Dejaron pronto atrás el lugar sombrío donde se encontraba el pozo y habitaba el extraño ser que a punto había estado de poner fin a la expedición de manera prematura, pronto se convirtió en solo un mal recuerdo. El viaje continuaba, y sentían que ya estaban cerca de cumplir con su misión de cruzar el bosque Negro, y además con todas las mercancías de Baldor intactas. Desde el pozo, tan sólo había unos pocos días de viaje hasta el lindero del bosque. Pero no por ello se confiaron, mantuvieron la precaución de llevar a Kurdrim en vanguardia y pusieron en práctica nuevas precauciones, como no abandonar el sendero por nada del mundo. Ni aunque un claro de hierba verde y apetecible con una fuente de agua cristalina se abriera de pronto ante ellos.
Cuando, unos días más tarde, la compañía emergió ante la radiante luz del sol en el lindero occidental del bosque Negro, recibieron una brisa refrescante y vigorizante que llevaban semanas sin sentir en la viciada atmósfera del interior. La compañía había logrado atravesar el bosque Negro y vivía para contarlo. Ahora las Tierras Ásperas se extendían ante ellos, una basta región de tierra cruzada por el Anduin, o río Grande. Al sur de donde se encontraban ahora, a unas cuantas millas de allí, se encontraban las tierras dominadas por Beorn en su feudo de la Carroca, y más allá, las tierras que poblaban los hombres del Bosque.
La visión de las amplias explanadas abiertas de las Tierras Ásperas alegró los corazones de toda la compañía tras las eternas jornadas bajo el yugo de los árboles del bosque Negro, pero especialmente se mostró alegre y revivido el mercader Baldor. Cuando pararon a comer aquella jornada, y tras las celebraciones y las felicitaciones a su escolta por el buen trabajo realizado pese a las complicaciones, llegó el momento de disolver la compañía y saldar las cuentas.
-Estas tierras están protegidas por la gente de Beorn, por lo que hay poco peligro de bandidos, y ya no son necesarios los servicios de la compañía. - Baldor se mostró muy agradecido con el grupo, y pagó el precio convenido al comienzo de aquella aventura a cada uno de ellos.
-No obstante, queridos amigos, mi intención ahora es viajar al sur para comerciar con los hombres del bosque y los beórnidas. Si alguno de vosotros pretende seguir esa ruta, sería un placer para mí y para Belgo viajar en tan grata compañía, mas como amigos en esta ocasión. ¿Qué me decís? -La propuesta era interesante para algunos de ellos, Iwgar podría aprovechar el camino para regresar a la Carroca e informar a Beorn y su pueblo de todo lo descubierto en el camino o continuar con el mercader más al sur, Belak podría volver al Salón del Bosque y devolver el fragmento del hacha Muerdelobos que habían hallado y quién sabe que más aventuras les esperarían una vez allí. Aunque también habría quien preferiría descansar y atender otros asuntos más hogareños.
Una vez que hubieron salido del Bosque Negro, Droul se permitió unos momentos para echar la vista atrás y respirar profundamente. Ni en sus noches más sombrías habría soñado con un viaje como aquel, tan peligroso para el cuerpo como para el espíritu: había habido demasiadas ocasiones en que sus días podrían haber terminado allí. Por fortuna, había estado bien acompañado y la suerte había estado también de su parte.
—Ésta será sin duda una aventura que contar alrededor de la hoguera —respondió el enano, recogiendo su bien merecida bolsa. Había aprendido lo suficiente de la honradez de Baldor como para insultarle contando el contenido delante suya, así que simplemente se la guardó y estrechó su mano—. Yo ahora debo volver a mi hogar: merezco algo de tiempo de descanso antes de volver a emprender el camino. Espero que nos volvamos a ver, Baldor. Y a ti también, Belgo: espero que te hagas un hombre tan honrado como tu padre.
»Ha sido un placer viajar también con vosotros —añadió, volviéndose hacia el grupo. Uno a uno, fue estrechando sus manos, y cuando llegó a Iwgar no lo dudo ni un momento antes de estrechársela también. El beórnida, con quien había tenido sus más y sus menos, había demostrado ser un guerrero poderoso y un compañero fiel—. Si alguno quiere deshacer el camino de vuelta hasta Érebor, planeo dar un rodeo y estaré encantado de tener compañía. Y si no, que sepáis que mi puerta siempre estará abierta, mi hoguera encendida y mi tabaco siempre estará seco para vuestras pipas.
Mungo hizo una escueta pero elegante reverencia y se disculpó.
—Me temo que mi motivo para atravesar el bosque, además de prestaros ayuda y llenar mis bolsillos, fue siempre el de regresar a mi hogar, La Comarca. Esta será mi última aventura por un tiempo. ¡Tengo mucho por escribir y que contarle a mis parientes y los niños del pueblo! Aunque me sabe un poco mal separarme de vosotros y, en especial, del pequeño Belgo, tengo que partir. Viendo vuestra capacidad para meteros en líos me preocuparía de no saber que estaréis en buenas manos.
Había hecho buenas migas durante el camino, de cantar para Belgo y hasta de los ronquidos de los enanos; pero debía volver. Echaba de menos su cómoda casa. Ningún tesoro puede compararse al de un buen sillón y el quejido de la tetera a las cinco en punto.
—Muchísimas gracias por todo. Y si queréis darme vuestras direcciones, estaré encantado de escribiros. Voy a tener que comprar muchísima tinta, eso sí. ¡Hasta otra ocasión!
Y así, con el tintineo de las ollas y sartenes a su espalda, Mungo reemprendió su regreso al hogar.
Iwgar sonrió de felicidad al ver como abandonaban el bosque negro y finalmente llegaban a los dominios de los de su raza. Ver nuevamente la luz del sol bañando sus rostros y un aire puro y límpido inundar sus pulmones no tenía precio, pero tras aquellos preciados minutos en los que la compañía se mantuvo en silencio, entendió que era tiempo de despedidas, siendo que el viaje concluiría para la mayoría de ellos. Tanto Blador como Belgo ya estaban a salvo, pudiendo negociar libremente y sin peligro alguno por todas esas tierras hasta el sur, el mediano Mungo Bolguer seguiría al este rumbo a su preciada Comarca, y la mayoría de los enanos regresarían tras abastecerse y descansar unos días para regresar rumbo a Erebor.
Todo final siempre acarreaba cierta melancolía o nostalgia, más cuando habían vivido enormes aventuras y compartido gratos momentos, pero también para el colosal beórnida aquello era el final de la travesía. En su mente tenía previsto regresar junto a Béorn y su padre, relatándoles todas las experiencias acantecidas desde que marchase tiempo atrás, y probablemente para tomar la posición que se esperaba de él, como hijo de uno de lo cabezas de familia y protector.
- Realmente me alegro que todos hayamos logrado cruzar el bosque negro sin tener que lamentar ninguna pérdida. Me llevo unas buenas amistades, y como os prometí, me alegraría que disfrutáseis de buena comida y rica hidromiel casera antes de que partáis a vuestros hogares... - les explicó en tono cordial, señalando una aldea visible a la distancia a poco menos de media jornada. Descansad bajo techo y recibid la hospitalidad de mi gente, sois bienvenidos. Ya mañana que cada cual parta hacia donde el destino le marque...
Y con aquello, Iwgar estaba indicándoles de forma sutil que no partiría con el resto rumbo al sur, si no que se quedaría durante un tiempo en su territorio. Tenía mucho que hacer y un rol necesario que tomar en base a su posición social.
Excelente aventura, la he disfrutado mucho :)
En mi caso también doy por finalizada la partida y esta noble experiencia, siendo que por primera vez usaba este sistema de juego. Gracias por vuestra paciencia y comprensión, os agradezco muchísimo haberme hecho disfrutar de vuestros post, y sin duda durante estos días os dejaré a cada cual si más que merecido positivo.
Saludos! Volveremos a coincidir más adelante sin duda alguna!
-Os agradezco la oferta, Baldor, pero igualmente debo rechazarla. Ahora estáis a salvo, y seguro que compartiréis camino por unos días con Iwgar y Mungo. Yo por mi parte regresaré con Droul a Erebor, aunque espero no volver a pasar por ese maldito pozo nunca más.
El enano agradecía el aire fresco que se respiraba lejos del bosque, y no tenía mucha prisa por volver al agobiante ambiente que había entre los siniestros árboles de aquel lugar, pero tenía deberes y asuntos que atender en Erebor, que a fin de cuentas era su hogar.
-Ha sido un placer compartir el camino con todos vosotros, espero que el destino vuelva a juntarnos de nuevo.
Los enanos se despidieron del grupo en la propia Puerta del Bosque, tomando un camino que discurría hacía el Norte, remontando el Anduín con las Ered Mithrin alzando sus vetustos picos en el horizonte. En cambio, el resto del grupo se dirigió hacia el sur por los Campos Gladios en un apacible viaje libre de peligros.
La compañía se fue disgregando poco a poco, primero Iwgar, cuando atravesaron las tierras de Beórn se quedó con su pueblo en el lugar que llamaban La Carroca. Allí, antes de partir de nuevo, pudieron disfrutar de la hospitalidad que el beórnida les había prometido, tomaron hidromiel, disfrutaron de la comida y de un lecho caliente y recordaron anécdotas de su viaje. Un par de días más tarde fue Mungo quien dijo adiós al grupo, tomando los caminos que le llevaban directo hacia las escarpadas y majestuosas, decidido a atravesar los pasos de montaña para regresar a su hogar en la lejana Comarca antes de que el invierno se lo impidiera. El pequeño grupo restante, formado por Belak, Baldor y Belgo, llegaron hasta el Salón del Bosque, donde Baldor pudo llevar finalmente su mercancía y donde también Belak pudo devolver a su pueblo el fragmento de la legendaria Muerdelobos que habían recuperado del extraño ermitaño que encontraron en el bosque.
Y así fue como la compañía llegó a poner final a aquella aventura en la que habían atravesado el peligroso bosque Negro, habían enfrentado a las arañas, rescatado a Baldor y conocido a una terrible criatura a la que no desearían volver a enfrentarse de nuevo. Pero a pesar de todo aquello, habían logrado superar con éxito el viaje y lograr que la mercancía de Baldor llegara intacta a su destino, lo que fue recompensado generosamente por el mercader.