Una vez la piedra y el colgante están completamente envueltos en la oscura tela y en el fondo de su mochila, Johan deja salir un suspiro de alivio y musita otra plegaria de agradecimiento a Ulric. Una vez se asegura de que no se le escapa nada* empieza a caminar detrás de sus compañeros hacia la salida.
El trayecto de regreso fue bastante más pesado debido al cansancio, al embotamiento de las extremidades por el combate prolongado y también a causa de las heridas que habían recibido en las escaramuzas de la mina y Johan, no estando acostumbrado a la vida del guerrero, sintió que estuvo a punto de desfallecer más de una vez, pero el tener que asegurarse de entregar a la niña sana y salva a sus padres, no porque no confiara en sus compañeros, si no porque lo había tomado como una misión personal, le mantenía en pie.
Durante el camino los mancos con los que se habían encontrado a mitad de un tunel empezaron a seguirles, y nadie objetó nada, pues ambos tendrían que ser entregados a las autoridades pertinentes para interrogación, aunque algo le decía a Johan que realmente no lograrían sobrevivir mucho, pero ese era el destino adecuado para aquellos que le daban la espalda al camino de la rectitud.
Finalmente, luego de un largo trayecto, el maltrecho y fatigado grupo logra llegar a la casa de Wilhelm, que sale disparado como saeta a recibir a su niña, sana y salva. Johan no puede evitar sonreír levemente al ver que han logrado, aunque sea mínimamente, retrasar el avance impetuoso del caos, además de haber reunido a un padre con su pequeña.
Una mano en su hombro llama su atención, y al girarse se percata que es Ludwig, el cual le insta a apartarse un poco del grupo. Una vez alejado de los supersticiosos oídos de los campesinos, Ludwig le propone algo, pero Johan niega con lentitud — Si algo debemos aprender de nuestra experiencia en esa mina es que no debemos meter nuestras narices en lo desconocido, y mucho menos si tiene su origen en el caos — el joven le coloca una mano en el hombro al aprendiz — Una vez lleguemos a Middenheim me encargaré de entregar ambos artefactos a las autoridades pertinentes, así que si tienes algún contacto en la ciudad será de mucha ayuda —, concluye con su mano aún en el hombro del aprendiz. Una vez da por terminada la conversación, entra a la casa de Wilhelm, y se deja caer en alguna de las sillas más resistentes.
* Interpretativamente, no es que me voy a poner a hacer tiradas una vez ya hemos dejado todo atrás.
El enano no dijo ni una sola palabra en todo el camino de vuelta.
Caminaba pesadamente, dubitativo, con profundo gesto ceñudo. De vez en cuando daba alguna calada a su pipa cuando paraban a descansar, comía algo y se mantenía mudo. Si le preguntaban se limitaba a sacudir la cabeza.
Sólo cuando llegaron, aceptó entrar a la casa y se desplomó en una silla, pudo vérsele sonriendo torvamente.
- Nuestro trabajo no ha terminado. Hay cosas que erradicar aquí. No te preocupes, Johan, me encargaré de vigilar que no te pase nada mientras entregas las piedras... ni a tí ni a nuestro cargamento.
Que Ulrick os bendiga mil veces - Os dice la mujer de Wilhem dejando a la niña sobre un lecho y saliendo de la estancia un segundo. Cuando vuelve, lleva un cuenco humeante que pone al lado de Annete y una bolsa de tela que os ofrece después. - No tenemos mucho, aquí la vida es muy austera, pero nada vale tanto como haber recuperado a nuestra hija.
La bolsa contiene un pan enorme que todavía está caliente y otra bolsita más pequeña dentro de la cuál hay 30 chelines de plata.
-En cuanto a esos dos bastardos - Dice mirando a Tobias y Rolf- Encargaos de que reciban su merecido. Ya no son más que escoria. - Su mirada es de completo desprecio y, cuando termina la frase, escupe un gargajo al fuego sin apartarles la mirada.
Wilhelm los mira con odio igualmente, negando con la cabeza pero sin decir nada. Se nota que le está costando no levantarse y darles él mismo su merecido. Pero se mantiene sentado junto a su hija, mientras la tapa con mantas e intenta que beba algo de la olla humeante.
Mientras Rula os sirve a vosotros también un cuenco y a ellos mismos.
Cuando habéis terminado. Wilhelm os acompaña a la puerta sin dejar de decir gracias un segundo- Gracias de nuevo. Ojala esta tierra tuviera más gente como vosotros, pero a cada uno nos toca lo que Ulrick decide. Estoy seguro de que grandes cosas os esperan, defended este Imperio antes de que se pudra por dentro... Aún llegaréis a la posada antes de que sea noche cerrada. Buen viaje. -Se despide con la mano hasta que os habéis alejado.
Por adelantar las cosas he hecho esto así. Si alguien quería preguntar algo más o se queda algo en el tintero que lo rolee sin problema. Si no, continuamos hasta la posada y en nada, termina la escena.
Os alejáis de la casa y emprendéis el camino de vuelta a la posada. La noche y el barro hacen el recorrido pesado, más teniendo que comprobar que los dos secuestradores os siguen. Por suerte, están tan impactados que no pueden reaccionar a nada y os siguen como ganado.
Al rato, alcanzáis a ver el edificio amurallado. Todavía hay luz en algunas ventanas, aunque no parece haber mucha actividad. Al entrar, encontráis a Dieter sentado en una de las mesas, con la mano entre las piernas. Se levanta de un salto al veros y se acerca a vosotros abriendo los brazos.
-¡Queridos amigos! ¡Qué alegría veros con vida! ¿Rofus? ¿Tobias? ¿Qué hacen aquí? ¿Dónde se habían metido?
Al contarle la historia, Dieter se emociona varias y veces, estalla en colera al enterarse de la parte que han tomado los dos mineros y tenéis que sujetarlo pues se levanta para darles una buena paliza. Ellos permanecen callados todo el tiempo, sollozando. Dieter decide encerrarlos en una habitación hasta decidir qué hacer con ellos.
-Bastardos desesperados - Dice cuando cierra la puerta, escupiendo al suelo - Habrá que dar buena cuenta de ellos, desearían haber perdido los dos brazos para no intentar esta gilipollez. - Habla alto para que le escuchen - No hay destacamentos cercanos para que lo detengan, habría que o llevarlo a Middenheim o traer unos guardias aquí. Estoy seguro de que lo recompensarán bien. ¿Aún os dirigís a Middenheim?
Volvéis al salón donde os sirve cena y bebida mientras charláis.
Después de esto termina la escena.
Tras contarle la historia a Dieter, por fin pueden tomarse un descanso, aunque las defensas de Gerald siguen activas, sabe que ese medallón y esa piedra siguen ahí, ahí al lado. Sin duda debería deshacerse de ellas, bien sabe lo que podría depararles si su magia les afecta de algún modo.
Por ahora sí maese Dieter, o esa es mí idea al menos, no sé que opinará el resto - hizo una pausa mirando a sus compañeros - ¡pero lo que necesito ahora mismo es otro trago de esa Burgman!
Ludwig come ensimismado. Esta agotado, algo frustrado por como le ha costado lanzar un simple misil mágico durante el combate. Aún así pudo lanzarle el golpe definitivo al hechicero del caos, una satisfacción que eclipsaba muchos de los sentimientos negativos que había sacado del combate.
En voz mas baja que la de Dieter, comenta sobre los prisioneros
Seguramente los ejecuten por aliarse con el caos. Y se lo tienen merecido.
Si queréis os adelanto ya hasta los guardias (lo bueno de tener contactos :P). Pero necesito saber si os vais a acercar juntos o separados.