Partida Rol por web

Confuso, el joven ve cómo su mochila flota en el aire frente a él. No entiende nada, pero no se halla en la mejor de las situaciones para ponerse a hacer cábalas así que, ahora que su amigo vuelve a estar a salvo junto a él, no se lo piensa e intenta agarrar su mochila... o agarrarse a ella.

Cuando Steven toma la mochila, no con cierta desconfianza, la misma vuelve a ser un objeto inanimado, por lo que cualquier intento de "subirse" a ella termina en nada mas que un estúpido chapuzon a una mini maremoto. 

Escupiendo agua, confuso y no demasiado contento, Steven agarra su mochila y va nadando como mejor puede en busca de un lugar desde el cual Letes pueda despegar. Una roca o un trozo de plataforma que aún se mantenga en la superficie bastarán.

Con aquel ajetreo Steven no disponía de demasiado tiempo para ponerse a ver el lujar mas propicio donde usar a su Skarmory. Pero si había cerca de la escarpada una saliente en la base de la montañosa costa que parecía segura. No podría ir hasta allí para subirse en Letes cómodamente pero si podía soltar a su Pokemon para que desde allí el ave buscara a su entrenador en apuros, pues la plataforma amenazaba con terminar de desplomarse en cualquier momento. 

El joven lanza la pokéball de su skarmory lo más alto que puede para que pueda remontar el vuelo desde el aire antes de caer al agua y le indica con gritos y señas el saliente donde puede posarse y le pide que lo recoja.

Con el entrenamiento recibido Steve se las apaña bastante bien pese a la fuerte corriente del agua. Si no fuese por la amenaza de la plataforma a punto de colapsar sobre su cabeza ya hubiese podido salir de allí. Lo positivo es que los Pokemon de Agua han huido y al menos por ese lado no tiene de que preocuparse. El problema sin embargo reside en lo siguiente. Steven Stone arroja la Pokebola de Skarmory a lo alto y el ave de acero sale de ella consiguiendo por poco no estrolarse contra la montaña. El Pokemon ahora vuela y ve a su entrenador en apuros por lo que cae en picada hacia el pero a una velocidad prudente. Sabe que no se trata de una presa. Lo que aun Steven no puede creer es que la Pokebola nunca regreso. Por lo general poseen un mecanismo, casi imantado que vuelve a una periferia cercana al cinturón de Pokebolas del dueño. Pero esta no lo hizo. 

Steven espera la pokéball... espera... espera... pero nunca vuelve. El joven no lo puede creer. Letes ya se acerca hacia él, rauda y fiel como siempre, pero irse sin su pokéball no es plan.

-¡Letes, espera! Tu pokéball... ¡Coge la mochila, ahora vuelvo!- Cuando el ave desciende, le entrega la mochila con las valiosas piedras y demás y, maldiciendo su mala suerte, el chico vuelve a zambullirse, buscando la pokéball rebelde.

El reflejo del sol en el agua turbulenta le recuerda a Steven el día en que le asignaron inmiscuirse en las tropas del Equipo Magma. Hacía unos pocos meses que el amante de extrañas piedras había sido contactado por uno de la E4, Lance, Maestro de Dragones para proponerle dicho trabajo.

El lugar de encuentro era en un pintoresco, aunque alejado cafe en las afueras de Ciudad Petalia (Petalburgo), mas para aventureros que residentes, pues era famoso por encontrarse al pie de una montaña cavernosa que se decía habitaban extraños Pokemon Psíquicos.

Steven llevaba toda la mañana ansioso esperando el encuentro. Era cierto que era un hombre destacado por su intelecto y pasión por los Pokemon Metálicos pero, ¿a que se debía dicha entrevista?.

Era el segundo te de jazmín y bayas aranjos que pedía, esta vez acompañado de una rebanada de pastel de frutos meloc. Lance estaba retrasado mas de una hora. Tan sólo el aroma de aquel te y vislumbrar el movimiento de las ondulación en la taza lo podían tranquilizar.

Solo recordando aquel aroma Steven pudo aguantar la respiración y ver entre unos cascotes un brillo que no podía ser otro que el de la Pokebola de Letes. Aunque aún había un inconveniente. Pedazos de mamposteria empezaban a caer con mas frecuencia, y el hecho que llegasen a sepultar la Pokebola era el menor de los problemas que Steven podía pensar.

Frío como el acero. Ayudado por sus recuerdos y tomando inspiración del tipo de pokémon que ama, el joven consigue templar sus nervios y se dirige con ánimo resuelto hacia donde está la pokébola de Letes, aunque totalmente alerta, sin poder evitar tener el corazón algo encogido, poniendo buen cuidado en esquivar los cascotes que caen y no perder de vista la pokéball.

Soy el único del equipo que puede nadar, se recuerda, reprimiendo un escalofrío. Aquí mis pokémon no pueden ayudarme. Si me hundo, nos hundimos todos.

Empoleon. Ojalá tuviera un empoleon...

Nadando con una destreza que poco tendría que envidiar cualquier miembro del Equipo Aqua, Steven Stone sorteo un pequeño pedazo de mamposteria y arqueándose como una Eelektross consiguió agarrar la Pokebola.

Sin embargo aquel logro solo suponía un cuarto del éxito total. Ahora debía subir hasta la superfície. Aunque el joven, tan humano como cualquier otro, ya comenzaba a sentir la necesidad de aire. Estaba a unos seis metros bajo una turbulenta agua, pese a que los remolinos de la zona parecían estar aguardando impacientes para complicar las cosas, aun sin meterse entre Steven y el océano. Las opciones del infiltrado en el Equipo Magma de salir vivo se reducían a cada segundo.

Ante todo tipo de predicción, y refutando la idea que Steven era el único de su equipo que podía salir de aquel momento, nuevamente una de sus Pokebola se abrio sola. Aquel día ya había ocurrido demasiadas veces para el investigador de rocas, pero aquello no sería algo en lo que pensaba en ese momento.

Zombre, su Scizor, tomó a su entrenador por lo hombros, colocándose cual mochila con sus dos rojizas pinzas y luego, Steven mas tarde lo comprendió, empezo a alternar Danza Espada con Doble Equipo para mover ritmicamente sus alas y patas e impulsarse lo mas atleticamente posible fuera de aquella masa liquida. En poco tiempo una bocanada de aire envolvio los pulmones de Steven y entre el agotamiento y la alteracion, sus ojos se entrecerraron por unos segundos para vislumbrar como la plataforma terminaba por ser absorvida por el océano. A modo de vitoreos el mismo gigante azul y líquido rompio en lo que inspiraba una tormenta de alta mar.