El humor de las chicas pareció mejorar en cuanto cambiaste de tema. Hablasteis sobre el bosque y las criaturas que pueblan las sombras, y las chicas aseguraron que una vez habían visto hadas. También de los tritones, de la vieja fábrica abandonada y de la escuela. Ellas tampoco habían ido, pero también merodeaban de vez en cuando por ahí, como tú. Por fin habías conseguido amigas, amigas de verdad. Amigas a las que les gustaba explorar y divertirse, cosa que tus padres y tu tutor siempre parecían reprocharte. ¿Qué había de malo en descubrir los misterios de la isla?
Acabasteis tumbados en la cama, con una a cada lado, mirando el techo blanco. Contasteis las grietas, aunque ellas ya se las supieran de memoria. Cada vez ibas teniendo más y más sueño, y ya ni siquiera notabas el frío. Tus párpados ya comenzaban a cerrarse en contra de tu voluntad cuando Mandy comenzó a canturrear en voz baja una nana; Cassie no tardó en unirse. Por fin tenías amigas de verdad, por fin...
Ni siquiera recordaste la carpeta que Etienne te había dado aquella tarde.
Corriste por el pasillo sin mirar atrás. ¿De qué iba aquella mujer? Habías ido allí huyendo de los fantasmas, y la primera noche ya te topabas con uno. Tus padres habían asegurado que te librarían de ellos, que ya no volverías a tener ninguna "alucinación" más, pero mentían. Y no sólo se te había aparecido uno, sino que encima te había amenazado de muerte. O, por lo menos, te había advertido sobre ello. El que no colaborara no te ayudaba en absoluto, sobre todo con lo nerviosa que estabas. Querías respuestas y con lo único que te había obsequiado la mujer era con su aliento rancio.
Todavía no eras capaz de orientarte en aquella enorme escuela sacada de una película de terror de los sesenta, así que simplemente cogiste el primer camino que se te puso por delante. Acabaste por bajar las escaleras, huyendo. No había nadie. Ni un prefecto, ni un celador que vigilara el sitio por las noches... nada. ¿Es que no contaban con seguridad en un loquero como ese? Mejor, así no te sedarían y te harían olvidar todo lo que habías visto.
Y entonces lo escuchaste. Gritos. Una voz desgarradora que llenó el colegio e hizo eco en el hall de entrada. ¿Sería aquella mujer? ¿Habría atacado a tu compañera de cuarto? Tenías miedo, mucho miedo. La mujer tenía razón. Y, a lo mejor, tú eras la siguiente. Miraste a tu alrededor, buscando un escondite, y lo primero que se te ocurrió fue meterte en el hueco que había bajo la escalera que llevaba a los dormitorios. Si te quedabas muy quieta, nadie sabría que estabas allí. Nadie te encontraría. Sólo tenías que mantenerte muy, muy callada.
Pasaron minutos, quizás horas. El tiempo se te hacía eterno, pero si salías de ahí podías morir. Te lo había dicho Bertha. Comenzaste a tener cada vez más y más sueño, y al final te rendiste. Nadie te vería en ese escondite, así que podías descansar un poco, sólo un poco...
- Shhhhhhh -apremió el chico, debajo de tu cama.
Estaba realmente asustado. Temblaba considerablemente, sin poder controlarlo, y le costaba hasta mandarte callar.
- Por favor, no hables. Por favor -su voz se quebró, y volvió a gimotear y sollozar. A pesar de que intentaba no hacer ruido, estaba claro que no tenía mucho éxito.
Bah, estabas hasta las narices de todo aquello. Primero Dylan, tu compañero de habitación, el chaval ese tan raro. Después lo del pitillo y la cama mojada. Por no hablar de las voces a través del respiradero. ¿Y ahora esto? ¿De verdad tenías que aguantar a un crío con pesadillas? Hasta las narices no, lo que estabas era hasta los huevos. La próxima vez atrancarías la puerta con una silla o algo, a ver si así podías disfrutar de una noche normal.
Escuchabas la respiración agitada del chico, pero estabas tan cansado de toda aquella situación tan surrealista que decidiste que lo mejor era hacer como si no existiera y, a la mañana siguiente, hablar con el director. Si ibas a quedarte en ese sitio tendrían que efectuarse algunos cambios. Por el amor de Dios, eras un Ellis; con todo el dinero que había pagado tu padre exigías un trato exquisito.
Acabaste por dormirte. Mañana sería otro día, y te iban a escuchar. Vaya si te iban a escuchar.
Habíais sobrevivido a la primera noche a pesar de las visitas inesperadas. Algunas habían sido más... intensas que otras, pero todas habían constituido una bienvenida inesperada. Aquella escuela era extraña y estaba llena de secretos, secretos que daban muy mala espina. Pero a pesar de todo habíais conseguido dormir, disfrutar de un poco de descanso. Uno que, desgraciadamente, no duraría mucho. ¿Llegaríais a ver el siguiente atardecer?