Conforme los auténticos defensores de la Muralla del Carpintero van regresando, los novatos como vosotros sois cada vez más prescindibles en las labores de vigilancia y podéis ser reasignados a otras tareas, aunque en ese tiempo, los rumores sobre los orígenes de la enfermedad que ha incapacitado a tantos samurais no han permanecido ajenos a vuestros oídos y van desde trampas del asqueroso Escorpión, carne contaminada por trasgos que escaparon en un asalto pasado o que algún cocinero había estropeado el curry y meado en el aceite. Ni que decir que todos esos rumores carecen totalmente de veracidad, pero el tiempo libre y la falta de respuesta dan lugar a que vuele la imaginación. En cualquier caso, vuestro tiempo para divagar llega a su fin cuando Tetsuko sube en vuestra búsqueda a lo alto de la edificación.
Con el paso del tiempo habéis podido comprobar que Tetsuko no es una persona simpática, amable o siquiera cruel, sino extremadamente diligente como para preocuparse por algo tan nimio cómo el trato con los demás. Es por eso, que en cuanto se dirige a vosotros, sabéis de antemano que tiene una tarea para vosotros.
- A ver novatos, nos ha llegado un aviso de que hay algunos problemas en la aldea de Gassho, o más concretamente en su destilería de sake - os informa con seriedad y sin despotricar - Id allí y, sea lo que sea, arregladlo.
Luego aprovecha que ya se encuentra arriba y comienza a recorrer la fortificación comprobando que todo ande en orden.
Había pasado un tiempo y parecía que las cosas se habían calmado. La vida en la muralla no es que fuera fácil, pero si que Ragu notaba que el sentimiento de camaradería con los demás novatos. Era como cuando vivia en el bosque, los bandidos eran rudos pero eran como una gran familia. A veces le pegaban, claro, pero así eran las cosas. No era que los cangrejo fueran mucho más amables.
Seguía sin entender muchas de las normas que hacian funcionar la muralla. Como cuando hablar, porque y cosas así, pero optó por la prudencia y el mutismo. Siempre fue un tipo callado, y ahora más.
Pero parecía que les asignaban una misión diferente. Tenían que ir a una aldea y arreglar las cosas en la destilería. Eso sabía hacerlo. Apretarle las tuercas a unos heimin miedosos y adueñarse de cosas habría estado en su curriculum como principal actividad profesional de haber existido los curriculums. Se limitó a asentir frente a la taisho y luego miró a sus copmañeros, esperando su iniciativa.
Aoki puso sus manos en las vendas que cubrían sus heridas. Apenas había podido recuperarse. Al ver a Yasuki Tetsuko se envaró, manteniéndose lo más erguido posible. Escuchó sus palabras mientras el sudor caía por su cara.
- ¿Se sabe algún detalle más sobre el asunto, Tetsuko-sama?
No estaba preparado para salir ahora, quizás pudiera descansar algo por el camino, si la aldea estaba algo lejos. Intentaría pasar por los sanadores antes de marchar pero el apremio en la voz de Tetsuko-sama lo desánimo de poder hacerlo.
La Yasuki ignora deliberadamente la pregunta, de hecho puede ser que sea eso lo único que sabe y no quiera admitirlo, o puede que el problema sea autoexplicativo en cuanto lleguéis a vuestro destino. Sea lo que sea, ahora solo tenéis la opción de poneros en camino.
Aoki, no has leído bien. Ha pasado tiempo suficiente para sanaros y Tetsuko se ha marchado.
Dejo un poco (más) para ver si el resto dicen "hola" :)
Otohime había sobrevivido de alguna forma gracias a la bendición de las fortunas a aquella batalla. Ahora solo quedaba seguir combatiendo. Lo siguiente fue recibir una orden de Tetsuko ante lo cual su única respuesta fue un. "Hai, investigaremos" Sin exigir mas explicaciones.
Miró al grupo una vez la mujer se retiró. Parece que le había tocado con algunas de las personas con las que había estado en la muralla. Les examinó a todos antes de hacer una inclinación respetuosa. - Hajimemashite, es un honor encontrarme de nuevo con guerreros de vuestra valentía. -
Tras dejar segundos de silencio para que le respondiesen toco ponerse manos a la obra. - Lo mejor debería ser ponernos en marcha e investigar una vez lleguemos. -
Le costaba procesar el que sus pulmones todavía se llenaban de aire. Su corazón latía, sangre corría por sus venas. Todo funcionaba tal y como tenía que funcionar en su cuerpo, pese a que hacía no tanto tiempo había estado seguro de que el final para él había llegado. Pero el destino, de algún modo, había decidido darle una oportunidad más, y ahí estaba.
Sano.
Observó a los que serían sus compañeros durante ese viaje: Sabían lo justo y necesario. Asintió a las palabras de Otohime.
- Cuanto antes partamos, antes llegaremos.
No tardáis muchos más en poneros camino a la cercana aldea de Gassho, la cual apenas se encuentra a mitad de distancia de la rica Kuda, unas treinta millas desde vuestra posición para ser más exactos, que os obligan a caminar durante toda la jornada para alcanzar vuestro destino. El viaje se realiza sin incidentes, seguramente porque nadie en su sano juicio decidiría meterse con varios Cangrejos en las tierras de su clan, por lo que acabáis llegando a la aldea cuando Amaterasu comienza su descenso.
La aldea no es especialmente grande, apenas una veintena de casa alrededor del camino. Arroz y trigo parecen ser los principales cultivos y hay un edificio con una gran chimenea del que sale un humo gris. Aún quedan varios heimin atendiendo pequeñas huertas, de las que seguro que sacan verduras para su propio consumo a juzgar por la hora en las que se encuentran prestándoles atención.
Perdón, pero ya voy terminando de ponerme al día.
Las largas jornadas de camino a la intemperie no eran extrañas a Ragu. Gran parte de su trabajo como bandido en el bosque consisitía en ir de un lado para otro a pie. Al menos había tenido tiempo de sanar sus heridas.
L'aldea parecía próspera. Los campos llenos y los campesinos tenian hasta huertos. Decididamente, se ganaban bien la vida.
- ¡Tú!- señaló a un heimin que estaba recogiendo hortalizas.- ¡Llevanos a la destilería! ¡Y que venga el jefe de la aldea! ¡Venga!- le ladró. A los heimin había que empujarles a todo, eso es lo que hacían los samuari. Ahora que era uno de ellos, tenía que empezar a comportarse como tal.
- No cuesta nada ser respetuoso.- dijo Aoki tímidamente a Ragu. Se acercó al campesino e inclinó la cabeza muy levemente. - Nos gustaría ver al jefe de la aldea cuanto antes. Es un asunto importante. - se dirigió al hombre con cortesía pero firmeza recordando las enseñanzas de respeto del bushido.
— Os recomendaría bajar ese tono a la hora de referiros a los heimin. Son gente de estatus inferior pero que siguen siendo personas que miran a los samuráis como figura protectora y no tirana.
Otohime le dedicó una mirada helada a Ragu. Tras eso dado que Aoki ya había tomado la iniciativa esperó a que el jefe de la aldea se presentase ante ellos o les guiasen hacia él.
El campesino lógicamente acaba aterrado, pero más que por el dispar criterio que mostráis que por las palabras de Ragu.
- ¡Disculpadme samuráis-sama! - proclama tirándose de rodillas - Aquí la autoridad pertenece a Hida Niji, pero marchó a luchar y desde entonces no ha regresado - parece honesto y en ningún momento levanta la cabeza del suelo - Me resulta imposible realizar vuestra petición, ¡Perdonadme!
Os suplica desde su posición, lo que provoca que acabe mucho más embarrado de lo normal.
Aoki quedó pensativo y miró furtivamente a sus compañeros.
- ¿Y no hay nadie en quien haya delegado sus funciones? Incluso un heimin con cierta importancia podría sernos de utilidad. Alguien que se encargue de mediar o resolver los problemas de la aldea. Si no lo hubiera quizás podrías indicarnos por dónde se encuentra la destilería.
Se dirigió de nuevo al hombre con firmeza pero con cortesía mientras intentaba atisbar si había alguien más por las calles y a ser posible algún anciano o figura de cierta autoridad entre los aldeanos.
Ragu se impacientaba con aquel campesino inutil. - ¿Y bien?- preguntó, cruzándose de brazos.- ¿Dónde está el jefe de la aldea? Llevanos donde está el heimin que se encarga, anda- insistió. No había pedido por el dueño, ni por el samurai al cargo, ni nada de eso. Quería hablar con el puñetero Heimin que se encargaba de que funcionara todo. No era tan jodidamente complicado.
Otohime emite un suspiro antes de dedicarle una mirada que congelaría la lava a Ragu.
— Por favor, levántese y limpiese. Mis compañeros y yo llevamos una larga jornada de viaje. ¿Por que no busca un sitio atechado donde podamos cobijarnos, nos ofrece unas toallas calientes y algo de sake y nos cuenta que está sucediendo aquí con todo lujo de detalles?