Una semana antes de los hechos narrados en la introducción.
Nos encontramos en la sede de la Sociedad en Stuttgart. Los agentes de la Sociedad que vimos anteriormente se encuentran hablando con el director de la sede, Herr Friedrich Lang, que les está poniendo en antecedentes de un encargo que tiene para ellos.
“Señoras, caballeros. Tengo una misión para ustedes. Hace dos días alguien asaltó una tienda de comestibles en la ciudad pero no se llevó nada especialmente de valor consigo, aunque consumió gran parte de las viandas disponibles. A juzgar por la cantidad de comida debieron ser entre 5 u 8 asaltantes pero lo cierto es que el local no estaba tan removido como para que fuesen tantas personas.
Dado que eso atrajo la atención de las fuerzas del orden, decidimos indagar un poco tan extraño evento. Mediante adivinación determinamos que el asaltante era imaginario, y por alquimia imaginaria un esopiano. No hay que decir lo que conlleva de peligro para la Sociedad un imaginario llamando tanto la atención en el mundo real, ya que es una seria amenaza para nuestra mascarada.
Su labor en este caso será rastrearlo para intentar que abandone los núcleos de población y mejor aún si pueden convencerle de volver a Metáfora”.
(Esta es una buena escena para interactuar mediante flashbacks).
Ernest estaba fascinado. Desde que supo de la Sociedad de Cuentacuentos, no había pisado ninguna sede tan importante como la de Stuttgard y no era en absoluto como se la había imaginado tantas veces durante el duro trayecto en tren hasta el sur de los Estados Germánicos. Mientras su mente daba vueltas y vueltas en lo que le pasaba por la cabeza, no podía evitar preguntarse a si mismo, una y otra vez, en si ésta sede tendría o no una bien ataviada biblioteca, y por supuesto, el tamaño de ésta. Además, pensaba que en caso de haberla, en las rarezas de los volúmenes y la información contenida en la gran cantidad de libros que hubiese.
Como arena que fluye en un reloj, su mente iba de un lado a otro, y ahora pensaba en la pequeña mancha de café que tenía en su pantalón. Intentando mantener las apariencias y pensando en la posibilidad de que el director no se hubiese percatado, cayó en la cuenta de que de nuevo, estaba terriblemente distraido... ¡En un momento como éste!
-No se preocupe Herr Fiedrich- dijo un poco nervioso, pensando y temiendo que el director se hubiese dado cuenta de su nada desdeñable distracción -Descubriremos al esopiano que hay tras todo esto y le haremos retroceder en el mundo real, como bien sabemos todos, por el bien del mundo real nuestra mascarada debe permanecer en secreto, y haremos todo lo posible para que así sea. -
Esperando una reacción, mira discretamente de reojo a sus compañeros, deseando con firmeza y pensando que quizás ha empezado con mal pie, en que alguno de ellos le arrebate el protagonismo de este momento.
Al entrar en la sede de Stuttgard se dio cuenta de que quizás para eso a lo que les habían hecho llamar fuera algo de tan suma importación como para hacerlos ir a un sitio como aquel del que al menos Pedro apenas había oído hablar debido al secretista con el que acostumbraba a trabajar la Sociedad de CuentaCuentos. Secretismo que el siempre entendió debido ha que muchas de las cosas que ocurrían hubieran asqueado he incluso horrorizado al mas pintado.
En esas estaba cuando se dio cuenta que había estado todo el trayecto en tren, el cual le pareció eterno, imaginado el lugar al que iban y lo que allí se encontraría.
Con lo cual saco esos pensamientos de su mente y se limito a disfrutar contemplando todo lo que allí había.
Pero alguien lo saco de su ensimismamiento.
Un tipo al cual el propio Pedro habría calificado de estirado comienzo a hablar. El hombre en cuestión hablaba con cierto nerviosismo que no concordaba con su atuendo, forma de hablar y amaneramientos propios de alguien de buena familia. Lo cual indicaba una de las dos ideas que tenia en mente Pedro; bien le había horrorizado la información dada por Herr Fiedrich o bien se sentía igual de abrumado que los demás tanto por el lugar en el que se encontraba como por el tema del que hablaban el cual aun inquietaba a Pedro debido a su aun desconocimiento en gran medida del tema.
Intentando demostrar que intentaría ayudar en todo lo posible comenzó a hablar:
-Ante todo me presentare tal y como mis padres me educaron. Mi nombre es Pedro Rodríguez de familia humilde y breve experiencia en recepciones de este tipo y mucho menos de los temas de los cuales estamos hablando. Aun así les aseguro que pueden contar con todo mi interés, saber hacer y esfuerzos para atrapar al sujeto del cual hablamos.
Me inclino a las señoritas a modo de saludo y le tiendo a la mano al hombre que hablo antes que yo y del cual aun desconozco el nombre.
Hecho lo cual espero educadamente a que los demás hable sobre el embrollo en el cual estamos apunto de meternos de lleno y ademas de darles la oportunidad de se presenten.
Helena de Middlecastle se pasó todo el viaje metida en su cabeza recordando a las hadas que la visitaban con frecuencia desde que era una niña. No sabía mucho de la Sociedad de Cuentacuentos pero sí lo suficiente como para estar completamente integrada en la labor que estos emprendían. El viaje fue duro y muy cansado pero la llegada a la gran sede la animó bastante.
- Es un placer trabajar en tan grata labor, mi nombre es Helena de Middlecastle, condesa de Inglaterra.- Helena se despistó y no supo como seguir lo que había dicho por lo que prefirió no decir nada más y escuchar a los demás "atentamente".
Helena observó al Sr. Herr Friedrich, al que conoció por primera vez; después desvió su mirada al Sr. Pedro Rodriguez que hizo una reverencia a modo de saludo a lo que ella contestó con otra reverencia; después fijó su mirada en Ernest Stein, parecía algo nervioso por lo que siguió mirándolo hasta encontrar el defecto que lo tenía inquieto, sonrió ante tal vestimenta y continuó su investigación mirando a la otra mujer, Anna Smith, que todavía no había pronunciado palabra alguna.
- Creo recordar que ha hablado sobre unos asaltantes y me veo en la obligación de hacerle saber que no estoy dispuesta a participar en ninguna contienda bélica, aunque sólo sea con un esopiano.- Una vez dicho esto miró a sus compañeros demostrando la firmeza de sus palabras y no dijo más nada.
"Pierda cuidado, condesa", replicó herr Lang, "Como ya sabrán nuestra normas de acción implican recurrir primero a las palabras antes que a los puños, por lo que en la mayoría de los casos no suele haber problemas. No obstante, ya saben que las criaturas del mundo imaginario son en numerosas ocasiones difíciles de entender y del desconocimiento mutuo pueden surgir situaciones peligrosas. Los animales parlantes, en ese sentido, suelen ser de los más fácilmente entendibles, aunque nunca pierdan de vista que no tratan con un ser humano".
"Por otra parte por lo que sabemos se trata de un sólo asaltante, no de varios. Su labor es principalmente diplomática, para intentar llevarle a cualquier sitio donde llame menos la atención, porque en los grandes núcleos urbanos sus acciones son muy llamativas".
No se preocupe, condesa, seguro que estos buenos señores podrán encargarse de lo que a la violencia se refiere. Solo en caso de que fuera estrictamente necesario, claro -añade rápidamente, para parecer más comedida de lo que se siente en realidad- Espero, de todo corazón, que podamos cazar la mosca con miel…
Anna Smith, había permanecido callada hasta entonces. No estaba muy segura de lo que se esperaba de ella. No quería parecer idiota ante tan distinguidas personalidades, sobre todo delante de la condesa inglesa. No deseaba destacar por nada del mundo. Por lo que procuraba medir sus palabras casi de forma exagerada.
Aquella mañana había elegido un simple vestido beige, que la Sociedad de Cuentacuentos londinense había puesto en sus manos meses atrás, junto con casi todas las cosas que ahora poseía.
Díganos, herr Lang: ¿Qué tipo de esopiano podría tener semejante apetito? -preguntó con cierta timidez, procurando no parecer muy ignorante. Lo poco que sabía del mundo Imaginario lo había aprendido gracias a las explicaciones que le proporcionaron en Londres.
"Buena pregunta, señorita Smith" responde Lang con un sonrisa afable en su rostro. "Realmente es un rasgo peculiar que sufre más de una criatura imaginaria, y en algunos casos una estirpe por completo. Dichas criaturas, por más que coman, nunca quedan saciadas. Y lo que es más curioso, es que pueden seguir comiendo, en principio durante un tiempo indefinido, sin sufrir efectos adversos. En ese sentido, el esopiano al que buscan es posible que tenga ese problema, lo que explicaría el asalto en la tienda".
Nota: esopiano es el término acuñado por la Sociedad de Cuentacuentos para referirse a los animales parlantes. Deriva como es obvio de Esopo, por sus famosos cuentos y fábulas morales con animales como protagonistas.
Mientras paseo de aquí para alla a lo largo de toda la sala en la que nos encontramos escucho con suma interés la conversación que mantienen la joven que nos acompañara en esta peripecia y el señor Lang. Permanezco callado durante un breve espacio de tiempo posterior al momento en que el ultimo de ellos termina de hablar y comienzo a hablar yo:
-Señor...¿me permite algunas preguntas señor?...usted acaba de informarnos de que el animal... ¿o el termino animal se podría considerar ofensivo para con un ser mágico?...en cualquier modo... el sujeto a atrapar es capaz no solo de comerse todo lo que se pongo en su camino si no que ademas no quedara saciado con lo cual y debido a que advierto que es un sujeto con buen apetito...¿ podría darse el caso de que intentara atacarnos con la intención de engullirnos?
Miro en dirección a las damas presentes esperando no haberlas asustado con mi pregunta y continuo con mi perorata:
-Y...lo que me tiene ahora mas preocupado es...¿tiene algún punto débil y si es así cual es?
Permanezco en silencio pensándome mucho si realizar mi ultima pregunta o no pero finalmente ante mi curiosidad no me veo en mas opción que hacerla:
-Hay un dicho de viejas y tengo conocimiento de que en algunos libros dice lo mismo...bueno mi pregunta es...¿puede convertirse en humano? o al menos tan normal que podríamos confundirlo como una persona normal y corriente.
Miro a todos mis acompañantes en la sala observado su reacción.
"Sí, claro, señor Rodriguez", replica Lang, mascando con un poco de esfuerzo el apellido del español a su alemán natal. "En mi experiencia, realmente sería mejor no llamar animal a un esopiano a su cara, aunque es indudable que lo son". Tras rascarse el mentón un segundo, añade: "Es posible que esta criatura sea también antropófaga, pero dado su asalto a una tienda de ultramarinos, y a que no ha habido noticias de asesinatos o desapariciones misteriosas últimamente, no estoy seguro de que también considere a los humanos como un plato apetecible".
"Por otra parte, sólo algunas criaturas son capaces de engullir a un humano de un mordisco. La mayoría son como nosotros, que no podemos tragar nada más grande que nuestra garganta... sobre puntos débiles, bueno, cada criatura mágica suele tener distintas debilidades, aunque la mayoría de los que interactúan con mortales suelen ser tan débiles (o fuertes) como nosotros. No obstante, un caso típico con los animales parlantes suele ser debilidad contra la plata, que les daña bastante. Es lo que originó el mito del hombre lobo, según nuestros sabios."
Tras observar a los agentes para ver si han entendido sus palabras, Lang añade: "Finalmente, sí, muchas criaturas mágicas tienen el poder de adoptar apariencia humana. Usan un poder que denominamos mascarada, que camufla su aspecto real a los ojos de los mortales ordinarios. No obstante, ustedes no son gente cualquiera. Ya han experimentado el mundo imaginario y usualmente deben ser capaces de traspasar esa mascarada... usualmente. Por cierto, no se lleven a engaño, los esopianos en su mayoría son animales con forma antropomórfica, pueden valerse tan bien como ustedes o como yo en actividades mundanas ordinarias. Podrían tanto abrir una cerradura como blandir un arma, por ejemplo".
Realmente el paseo de Pedro se ve limitado prácticamente a deambular tras las sillas de sus compañeros mientras plasma sus dudas en voz alta, dado que el despacho de Lang, situado en el subterráneo secreto bajo la sede física de la parte editorial (la mascarada de cara al público) es relativamente pequeña. De hecho, aunque la experiencia de los agentes novatos no es mucha en estas lides, es posiblemente el despacho más pequeño que han conocido en las oficinas secretas de la Sociedad de Cuentacuentos. No quiere eso decir que la sede de Stuttgart sea poco importante, sino muy al contrario, su labor de control y estudio del mundo imaginario es posiblemente de las más importantes dada la cantidad de actividad mágica en los reinos germánicos y territorios aledaños.
P.D.: estas dudas usualmente se pueden resolver con las habilidades de Conocimiento imaginario y Conocimiento de criaturas imaginarias, pero no está de más preguntar :)
No se preocupen, señores -sigue Anna, tratando de tranquilizar al sr. Rodríguez-. El canibalismo está motivado más por el deseo de expresar poder sobre la víctima que por el hambre en sí. Mientras haya comida no hay porqué preocuparse.
Debido a su clase, y a la mala vida a la que le había tocado enfrentarse, la srta. Smith jamás había aprendido a leer. Pero sabía escuchar y no era estúpida.
Quizás el comentario había resultado excesivo, pero se sentía orgullosa de haberse expresado como lo había hecho.
De todos modos -continua, con confianza-. Haremos bien en no subestimarlo.
Mientras hablaba del esopiano, Anna no pudo evitar recordar otros monstruos con los que había tratado antes, muchas veces, aunque estos fuesen humanos... fue uno de esos, insatisfecho con el servicio, el precio, o ambos, el que le cortó la garganta de parte a parte y la dejó desangrándose en el mugriento suelo de una callejuela desierta de Londres, viendo como la vida se le escapaba a borbotones.
En su delirio agónico, Anna vio un animal galopar hacia ella. No un simple animal, su piel y pelaje era tan blancos que parecían brillar y disipar la niebla y la oscuridad a su paso. Y aún más que su piel, un cuerno de madreperla brillaba en su frente. El extraño ser llegó hasta la mujer tendida en el suelo, que se retorcía en sus últimos estertores mientras sus ojos se nublaban, y la tocó con su cuerno.
Al instante el dolor desapareció casi del todo, aunque no la enorme fatiga provocada por la pérdida de sangre. No obstante, volvió a poder respirar con regularidad, a punto de caer en la inconsciencia. Esa criatura, un unicornio como los de los cuentos, la miró con sus ojos inhumanos y sin decir palabra, le transmitió una frase críptica: "Destruye el libro".
Antes de perder la consciencia, la criatura había parecido desvanecerse con tanta facilidad como había aparecido...
Tras unas semanas en el manicomio donde la encerraron por su incoherente historia, y por la falta de una explicación acerca del charco de sangre sobre el que fue encontrada, Anna fue rescatada por la Sociedad de Cuentacuentos que con una elaborada charada la trasladó ficticiamente a otra institución, aunque en realidad la reclutaron para sus filas intentando entender cómo un unicornio fue capaz de meterse de lleno en Londres, y más aún, para salvar a una mujer de su profesión...
Y no, nadie le supo explicar aún el porqué de aquel hecho, ni el significado de esa extraña frase, si es que acaso la compartió con la Sociedad...
"De acuerdo pues", añadió Lang mirando de reojo a la srta. Smith, sopesando el peso de sus palabras sobre canibalismo en el ánimo de los noveles agentes. "Si no tienen más preguntas, creo que deberían empezar cuanto antes mientras el rastro aún esté caliente".
(La escena no queda cerrada, pero he abierto la siguiente, La búsqueda)