El mundo contendrá el aliento cuando Occidente choque contra Oriente. El destino del imperio donde no se pone el sol, se decidirá en las playas, los campos y las ciudades de Japón.
Durante generaciones, los clanes del país del sol naciente han estado en guerra. La lucha continúa desde los castillos de Azuchi y Momoyama, mientras Oda Nobunaga sueña con un Japón unificado, capaz de grandes empresas. Ha puesto sus miras en las posesiones europeas del Pacífico, como paso previo para la invasión de la China ming.
En 1582, Manila es atacada por piratas wako por segunda vez. Éste intento de conquista, casi exitoso, ha atraído la atención del monarca más poderoso del mundo. Desde su despacho en El Escorial, Felipe II traza planes de represalia y conquista. Liberados de la necesidad de intervenir en Inglaterra, tras brillantes victorias sobre el Turco y las Provincias Unidas, los españoles sueñan con expandir sus dominios hacia Asia, en busca de las inmensas riquezas de las que hablan sus ahora aliados, los portugueses.
Una gran flota se reunirá en el puerto novohispano de Acapulco, con naves de Portugal y España, así como otros aventureros y aliados de excepción. A la gran fuerza naval se sumarán tropas de Castilla, Aragón, Portugal, Flandes, Italia, mercenarios alemanes, suizos e irlandeses. Además, por primera vez desde la conquista del continente, se ha dado real cédula para que se levanten en las Indias tercios a la manera de Castilla, donde se permite alistarse a mestizos, criollos y aún indios, que sirven en compañías separadas.
Ésta gran fuerza afrontará el largo viaje a través del Pacífico, recalando en las Filipinas para el avituallamiento final. El almirante de la escuadra, don Álvaro de Bazán, tiene instrucciones del rey, que han de hacerse públicas solo una vez preparada la fuerza en Manila: órdenes para la invasión de las islas del Cipango.
Picas contra naginatas, mosquetes contra arcabuces tanegashima, katanas contra toledanas... Occidente y Oriente, chocarán directamente, por primera vez en la historia. Ahora si, "la más alta ocasión que vieron los siglos".
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