Lunes 27 de Octubre, 2008
New York, EE.UU.
Manhattan.
Lunes por la mañana. Primera hora del día y ya estás en tu oficina. La vida es algo rutinario, basado en parámetros, en códigos, en secuencias repetidas una y otra vez. Al menos éso es lo que tú percibes. Una realidad dogmatizada, basada en apariencias y actos sin interiorizar.
Por éso, como siempre, ya estás en tu despacho. Por éso no tienes nada pendiente por hacer. Por éso serás tú el ascendido dentro de 15 días. Incluso, por éso, miras apáticamente el ventanal que te permite ver el mundo, y que paradogicamente se parece a ti. Cristalino y a la vez opaco, mostrando tan sólo el reflejo de los demás, ocultando su interior.
Tu secretaria, puntual como tú, ya está haciéndote el café. Puedes olerlo a través de la puerta, a escasos metros, aún en esa cafetera eléctrica que detestarías... si pudieras detestar algo. Como siempre, el aroma es apetecible, para consagrar el desengaño de cada día con su sabor aguado.
Miras de nuevo a la ventana, ni siquiera marchito o aburrido, sólo tú mismo, como cada día... Estéril... Vacío... Para recibir como cada día la llamada discreta de Paula, que golpea cuidadosamente tu puerta:
Una...
Dos...
Tres veces.
Del modo exacto en que sabe que te agrada. Después entra, como cada día, sin esperar tu consentimiento, conociéndote demasiado bien para pensar que puede incomodarte o distraerte, para pensar que tal vez estés "ocupado" o "indispuesto" de algún modo comprometido, como varios de tus compañeros en la oficina. Tú no. Nunca. Siempre has sido intachable, en todo.
Un ejemplo de diligencia y formalidad.
No hay saludo. Ella nunca saluda. No te resulta agradable, sino más bien un convencionalismo que os ahorraís, cómodos en vuestra complicidad muda, mientras deja el café sobre tu mesa, junto al primer ejemplar del periódico del día.
Se marcha, silenciosa, dejándote con la primera plana... Hoy tal vez más escandalosa de lo normal.
Mi vida es una perpétua rutina. Y eso me gusta. Una sucesón de parámetros por cumplir me permite mantenerme ocupado, saber exactamente lo que se espera de mí. Es relajante, sin sorpresas, sin sobresaltos, sin oportunidades de cometer un error, de dejar a otros verme tal como soy. La rutina es mi vía de escape.
Y mi trabajo. La contabilidad es aburrida para algunos. Para mi es la oportunidad de mantenerme ocupado con una actividad impersonal y constante. Justo lo que necesito. Dedicando mi mente a calcular las mismas secuencias numéricas una y otra vez, mes tras mes, no pierdo tiempo y energías pensando en mis propios problemas. En lo que siento o... no siento.
El olor del café recién hecho es una buena noticia. Me gusta su sabor, y me gusta cómo lo hace Paula. A decir verdad, me gusta Paula en general. Es agradable no tener que ser extremadamente cordial con alguien a quien tienes que ver a diario. Resta mucho trabajo. Su timidez es... estimulante. Opino que está claro que alguien como ella tiene la mente afectada, quizás desde la infancia, aunque solo dios conoce el motivo. El mismo dios que conocerá los motivos por los que yo soy como soy. Pero ella no siente la necesidad de fingir. Habla en voz demasiado baja, oculta sus ojos tras unas gafas de pasta que no precisaría llevar continuamente porque no tiene muchas dioptrías, siempre lleva el peinado más sencillo y cómodo y la ropa más discreta posible... y no habla si no es necesario.
La secretaria perfecta.
Mientras espero ese café, reviso mis proyectos del día. Un montón de papeles repartidos sobre mi mesa, sin ningún órden aparente. Sin embargo, sí que están ordenados. Solo que soy el único que conoce el código. Es mi pequeño divertimento. Veamos... Las nóminas están preparadas, los ingresos se han realizado esta mañana a primera hora y solo es necesario enviarlas por correo; el balance mensual y el trimestral los entregué ayer a última hora, con una buena noticia, porque ha habido un incremento en los beneficios; los nuevos contratos de trabajo y las renovaciones están listas para que vengan a firmar, y también ese finiquito que nos quedaba pendiente. Parece que está todo bajo control. Me recuesto en mi silla, mirando mi mesa con cierta frustración.
Me consta que una persona normal estaría contenta de saber que no tiene nada que hacer. En mi caso, es en cierta medida una desgracia. Si no logro ocupar mi tiempo en algo...
Paula golpea la puerta. Tres veces, como cada día. Entra en silencio, con la taza en la mano, humeante aún por el cálido café. La miro y sonrío, agradeciendo el desayuno.
Para los animales, enseñar los dientes es un gesto de amenaza, y sin embargo los humanos se empeñan en hacerlo constantemente como muestra de cordialidad. Muchos justificarían esa diferencia como prueba de que el hombre es superior a los animales, yo opino que el hombre ha perdido el norte y ya no sabe a lo que juega.
¿Me convierte eso en un animal?
Tomo la taza mientras aún puede verme Paula, tomando un sorbo y haciendo un simple gesto par demostar que me gusta el sabor. No me molesto en decírselo, porque la pondría en una situación que por lo que se le resulta incómoda, tener que responder algo. Solo la miro, sonriente, y demuestro mi agrado con el café.
Finjo. Como hago siempre.
No es que no me guste el café. Está bien. Me gusta su regusto amargo, el sabor que deja en mi paladar durante un tiempo tras haberlo tomado, el calor que me produce en la garganta y el pecho al tragarlo... Pero esa manía que tiene la gente "normal" de convertir la comida en un placer inmenso... Me parece impropio.
Me centro en el periódico en cuanto Paula sale de mi pequeño despacho. Necesito algo con lo que distraerme, algo en lo que ocupar mi tiempo. Lo primero que pienso es en hacer el crucigrama, pero el titular logra reclamar mi atención. "¡Canívales en Manhatan!", un titular excesivamente tremendista. Solo ha muerto un hombre, no es como para echarse a temblar. Mucho más mueren en las carreteas y nadie le tiene miedo a su coche. Y desde luego, las extrañas circunstancias de esta muerte no son como para generar este tipo de conjeturas sin sentido ¿Canívales? ¿Porque le falta parte del cerebro? Por dios...
Pero si que me resulta un tema interesante. Mutilado, con el cráneo seccionado, faltándole parte del cerebro... Y sin que el móvil pueda ser el robo. Interesante. Un ajuste de cuentas, tal vez, estas nuevas bandas centroamericanas tienen costumbres algo extrañas cuando se trata de matar. No soy un experto en el tema. Quizás Alec sepa algo al respecto. No se si habrá llegado ya a la oficina, pues suele trabajar hasta tarde, pero podría ir a verle con la excusa de presentarle los balances y tatar de sacarle algo de infrmación. Después de todo, él es experto en estas cosas...
Al menos así me mantengo ocupado, olvido mi problemas.
Por un instante, el tiempo parece detenerse... Es extraño... Como si todo fuera simplemente líquido, derramándose tan lentamente como una lágrima de lluvia.
Los colores parecen variar, sobre el titular del periódico, mientras tus pensamientos mutan, despacio, al borde del paroxismo... Y sin embargo tan vertiginosamente.
Una parte de ti se extravía, imaginando cada detalle escabroso de la noticia. Visualizando cada gota de sangre... Los alaridos... El dolor...
Sentimientos que no comprendes. Que no has experimentado y no has sabido ver... La realidad que se te impide alcanzar. La verdad de la sangre, que huele a sangre, que sabe a sangre... Que salpica...
Puedes sentirlo. Por un instante es como... Como si la propia sangre derramada en el suelo manchase tus dedos. Como si pudieras palparla... Tan densa. Tibia...
Y por primera vez... sientes... algo... Que no te pertenece.
Experimentas esa sensación llena de euforia y miedo... Mientras tu rostro esboza una sonrisa... Que no responde a nada. Tan sólo enuncia...
La sonrisa del placer que no tiene cuna.
¿Qué está ocurriendo?
Es... como si pudieras... sentirlo todo, por un instante.
Puedes oler la sangre, verla gotear... Sentirla en tu rostro... Lo ves. Lo vives. Lo sientes... Y te provoca sensaciones, sentimientos. Las despierta... o... tal vez las contagia, de un modo tan impío y tan maravilloso...
Lo sientes... Por fin...
Percibes la conexión con cada poro de tu piel... Lo notas. Lo paladeas.
*Primer uso de Mente...
Una oleada de frío y calor palpitante quiere adueñarse de tus sienes... Como un latido eterno e irrefrenable.... Que de repente para. Secamente... Sin previo aviso.
Se detiene...
Y todo es claridad. Nítida. Perfecta.
Algo llena tu mente... Sin permiso.
Ésto es el Ojo del Huracán... Yo soy el Ojo del Huracán. Soy tu conciencia, tus deseos, soy todo lo que sabes y lo que aún quieres saber. Soy lo que ya sabes y aún no comprendes, soy lo que desconoces.
Soy tu guía.
Cita:
Una sola imagen llega a tu mente, como un flash...
Visto por los ojos de otro, de forma incomprensible.
Alguien que no se oculta... Damien... Alguien que no finge.
No como tú.
Mis manos se agitan descontroladas. Menos desorientadas que yo, buscan algo en lo que apoyarse, un anclaje a la realidad que mengue el descontrol en que me veo sumido. Me mareo. Mis pies trastabillan. Me mantengo en pie a duras penas. Mis ojos no ven lo que tienen delante, me muestran imágenes de un mundo irreal.
Deliro...
Encuentro la mesa, y mis manos se aferran a ella. Un punto de apoyo, al que anclar mi cuerpo, y con el mi mente, con suerte. Agradezco que Paula cerrara la puerta al salir, nada me incomodaría más que tener testigos de mi actual estado. Luego llegarían las preocupaciones, las atenciones, los desvelos, situaciones incómodas para mi que siempre terminan en fingidos agadecimientos por no haber hecho nada más que mostrarse preocupados.
Y las explicaciones. En las que, como el resto del tiempo, fingiría. Porque me vería obligado a decir que ha sido un simple mareo, quizás por estrés, quizás por una bajada de tensión. Tendría que ir al médico, hacerme un chequeo. Sería lógico que cogiera una baja temporal, o al menos unos días libres. Gente llamándome para ver que tal estoy, más explicaciones.
La gente normal me cansa, cuando se ponen así. Me aturden.
No comprendo su necesidad de atención.
Mi manos se aferran aún más a la superficie de la mesa. Tan sólida, tan firme. Siento el desvanecimiento alejarse de mi. La incomprensión continúa. No comprendo lo que me ha sucedido, lo que me sucede. Quizás había algo en el café ¿Que diablos iba a haber? Debo ser racional, ese tipo de pensamientos absurdos no son propios de mi. Nada podría haberme causado efecto tan velozmente, apenas he tenido tiempo de terminarme el café y ponerme en pie. Y el café lo ha hecho Paula, que no tiene ningún motivo para ponerme sustancia alguna en la bebida. Además, ¿que sustancia podría provocarme ésto, hacerme...?
...sentir...
¿Es eso lo que ha sucedido? ¿He... sentido? No, no es posible. Nunca he sentido nada ¿Por qué habría de hacerlo ahora? ¿Y como podría sentir algo que me es ajeno?
Me estoy volviendo loco.
Alucinaciones, eso es lo que ha sido. Eso es lo que TIENE que ser. Cosas que creo ver, pero no veo. Cosas que creo sentir, pero no siento. Nunca he sentido, no puedo saber si lo que acabo de experimentar es un sentimiento u otra cosa. Es imposible para mi diferenciarlo. Mi mente me engaña, haciendome creer en lo que ella cree. Si, eso debe ser. Alucinaciones, solo eso.
Estoy sudando. Me acerco a mi asiento y me recuesto en él, respirando profundamente en un intento de recuperar el control. Eso es lo que necesito, control. Es lo más importante. Abro el cajón de mi escritorio y saco unos pañuelos de papel, secándome el sudor de la cara. Cierro los ojos, luchando por relajarme. Continúo respirando, pausada, profunda, rítmicamente. Control. Necesito control.
Aún puedo oler la sangre.
¡¡Imposible!! Me pongo en pie, exasperado. Los flashes aún están grabados en mi retina, a pesar de saberlos irreales. La sangre, su olor, su tacto en mi rostro, su calor. El rostro, su patética mirada de terror. El corte en su frente.
El placer.
Un placer que no es mío. Yo ya he matado. No a hombres, pero se lo que es arrebatar una vida con mis manos. Y no me causó placer. No me causó nada. No es mi placer, es el de otro. Imposible. Es imposible.
Cita :
No como tú.
Es la respuesta, mi respuesta. Las muertes, el titular del periódico. "CANÍBALES EN MANHATTAN". Pero no son simples canívales, no son indios salvajes siguiendo antiguas y sangrientas costumbres. Es un crimen bien planeado, perpetrado por alguien carente de sentimiento de culpa o remordimiento alguno. Alguien como yo, pero... distinto.
No finje.
No se oculta.
Y disfruta con ello.
De pie, con la mirada perdida, la respuesta me parece estúpidamente simple. Este episodio desafortunado no es más que una revelación. Quizás exagerada, probablemente porque me haya pillado bajo de defensas. Quizás si que sea fruto del estrés. Pero solo es eso. He visto lo que otros no. Una pista en este caso. Una motivación.
Un reto.
Eres como yo, asesino, pero distinto. Veremos quien es mejor de los dos.
En efecto, ahora siento algo. Un ansia. Un anhelo.
Tengo que hablar con Alec. Como investigador, debe tener interés en el caso. Quizás sepa ya algo. Quizás esté ya interesado en participar en la investigación, ya sea ofreciendo ayuda a la policía o a los allegados de la víctima. Ya lo ha hecho otras veces. Y si no es así, yo podría hacer que despertara su interés...