Para cuando Farald se dispuso a disparar nuevamente, sus compañeros ya le habían propinado unos buenos golpes al troll e incluso el hobbit le había asestado el golpe de gracia en forma de un certero flechazo en el ojo, por eso el hombre de Valle aflojó la tensión de su arco y guardo la flecha que iba a usar en su carcaj.
-Supongo que ahora ya sabemos cuál fue la razón por la cual los mensajeros enanos abandonaron el campamento con tanta prisa… -le dijo el bárdido a sus compañeros.
Moviéndose a grandes zancadas, Farald se acercó al cuerpo del troll y lo recorrió con la mirada en busca de cualquier cosa que pueda ayudarles en su investigación. Si esta criatura fue la responsable de la huida de los enanos, tal vez tenga en su poder algo que les indique donde se encuentran, si no es que ya se los ha zampado…
- Bien hecho, Maese Bolger - fueron las primeras palabras del hombre de bardo mientras se secaba el sudor de la frente con el dorso de su mano tras limpiar y enfundar su espada.
Miró asqueado a la enorme bestia abatida y en un primer momento pensó en dejar que fueran otros los que la inspeccionaran más de cerca. Sin embargo, pensando que en un futuro podrían enfrentarse a una criatura de similares características, se acercó a ella, con ánimo académico para tratar de comprobar sus puntos débiles, si es que tenía alguno.
Tras su escrutinio, dijo - es posible que su guarida no ande lejos, quizá no sería mala idea buscarla, salvo, claro está que las huellas de los enanos se dirijan hacia otro lugar diferente -
- En cualquier caso, deberíamos partir ya, tiene poco sentido que volvamos a dormir. - añadió.
Al ver al troll caer con un grito agonizante, Ella respiró hondo y se relajó. Se dio la vuelta para ver a quién de sus compañeros pertenecía la flecha que acertó en el ojo de la bestia.
- Mungo!!!!
Ella mostró una enorme sonrisa en su rostro y en dos zancadas se puso al lado del mediano!
- Increíble! Vaya puntería! A partir de ahora te podremos llamar Mungo "ojofino"!!! Podrás hacer una canción de esta hazaña!
Dio un amistoso golpecito en el hombro al hoobit y acto seguido cambió la expresión de su cara, volviendo a su estado serio y formal de siempre. Miró a sus compañeros y se fijó en Grimrow.
- Te tengo que agradecer estar protegiéndome en la pelea, sin duda me ayudaste a poder atacar sin preocuparme de protegerme, y sí, estoy de acuerdo, yo partiría ya mismo.
Media sonrisa apareció en el rostro de Balmut cuando la enorme criatura se desplomó. El grupo mostraba sus aptitudes y se le presentaba la oportunidad de un interesante aprendizaje. Aún no podía confiar en ellos, pero si contar con que colaborarían en la batalla cuando se presentase. Y eso era muy importante para el hombre del bosque.
El joven colocó el escudo a su espalda y se acercó al cuerpo del troll para examinarlo. Lo primero que quería comprobar era lo que había en el muslo de la criatura. Quizás una prueba de que los emisarios enanos también la habían combatido.
- Será lo mejor. - comentó ante la intención de movilizarse. - No sabemos lo que puede acudir. - Habían hecho suficiente ruido para llamar la atención de más peligros. Y en aquella zona no eran pocos los que acechaban...
Para ser un grupo de individuos que llevaban tan poco tiempo compartiendo juntos el mismo camino, se habían compenetrado muy bien en su primer combate. ¡Y contra un troll nada menos!. Mungo había dado el golpe de gracia con su certero disparo, pero sus disparos anteriores a cada cual mejor apuntado y los golpes de sus compañeros también habían resultado decisivos para conseguir matar a la terrible bestia. Tras el susto y la batalla, las ganas de salir de allí aumentaron entre los miembros del grupo, las luces de los fuegos fatuos seguían luciendo tras los árboles en la noche como si hubieran permanecido ajenas a todo lo ocurrido.
Pero antes de irse, muchos de ellos quisieron inspeccionar el cadáver del troll que yacía con un rictus de rabia y odio en el compungido rostro desfigurado por el plumón de la flecha que asomaba por su ojo. Aún muerto y todo como estaba, el troll impresionaba bastante por la magnitud de su tamaño y por lo temible de su presencia y la leyenda que arrastraban tales criaturas. Varios de ellos se acercaron con cuidado, pero fue Balmut quien fue directo al detalle que le había llamado la atención mientras combatían. Afortunadamente para ellos, el troll se encontraba bastante debilitado por una fea herida en el muslo de su pierna. Tal vez esa había sido la razón de que se lanzara tan imprudentemente contra ellos: estaba desesperado por encontrar comida. Aquella herida era un corte profundo y sangrante infligido sin lugar a dudas por un hacha.
—Vaya, gracias. Ha sido un hueso duro de roer —contestó Mungo abrumado por los comentarios de sus compañeros —. No creo que lo haga, señora Ella, yo no soy ningún héroe. Incluso de serlo sería un terrible acto de inmodestia por mi parte. Aquí los valientes hemos sido todos y cada uno de nosotros, luchando hasta el final contra un enemigo de leyenda.
Las palabras de Grimrow avivaron todavía más las ansias de aventuras del hobbit. La mención de un tesoro le recordó a las historias del viejo Bilbo y de cómo encontró su legendaria espada en la guarida de tres trolls.
* * *
—¿Reconoces ese tajo, Krölin? ¿Crees que han podido hacerlo Balin y su compañero? Parece el tipo de herida que haría un hacha enana, aunque tampoco es que entienda demasiado de hachas —dijo Mungo al ver la pierna del troll, mientras recuperaba con cuidado sus flechas y limpiaba la sangre negra en los ya de por sí sucios jirones de tela que vestía la criatura.
El enano seguía asiendo su piqueta con fuerza a pesar de la muerte del Troll. Su respiración era fuerte comparado con lo que sus compañeros estaban acostumbrados. Parece que no se terminara de fiar de la muerte de la criatura.
¡Su primera lucha, contra un Troll! No podía creerselo, impresionante.
Sólo una vez sus compañeros empezaran a escrutinar el cuerpo de la bestia, Krölin aflojó la presión sobre su arma para empezar a relajarse. - Casi no lo contamos... ¡vaya criatura! - El enano exageraba, pero para él fué tal que así.
Se volvió hacia Mungo. -Como siempre, Mungo volviendo a ganar el concurso local de tiro.
El enano se disponía a sentarse cuando Balmut se fijó en la herida de el troll y pidieron consejo. Krölin se acercó sin disimular su desconfianza de que el monstruo estuviera muerto. Se fijó en la herida del muslo, empezó a tocarla y a girar la cabeza, incluso a hacer el movimiento como si estuviera talando la pierna del troll. -Si, parece una herida de una hacha enana, pero no apostaría todo a ello. El patrón es similar... - El enano dudaba de su origen, y un atisbo de preocupación se podía vislumbrar en su tono de voz.
Aunque la presencia de la herida en la pierna del troll le trajo algo de alivio a Farald ya que ésta y los demás indicios indicaban que era muy probable que los enanos todavía siguieran con vida, la idea de levantar campamento inquietó en cierta forma al hombre de Valle.
-¿Estáis seguros que reanudar la marcha es buena idea? -le preguntó Farald a los demás- Reconozco que permanecer aquí tiene sus riesgos pero adentrarnos de noche en el bosque tampoco es que esté exento de peligro... Si la mayoría quiere continuar, que así sea pero también podríamos regresar a los botes y esperar a las primeras luces del día antes de retomar la búsqueda.
Sin nada más que agregar, el bárdido esperó la respuesta de sus compañeros aunque sabiendo lo intrépidos que eran, tal y como demostró el combate contra el troll, dudaba que optaran por la cautela y le hicieran caso.
—Yo solía ser bastante bueno explorando los bosques —dijo después de considerar el comentario de Farald —. Si queréis, puedo adelantarme junto con Ella o Balmut para inspeccionar los alrededores. No sabemos si hay más trolls en la guarida, por lo que es mejor que los que vayamos conozcamos mejor el terreno y sepamos cómo movernos con cautela. ¿Qué me decís?
- Debemos buscar un lugar más seguro. Y sin movernos demasiado durante la noche, es peligroso. Además podríamos perder el rastro.-
Balmut había sacado un cacho de tela de entre sus posesiones y limpiaba su hacha con esmero. Aprovechó para comprobar el estado del filo. No bastaba con tener el arma siempre a mano si no estaba en plenas condiciones. Estaba acostumbrado a que el enemigo apareciera en cualquier momento.
- Resguardarnos en los botes puede ser una opción. -
La idea de Farald le pareció sensata. La falta de una figura de autoridad le resultó más extraña, aunque también se mostró dispuesto a aceptar la decisión de la mayoría. Y en caso de buscar otro lugar donde esperar la salida del sol o de continuar la marcha, se adelantaría junto a Mungo para explorar.
Tras escuchar las opiniones de sus compañeros, Ella estuvo de acuerdo con Mungo, explorar con cautela los alrededores nos serviría para prevenirnos antes otros posibles ataques y conocer el terreno antes de continuar a la mañana en busca de los enanos.
- Por mí de acuerdo, podríamos explorar los alrededores mientras el resto del grupo descansa y se resguarda en los botes.
- Yo ya no puedo echarme de nuevo, me he desvelado. - dijo Grimrow - Me sumo a la exploración.- añadió.
La calma regresó lentamente al bosque y a sus agitados corazones tras la batalla con el troll. Inspeccionaron el cuerpo de la gigantesca criatura y encontraron indicios de que los enanos posiblemente también se enfrentaran a aquel duro rival, pero no pudieron sacar conclusión alguna que no resultara una conjetura. Tras eso, el grueso del grupo dejó de sentirse cómodo en la zona, pensando que tal vez nuevos peligros acechasen entre las sombras del bosque, el cual no infundía tranquilidad alguna, con su su densa oscuridad, su silencio, y el agobiante clima que se respiraba entre los árboles que parecían estar cada vez más juntos y cerca, como si fueran a cernirse sobre ellos atrapándoles como la mano que captura una mosca. Por ello no tardó en sugerirse una exploración por los alrededores. Finalmente se acordó que unos cuantos fueran a echar un vistazo por las cercanías mientras el resto se quedaba en los botes, en la quietud de las aguas inmóviles del río empantanado, custodiando sus pertenencias.
Los exploradores dieron una larga vuelta por los alrededores y descubrieron poco o nada acerca de la guardia del troll, aunque por fortuna no parecía haber presencia de más de aquellas criaturas en las cercanías. Encontrar la mazmorra donde aquellas bestias escondían sus tesoros no era una tarea fácil, y menos en plena oscuridad y bajo el manto tenebroso de las hojas de los árboles de aquel siniestro bosque. Hubo un momento en que el grupo creyó haberse perdido, y hasta hubieran jugado que los árboles se habían cerrado entorno a ellos para confundir su rastro. Por tanto, decidieron volver con el resto antes de que aquella sensación se incrementara y terminara por dividir al grupo. La única pista a la que se pudieron aferrar estaba en la zona donde brillaban las extrañas luces de los fuegos fatuos, pues hacía allí parecían indicar las escasas pesquisas de que disponían que se habían dirigido los enanos perdidos.
Cambiamos de escena: Capítulo 3: Junto al Río Podrido