Hace frío. Mucho frío.
Y la lluvia torrencial que cae no ayuda en nada. El barro hace que el camino sea resbaladizo y pegajoso. Esa mierda húmeda de tierra seca y polvorienta, mezclado con orín de animal. Un barro que, en ciertos puntos, parece un cenagal tan profundo en el que muchos niños podrían revolcarse en él como cerdos.
Pequeños cerdos con suerte.
En otra ocasión, hubiera sido divertido. Cómico quizá, el ver a alguien caer al barro. Ahora no. Por lo menos la muchacha que cae una y otra vez no se ríe. Sus rodillas dicen que ya ha caído demasiadas veces. Su rostro, el de una cría de no más de 15 años, que esta más que desesperada por salir de allí. Sus muñecas presentan unas líneas curvas y desiguales, con una quemazón en la base, marca de haber estado atada en algún lado. Y en el costado, una herida de la que no para de manar sangre, de entre las costillas. Apenas puede respirar sin toser.
Sin duda le ha costado escapar.
Cada paso es una tortura, pero la salida está cerca. Puede ver el jodido cartel ahí delante. Eso si consigue que el corazón no se le salga por la boca... o, al menos, no perder la consciencia. Pero una vez más su rostro da contra el frío suelo y la boca se le llena de sangre y barro. Escupe un par de veces y mira tras de sí. Se levanta mientras se dirigía a la salida, nuevamente, y restriega con la manga de su camiseta rasgada unos labios partidos.
Pero cuando vuelve la vista al frente, allí esta él, otra vez.
- Vamos, "Cuatro". Ya lo hemos hablado.- Su sonrisa eterna nunca desaparece de su rostro. No lo ve, oculto tras la capucha de la casaca, pero ella sabe que sonríe. Tan solo la punta roja de su nariz pintada se veía entre las sombras.
La niña desiste al verlo, como si su esperanza se la hubiera arrebatado el mismo diablo, y cae de rodillas, esta vez por propia voluntad.
+ Quiero irme a casa... + Balbucea.
El encapuchado da un paso, otro, y después un puntapié a una piedra del camino. Luego un saltito y vuelve a dar otro paso acompañado de un giro mientras levanta las manos señalando a su alrededor. Como si fuera una puta danza macabra. En ese momento, su risa ahoga por unos segundo el sonido de la lluvia, a la vez que unos dientes blancos como perlas asoman de entre las sombras de su capucha.
- Pero cielo...- Dice terminando de llegar hasta la niña. Se pone en cuclillas frente a ella y alarga su mano huesuda para apartar el sucio pelo de la niña de su cara.
Las lágrimas de la niña se funden con el agua de la lluvia y la suciedad del barro marcan surcos que bajan hasta su cuello.
- ... Si ya estás en casa...
Intro disponible para todo el mundo.
No siempre las cosas tienen un buen final.
Una oveja en el matadero, un niño con tijeras, el final de "Los Serrano"... La gente no se acostumbra, y debería. El mal está ahí, para ponernos la zancadilla. Siempre. ¿Por qué nos extrañamos cuando algo sale mal si sabemos que existe esa posibilidad? Esto es sin duda un error de fabricación. Un error de base. Un error basado en la Fé.
Que tenemos Fé.
Está claro que tener Fe en algo es sinónimo de fracaso. Y aquí se ha puesto mucha fé en que esto funcionase, y pese a que ahora tengamos más ventajas, no han sido suficientes. Quizá algo para "ir tirando".
+¿Qué hacemos ahora?+
Las gotas de sangre caen del cuerpo como un grifo mal cerrado o como una cañería vacía. Y con cada repiqueteo la paciencia se agota, más aún tras la pregunta. Los brazos del cuerpo caen lánguidos a los lados del cuerpo y las piernas que hace un momento se retorcían de dolor ahora cuelgan como cabos de una soga en un barco navegando por aguas tranquilas.
- Deshazte de él-
Una risa velada sale del otro sujeto tras una sonrisa malvada. Cierto gimoteo sale del cuerpo sabiendo que aun su tortura no ha terminado. No sabe que ha sido peor, si lo que le ha pasado o lo que le espera tras esas palabras. No sabe si el primero es mejor que el segundo, pero sabe que no quedará mucho de él después de todo.
Lágrimas de impotencia y cansancio caen para mezclarse en el suelo con la sangre derramada. Ya no grita. Ya no se mueve. ¿Para qué?
- Lo intentaremos mañana con el siguiente.- Dice alejándose, mientras a su alrededor, las jaulas, de las que salen manos y piernas, aun vivos y llenos de vitalidad, se mecen con el propio aire que genera al pasar.
+ Sí... Señor+ Se relame los labios mientras tiembla de emoción, lujuria y excitación.
Ahora, es su turno para jugar.
Solo he quitado la música.
El hombre tras el cristal mira al exterior.
En su mano un vaso de Whisky. Es del caro. Por lo menos tiene una etiqueta que dice que es de hace al menos 600 años. Pero eso no parece alegrarle. Su ceño está fruncido, mientras da vueltas al hielo del interior del vaso, con un aire despreocupado.
-Qué se me escapa...- Murmura para sí mismo, consciente de que una sombra siempre está tras él.
Una sombra silenciosa, oculta en la oscuridad, mira a la inmóvil figura del hombre del ventanal, con unos ojos llenos de admiración y a la vez locura. Su sonrisa siempre marcada en su rostro por un carmín, que no se sabe si es causa de la sangre o bien pintura, permanece inalterable.
- Debería tener todo el tiempo del mundo, pero... no es suficiente.- Sus dientes se aprietan, conforme dice las palabras y su enfado continúa. - ¡¡No lo es!!- Lanza el vaso del preciado licor contra el ventanal que estalla en pedazos.
La sombra se encoge de miedo, pero no dice nada. Tan solo un leve siseo escapa de sus dientes. Un leve gimoteo que podría confundirse con una risa ahogada cuál payaso de circo. El aire entra por el ventanal levantando las cortinas de la estancia y haciendo volar algunos papeles de la mesa cercana.
- He ido más allá del mismo tiempo y pronto no habrá almas que recolectar. He visto a una tal Agnes que destruirá el mundo que conocemos y me quedaré sin sustento.- Gruñe en voz alta.- Y yo quiero vivir para siempre. ¡Quiero mi inmortalidad definitiva!- Suspira larga y profundamente.- Hay tantas cosas que tengo que hacer... y tan poco tiempo...
Esta vez la sombra se adelanta hasta estar a la luz. Su forma humana da un par de pasos cautelosos hacia el hombre, de forma insegura, como el perro que teme a su amo. No es hasta que llega a su lado y el payaso macabro mira al vacío dejado por los cristales del ventanal, que el hombre no habla de nuevo.
- Tráeme a la bruja. Quizá ella... Si no, tendremos que ir tras el pintor.- Ordena el hombre mientras se gira a la mesilla a recoger otro vaso de cristal para beber otro trago de Whisky. De su bolsillo saca un reloj, ligeramente modificado con algún tipo de tecnología extraña y se lo lanza al payaso, que lo recoge al vuelo con una precisión absoluta.- 1833. - Ruge el hombre mientras la felicidad del payaso es patente en su rostro.- Yo ya no lo necesito más.