se podía olvidar: ¡Aleph era un magus con el Don! Había tomado al hombrecillo por un Boina Roja, pero el hecho de que hubiera obrado magia, aunque fuese menor, eliminaba cualquier duda. ¿Qué probabilidades había de encontrar a otro Mercere con el Don allí? ¿Y por qué vivía en aquel horrible bosque? Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que casi hizo caso omiso a las extrañas palabras del hombrecillo sobre su hijo.
La llegada a la choza, por así llamarlo, de Aleph le sacó de todas sus ensoñaciones. Siguió inquieto cuando entró al interior, con un ápice también de decepción ante lo espartano del lugar, ¿pero qué esperaba en un sitio así? Ni siquiera la nueva muestra de magia por parte de su... anfitrión consiguió tranquilizarle. Pero entonces sacó la bandeja de frutos secos y su estómago rugió de forma arrolladora: había cosas más importantes de las que ocuparse.
Rotundus cogió un puñado bien grande de frutos que se llevó a la boca para deglutir ruidosamente, mientras farfullaba preguntas aparentemente inconexas a su interlocutor:
-Gnf... así que... vivís aquí, ¿no? ¿Puedo... ñam... gromf... preguntar por qué? ¿No pertenecéis a ninguna alianza? ¿Vivís solo?
Mientras hablaba, Rotundus no dejaba de observar el trajín de Aleph, al tiempo que los efluvios de su cocinado llegaban a su nariz y hacían que su enorme barriga rugiera de nuevo. ¿Venado? No había probado estofado de venado desde hacía años, y no iba a desaprovechar la oportunidad de hacerlo. En cuanto Aleph se hubo servido, Rotundus se abalanzó de inmediato sobre la carne, olvidando de inmediato los frutos.
-Veo que... ñm... conocéis la región... ¿qué ha ocurrido en... spurt... Siegel, si puedo preguntaros? ¿En qué consiste esa maldición que parece afectar a los lugareños? ¿Tiene algo que ver con esas siete colinas que... ñom... busco?
Por Hermes, la carne estaba deliciosa. ¡Pero el caldo estaba aún mejor! Olvidando casi sus modales, cuando hubo engullido la carne se llevó el cuenco a los labios y bebió con ansiedad el líquido que quedaba. No solo estaba delicioso: su calor se extendió por todo su cuerpo, reconfortando sus miembros ateridos y haciéndole sentir algo más cómodo y tranquilo pese a lo insólito de su anfitrión y su situación.
-Pero disculpad -dijo, recordando entonces la extraña frase que había dicho Aleph de camino-. Habéis dicho que perdisteis un hijo. Os acompaño en el sentimiento. ¿Cómo ocurrió, si no es indiscreción? ¿Tiene algo que ver con ese pueblo?
Aleph que hasta el momento ha estado comiendo pausadamente su caldo, después de tus palabras lo deja a su lado y con la mirada perdida en la fuego te dice.
- A decir verdad yo no debería estar trabajando ya; mi hijo me hubiera reemplazado - te dice mientras continua observando el fuego. - Él era un verdadero, un soberbio magus; conocía su oficio como pocos. Desgraciadamente, ha muerto ... (*) -
- No sé de que murió. Murió de una de tantas enfermedades. Estuvo luchando todo el invierno aquí conmigo, solía estar tumbado dónde tú estás. Pero a la postre... Dios así lo ha querido (**) - finaliza el magus. Ves que abre la boca como quiriendo decir algo, pero al final cierra la boca.
El tiempo parece haberse detenido por un momento en el interior de esa cabaña. No se escuchan sonidos fuera y ambos os habeis quedado muy quietos. Incluso tu avidez ha encontrado con un freno que lo detenga.
- Eres un Mercere, estás aquí buscando el portal perdido ¿verdad? - te dice de improviso mientras te observa con una mirada dura pero sincera. - Como todos los demás - replica no sin cierto hastío en sus palabras.
- Te propongo un trato que es lo que hace la gente de mi especie - te dice desafiante. Te preguntas que especie será esa que tiene los dientes puntiagudos y oreja puntiagudas.
Habías escuchado historias de que tu casa en el pasado había encargado vigilar los portales más lejanos a seres de la raza gentil. Seres fieros si había que protegerlos pero solitarios que de buen grado viven en lugares inhóspitos como profundos bosques, apestosos pantanos o frías montañas. Parece que ante ti se encuentra un ser de ese rara avis de sodalis de tu casa hermética.
- Si me entregas un niño para que lo cuide como mío antes de la luna llena de mañana activaré el portal y te daré las palabras de acceso para que lo utilices siempre que quieras. - te dice lentamente.
- Bueno, me voy a descansar. A ti también te conviene y medita sobre lo que te he dicho. Ya me darás la respuesta mañana. Gute Nacht - te dice mientras se da la vuelta arrebujándose en esa espesa y pesada capa que no se ha quitado en ningún momento. Momentos después unos ronquidos suaves te indican que Aleph duerme profundamente.
(*) Otra vez "Tristeza" de Anton Chejov a excepción de que en el relato habla de un cochero en vez de un magus :)
(**)Algo cambiado pero también extraído de "Tristeza".
Rotundus escucha con atención las palabras de Aleph, primero con pena, luego con compasión y por último, con el súbito cambio de tema y la horrible petición de Aleph, con un escalofrío de aprensión. ¿De verdad este personaje pertenece a la Orden de Hermes? No es la primera vez que Rotundus se plantea si no ha idealizado demasiado la Orden a la que pertenece, pero no parece el momento ni el lugar de meditar sobre tales disquisiciones.
Cuando el hombrecillo de dientes puntiagudos termina de hablar, Rotundus arquea las cejas y se arrebuja en su manto, intentando encontrar una buena posición para dormir.
-Así lo haré. Meditaré sobre lo que acabáis de decirme y mañana os daré una respuesta. Bonam noctem.
Luego intenta conciliar el sueño, pero le cuesta lo suyo. No puede dejar de pensar en las palabras de Aleph. Tiene al alcance de la mano lo que siempre ha soñado. Pero para conseguirlo tiene que entregar a un niño a alguien que le pone los pelos de punta y que ni siquiera conoce bien.
En el fondo, no hay nada que meditar.
Al amanecer, Rotundus intentó ser un invitado cortés y se ofreció a participar en la confección del desayuno, aunque fuera consciente de que él era mejor comedor que cocinero. Salió al alba a los alrededores de la choza, buscó algunos frutos e intentó recuperar lo que hubiera sobrado de la cena del día anterior para pergeñar un desayuno más o menos digno en el que trató de contenerse. Mientras estaban terminándolo, tomó por fin la palabra, sin saber muy bien cómo afrontar el tema:
-Aleph... no tengo hijos, pero ni me imagino vuestro sufrimiento por vuestra pérdida. Sin embargo.... -miró al suelo incómodo, removiendo los pies- ...no puedo prestarme al trato que me ofrecisteis anoche. Mi integridad moral me impediría mercadear con una vida humana a cambio de un beneficio propio. No... no dudo de que con vos al muchacho no le faltaría de nada... pero... aun así, no creo que pudiera vivir tranquilo conmigo mismo tras haber hecho algo así. Por lo tanto, muy a mi pesar, debo declinar.
Ya está, ya lo había soltado. Entonces, antes de terminar, añadió:
-Sin embargo, os aseguro que si en el transcurso de mis viajes por la región me encuentro con algún pequeño que lleve una vida miserable, tened por seguro que haré lo posible por traerlo hasta aquí para intentar daros un poco de felicidad a ambos...
"Si es que eso es posible", pensó. Luego se levantó, se sacudió las migajas de su faldón y dijo:
-Y ahora, creo que ya he abusado suficiente de vuestra hospitalidad... Muchas gracias por compartir vuestro techo y vuestra comida conmigo. Creo que ahora debo continuar mi viaje.
Aleph te observa después de oir tus palabras con un gesto entre curioso y molesto en su rostro.
Se repone rápidamente y comienza a remover los restos de las brasas del fuego de la noche para ver qué se puede aprovechar. Después limpia el hueco de las cenizas y coloca nuevas ramas.
- Al menos, quédate a desayunar y luego partes si quieres. - te dice en tono amable mientras te mira con lo que podría considerarse una sonrisa.
Mientras comienza a preparar las cosas para el desayuno sabiendo que no eres hombre que rechace una buena comida.
- Eres un buen hombre Rotundus - te dice mientras comienza a añadir los ingredientes al agua de la olla. - Entiendo lo que me dices. Pero debes saber que mi hijo era un pobre niño de Seigel que vivía entre penurias y por unos padres que no lo trataban nada bien. Las cosas en Siegel se han puesto mucho peor todavía. Asi que no creo que te costase encontrar allí un niño que necesitase de un hogar donde lo tratasen bien y con cariño. - continua mientras añade los trozos de venado que tanto te gustaron.
- Mi trato sigue en pie. Puede que no puedas cumplirlo ahora pero seguiré aquí algún tiempo mientras estos viejos huesos aguanten. Si cambias de opinión o encuentras tal como has dicho un niño que necesite el cariño de un padre ya sabes dónde estoy - te dice mientras añade algunas hierbas aromáticas
- Mientras tanto, hay un asunto que puede que te interese... - te dice mientras rebusca en una bolsa que se encuentra a sus espaldas - Hace un par de semanas estuvo aquí un sodal nuestro. Un boina roja. Venía buscando a mi hijo - Se detiene, te mira y luego baja la mirada al suelo - no tuve el valor de decirle que ya no estaba entre nosotros. Que si tenía algún recado que me lo diese a mí. El boina roja no le entusiasmaba mucho la idea de internarse en el bosque para comprobar para dárselo a mi hijo. Así que me lo dio sin muchas preguntas. ¿Dónde lo he dejado? - dice mientras sigue rebuscando.
Finalmente, extrae un pergamino enrollado con un sello rojo roto. Te lo extiende mientras te dice - Si te interesa es tuyo. Mi hijo no podrá aprovecharlo y tú eres el tipo de persona que le habrías caído bien a mi Anton. - dice mientras te extiende el papel enrollado.
Observas el pergamino enrollado con el sello lacrado que aunque roto se pueden vislumbrar la forma de dos llaves cruzadas. El papel de fabricación es de excelente calidad. Ya comienzas a tener un poco de experiencia sobre calidades de papirus después de utilizarlos con asiduidad en las clases de escritura. En estos momentos agradeces tener la capacidad de discernir con solo tocar el material del pergamino la calidad del mismo.
Desenrollas el pergamino y comienzas a leer su contenido.
Durenmar, 4 de marzo de 1228
alve ilutre sodal!
En breve se va a celebrar el XV reunión del Gran Tribunal de la Orden Hermes. Un evento que se produce cada 33 años. Un acontecimiento único y de una importancia histórica inconmesurable. Dónde todas los representantes de las grandes alianzas de nuestra querida Orden se reúnen para tratar los aspectos más importantes de nuestra hermandad.
Es parte de la tradición que se realice un sorteo entre los recién nombrados magi, o aprendices en su fase final, el repartir una serie de asientos para que puedan acudir a tan extraordinario acontecimiento.
Vos, estimado sodal, sois uno de las afortunadas en poder asistir a la XV reunión del Gran Tribunal de la Orden de Hermes. Solo 13 magi disfrutarán de este privilegio.
Durante el evento se os hará entrega de 20 libras de plata para cubrir vuestros gastos de viaje y manutención durante lo que dure vuestra estancia (aproximadamente 4 jornadas).
Es necesario que estéis un día antes de la noche de Walpurgis (30 de abril) en la alianza de Durenmar para realizar las comprobaciones necesarias antes del inicio de la apertura del XV Gran Tribunal de la Orden de Hermes.
Recuerde llevar esta carta con vos como justificante y para que se le puedan franquear los accesos necesarios al llegar a Durenmar.
Att, Petrus Virilis seguidor de Bonisagus
Rotundus no pudo evitar mirar con otros ojos al hombrecillo tras escuchar su confesión de que había rescatado a Anton del pueblo de Siegel. Se preguntaba qué demonios estaría pasando en ese pueblo para que Aleph se mostrase tan enigmático al respecto. Pero cualquier posible idea de visitar el lugar en cuestión se desvaneció cuando su anfitrión le entregó el elegante pergamino con el sello roto de las dos llaves.
El Mercere leyó con atención creciente las palabras escritas en el papiro, con los ojos cada vez más abiertos por la sorpresa y la estupefacción. ¡Visitar Durenmar... y nada menos que en plena celebración de un Gran Tribunal! Era algo con lo que no habría podido soñar jamás, no era comparable a encontrar esos portales que tanto ansiaba estudiar, pero sin duda se acercaba bastante... ¡se trataba nada más y nada menos que de la cuna de la Orden de Hermes! ¿Qué magus en su sano juicio no querría aprovechar una oportunidad así?
Cerrando el pergamino con manos temblorosas, levantó la vista hacia Aleph y dijo:
-Oh... no... no sé qué decir. Os agradezco la oportunidad que me brindáis. Esto -señaló el pergamino y le dio un golpecito con los dedos- lo cambia todo, por supuesto. Creo... creo que mis... hm... pesquisas en Siegel podrán esperar, esto es mucho más importante. Es el momento de variar el rumbo de mi viaje y dirigir mi camino hacia la Selva Negra, para hacer que, ya que vuestro pobre hijo no pudo aprovechar esta misiva, al menos yo sí pueda hacerlo. Cuidaos mucho, Aleph, y reitero mi promesa: volveré por la zona cuando termine el Gran Tribunal, y si encuentro en Siegel algún otro niño desdichado, os lo traeré para darle una mejor vida y aliviar un poco el dolor de vuestro corazón.
Rotundus preparó las escasas pertenencias con las que viajaba, miró al cielo como buscando señales de posibles lluvias y se despidió afectuosamente de Aleph.
Ahora solo tenía que encontrar el camino hasta Durenmar...
¿Sé ir a Durenmar desde donde estoy?
Aleph te desea buen viaje y te envuelve todos los frutos secos que le han quedado de "su reserva" entre dos hojas grandes y verdes de alguna planta que te es desconocida.
- Haz que la casa Mercere esté orgullosa de ti y mi Anton también. - te dice mientras te entrega el paquete de frutos secos.
-Ven que te acompaño a la linde del bosque - te dice mientras encabeza la marcha para salir del bosque.
- No te preocupes por el camino a Durenmar. Activaré el portal para que viajes hasta allí. Este portal tiene su destino justo en el corazón de Durenmar pero no quiero que lo descubran. Así que no te voy a llevar allí, te voy a dejar en los alrededores. El portal puede variar su destino unas cuantas leguas. No quiero que esos chupatintas y sabiondos sepan de la existencia de este portal. No te preocupes, te dejaré en un lugar que he utilizado otras veces. El viaje es seguro. Te dejare a unas pocas leguas de la alianza. Solo tendrás que salir del lugar donde te deje en el bosque hacia el poblado que verás justo enfrente. Y de allí andar por el camino hacia el oeste. En una jornada llegarás a Durenmar. - te explica tu sodal mientras te acompaña por el bosque de vuelta al sendero.
Al llegar al claro donde os encontrastéis anoche ves que recita unas palabras en un lenguaje desconocido para ti. Un conjunto de sonidos guturales que dudas que incluso seas capaz de poder realizar con tu garganta y boca.
Ante ti se abre un círculo de cerúleas llamas que se ensancha hasta tener el tamaño de una especie de puerta ovalada. Al otro lado, puedes observar una pequeña floresta pero que no concuerda con el sendero que debería haber justo detrás.
Aleph se acerca a ti y te da una caja de madera que está abierta. En su interior puedes observar una figurita humanoide de arcilla que no llegas a determinar si es humano o algún tipo de duendecillo. Los detalles de la figura son escasos y no te permiten conjeturar al respecto.
- Guarda esta figura y si alguna vez necesitas salir de un apuro. Rómpela y el portal se abrirá inmediatamente ante ti. Podrás cruzarlo y te traerá hasta aquí. Solo lo podrás hacerlo una vez y el portal estará abierto por un corto lapso de tiempo. Está diseñado para escapar de un apuro y que tus perseguidores no puedan atraparte. Así que si lo usas espabila y mueve esas rollizas carnes de forma presta. - te dice esto último con una sonrisa de dientes afilados que sigue sini parecerte nada amable.
Te despides de forma corta de ese hombre que a pesar de sus apariencias ha resultado ser un trozo de pan y te ha abierto la puerta a una aventura que no podías ni imaginar.
Atraviesas ese portal y desde el otro lado puedes ver como solemnemente Aleph cierra ese portal y se despide con una mano. Luego da la vuelta y se interna en la espesura de su bosque. Sin dejar rastro.
Sigues las instrucciones que te ha dado tu sodal respecto a cómo llegar a Durenmar y efectivamente después de una jornada de viaje puedes observar el muro que protege a la alianza.
Te diriges hacia ella por un sendero de tierra y puedes observar que otros al igual que tú están llegando a la alianza para el gran acontecimiento.
Echarás de menos el estofado de venado de Aleph.
--- FIN DEL PRÓLOGO DE ROTUNDUS -----
Con esto finaliza la introducción de Rotundus. Gracias por tu excelente interpretación!
Continuaremos en el capítulo 1 "Unheimlich"