Orientarse en la oscuridad o con escasez de luz es muy complicado, especialmente si aún no conoces en demasía el sitio. Así que vas totalmente a ciegas y sin un rumbo demasiado claro…
-Cree que es muy lista…- una voz femenina y algo aniñada susurra a un lado tuyo.
-Ni siquiera sabe jugar bien…- dice una segunda voz femenina y aniñada aunque ligeramente distinta al otro lado.
-No, no sabe jugar…- una risita aguda doble inunda tus oídos. Empiezas a notar que hace algo de frío en la sala donde estás.
-Pero nosotras le enseñaremos…
-Sí, le enseñaremos…
De repente, delante de ti se aparece un rostro aniñado, con unos rizos largos y dorados. Sus ojos llenos de oscuridad te miran directamente.
-Escóndete niña tonta.
Al salir de tu cuarto, la penumbra te recibe en el pasillo de nuevo. Todas las puertas de un lado y otro están completamente cerradas. Bueno, todas menos una, hay alguien saliendo o entrando de uno de los dormitorios de dos puertas más allá de la tuya. Es una silueta alta y delgaducha pero no alcanzas a ver sus facciones por la escasa luz de las lámparas de gas. Está todo muy silencioso y el pasillo prácticamente despejado del todo. Time to run.
Las escaleras de bajada a la planta inferior están muy a oscuras, sólo hay una lámpara encendida que proyecta más sombras danzantes que luz. Las paredes están cubiertas de cuadros de hombres y mujeres ominosas en trajes de otras épocas. Lo bueno es que eres un paciente-estudiante veterano y puedes prácticamente bajar esas escaleras e incluso cruzar la planta inferior a oscuras sin perder la orientación en demasía. Las escaleras son de madera y crujen bastante, y aunque te conoces algunos de los escalones más problemáticos, no debería ser un gran obstáculo. El problema vendrá después cuando intentes localizar a Nick en aquella negrura o a alguna de las chicas…
Me quedo plantado en medio del pasillo, mirando a izquierda y derecha sin poder evitar comparar el colegio con el típico reformatorio de televisión. No me extrañaría nada que el toque de queda sea para evitar que uno de estos lunáticos venga a mí y me abra en canal... pero qué se le va a hacer, sin riesgo no hay gloria.
Me escondo detrás de un recoveco al escuchar un ruido de pisada, esperando a ver que no sea un profesor. Al no ver a la persona bien, decido acercarme con tranquilidad. En el caso de que sea un profesor, le diré que buscaba un par de chutes... no, no, no va en serio. Ya se me ocurrirá alguna excusa.
- Hey -saludo a la sombra misteriosa, esbozando la mejor de mis sonrisas, enseñando todos mis dientes perfectamente blancos y brillantes.
Si es un lunático que se quiere hacer una corbata con mis entrañas... la suerte está echada. Chan chán.
La sombra que está en la puerta más allá se acerca a tí. Ahora que está más cerca le reconoces, es uno de los chicos que llegó contigo, el del pelo rizado y aspecto de politoxicomano.
- Hey - te dice, sonriendo con todos los dientes blancos al aire.
Con una mano ligeramente alzada busco una pared lateral para poder guiarme aunque sea malamente. Por si la oscuridad fuera poco, hoy parecía que tampoco me libraría de encuentros paranormales. Me quedo paralizada cuando escucho aquellas voces primero a mi lado derecho y luego al izquierdo. Y me niego, bajo cualquier circunstancia, a girar la cabeza para mirar. Al final ni siquiera hizo falta. Ella misma se ocupó de aparecer delante de mis mismísimas narices.
Contengo la respiración por culpa del susto.
No sabía si era por el acojone del momento, o porque realmente quise hacerle caso a aquella aparición, pero rápidamente busqué una puerta por la que meterme.
En todas aquellas ocasiones del pasado en las que alguien me había dicho "escóndete", siempre había sido una buena opción hacerles caso. Quizás esta vez no fuese distinto.
Tu compañera respira cada vez más agitadamente antes de conseguir responder a tu pregunta:
¿A...todos? - repite, un poco asustada. ¿Que acaso ese tipo de fenómenos eran normales aquí?
El aire frío la hace cuestionarse si la ventana estaría abierta, pero eso no le hace mucho sentido. Se supone que las querían encerradas allí. ¿Siquiera había una ventana? No podía recordarlo bien. Pero entonces, un ruido mucho más perturbador que el del niño alcanza sus oídos. ¿Correas? ¿Se estaba soltando? El sonido metálico lo confirma. Mira en dirección a la cama de ella, justo para ver la sábana caer al suelo, y la sombra le paraliza los músculos. Su mirada se clava en la de ella, y sabe, en ese preciso momento, que puede darse por muerta.
Se queda unos segundos sin responder al ver su rostro. Era imposible que aquella fuera la puta de su compañera. Se veía como ella, y la llamaba despectivamente como haría ella, pero... ¿Era ese mono impulsivo capaz de no tener emociones? ¿No era en realidad un remolino de ellas? Y eso... eso podían ser muy buenas o muy malas noticias. Pero esa sonrisa la hacía inclinarse por la segunda.
Yo...eh... no quise molestarte. Solo quiero salir de aquí... - dice en un susurro, muerta de miedo.
Sin dudarlo ni por un miserable instante, fui adelante esquivando las zonas más peliagudas, evitando cruzarme con nadie, no estaba muy por la labor de dar ni explicaciones ni formular mentiras pese haberlas tenido preparadas y construidas. Así podría reservarlas para otra ocasión.
Los crujidos provenientes de la madera llegaron a mis perfectos oídos, cada paso que daba la madera resonaba en la oscuridad. Obviamente fui con cuidado, que me descubrieran fuera de mi discutible habitación en aquellas horas era lo último que quería.
Alguna ventaja tenía el ser un veterano, sin embargo no era de mi agrado encontrarme en aquel destartalado reducto abandonado de la mano del hombre rodeado de locura y suciedad. Nada sano para mi cordura, de eso no tenía la menor duda.
Caminar sin luz era molesto, bastante molesto. Por fortuna conocía casi de memoria el camino, con la ayuda lógica por supuesto. Después de todo por mucho que me pesase, era un internado con marcadas diferencias que nunca se me olvidarían. Por otro lado, el molesto de mi compañero ya se habría ocupado del tema de la luz, o al menos eso esperaba. Yo me negaba en rotundo mancharme las manos.
Unos cuntos pasos más acompañados de los crujidos en el silencio, y otras tantas maldiciones formuladas en mi cabeza llegué sin encontrarme nada que me entorpeciera la excursión nocturna. Allí no ví nadie, lo cuál provocó que estuviese enfadado maldiciendo una vez más al rubio.
Al menos era preferible encontrarme allí que en las cuatro sucias paredes que formaban mi cuarto con papeles por todos lados. Aprovechando la oscuridad me mantuve cerca sin ofrecer ruido a mis posibles captores.
Perdido en mis interesantes elucubraciones, alguien las interrumpió abruptamente. Al fijarme bien vi que se trataba de uno de los nuevos, justamente el que menos palabras llegué a cruzar. De hecho, tuve que hacer un esfuerzo para saber de quien se trataba.
Al susodicho le eché una mirada severa nada práctica debido a la falta de fuentes de luz. - Vaya, vaya, ¿eso quiere decir que te has unido? - Comenté en voz apenas audible. No quería hacerme notar.
Aquello era simplemente delicioso. Una visita guiada al “laboratorio”. En el laboratorio estaría el meollo de todo aquel asunto. El porqué de los dos muertos, el objetivo de los encargados del internado, en una palabra: respuestas. Dejo que los tacones se alejaran y espero un minuto de cortesía, por si aparecía alguno de sus compañeros, antes de comenzar a seguir en la oscuridad al hombre.
Estás todavía medio dormido cuando tratas de mirar qué hora es. Tu visión está algo borrosa todavía, pero con ojos lagañosos miras las agujas de tu carísimo y lujoso reloj de pulsera, un Cartier de última generación. Tremendamente caro. Apretas el botón para iluminarlo, una luz anaranjada se entremezcla con la blanca mortecina. Tardas un rato en darte cuenta de que esa luz naranja en realidad es un reflejo en la esfera de tu fabuloso reloj. Notas como si algo oliese a quemado y que empieza a hacer mucho calor en la habitación. Y entonces ves las llamas en tu cama, rodeándote, lamiendo las sábanas y tu ropa…
Buscas a tientas algún sitio donde esconderte pero sin luz es una tarea harto complicada. Y tener a dos hermanas gemelas muertas rodeándote y riéndose de tus fracasos no ayuda en nada. Primero das con una puerta cerrada con llave, luego te quedaste con un cajón en la mano (¿¿porque los pomos de puertas y de cajones se parecerán tanto??), y seguiste buscando desesperadamente.
-Busca, busca…
-Busca, busca pequeño conejito…- canturrean las dos niñas de rostro difunto idéntico, primero una y luego la otra, a tu oído. Parece divertirles tu estado de pánico.
haz una tirada para buscar/encontrar un sitio seguro o el camino hacia la reunión ^^ te doy 1d6
-A todos- la voz se hace más firme, más masculina que al principio, totalmente distinta a la voz chillona y burda de Jemima –Oh.. ¿Quieres salir de aquí? Claro, conozcamos a la familia, será… divertido- añade en tono desencantado. Entonces notas como las correas de tus pies y luego las de tus manos se van aflojando progresivamente, una a una. Por alguna estúpida razón te está soltando, aunque a saber con qué objetivo. La habitación se hace cada vez más oscura, la luz del exterior apenas penetra ya en su interior. El aire de vuestro cuarto cada vez es más frío y el vaho se escapa por tu boca.
-¿Preparada para conocer a la familia, mi pequeña princesa?- te susurra al oído, con un deje de malicia morbosa.
Las pisadas masculinas avanzan con seguridad y celeridad por el pasillo hasta que se paran delante de la puerta de la enfermería. El individuo saca unas llaves de entre sus ropas y abre la puerta. Entra dentro de las instalaciones médicas y deja que la puerta cierre tras él, aunque no oyes que haga uso de la llave de nuevo. Ves a través del cristal de malla como en la oscuridad de la enfermería el hombre enciende una luz pequeña con la que guiarse hacia donde sea que esté el laboratorio…
tira sigilo si quieres colarte ^^ te doy 1d6
Bueno, casi acierto en mi predicción. Hachas y objetos cortantes para descuartizamientos no lleva (que pueda verse a simple vista sin meterle mano, cosa que todavía no descarto), pero cara de lunático sí que tiene, sí. ¿A qué viene esa seriedad? ¿Unirme? Suena a un club de novatos o alguna secta del estilo leo cómics y nunca hay desnudos más que en el porno que vemos en el ordenador juntos. Podría dar media vuelta y meterme en mi habitación, pero al fin y al cabo Roma no se construyó en un día y si quiero pasarlo bien aquí, donde haya lío ahí debo estar yo. Si alguien se mete en problemas, allí debo estar yo. Si alguien ha robado los exámenes de matemáticas y los está vendiendo, ahí debo estar yo. ¡Si alguien organiza orgías de estudiantes...!
- Sí, claro, cómo no, no me podía perder algo así. -Digo con toda la convicción del mundo, sonrisa profident incluida, sin molestarme a bajar la voz por el toque de queda. - No esperaba que tú también, parece interesante, ¿eh?
Va, echa a andar que no sé de qué hablas. Pero viéndole, no creo que sea unirme a un club de lectura. Realmente es una suerte haber salido de la habitación. Con suerte, hasta se pincha anabolizantes.
- Vaya sitio, ¿eh? Da hasta un poco de jiñe, no me extrañaría nada que saliésemos de aquí creyendo en Dios o en la puta gabiota de la paz.
Por algunos segundos, mientras las correas se desatan, Persephone se queda inmóvil. Esa voz, tan ajena a la rebelde sin causa, el cambio en la temperatura, la oscuridad, había leído al respecto. Incluso había visto programas de televisión, de esos a los que no les crees ni un poquito de lo que dicen. Pero... luego del niñito vestido de marinero que se había lanzado del techo... ¿Por qué sería tan increíble que fuera un fantasma poseyendo a esa zorra descerebrada?
La idea de "conocer a la familia" le dio escalofríos. Necesitaba creer que era una broma mala de una puta loca. Pero si la broma debía continuar, si era alguna clase de prueba, tenía que seguirle el juego. Y si no... si no, no sacaba nada resistiéndose.
Pausadamente, se sentó en el borde de la cama, mirando con atención a la muchacha que con ese susurro malicioso había amenazado con robarle el alma. Pero... ¿Y si la comía? Tenía tanta hambre... Y sería lo mejor para ella, ¿no? El fantasma la dejaría en paz, o dejaría la actuación. No, no, sabía comportarse mejor que eso. Debía comer muertos, negociar con el enfermero. La gente notaría la desaparición de su compañera y la culparían.
Li-lista - pronunció en un susurro, estando todo menos eso.
Nick vio que sus compañeros no iban a seguirle, había sido un error pensar que esos mequetrefes de manicomio podrían serle de ayuda alguna. Este era un trabajo para el profeta. Se encamino tras el tipejo. –Vamos llévame al laboratorio, muéstrame lo que le estáis ocultando a Noet.- Pensó emocionado
Motivo: (Me apuesto la reserva entera)
Tirada: 7d6
Dificultad: 1=
Resultado: 5, 2, 1, 5, 6, 1, 4 (Suma: 24)
Exitos: 2
Asumo una complicación para recuperar la reserva.
Palpo las paredes a mi paso, casi con desesperación por encontrar algún pomo que malditasea no sea de un cajón, sino de una puerta que me permita meterme en una habitación. Para colmo no era un fantasma, sino dos. Hermanas.
- Podíais ayudarme un poco... -Susurré ya desesperada al no encontrar ningún sitio en el que esconderme. No creía que colase pero no sé, por probar. Había muchas películas y series en las que había fantasmas majos que te ayudaban de vez en cuando, quién sabe si era este el caso.
Motivo: Buscar
Tirada: 1d6
Resultado: 4
El febril sueño se convierte en una pesadilla cuando AJ se despierta y comprueba, a través del reflejo de su Cartier, que la cama está ardiendo y las llamas empiezan a rodearle. Su primer pensamiento se dirige hacía el tabaco, era un estúpido si se había quedado dormido con un cigarro encendido encima, pero no recordaba tal cosa. Y además ya no fumaba en su habitación después del gran recibimiento que los aspersores antiincendios le habían dado. Unos aspersores que por otra parte no estaban funcionando ahora con unas llamaradas más grandes que las que consumieron el puto Chicago, después de haber sido tan sensibles de encenderse con el humo de un cigarro.
-Hijos de puta...- Logró pronunciar en alto, acordándose de todos los familiares cercanos del encargado de mantenimiento de la escuela.
Dio un salto para salir de la cama y trató de golpear las llamas con la almohada para intentar apagarlas. Quería saber qué había provocado aquel fuego, aunque sus piernas temblaban nerviosas y su cabeza le decía que dejara aquello y echara a correr como si le persiguieran las llamaradas del infierno.
Enarco una ceja ante la reacción de aquel individuo, por llamarle de alguna forma con esas pintas que traía. Por lo visto la invitación a aquella particular fiesta nocturna se había extendido más allá de lo deseable. ¿Quién más se apuntaría? - Entonces....presumo que habrás traído algo, una linterna por ejemplo. - Comenté a sabiendas de que con total seguridad no fuese así.
Por casualidad no habrás visto a más gente fuera de las habitaciones, ¿cierto? En concreto al chico rubio que no para de decir sandeces matemáticas entre otras cosas. Su nombre es Nick aunque no es que importe demasiado, no obstante la brillante idea fue suya. - Cuando mencioné a aquel otro individuo lo dije con verdadero fastidio.
No perdí de vista a mi alrededor, pese a la prácticamente nula visibilidad las sombras, o cualquier ruido proveniente del suelo que pudiese alertarme de más visitantes. Después, revisé la entrada, no vaya a ser que estuviese esperando en balde haciendo perder mi valioso tiempo. Eso sí, sin tocar, acabar manchado sería demasiado desagradable.
De soslayo me dirigí al chico de dudoso peinado entre otras cosas para añadir lo siguiente. - Quien sabe. A fin de cuentas este edificio...digamos que es bastante antiguo. - "Más bien tan viejo como las piedras. Y sucio." - Sin olvidar del personal. - Un personal bastante particular. - Eso sumado a la ubicación tan apartada......seguramente acabes creyendo eso o peor. - Los rumores en un lugar así, estaban a la orden del día, y prácticamente nacían solos hasta convertirse en leyendas urbanas.
No parecí preocupado lo más mínimo mientras comentaba todo aquello, más bien indiferente. Y por supuesto ligeramente enfadado por hacer el idiota esperando a un inútil que no tenía intención de aparecer.
- ¿Una linterna? -Sonrío enormemente, enseñando los dientes blancos y perfectamente cuidados. - Por supuesto, me he traído a mí mismo, ¿no es eso suficiente? -Me río. Es broma, es brooooma. Pero no, no he traído nada. - No, por ver no he visto ni a mi compañero de habitación, así que supongo que no tengo el placer de conocer a ese tal Nick. Pero, ¿y si nos movemos?
La verdad es que esperar aquí, en medio del pasillo, no es nada divertido. De hecho, es hasta aburrido.
- Oye grandullón, por casualidad no te gustará la maría, ¿verdad? Sí, sí, no la chica española esa, sino la yerba. Marihuana. ¿Sabes si por aquí se puede conseguir? Sino, tal vez sería buena idea plantar... -digo, más para mí que para el chaval este. - Ah, por cierto, me llamo Oliver.
Me quedo mirando al chaval un momento.
- ¿Qué mentiras te han dicho para ingresarte en esta Escuela? A mi me dijeron que habría fiestas y tías guapas, pero sólo veo ratas de bibliotecas o locas. Más locas de lo habitual en las mujeres, claro.