Partida Rol por web

Pese a que durmieron en uno de los más cálidos y cómodos sitios que pudieron encontrar durante aquel funesto viaje, Droul no durmió a gusto. Durante las horas de descanso no dejaron de acudir a sus sueños ancianos gritones con el cabello en llamas que lanzaban oleadas de arañas contra él. Arañas que además, gritaban su nombre con la voz de su prima segunda Mildred. Vete tú a saber por qué demonios ahora me he acordado de ella.

Así que cuando el enano emprendió la marcha junto a sus compañeros, tenía un humor de perros que descargó sobre cada piedra y arbusto que se cruzó en su camino.

Si no hubiese sido por el Ermitaño tal vez la noche habría dejado a la compañía como pobres despojos de viajeros, y pudieron comprobarlo cuando en la mañana observaron como quedaron algunas ramas. Al saludar a su anfitrión y despedirse, Lain no pudo comprender por qué alguien preferiría vivir en medio del bosque, y más aún, en el Bosque Negro, totalmente sólo. Extrañó un poco su hogar bajo la montaña allá en las Colinas de Hierro, pero supuso que era más que nada un poco de hartazgo de tanta arbolada, quería algo de roca para sentirse un poco a gusto.

Luego, ya en el camino sacó pecho y dió ánimo a sus compañeros, en especial a sus hermanos enanos que les estaba pegando más el ambiente forestal:-¡Vamos que todavía no hemos cruzado este maldito bosque!

Iwgar durmió a pierna suelta en el árbol, y lo que en otros momentos hubiese resultado en un sueño reparador, la certeza era que a la mañana siguiente estaba bastante cansado, y lo que era peor, de bastante mal humor. Se percató de que no era al único al que le ocurría, por lo que probablemente era algo contagioso viendo la baja moral del resto.

- Pongámonos de una vez en marcha... Aunque estemos en este árbol protector, no dejamos de estar rodeados por la Sombra por todos lados y es evidente que nos está influyendo para mal cada día que pasamos en este maldito bosque... - expresó con sinceridad su malestar de permanecer más de la cuenta parados en un lugar. Si la tormenta había amainado, era menester continuar en dirección a las tierras de su señor Béorn - cuanto antes lleguemos a las tierras de mi señor Béorn, antes podremos quitarnos esta sensación de opresión que empieza a afectarnos interiormente. ¿Creéis que encontraremos más dificultades por el camino o que por fin las adversidades nos darán una tregua?

Y recogiendo todas sus cosas, el colosal beórnida se dispuso a continuar aquel viaje. Ya no debían quedar muchas jornadas hasta finalizar el sendero, por lo que en cierta medida aquello le aliviaba, al igual que el deseo de volver a ver a los de su raza.

Mungo se desperezó. La "humilde morada" del ermitaño no era precisamente el lugar más cómodo para dormir, y el musgo sobre el que había apoyado la cabeza era mucho menos mullido de lo que había pensado en un momento.

—¿Ya es de día? —preguntó somnoliento.

Al desperezarse, escuchó cómo crujían todos y cada uno de los huesos de su cuerpo.

Belak se desperezó. Estaba alegre. Llevaba consigo un objeto legendario de su pueblo y eso le había levantado el ánimo pese a todas las adversidades que había a su alrededor. 

- No creo que las adversidades nos den tregua Iwgar, no creo que tengamos esa suerte - dijo algo risueño. Estaba volviendo a ser el Belak que todos conocían. - Cuanto antes salgamos del bosque antes cumpliremos nuestro cometido y antes nos quitaremos la losa de la sombra de encima de nosotros - añadió.

Como no parecía que el ermitaño fuera a hablarles de un peligro en concreto tampoco se preocupó demasiado. Eso sí, se despidió de él y le animó a algún día, volver a los salones del Bosque y contar sus historias con sus compadres.

La parte occidental del bosque Negro era hosca y peligrosa, algunas partes del bosque fueron antaño habitadas por hombres y los árboles aún recordaban la mordedura de sus hachas, por ello parecían inclinarse sobre ellos de modo amenazante tras el paso del grupo. Era una zona alejada de la Sombra del sur que el Ermitaño había descrito, la antigua fortaleza de Dol Guldur, pero sin embargo las profundidades del bosque seguían siendo allí poco amistosas y no sentían aprecio alguno por quienes caminaban sobre dos piernas. Muchos de ellos sintieron ese peso en su corazón, y caminaron apesadumbrados aún a pesar de que la lluvia había cesado y el día daba un respiro al mal tiempo. Tal vez hubiera sido distinto si hubieran podido ver al menos los rayos de sol, pero las copas de los árboles cubrían el cielo con su densa capa de hojas. El resto del grupo encontró algo de alivio y esperanza en el aire menos estancado de algunas zonas por las que pasaban y en las zonas por las que la claridad lograba colarse con más fuerza e incluso daba lugar a algún pequeño hueco en el dosel del bosque.

Llevaban ya un par de semanas en aquel largo viaje, desde que conocieron a Baldor y su hijo y se encomendaron a aquella misión. Dos semanas de largo caminar tras las que algunos aquejaban la pesadez del caminar por el bosque y echaban de menos ver un paisaje diferente a aquellos hostiles árboles. Habían conocido de primera mano los peligros del bosque Negro, y por si fueran poco, el Ermitaño les había puesto en preaviso sobre extraños personajes que vagaban por el camino y les había advertido de que la Sombra moraba en los lugares más insospechados.