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Plus Ultra - La Conquista del Cipango

Bushido (Capítulo 2)

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10/12/2015, 09:19
Pedro Ortega Alonso

La luz de la mañana se desparramaba lechosa sobre los soldados españoles que salían a campo abierto, formando en cuadro con la diligencia habitual de la infantería española. No obstante, se escuchaba ya blasfemar a algunos para el cuello de sus camisas entre votos a tal y a cual, pues una mirada de soldado viejo al enemigo valía para discernir que aquello era camisa de once varas.

Pero el soldado español estaba hecho a penurias y a vender caro su pellejo por muy adversa que fuese la batalla, así que pronto la voz de los oficiales puso orden y la infantería se metió en faena, concentrados los hombres en matar cuanto japonés fuese posible antes de entregar la cuchara.

Y en esas andaba Ortega, con mirada ceñuda bajo el ala del morrión y mucha mala leche. Manoseaba el asta de su pica sin poder moverse de la formación y maldecía a cada uno de los hideputas que se las daban de explorador, si por él fuera, ya podían colgar de las pelotas a cada uno de los batidores.

¡VIVA ESPAÑA!

Coreó a su sargento y se sintió reconfortado por la presencia familiar de los rostros mostachudos y recios de sus compañeros. Como coselete estaría en primera línea, dispuesto a recibir a la caballería enemiga y no esperaba buenos naipes para ganar la partida al diablo.

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10/12/2015, 09:50
Lope de Figueroa y Barradas

Lope se mostró congratulado de iniciar la marcha sin dilación; sabía que no contaba con un ejército numeroso y sólo con pequeños ataques a posiciones concretas podría obtener ventajas en la estrategia. Durante el viaje pasó por su mente la posibilidad de errar en sus decisiones y decepcionar al maestre Juan de Águila, pero no mostró tales dudas al resto de sus acompañantes, más si cabe a los de Cipango. Su gesto recio dominó a sus pensamientos.

Las noticias de contacto con el enemigo se sucedieron cada vez más frecuentemente, por lo que la batalla se cernía sobre el tercio al igual que la luz del sol. Las voces y tambores resonaron cuando los dos ejércitos se tuvieron frente a frente.

- Que los cañones se preparen de inmediato.- Ordenó el capitán, preocupado nuevamente por su artillería; después se giró hacia su sargento.- Diego, escuadrón en prolongado de gran frente con presteza; que las mangas estén dispuestas para acciones francas a mi órden. Dios nos ayudará a demostrar a estos extranjeros la destreza española y la gracia de su Católica Majestad. ¡Por Dios y por Santiago!

Vió marchar a Diego a llevar a efecto sus órdenes y oteó el horizonte para ver el numeroso ejército enemigo, buscando fallas en su defensa. No obstante también observó los movimientos que el general Kingo mandaba sobre sus hombres, pues al ser un ataque conjunto, se debían coordinar adecuadamente.

- Tiradas (1)

Notas de juego

También soy Genio Táctico, aunque no lo represento en la tirada.

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10/12/2015, 12:30
Martín de Nagakura

Martín observa la escena con curiosidad. Como se despliegan las tropas por el campo de batalla.

Batalla campal. Algo a nuestro gusto. Y son más de lo que nos habían dicho. Muchos más. Quizás el doble.

Observa las caras tensas de los españoles. Contrariadas.

No les gusta... Deberían estar contentos. Más honor para ellos. Y si mueren irán con Iesús. Tienen mucho apego a la vida estos nanban... ¿Es eso bueno? Es eso malo?

Se mueven como profesionales de la guerra. No se le escapa al traductor que las armas de guerra nanban son superiores que las de los de Cipango. Armas modernas.

¿Será superior la tecnología al arrojo? Los nanban son valientes, pero demasiado prudentes... ¿Qué pasará cuando los enemigos empiecen a cortar las cabezas de los caídos? Los nanban no entienden eso de los trofeos de guerra. Las pruebas de valentía. Cuando se lo comenté al padre Rodrigo se quedó blanco... ¿Serán todos igual o Martín es especial por ser hombre santo?

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10/12/2015, 15:22
Dôa

El tiempo se detuvo. O así lo sentí yo. Y así quería que siguiera siendo. No quería ir a la guerra, y mucho menos que tuviera que ir él. Pero no se podía luchar contra la corriente. Podía nadar, chapotear, enfurecerme y gritar, pero nada haría que el río diera media vuelta, y la corriente subiera.

Por mi mente pasaron imágenes desconocidas para mí, de lo que debía de ser una guerra. Nunca había estado cerca de una, y lo único que sabía acerca de ella era que caían los hombres, y las mujeres lloraban, y los niños nacían sin padres, sin futuro y sin tierra. No contaban eso en las historias, pero la guerra tenía un lado oscuro, debía de tenerlo si todo el mundo la temía, y sólo por cuestiones mayores se iba a ella. Me pregunté si esta vez era una cuestión mayor, algo de suma importancia. Traté de recordar la conversación que hubo con aquellos extranjeros, y averiguar todo el calado del asunto, pero no llegaba a entenderla del todo. Algo de conquista, y de préstamos de soldados, y de promesas después de la guerra, siempre y cuando su bando ganara. Me asaltó la curiosidad de qué pasaba si su bando perdía, y luego me dije que era mejor no saberlo, pues, probablemente, estaría muerta.

Mi mente vagaba por estos pensamientos turbios, cuando vi a Hojo, justo en el momento en que nuestras manos se rozaron.

Una corriente me pasó por todo el cuerpo, atravesándome entera, sin piedad. Me dejó la boca seca, la mirada perdida y la mente en blanco.

Abrí la boca un par de veces, y me recordé a mí misma como un pez fuera del agua, extraña y en un entorno desconocido.

-Eh...- murmuré, sin saber qué decir.

Sonreía y bailaba en mi interior, pero sabía que hacía mal. Aquel gesto podía ser el desencadenante de otros más, de sentimientos, fuertes como la tierra, de sueños, ilusiones y destinos compartidos. Y Hojo se iba a ir a la guerra. Y yo con él.

Sufriríamos. Lo sabía. Igual que mi madre sufrió, yo pasaría por lo mismo.

-No...- logré decir, tras tragar saliva con dificultad-. No es correcto, mi señor. No deberíamos...- dejé la frase morir en mi garganta, sin tener valor para terminarla, ni para apartar la mano de la caricia de Hojo.

Notas de juego

Móvil, sorry D:

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10/12/2015, 19:43
Director

En campo abierto, la bala rasa hace mucho daño. Eso comprobaron ambos bandos, pues los dos cañones de los japoneses dispararon con mucho acierto, matando a más de veinte españoles. Pero, sin duda, los nipones se llevaron la peor parte. De sus dos escuadrones de infantería, uno de ellos pereció antes de llegar siquiera al contacto con las armas. Las balas recorrían sus filas, sembrando muerte y terror, bala rasa, palanqueta y encadenada. Los japoneses nunca habían sufrido una descarga semejante de artillería, pero a diferencia de otros enemigos de la monarquía hispánica, el hecho no pareció acobardarles, si no más bien llenarles de rabia.

Estaba claro que los españoles no iban a avanzar o atacar, por lo que los japoneses debieron replantear su estrategia. Avanzaron, pues, con los arcabuceros formando una media luna y la infantería detrás, preparados para darles la carga con sus lanzas y naginatas en cuanto terminara la escopetada.

Por su parte, la caballería parecía dispuesta a buscar el flanqueo, atacándoles por detrás. Pero eso era algo que podían evitar con el uso de las fuerzas propias. El capitán de los reiters alemanes esperaba órdenes.

- Tiradas (6)

Notas de juego

El enemigo llega a distancia de arma de fuego.

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13/12/2015, 17:00
Lope de Figueroa y Barradas

Los sonidos de la batalla resonaron y el polvo levantado por los hombres lo palpó Lope en su boca. Una vez todo en movimiento no hubo tiempo de recuerdos o pensamientos más allá de la batalla, la táctica y las súplicas a Santiago Apóstol.

El capitán se acercó montado en Babieca al líder de los reiters alemanes.

- Evite que su caballería nos rebase.- Le ordenó.- Proteja el flanco de inmediato.

Los hombres de Cipango formaron delante de la compañía para el intercambio de disparos. Lope esperó que sus hombres estuvieran a la altura.

- ¡Ha llegado la hora de demostrar nuestra valía! ¡Por Dios y por Santiago!- Gritó a sus hombres.- Sargento Tarantela...¡Ordene disparo!

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14/12/2015, 23:40
Pedro Ortega Alonso

Y así era la batalla para el coselete, los dientes apretados y las manos crispadas alrededor del asta de fresno de la pica en primera fila, esperando la mordida de una bala de arcabuz o que a los hideputas de los nipones les saliera una buena cañonada de esas que hace botar la bala de cañón y te abre un pasillo en medio del cuadro que ni Moisés en el Mar Rojo.

Ortega se abrió a un lado y dió paso atrás para permitir a los mosquetes hacer su trabajo, pues Don Lope ya pedía una buena escopetada para frenar el avance, que la táctica era desgastar al enemigo hasta equilibrar las fuerzas mientras se acercaba, y así terminar el asunto con coseletes y rodeleros. O eso imaginaba el de Tordesillas, aunque como soldado viejo no debía equivocarse mucho.

La adrenalina le quemaba los músculos, pero aún así no tuvo ninguna prisa por cargar.

Que coman plomo del bueno, que se los ve desnutridos y canijos...

 

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15/12/2015, 14:04
Padre Rodrigo Expósito

Al fin se había producido el momento que Rodrigo esperaba tanto como temía. Creía sin duda alguna que llevar la palabra de Dios a todos aquellos que la desconocían o tenían otras costumbres paganas era lo mejor que podía hacer por aquellas gentes de otros pueblos. Enseñarles la verdadera fe e iluminarnos en el camino del Señor. Sin duda la fuerza militar era necesaria para ayudar en su empresa, pero sabía los inconvenientes que conllevaba todo enfrentamiento: Saqueos, violaciones, abusos de autoridad, burlas y desprecios a lo diferente... Una cosa era mostrarles el camino del cristianismo, y otra imponerse sobre toda su cultura y sus costumbres, imponiendo a la fuerza las españolas. Sabía que así estaba ocurriendo en las Indias Occidentales y el resto del Nuevo Mundo, y temía que aquí en el Cipango iba a suceder tres cuartos de lo mismo.

Cuando ambos ejércitos se enzarzan en combate, el jesuita trata de permanecer bien resguardado, al lado de Martín. Se fija en que éste observa con atención los movimientos de los soldados españoles.

Martín también fue un guerrero en el pasado, no puede evitar sentir atracción y curiosidad por el combate. Probablemente vuelvan a su mente sensaciones que creía olvidadas. Pero sabe bien que ahora Dios tiene otros designios para él.

Escuchando los sonidos de la batalla, Rodrigo lleva la mano instintivamente a la empuñadura de su bastón de estoque, confiando en que no tenga que verse en la necesidad de usarlo, al menos por el momento. Mientras tanto, reza y pide al Señor por que guíe a los hombres del capitán Figueroa a la victoria.

 

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15/12/2015, 18:51
Martín de Nagakura

Martín sigue observando como se desarrolla la batalla. Las balas de cañón, matando aquí y allá al azar, los arcabuces que matan sin que el muerto se entere siquiera que ha sido alcanzado...

Guerra moderna. No ves la cara de quien te mata.

Pero los nipones se ponen en marcha y bien pronto se tendrá que tirar de blanca. Martín se mantiene al lado del jesuita, en un cómodo pero vergonzante segundo plano.

Karma...

Le murmura al jesuita, al verlo tan pensativo, creyendo el converso que está preocupado por la suerte de los suyos... O quizás ese "karma" se debe al papel del Lengua que en luar de estar en primera fila con los samurais está con los nanban, y en retaguardia. Ni él mismo estaba seguro del motivo de ese "karma" dicho a media voz.

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23/12/2015, 21:41
Don Diego de Tarantela y Villegas

Ya lo habia vivido en sus propias carnes, el cañoneo incesante, los cuerpos saltar por los aires, despanzurrados, el miedo, el nerviosismo y la sangre que salpica por todos los rincones...

-Malditos demonios de ojos rasgados- comentó en voz baja agriamente, pero lo suficientemente fuerte como para que los de su alrededor lo escuchasen

-CUBRID HUECOS, REHACER LA FORMACIÓN- gritó cuando las balas pasaron abriendo brecha en ellos

-Furcia barata la madre que amamantó a estos desgraciados- Volvió a comentar en bajo. Le alegró la orden a los Reiters de enfrentarse a los caballeros enemigos

-Estos alemanes tienen buenos ijares, será provechosa su intervención para nosotros-

Entonces los del cipango se lanzaron en furiosa carga contra la formación de picas españolas, lo suficiente como para abrir la primera descarga de plomo

-PRIMERA LINEA, FUE-GO!-  Sin esperar a ver el resultado, ya estaba mandando a la siguiente a descerrajar herejes

-SEGUNDA LINEA, FUE-GO!-

Según se acercaban, terminó por ordenar

-A DISCRECIÓN, FUEGO!-

Apretó con fuerza su alabarda, esperando el envite japonés...

-AGUANTAD LA POSICIÓN, QUE SE ENSARTEN EN EL ACERO ESPAÑOL!-