13 de Febrero de 1979
20:00
Solo ha pasado un día desde el atentado en Camdem y la zona sigue revuelta. Los bomberos muggles no se dan por vencidos y continúan buscando entre los escombros, ahora que la nube de polvo (nube que creían que era de gas tóxico) se había disipado por completo, intentando encontrar a los desaparecidos, o al menos sus cadáveres para tener algo que presentar a sus familias.
Sin embargo estos pobres héroes no saben que la mayor parte de los muggles desaparecidos se encuentran en el Hospital San Mungo donde intentan salvarles con todos los medios disponibles.
No muy lejos de allí, hacia el norte y acercándose a las afueras, se encuentra la casa que Lord Voldemort eligió como piso franco para su organización. Una casa con cien años de historia, vieja y vacía, pero con una fuerte estructura.
En su interior, Drystan Jugson Y Juliet Moore esperan impacientes la llegada de Mulciber para comenzar su primera misión realmente importante y complicada. Sin embargo quién se apareció en el hall no fue Mulciber, sino Fionn Avery y lo hizo acompañado de un hombre de pelo largo al cual reconocieron como Prometheus Blackmore.
Juliet dejó de hablar con Drystan para mirar a los dos mortífagos que se acercaban. ¿Avery? ¿No habían quedado en que sería Mulciber, el especialista en Imperius, el que vendría con ellos? La rubia no pudo evitar arquear una ceja. Y luego estaba Blackmore, un fanático como pocos, pero al menos de fiar.
Bueno, el plan aún tenía esperanzas de salir adelante.
-Hola. ¿Qué hay de Mulciber?
La mortífaga tenía una expresión seria, semioculta por la melena rubia y larga que le caía sobre el rostro. La túnica negra y de talle estrecho le daba un aire sobrio, como siempre.
Drystan simplemente se dedicó a mirar a Avery. No era quien mejor le caía, ni mucho menos, pero era mejor que Malfoy y Mulciber. Cuando se acercó a ellos, movió la cabeza en señal de saludo. Juliet lo había dicho todo.
–¿Mulciber? –preguntó Avery ligeramente confundido-. Ah, sí. Claro. Al parecer en su trabajo le necesitan en Liverpool toda esta semana, así que no está disponible, lo que significa que no tenemos experto en la Maldición Imperius, pero seguro que os las arregláis –se sonrió–. Me consta que Judhead tenía algunas ideas. ¿Verdad? -dijo dirigiéndose al que no le había saludado.
El Caballero de Walpurgis, rango de honor en la organización, se giró un poco para señalar a Prometheus con la mano e invitarle a unirse a la conversación.
-Blackmore irá con vosotros. No estuvo en la pasada reunión, así que ponedle al día.
-Les saludo, camaradas, y celebro poder colaborar con tan... ilustres activistas.
Caminó despacio dirigiendo alternativamente miradas cortas y directas a sus dos anfitriones, dejando ver en su rostro un leve atisbo de sonrisa. Su tono de voz era tan calmado y correcto que resultaba lúgubre.
-Bien, es posible que no me conozcan, pero les garantizo que no estoy aquí para perder el tiempo. Y si bien aún no he tenido ocasión de mostrar mis aptitudes, espero poder compensar la ausencia de expertos en maldiciones. Ahora, si se me permite tomar asiento, estaré encantado de recibir cuanta información consideren pertinente para el caso que nos ocupa.
Así que no estuvo en la reunión... así que tampoco estuvo en Camdem. Eso era bueno y malo al mismo tiempo. Pero mientras fuese competente, todo iría bien. Juliet puso las manos tras la espalda. Blackmore la aventajaba en edad, al menos diez años, pero ella le miró como si lo superase en todo.
-Lord Voldemort ha ordenado que nos hagamos oír. Camdem ha hecho que nos teman, pero aún no conocen lo que buscamos, que es la pureza de sangre. Necesitamos que la gente nos apoye, y eso ocurrirá en cuanto nos demos algo de publicidad. Y eso es lo que haremos hoy.
Asesinatos, disturbios... nimiedades. ¿Eso es lo que esta gente entendía por "hacerse oir"? Casi podía imaginarlos, extendiendo el caos y la destrucción, dando rienda suelta a su furia asesina, deleitando su propia depravación. Casi podía imaginarlos alegrándose de ser temidos, celebrando la barbarie... y casi podía imaginar a la comunidad, al pueblo, al ministerio, asustados, pensando que han sido víctimas de unos niñatos enfadados y descontrolados. Temibles, sí, pero dudosamente dignos de ser tomados en serio.
-Me alegra oir eso, señorita. ¿Cuál es el procedimiento?
Drystan habló con su grave voz.
- El plan es sencillo. Vamos a El Profeta, y nos abrimos paso como sea hasta el despacho de Herman, que estará bastante bien protegido. Una vez allí, le hechizas, y nos vamos. Los detalles son cosa de Juliet.
Juliet asintió a las palabras de Drystan y añadió lo que faltaba:
-Iremos ahora aprovechando que es la hora de cierre. Sabemos que tiene un guardaespaldas encima, así que habrá que ocuparse de él. Lo incapacitaremos, ¿de acuerdo? Que alguien lo aturda o lo inmovilice mientras otro se ocupa de Herman.
-Tendréis que actuar muy rápido.
El Caballero de Walpurgis desenroscó la bufanda de su cuello y desabrochó los primeros botones de su túnica. Fuera hacía un frio del demonio, pero ahí dentro el viento no estaba presente.
-Repito la información que me han dado los espias de Malfoy. El director del profeta es Wilbur Herman, un ricachón paranoico, pero eso ya lo sabéis. A pesar de que no es un hombre que sea de mi agrado no del del maestro, es sangre limpia y me no parece tener nada contra nosotros, así que pase lo que pase procurad no matarlo –Avery dejó escapar una risa ronca y socarrona-. Hemos intentado varias veces hablar con él y embaucarle para que ponga el periódico de nuestra parte, pero cree que eso disminuiría sus ventas y claro… El bastardo de Wilbur Herman no puede vivir sin perder dinero. La verdad es que me gustaría ir con vosotros a darle un susto, pero me da que esta misión es solo vuestra.
Fionn comenzó a caminar por el hall mesándose la barba y después volvió a dirigirse a los mortífagos.
-Los espias de Malfoy también le han contado que suele quedarse hasta la hora de cierre en el despacho. Ya sabéis… le encanta contar y contar una y otra vez toda sus ganancias del día. También nos han informado que como mínimo tiene un guardaespaldas personal que le acompaña hasta cuándo va a mear, como ha dicho Moore. Lo que no quiere decir que no tenga más guardaespaldas cerca suyo. También hemos oído que no le gusta utilizar la Red Flú. No debe fiarse… Y en dentro del profeta no se puede usar la Aparición, así que no estamos muy seguros de cómo va del trabajo a casa. ¡Ah! Tampoco sabemos donde vive… Es muy discreto con su vida privada y seguro que la tiene oculta mediante encantamientos, así que más vale que deis con él antes de que se vaya con su mujercita.
-Bueno, tal como lo veo, podemos acudir a su despacho y "despacharlo" allí mismo, con todo el ruido que supone entrar en la sede del periódico, o podemos esperarle a la salida de la redacción y seguirle hasta algún emplazamiento discreto. O bien podemos dedicarnos a investigar acerca de su domicilio confiando en que nuestras habilidades para la investigación superen las de ese incompetente de Malfoy. No obstante, conviene que nos apresuremos, empero, esta última opción no es de mi agrado. En todo caso, caballeros, dado que acabo de llegar dejaré la decisión en sus manos.
Han dicho por ahí que pongamos los diálogos en negrita, no es que pretenda hacerme notar.
Drystan sacó un cigarrillo de la cajetilla que llevaba en el bolsillo y lo encendió. Le dio una calada, y cuando exhaló el humo, dijo:
- Me da igual. No entiendo mucho de estrategias. ¿Tú qué piensas, Juliet?
Ladeó la cabeza hacia Drystan y escuchó lo que decía, que no era nada útil. Como aliado podía servir, pero como cabeza pensante...
-No podemos arriesgarnos a que salga de la redacción y se pierda. Imaginad que usa un coche muggle para ir a casa... No, no. Debemos entrar en la redacción, esperar hasta que no haya nadie más que él y su escolta y entonces le tendremos. Habrá que entrar rápido. Voto por utilizar los trajes de mortífago, por si hay testigos.
Juliet no quería que la relacionasen con el movimiento y menos después de Camdem. Llevaba siempre la Marca Tenebrosa oculta, por si acaso, pero ahora más todavía. La última vez le dijo a Emma que le había mordido un doxy, pero no sabría qué hacer la próxima vez que se acostasen. Voldemort se había asegurado de tenerlos bien atados con eso, pero se había cargado las coartadas de todos en el proceso.
¿Para qué querría llevar trajes de mortífago? ¿Sigue con la idea de alardear de intervenciones violentas? ¿En qué beneficia eso a la causa?
-No tengo objeciones. Sugiero que partamos de inmediato.
Esa tal Juliet parecía una mujer dominante. Por cómo se había expresado, Prometheus pensó que daba la impresión de que realmente consideraba mejor idea asaltar a Herman de forma discreta, pero quería hacer ver su autoridad. De todas formas, ya tendrían tiempo de discutir la fundamentación de los planes. Podía permitirse dejarla creer que tenía el control.
Jughead dio un par de caladas más al cigarrillo, lo tiró al suelo, y lo aplastó con la bota.
- Pues vamos.
Y dicho esto, salió de la sala.