Partida Rol por web

Noches de son (INCONCLUSA)

San Luis

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28/10/2008, 12:58
Yadiel

    La escena era sin duda demasiado bizarra como para poder disfrutar del paseo, pero Yadiel dio la bienvenida a la apertura de la Sheriff como una señal definitiva de que la llamada de Zimmermann no respondía a ningún tipo de hostilidad. Con suerte la cordura de aquel ser le acompañaría en su previsible careo con el príncipe, pues no estaba seguro de poder mantener los nervios -o la entereza- si se veía rodeado por un circo de la misma índole que el muchacho. Un ghoul, perfecto. Así se hace, gilipollas: la vida eterna tiene un precio, y además a ti te tocó uno de los jodidos.

    -Me da igual lo piem kje kjomdudkjaks, esrtfaks mierxdaks mo me gusrtfam, pam demasriado rxápido. Yadiel seguía enfurruñado como un niño pequeño. Pero le gustaba que Grizzly entendiera todo lo que decía, como podía comprobar por las respuestas que le daba, y aunque se permitiera la licencia de resultar burlona. Parxa empedarx, mo esrperxapa desrperxtfarxme a pasre de srusrtfoks,  mi temerx kje tfirxarx mipiaks hasrtfa ZM kjom um papiasro y uma gurxafiosripia. En realidad a Yadiel le gustaba ese toma y daca impertinente, le recordaba a las calles de su juventud, y aunque ya no era el engreído camorrista de antaño no había duda de que se encontraba más cómodo intercambiando puyas con la Gangrel de lo que se hallaría en medio de la etiqueta que posiblemente demandaría Zimmermann. Casi podía apreciar una cierta belleza salvaje en aquel rostro femenino, si no fuera porque el conocimiento de su verdadera naturaleza le repugnaba más de lo que cualquier encanto femenino pudiera conjurar. Opie, ahorxa em srerxio: ¿de kjé pa tfoda esrtxa jodiemda? Mo me irxáks a defirx kje tfú mo srapeks mada. Nadie podría entrever el interés que despertaba en Yadiel su acompañante, pero sus últimas frases tampoco sonaron a exigencia; antes bien se diría que contestaba con gusto a las provocaciones de Grizzly.

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28/10/2008, 15:39
Jessica "Grizzly" Spencer

Decelera un poco, viendo tu verdadero nerviosismo.

Bueno, para serte sincera, sólo sé que he oído cosas acerca de un viaje. Pero no sé ni a dónde ni por qué. Yo sólo soy Sheriff: vigilo que la gente siga las Tradiciones, tengo a raya a los atacantes, y a más de un Lupino he tenido que torear para poder mantener tranquila esta ciudad. Eso significa que el Príncipe no me invita precisamente a tomar el té.

La mujer empieza a conducir en dirección al Missouri Botanical Garden, donde el Príncipe suele atender las visitas y organizar las reuniones, cuando los visitantes ya no están para molestar. Un poco de Dominación para los guardias de seguridad y no hay problema alguno para que los Vástagos, cazadores de seres humanos, campen a sus anchas de vez en cuanto por el jardín botánico.

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30/10/2008, 00:10
Yadiel

    La sustancia de aquella conversación se había estado deslizando, pegajosa, por las sienes de Yadiel. Tan poco a gusto en su interior como a disgusto se hallaría en cualquier otro lance de su insípida rutina como criatura maldita, la espesura de aquel incierto llamamiento goteaba hasta la desfiguración de sus fauces en una forma jugosa, potencialmente suculenta, a pesar de que su bestial niñera se resistía a precisar detalles. La perspectiva de un cambio de aires era algo que llevaba ya algún tiempo revoloteando entre sus pensamientos, pero la desidia de aquella vida suya se le clavaba de lleno en el pecho, paralizando toda tentativa de reciclar su filosofía vital. Resistiéndose con celo a convertirse en apóstata de la humanidad -como perfectamente consciente era de que la mayoría había hecho- los años se sucedían no obstante sin que consiguiera dar a su existencia una significación positiva, una auténtica escala de valores que no se viese reducida a negar y renegar, sino que fuese lo suficientemente genuina y legítima como para poder aportarle a su día a día la cálida seguridad de que se encontraba de camino a alguna parte, y no vagando a la deriva en un archipiélago de crímenes y atrocidades.

    Sin embargo, y muy a su pesar, hasta ahora sólo la sangre había sido capaz de proporcionarle calor. Y sabía que nada de lo que hiciese podría cambiar ese hecho. Incluso la senda de la enmienda se había perdido en alguna oscura jungla de incoherencia. A menudo, siguiendo un ritual que ya se había podrido mucho antes de alcanzar el nuevo milenio, procuraba acordarse de Cristal... Pero se trataba de una memoria aséptica, y sólo tenía de ilusorio cuanto Yadiel quisiera darle cada vez que decidía evocarla. Recordaba caras a las que colocaba nombres, voces y gestos, intenciones; pero cuando sus retorcidos dedos intentaban alcanzar la piel descubría que se trataba de máscaras huecas bajo las que su culpa lo miraba fijamente a los ojos, salpicada de carmesí. Lo humano se le escurría con aspereza cada vez que trataba de apresarlo y hacerlo suyo. Los humanos no sabían la suerte que tenían de... de no tener que... de poder...  de ser... de ser humanos. Las éticas e instituciones de su antigua raza se le antojaban cómicas cuando las comparaba con la regla que desde el día de su Abrazo venía midiendo las faltas que se veía impelido a cometer.

    -Puemo, puemo, tfampokjo hafe faltfa kje me kjuemtfes tfu pida. Um piaje... ¿Tfam harxtfos esrtxáis de mí? -sonrió en tono burlón.

    No quería pensar en la posibilidad de que "viaje" fuera una clave de algún tipo para dar a entender que alguien quería librarse de una molestia. Le daba igual qué estúpida zona del ego de Zimmermann fuera responsable de que le tocase en suerte a él mancharse las manos. Sólo podía pensar en que se acababa de topar con la excusa perfecta para huir de todo aquello, lo quisiera realmente en el fondo o no, con la oportunidad de renacimiento psicológico que ello comportaba. Bueno... Quizás le quedaba algo de espacio en aquella deforme cabeza suya para agradecerle a la Gangrel, al mejor estilo de su añorado San Andrés, que hubiese aminorado la velocidad del pick-up:

    -¡Joderx, Srpemferx, dale um pokjo de pidipia a esrtfa chatfarrxa, kje moks pieme pidiemdo pasro uma pieja em tfakjatfá!

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01/11/2008, 21:16
Jessica "Grizzly" Spencer

La mujer de pronto se echa a reír, con una voz bastante potente, mientras se pierde ya entre los jardines perfectamente cuidados del lugar de reuniones del Príncipe. Con un sonido ligeramente nostálgico, olvidado, pero reclamando algún recordatorio puntual, el joven acurrucado atrás lanza un gemido de repentino terror, pero parece demasiado cansado como para gritar.

Finalmente, los sonidos se van apagando en cuanto Grizzly aparca enfrente del Climatron, con su arquitectura futurista, reflejando la tenue luz de la luna.

No lo sé, a mí me importa una soberana mierda si estás o no, ¿qué quieres que te diga? -comenta la mujer en un tono desenfadado y sonriendo levemente, quitando ya las llaves del contacto. Los últimos sonidos de sus palabras se mezclan los quejidos del muchacho y sus frenéticos movimientos hacia la puerta, para bajarse de ella y correr hacia la puerta del Climatron, aterrorizado.

Spencer directamente lo ignora, como si no permitiera que las locuras de ese pobre muchacho fastidiaran una noche tranquila como esa. Una vez de pie puedes ver su cuerpo, fibroso, de buenas proporciones, aunque quizás demasiado entrenada y comprometiendo así algo de su feminidad. Coge una gabardina larga, de color marrón, y un sombrero, parte de su atuendo habitual, así como las gafas de sol que siempre lleva excepto, como acabas de descubrir, cuando conduce.

Vamos -dice, con un suspiro, mientras comienza a hacer sonar sus botas sobre la gravilla que forma un camino entre los setos en dirección a la puerta del Climatron, que se alza como una soberbia muestra del poder de la civilización y la tecnología por encima de la naturaleza.

Notas de juego

Climatron

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03/11/2008, 18:36
Yadiel

    La visión del Climatron atrapó de inmediato la mirada de Yadiel. Nunca se había acercado siquiera al jardín botánico -ni a ése ni a cualquier otro, ni como humano ni como conato de depredador inhumano-, de modo que la estampa se le antojaba sacada de una de esas películas de ciencia ficción de los años setenta a las que en alguna que otra ocasión conseguía arrastrar a su esposa, quien no terminaba de encontrarles el atractivo. Pero para el hombre de la casa toda esa parafernalia de naves espaciales, super-ordenadores repletos de pilotos de colores y vestidos estrafalarios le producía una especie de ilusión infantil tremendamente adorable; algo de lo que, habiendo prescindido en su niñez, volvía a verse afectado mientras contemplaba el entramado de polígonos que revestía la cúpula del Climatron. Todos los años que había pasado vuelto sobre la decrepitud de los ambientes en los que mimetizaba su propia corrupción casi lograran hacerle olvidar la existencia de cosas hermosas. Porque un árbol o un par de arbustos provenientes de otro continente no dejaban de ser un cacho de bosque; pero una construcción como aquélla, enorme, reluciente, brillante, caprichosamente dibujada en forma de una perfecta circunferencia, era algo extraordinario para la chabacana sensibilidad de Yadiel. Y si eso se podía encontrar a cinco minutos de paseo en coche junto a una amazona deslenguada y un puto trastornado, lo que podía estar esperando para él en cualquier otro lugar del mundo -si se decidía a permitirse disfrutar de ello- era absolutamente inimaginable.

    Los afeites del endurecimiento físico no acababan de sentarle mal del todo a Grizzly, que por lo menos a juicio del Nosferatu tenía estilo vistiendo. Y replicando. Sé que dice la verdad, pero a mí también me importa una mierda... si estoy o no. No dejaba de ser estúpido tratar de huir de su maldición disfrazándose de aquella guisa, pero qué demonios, puestos a evadirse siempre eran mejores unas indómitas  pinceladas de personalidad  que la pretendida etiqueta tras la que se parapetaban muchos otros vástagos en un intento clamorosamente fallido de aparentar respetabilidad. Algo, de seguro, con lo que se encontraría una vez delante de Zimmermann. Yadiel no estaba al día en vanidades como aquéllas, pero las cosas no podían haber cambiado tanto desde su última visita; ni siquiera la eternidad sería capaz de cambiarlas.

    Casi más aliviado por la desaparición del ghoul que por poder al fin bajarse de aquel pedazo de chatarra, Yadiel saltó a la pista de gravilla  para cerrar de un portazo vengativo la puerta del pick-up, tras lo que se dirigió a la puerta de entrada siguiendo de cerca a Grizzly.

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05/11/2008, 10:38
Jessica "Grizzly" Spencer

Al llegar a la puerta, la abre, sin pararse a mantenértela, dándote paso a un universo completamente diferente al que el brillo aséptico y futurista de la cúpula exterior parece augurar al visitante. El olor a múltiples plantas, algunas de aroma más atractivos que otros, te abruma por encima de los vapores de tu ineludible maldición. Un laberinto de jungla se abre ante ti, saludándote de frente con un cocotero que corona la cabeza de Grizzly, que se ha dado la vuelta para mirarte. Por un momento, casi parece que se hubiera puesto un exagerado tocado, en una burda y peregrina aproximación a los espectáculos del Tropicana. A lo lejos, el ruido de las máquinas que mantienen vivo ese ecosistema tropical se mezcla con el de lo que parece un río rápido o quizás una cascada, en cualquier caso, agua en movimiento.

Hazme un favor, ¿sí? No uses la Ofuscación para ponerte alguna careta. Creo que ese maricón Toreador de Banks sigue por ahí con su nuevo chiquillo -te regala una sonrisa que no deja muy claro si se debe a la complicidad o a la malicia con la que pretende desagradar a un superficial Toreador. Enseguida se da la vuelta y empieza a guiarte a través de un universo de plantas tropicales. Una exposición de flores de la pasión precede a un curioso árbol hueco que el ligero ritmo de Spencer no te deja admirar con detenimiento. Poco a poco, se acerca el ruido del agua hasta que pasas un árbol caído que de pronto parece saludarte con un aire nostálgico, brillando con una tenue luz que se antoja onírica, y de la que podría jurarse perfectamente que debe ser capaz de atraer a las hadas, si es que éstas existiesen; ahí ya puedes ver perfectamente la cascada, y a tres personajes, dos de los cuales ya conoces.

El desconocido es un joven de pelo castaño hasta los hombros, barbilampiño, de no más de 25 años a lo sumo, al menos aparentes, que mira la cascada boquiabierto, como si ésta hubiera embotado sus sentidos completamente. Si, según Spencer, era un nuevo Toreador, parecía haber sucumbido ante su curiosa debilidad por la belleza, que hace que la parte más humana -¿o banal y vanidos?- de su maldición les arrebate el control de su percepción.

Además, un hombre negro, alto, vestido con un traje, aunque de aire no tan formal como meramente estético, habla con el Príncipe a un nivel que no puedes oír a causa del ruido del agua. Lo reconoces inmediatamente como Tyler Banks, un Toreador de cierta fama en San Luis por sus relaciones con la comunidad mortal y su adecuada defensa de la Mascarada por métodos cuando menos poco conflictivos. Sin embargo, su superficialidad era algo que sobresalía incluso lo propio para el Toreador medio: no soporta a los Nosferatu y sólo se digna a prestarles atención si se toman la molestia de asumir un aspecto mínimamente aceptable para él.

El otro hombre, sentado sobre las rocas, vestido de manera completamente desenfadada, con un vaquero y una camiseta, no es otro que el Príncipe Zimmermann. A pesar de su aspecto a primera vista afable, es conocido por su profunda sagacidad y, quizás de manera menos agradable, por su obsesión con el miedo propio y ajeno que la gente no sabe si atribuir a su condición de Malkavian o a mero sadomasoquismo innato en él. Sus rasgos afilados escudriñan a Banks mientras habla, dejando ver en su boca una inquietante sonrisa, dada su fama.

Notas de juego

(No postees aún si lo ves antes de que continúe, es que tengo que irme a clases, los posts aparte te avisarán . Disculpa ^^U)

Cocotero
Flores de la pasión
Árbol caído
Cascada

Tyler Banks
El otro Toreador
Zimmermann

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05/11/2008, 20:19
Yadiel

Notas de juego

    Parece que ya está listo, ¿no? Confirma cuando puedas :]

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06/11/2008, 15:01
Tyler Banks

El Toreador de pronto lanza una mirada fugaz hacia atrás, como si hubiera sentido el movimiento y al verte abre los ojos, en un gesto claramente ofendido y vuelve a mirar al Príncipe. Notas que aprieta las manos y acelera el ritmo de sus palabras que sigues sin entender. Finalmente hace un gesto respetuoso con la cabeza y se abalanza sobre su chiquillo para arrancarlo del sitio y salir del lugar por otro camino distinto a aquél por el que has venido, sin siquiera pararse a saludar, con tal prisa que te hace dudar de si estará o no usando la Celeridad propia de los Toreador.

El Príncipe, a su vez, te mira, con una sonrisa, aunque no dice nada, separado de ti por unos cinco metros aún.

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25/11/2008, 17:55
Director

Notas de juego

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