Finalmente, el grupo - lo que queda de él- llega con la moral por los suelos a medio día al castillo. Son recibidos en el patio de armas por el mismísimo Sir Jaradan, el patio está atestado de escuderos y pajes que corren de aquí a allá, portando forraje para los caballos de los establos, llevando cántaros, jarras y barriles.
La actividad tan frenética no tiene nada que ver con el castillo tranquilo y sosegado que dejásteis cuando partísteis unos días antes. Algo se cocía...
Al veros llegar con los cuerpos enmudece, no así los pajes que parecen ajenos a todo y siguen a lo suyo , Sir Jaradan se queda pálido, apenas puede pronunciar palabra y a todas luces se siente culpable por haberos mandado a la muerte
- ¿Qué... qué ha ocurrido?
- ¡ESTE NO ES RECIBIMIENTO PARA DOS HÉROES! - decía refiriéndose a los dos muertos. Los pajes más próximos dieron un respingo y uno de ellos soltó un cubo de agua cuyo contenido se esparció por las piedras del suelo del patio. Los pajes soltaron lo que tenían en las manos y corrieron a por los dos cuerpos
- Sir Jaradan, ese oso existía... ¡ Y vaya si existía! estos dos hombres han dado la vida en combate contra el oso. ¡Mirad! Galorian lleva su cabeza, era increíble, todo un portento. Kelton y Derby murieron luchando y se les debe honrar...- y ya no pudo seguir hablando de lo emocionado que estaba.
Tranquilo, Leocegrande... -le dije tras verle bastante frustrado y apenado al mismo tiempo-. Si que existía, y era grande... ¡Muy grande!, ¡Mirad su cabeza! -y la mostré delante de todos, y pareció que los escuderos allí presentes admiraban horriblemente su rostro ya maltrecho-. Sin embargo...
Entonces miré a Leocegrande. No sabía si contradeciría* sus palabras al dudar de su conclusión ¿Qué opinión sería más osada, la suya o la mía?
Sir Jaradan... -le dije acercándome a él y con la cabeza bajada-. Sentimos profundamente dolor por nuestros otros escuderos, y sobre todo amigos, pero... -de nuevo, de reojo a Leocegrande un segundo...-, ejem... bueno, no estoy seguro, y es algo que en aventurarme sostengo, pero... quizá fueron emboscados por alguien, y nó sólo por el oso. Verá...
Le hablaba en bajito, como explicándole algo insignificante y de poco valor.
La hoja de Keldon estaba quebrada cuando lo encontramos ¿Qué oso podría romper un filo tan bien hecho como ese? Y además, el bueno de Derby... ¡Qué barbaridad!, ¡tenía el brazo arrancado a la altura del hombro! Jamás pensaría yo que un oso practicaría tal carnicería, cuando éstos suelen ir directamente y por instinto al cuello, para ahogar a su presa... ¡No a despiezarlas o a horadar sus estómagos! ¡Mírelos como vienen, mire las mortales heridas, mi Señor!
Y sembrando la duda en su cabeza dejé que se acercara a los cuerpos y los inspeccionara por sí mismo. ¿Habría hecho bien contando aquellas cosas?
*¿O sería "contradiría"?
Sir Jaradan era un hombre incrédulo, no daba alas a ninguna teoría descabellada de las miles que circulaban por doquier: Magia, seres sobrenaturales, etc... etc...
Pero no tuvo más remedio que echar un vistazo a los cuerpos detenidamente, mientras Leocegrande miraba a Galorian de mala gana, se ve que el escudero de Tisbury no era partidario de contar nada.
Sir Jaradan levantó la vista y dijo
- ¡Pardiez que esto no lo ha hecho un oso! Tampoco lleva un corte limpio de espada o hacha, más bien parece de algo como una maza o un gran martillo. Pero esas armas normalmente no cortan miembros a excepción de que sean blandidos por... -niega la cabeza no podía ser - no, es imposible. Esos seres no existen...
Jamás pensó que Sir Jaradan fuera a tomar en serio a Galorian, pero allí estaba, disparatando y fantaseando sobre no se qué seres....
- No hablaréis en serio Sir Jaradan, ¿No os estaréis refiriendo a seres mágicos? Creía que un hombre de mundo como vos no creería en esas patrañas de aldea.
contradiría sí.
Ahora parecía dudar
- No... nada de eso. Supongo que un mal mordisco del oso. Debe haber sido eso, aunque hablaré con Sir Robert de todas maneras. Si hay algo... extraño en su Condado, debe saberlo. Y Ahora, descansad hasta esta noche. Subid a vuestras habitaciones, dormid cuanto necesitéis y esta noche estad prestos en los salones del Conde pues hay una gran fiesta, doncellas serán prometidas y caballeros armados - y os guiña el ojo en esto último.
Galorian hubiera mirado con malos ojos a Leocegrande por dudar de sus palabras. No es que éste creyera en seres fantasiosos, pero sí que, al parecer, tenía una mente más abierta que Leoce, que parecía no entrar en razón.
Ahora creerán que yo destapé la caja de "los seres mágicos" -pensé mientras miraba cómo Sir Jaradan examinaba los cuerpos-.
Con todo el respeto, Sir Jaradan, no me veo con fuerzas de armarse uno mismo caballero esta noche cuando en realidad deberían armarse dos más de los que seremos... aunque eso ya jamás pasará -dije por mis compañeros caídos-. Humildemente propongo dar investigación primeramente antes de concedernos tan alto título... Y si no es así... Si no es así lo primero en hacer será deshacer este misterio, sea de hombres fuertes o seres de cuentos para niños. ¡Qué dia dañino! ¡Qué agridulce!
Esperé a ver qué repondía Sir Jaradan. Sin duda que parecía, y esperaba equivocarme, que Leocegrande no reparaba lo más mínimo en la lógica y la recta visión... quizá aún estuviera consternado y afligido por las muertes, lo cual puede que no le dejara pensar bien. Quizá a él le sentaría mejor armarse caballero, más que a mí: tomar los escudos de forma oficial sería algo que recordaría para siempre, pero por un horrible motivo añadido.
- Cuando se os conozca por Sir Galorian, nada podré hacer para evitar que remováis más este tema... pero hasta entonces sabed que es una irresponsabilidad alarmar a la gente. Sabed Galorian, que os voy a dar ahora mismo un consejo, a vos también Leocegrande. Un caballero además de tener privilegios como el derecho a llevar armas y a recibir pleitesía de los Siervos de Gleba de su feudo, tiene el deber de impartir justicia y el deber de mantener la integridad de los suyos, de cuidar a sus súbditos. No deberíais una vez caballero, extender rumores sobre la existencia de esos seres entre los vuestros. Ahora partid a vuestro merecido descanso y observad esta noche cómo se rinde homenaje a los caídos y aprended cuanto podáis.
Se acercó a Galorian y le susurró
- Es encomiable lo que pretendes Galorian, a fe mía que serás un gran caballero. Pero no es el momento ni el lugar, si en un futuro quieres volver a ese bosque cuenta conmigo y con los míos. Mas no será hoy, ni iremos en calidad de escuderos.
Al fin los hombres se retiraron, disfrutaron de un merecido descanso y al caer la noche se presentaron engalanados y perfumados en la sala de banquetes del feudo. Medio centenar de hombres y mujeres se sentaban en media docena de mesas, eran servidos por un centenar largo de criados.
Sir Robert "adjudicó" las doncellas a desposar más bellas a los caballeros más fieles para con su persona, los que mejor servicio le habían prestado. A Galorian y Leocegrande aquello les pareció un poco ignominioso, pero al fin y al cabo ellos no eran más que dos simples aspirantes a caballeros, jóvenes e ingenuos.
Una vez terminada la cena...
Se levanta de su gran asiento - que hace las veces de trono- en el centro de la larga mesa de madera
- ¡AHORA NOMBRARÉ CABALLEROS A AQUELLOS QUE LO MERZCAN! NECESITO HOMBRES FIELES QUE ESTÉN DISPUESTOS A SERVIRME. Sir Jaradan, ¿ Quiénes son los candidatos?
Mi Señor, Galorian de Berwick, Leocegrande de Tisbury y Ascot de Pitton han demostrado ser dignos para ser nombrado caballeros. Son diestros con las armas, justos y piadosos y poseen corazones buenos y os serán totalmente leales.
Hace un gesto a los tres hombres para que se levanten.
El Conde asintió y varios pajes y heraldos comenzaron a despejarlo todo. El Conde se levantó y colocándose frente a la mesa esperó a que uno de los criados llevase un armadura reluciente de color verdoso, espuelas, yelmo, espada y escudo. El muchacho gritó llamando a Galorian para que se acercase.
- ¿Juráis que me reconocéis como vuestro señor Feudal?
-¿Juráis fidelidad a Arturo, rey de Bretaña y de Inglaterra? ¿Juráis serle fiel hasta que abandone el trono o la muerte os lleve?
La muchedumbre asistía con atención a la ceremonia, los hombres se miraban unos a otros orgullosos de Galorian mientras que las damas comentaban por lo bajo.
Me acerqué con soleminidad. Ya me había calmado un poco tras cambiarme y perfumarme acerca de la extrañeza del asunto del oso. En el recuerdo estaban mis compañeros caídos. Justo cuando un muchacho llegó con todas las "viandas" de caballeros, no hice sino marchar al tiempo que éste me llamaba. Una vez estuve a su lado, tragué saliva, pues todo el mundo parecía mirarme, con orgullo y dedicación, pero al fin y al cabo era el centro de atención.
Lo juro, mi Señor.
Y volví a repetir ante las otras preguntas, sin añadir nada más: Lo juro, mi Señor-. Tan sólo esperé a que los acontecimiento se sucediesen, medio nervioso, contemplativo y espectante.
El Conde se acerca a Galorian y le da una bofetada con el dorso desnudo de su mano derecha
- ¡Que sea éste el último golpe que recibís sin justa respuesta! - toma las manos de Galorian entre las suyas y añade
- repetid conmigo: Yo Galorian juro y comprometo solemnemente mi espada con Sir Robert, Conde de Salisbury , mi señor feudal, para defenderle y obedecerle hasta que abandone el trono o hasta que la muerte me lleve y mantener el honor de la caballería.
El bofetón sonó en toda la sala, y más avergonzado estaba yo que lo que suponía el dolor del mismo. Sin dudarlo un instante, repetí sin vacilación la "justa" respuesta:
Yo, Galorian, juro y comprometo solemnemente mi espada con Sir Robert, Conde de Salisbury , mi señor feudal, para defenderle y obedecerle hasta que abandone el trono o hasta que la muerte me lleve y mantener el honor de la caballería.
Luego no me atreví a mirarle a los ojos.
Me ha dolido hasta a mi... XD. Demasiado tiempo jugando a Aquelarre, que se me han olvidado los modales.
- Y yo por mi parte juro defender y honrar a Galorian de Berwick como merece un caballero verdadero.
Te hace un gesto para que le des la espada, cuando la recibe la apoya en tus hombros
- Te nombro Sir Galorian. Recibid ahora vuestras espuelas-recibes las espuelas -tu derecho a unas armas adecuadas -recibes el escudo - y tomad esta mi espada para servirme y defenderme bien - te ciñe la espada al costado.
Levantaos Sir Galorian.
Una vez te levantas, te reunes junto a los demás.
Tras la ceremonia vivida por Galorian, se repite de igual modo con Leocegrande, el cual actúa de la misma manera que Galorian y responde prácticamente lo mismo. Ascot imita a los dos anteriores y en pocos minutos los tres son nombrados caballeros.
Los tres son el centro de atención, los hombres les dispensan respeto y las mujeres les sonríen y les piden sus favores tras regalarles una prenda para que sean su caballero particular.
Tras la ceremonia tiene lugar un baile que se alarga durante parte de la noche, el propio Conde baila hasta que casi desfallece, entonces se retira y deja que el baile continúe.
Nuestros protagonistas se retiran más tarde que pronto y a la mañana siguiente tras despedirse de Sir Jaradan parten a sus respectivos feudos, el invierno se avecina y deben tomar posesión de sus tierras y organizarse para... LA FASE DE INVIERNO.
¡Yuju!