Partida Rol por web

Turno 3. Finaliza el 22/12/2020.

Yasidl estaba molesta aquel día, después de la reunión del consejo. Triel había visto algunas reservas que le pidió que hiciera y que no tenían destino, era dinero inmovilizado y esas cosas parecían crearle sarpullidos a su hermana. 

Eso le había recordado algo, que con todo el barullo de los últimos meses olvidó. Para qué había pedido esa consignación de fondos. Había participado en la última incursión a la superficie personalmente, allí habían tenido una dura noche para tomar una insignificante y horrorosa torre fortificada de los paliduchos humanos.

El motivo había sido una ingeniosa estructura de acero, lo que llamaban un rastrillo, era una reja de con puntas que se dejaba caer y se izaba por poleas y cabestrantes usando cadenas, caído era muy difícil de levantar, mientras los defensores cosían a flechas a quienes lo intentaban desde detrás de parapetos o les atravesaban con largas lanzas.

Por supuesto, su ingenio superó aquel problema. Pero encargó a los sirvientes y esclavos que desmontasen el ingenio y lo transportasen de vuelta. Algún día serviría para su hogar, o cualquier fortaleza que la Casa necesitase en su ascenso.

Pero era uno de los bienes que había sido robado.

Ahora Triel se lo había recordado, lo que le puso de muy mal humor. Por ésta vez decidió usar ella la red de espía que solía dirigir Leithan, quería saber dónde estaba aquel artefacto.

A los pocos días pudo llamar a sus hermanas y hermano, tenía una noticia buena y otra mala. Había encontrado el material robado, eso, indudablemente, era bueno. Estaba a la venta en el Gran Bazar, que todo el mundo sabía, estaba controlado por la Casa Barrirahel.

Eso hacía casi imposible recuperar la mercancía, pero hacía posible volver a recordar a todos de dónde venía su fama.

- Tenemos asuntos de los que hablar. He recibido información sobre nuestros ladrones, o al menos sobre donde ha aparecido nuestras posesiones. Sin embargo, es un tema peliagudo.- Caminaba por la sala en la que se reunía con sus hermanos con nerviosismo. No había ascendido a ser parte de la élite social, para morir por unos puñados de hierro, pero recuperar el rastrillo, era una ventaja para reforzar las posiciones dentro de su propio territorio que no debían dejar escapar.- Están vendiendo nuestros trofeos de saqueo en el Gran Bazaar de los Barrirahel.  Eso significa que podemos recomprarlo que sería la opción fácil, pero no llevo bien la idea de pagar por algo que he saqueado con el sudor de mi frente. Otra es ir con un grupo, asaltar el bazaar y recuperar nuestras propiedades, y de paso saquear algunas bolsas. Pero si optamos por esto, tenemos conseguir que no se nos vincule con el asalto, no quiero que la casa más poderosa de la ciudad decida venir a terminar el trabajo que dejaron a medias. 

Miró a sus hermanas y al mago esperando ver sus reacciones. 

- Y para que negarlo, si de paso matamos a unos cuantos Barrirahel,  los levantamos de entre los muertos, y los ponemos a pasear delante de los muros de los Arken´Urd, igual conseguimos que les empiecen a mirar desde arriba con malos ojos. 

- Obviamente no vamos a enfrentarnos a la casa Barrirahel. Ni siquiera para matar a algunos de los suyos. Es probable, casi seguro, que su magia de adivinación nos localizaría y si, por casualidad, matamos a alguien de cierta relevancia o importante para algún plan de mayor enjundia, nos destruirán. No, ese no es el camino- hace una pausa antes de continuar hablando la heredera y luego sonríe.- Debemos ver esto como lo que es: una oportunidad maravillosa de localizar quienes han estado detrás de ese robo y destruirlos... y por supuesto cobrarnos en sus propiedades, esclavos y vidas todo el gasto que nos suponga. Mi propuesta: seguir el camino del objeto hasta quienes lo han puesto a la venta. Destruirlos hasta reducirlos a cenizas, hasta esclavizar cada uno de los implicados y sus familias y comprar con el producto del saqueo, y con sus vidas, el bien que nos robaron.

Hace una pausa, para reordenar sus ideas.

- Podría Leithan encontrar usando nuestra red a quienes realizaron el robo. Yo ocuparme de comprobar quienes financiaron la operación siguiendo el rastro del dinero. Elyndra de obtener los beneplácitos de Lloth para la operación de castigo. Y tú, Yasidl, de ejecutarla.

Levantó una ceja, con ligera sorpresa. ¿Acaso la heredera pensaba que su hermana sólo valía para eso? ¿O creía que a la Diosa le complacía la búsqueda constante de su atención y beneplácito? Yasild creía en el poder de Lloth, y su existencia. Había miles de pruebas en la sociedad, pero también sabía que era una diosa caprichosa, y en esa medida, prefería no llamar a su puerta todo el tiempo. 

- Tal vez sería más fácil que la alta inquisidora cuestione a los mercaderes y que señalen a sus proveedores. Si no nos los dicen, los ejecutamos y recuperamos la mercancía, si nos lo cuentan se la compramos. Si no nos dan la información siempre podemos acudir a nuestros...asociados. Recuperaremos los gastos ajusticiando a los ladrones como dices. Pero si funciona la ruta rápida, tanto tú como Leithan tendríais las manos libres para descubrir quienes nos tienen en el punto de mira. 

Elyndra suspiró. Otra vez ladrones. ¿Tal vez creían que su casa era un objetivo facil? Aquello no se podía permitir.

Creo que lo primero sería obtener el permiso de su casa para investigar. Por suerte la ceremonia en su catedral todavía es reciente, estoy segura que si aparezco por ahí con alguna de las hijas el mercader se lo hará encima y nos lo dirá sin ningún problema, seguramente incluso nos devuelva el artilugio sin pedir nada a cambio.

Habiendo puesto al consejo al tanto de sus planes, se levantó y se dispuso a enviar un mensajero a la primera casa solicitando audiencia con la misma sacerdotisa con la que había hecho todos los planes para la anterior ceremonia en su catedral.

Por suerte, había elegido buen objetivo y palabras dulces para sacarla.

-Sacerdotisa Barrirahel, tengo un favor un tanto... vergonzoso que pediros, vereis, hace unos meses trajimos una chuchería de la superficie, un artilugio metalico que encargamos a unos artesanos reparar. Hace un par de días... encontramos ese artilugio en su gran bazar, pues somos clientes habituales.

Aquí hizo una pequeña pausa, permitiendo a la sacerdotisa pensar unos segundos, tomando nota de sus expresiones, para cortarla y hablar en el momento oportuno.

-Oh, no no, por supuesto no estoy acusando de nada a su casa, nunca osaría. Es tan solo que ni se me ocurriría acusarle en su casa sin antes... pedirle que intercediera, o nos diera permiso para hacer unas preguntas en privado en su casa.

Entonces chasqueó los dedos y dos machos drow entraron arrastrandose en la sala, traido por una de sus sacerdotisas menores.

-Se de buena tinta que le gustan los servicios de estos machos en concreto. Será un honor para nuestra casa que los use como guste.

Por supuesto, su red de espias y su casa de placer guardaban los secretos menores como aquel. Saber que tipo de "tendencias" tenían las otras casas era algo muy importante a la hora de hacer y entrenar regalos de aquel tipo.

Esperó un tanto ansiosa la respuesta, aunque por fuera no lo pareciera. Si eran capaces de perseguir ofensas incluso en el bazar de la primera casa, estaba segura de que las dudas sobre lo implacables que eran los Ply'uss fuer'yon Serisen quedarían eliminadas.

Turno 3. Resolución acción de Elyndra

Conseguir la cita con la hija menor de la Matrona Muthiel le costó alguna semanas de pequeños regalos, lisonjas y tratos entre sirvientes personales. Pero al final había conseguido reunirse con ella, no en la Catedral de Lolth, en forma de mujer araña de 90 metros, sino en el edificio cercano, la inquisición Barrirahel, con la forma de una drow mucho más pequeña postrada ante ella.

Aswiel y ella se conocían, pues habían estudiado juntas en la Inquisición de la ciudad, y, de hecho, era la encarga de la rama de su Casa. Aquel edificio era suyo. No podía decirse que tuvieran mala relación, para ser drows.

Durante su exposición, la sacerdotisa Barrirahel mantuvo en todo momento una expresión impasible, al menos hasta que le ofreció el regalo, que miró con cierto interés. Tras su petición sonrió con cierta condescendencia, una expresión que le era habitual, pero tomó las riendas de los esclavos en cualquier caso.

-"Te puedo asegurar que nosotras no tenemos ninguna necesidad de robar a ninguna Casa menor. Si tu artilugio está en nuestro bazar, es porque uno de nuestros comerciantes lo ha adquirido." - hizo una pausa, girándose para sonreírle, no parecía falsa, pero eso podía decirse de cualquier sacerdotisa que hubiera acabado el seminario.

-"Por supuesto entiendo que vuestra Casa tiene que poner en orden sus asuntos, de modo que, mientras respetes a nuestros plebeyos y no causes problemas en nuestros negocios, puedes preguntar e investigar." - 

La Barrirahel comenzó a desnudar a uno de los esclavos que le había traído, cuyos ojos se desorbitaron de terror. Tal vez supiera algo que ella no. Mientras la despedía con un asentimiento de cabeza, antes de que Elyndra saliera, le advirtió:

-"Recuerda, inquisidora Ply'uss fuer'yon Serisen. Sin ningún daño a mi propiedad. Pagarás el doble del valor de cualquier cosa que dañes."

De vuelta al mercado, Elyndra iba acompañada de los olores de las mil especias y alimentos que preparaban y vendían en él. Dónde mirase podía ver un local con amplia variedad de productos, desde cutres a calidad excelsa. Paseaba por la calle de los sastres, era uno de los más agradables para dirigirse al puesto dónde vendían su rastrillo, aunque supusiera dar un rodeo.

Era, ciertamente, un mercado envidiable por tamaño, pero, con una punzada de orgullo debía decir que nada causaba excesiva maravilla por su exotismo y extrañeza como sí ocurría a menudo en el suyo. Al menos en los meses siguientes a volver las expediciones.

Los vendedores de la tienda no dudaron en salir corriendo, tropezando y golpeándose, a buscar al encargado apenas se lo exigió nada más poner pie en el patio. El olor allí era desagradable, a humo y aceite, pues había varios herreros arreglando y haciendo mantenimiento a todo tipo de armas y armaduras.

El drow dueño del establecimiento se mostró mucho menos temeroso, aunque respetuoso igualmente.

-"¿Cómo puedo servir a la Dama Inquisidora y a Lolth?"

No se pudo decir que respondiera excesivamente bien a las amenazas, aunque sí a palabras menos bruscas. Una vez que le quedó claro que no tenía intención de confiscarle la mercancía, estuvo bastante dispuesto a decirle lo que sabía.

-"Debéis saber, Dama Inquisidora, que no teníamos constancia de que el objeto hubiera sido robado a su noble Casa, de ser así habríamos preferido no comprarlo; o hacerlo a un precio que nos hubiera permitido devolverlo, para ganar su favor. Por desgracia no es el caso, pagué un buen precio por él, pero estaré encantado de revenderselo a ustedes si aún lo quieren" - sin duda con buen beneficio, se dijo Elyndra - "Quien vino a venderlo fue un intermediario habitual, llamado Jarle'en, que conozco de otras veces tiene un despacho cerca de aquí; recogimos la verja de protección de un almacén en el puerto de la ciudad. El número 23, vallado, bien defendido. Creo que es la sede de su pequeño grupo de soldados, pero no lo se con seguridad. Dijo que era el pago por ayudar en un trabajo, pero no se si es verdad o no."

Así, con la información en su haber. Yasild se propuso hacer lo que mejor se le daba, comandar y asesinar. Tomó a la unidad de infantería y marchó con ellos.  Observaron el edificio y los posibles accesos. Aunque estuviera bien defendido podrían entrar. Sería una de las maniobras más sencillas que había enseñado a sus chicos. 

Tres grupos de asalto, el primero bien escudado, entraría y marcaría a sus objetivos con el fuego feérico, siempre verde. El segundo, entraría para usar sus globos de oscuridad sobre los objetivos, y por último, ballesteros con las puntas de las flechas untadas en venenos soporíferos o paralizantes. 

La orden era clara, debían capturarlos vivos. Quería interrogar al tal Jarle´en. Bueno, quién decía interrogar, decía torturar. Si eran tan competentes como parecía, podían utilizarlos para incrementar la influencia de la sociedad criminal que tenían, crear una unidad militar o bien usarlos de mano de obra esclava. Iban a usarlos para recuperar lo que les había costado volver a comprar el rastrillo y los otros materiales. 

Además, Elyndra le había recalcado que no podían sencillamente desatar el caos y la destrucción, o tendrían que pagar a los Barrirahel el doble de los daños que causen.

Yasild saco sus armas, algo le decía que no iban a aceptar su perspectiva sobre someterlos y tal vez cortarles los pulgares para que no volvieran a empuñar un arma en su vida. Si eran dóciles, tal vez pudiera mantenerlos enteros.

Era un nombre. Todo lo que se necesitaba, en realidad. Jarle'en. Y además, otros datos: un almacén en el puerto de la ciudad. El número 23. Un almacén vallado, bien defendido, sede de pequeño grupo de soldados. Y era mucho lo que se podía lograr con esos datos.

Seguir el rastro del objeto, el rastro del dinero, buscando quienes eran los responsables y aplicando contra ellos la fuerza de la casa, tomando sus propiedades y esclavizando a los implicados y a los súbditos de los implicados. Pero siempre a los que carecían de poder. Siempre sin tocar a la casa Barrirahel. 

Con lo que, ayudada por su magia clerical de adivinación, empezó a revisar la documentación para determinar no solo la responsabilidad de Jarle'en en la "adquisición" de sus bienes sino, también, que el mismo no estuviera protegido por ninguna de las casas, sus puntos débiles, y donde atacar para causar el mayor daño posible y el máximo beneficio para su casa. Nadie iba a obtener beneficios de la casa Ply'uss fuer'yon Serisen.

Eso era algo que todos iban a tener muy claro a partir de hoy.

Turno 3. Resolución acción de Yasidl

Desde las sombras sus soldados se separaron y entraron como una niebla en el almacén enemigo. Las tropas de Elyndra cumplieron sus instrucciones con la misma eficacia que en los entrenamientos. Bastante, aunque desde un punto de vista drow, lo justo para no merecer un castigo.

Marcaron sus objetivos, lanzaron sus globos de oscuridad. La andanada quedó muy limitada, pocos de sus infantes llevaban armas de distancia, en eso echó de menos a la unidad de tiradores. Pero ya le había costado atravesar la ciudad con 100 soldados y colocarlos en posición sin que sus enemigos fueran advertidos y escaparan, no quería imaginar la logística para hacerlo con 200. 

Pero sus rivales también conocían esa táctica. Y la ejecutaban mejor, usaron sus propios globos para disipar los que les estorbaban a ellos, dejando los que peor venían a sus tropas. Creaban los suyos propios y, de alguna manera, conseguían moverse para aprovechar también los de los bisoños soldados Ply'uss fuer'yon Serisen. Su equipamiento, aunque no de tanta calidad como sus propias armas, era mejor, mejores armaduras y armas más potentes.

Pronto les estaban sobremaniobrando, devolviendo sus propias tácticas drow. Yasild no dejaba de impartir órdenes, para compensar las maniobras superiores de sus rivales, ajustando las inferiores capacidades de sus tropas. Por suerte tenían una superioridad numérica abrumadora, pero sus soldados eran heridos con frecuencia, mantenían sus instrucciones, quien estaba bien sustituía al herido mientras se recuperaba. Pero aún así, no pintaba bien.

Estaba claro que aquella pretendía ser una unidad de élite, probablemente por eso quedaban tan pocos, no encontrabas reclutas debajo de las piedra. O quizás ésto era todo lo que habían podido formar con ese nivel de exigencia.

Al otro lado del almacén daba órdenes un drow con ropas mejores que las de los soldados que amenazaban con derrotar a los suyos, que ya no superaban en 2 a 1 al rival si sólo se contaban los que podían seguir luchando. Estaba bien equipado. Sería el capitán mercenario.

A pesar de su equipo, no tenía nada comparable a la maestra de armas de la undécima Casa. Ella podía volverse invisible, correr por el lateral de las cajas y hasta por el techo y las paredes para llegar hasta él.

Casi sin armadura, desenvainó sus armas y se arrojó sobre él reclamando la primera sangre. Seguramente los elfos de la superficie escupirían ante una táctica tan artera. Ella sentía un gran orgullo por su inteligencia y les escupiría a ellos por su ingenuidad.

Pillado por sorpresa, recibió una herida seria que le lastró el resto de la pelea. Normalmente un duelo como aquel debía ser largo, hasta que él conseguía agotarla y alcanzarla, partiendola en dos con su espada más pesada o ella lograba deslizar una de sus hojas por alguna rendija de su armadura, o quizás las llamas le cegaban en un golpe en la celada.

Pero el hombre pareció reconocer quién era ella, sus ojos apenas visibles dentro de su yelmo se habían abierto mucho y la herida que recibió antes de empezar no ayudaba, su miedo le hizo fallar y precipitarse, y pronto las heridas se sucedieron. Por otro lado aquel terror le dio todo el acicate que necesitaba para luchar hasta el último aliento. Un minuto después, la cabeza del capitán rodaba hacia el centro del campo de batalla, dónde sus tropas estaban vergonzosamente a la defensiva, formando cuadro frente a un enemigo menos numeroso.

Aquello cambió totalmente las tornas. Descoordinados, sus enemigos empezaron a sufrir por las tácticas que Yasild volvió a ladrar a sus tropas, y cuando ella misma se incorporó al combate, sus enemigos luchaban con miedo. Algo de agradecer, pues cada duelo le exigía dar lo mejor de sí.

Cuando pudo volver a tomarse un respiro la pelea había acabado. La mayoría de sus rivales estaban muertos, una docena larga de sus soldados también, aunque eran fáciles de reemplazar. Al menos tres veces esa cantidad estaban heridos, la mitad de gravedad. Que fueran a pedir curación a las aprendizas de Triel o las inquisidoras de Elyndra y pagasen el precio, por torpes.

No había rastro de Jarle'en. Preguntando a alguno de los supervivientes averiguó que no tenía mucho que ver con los mercenarios, sólo era un perista que contrataban para colocar mercancía que ellos saqueaban. Nunca había estado allí, por suerte Triel se había encargado del despacho desde el que Elyndra dijo que trabajaba. Ella tendría que encargarse de ese fleco.

También pudo averiguar que ellos habían recibido un chivatazo para atacar a un grupo de su Casa, los defensores estaban compinchados - ahora ya estaban muertos, pues eran los que habían purgado hacía unos meses - y les dejarían llevarse la mercancía siempre que dejaran una parte, también deberían haberse encargado de hacer desaparecer las pérdidas de los registros. Por desgracia para ellos, esa parte de su plan había chocado con la meticulosidad de Triel. Si había una mano negra detrás, los mercenarios no la conocían, hasta dónde llegaba su información, las tropas de su Casa habían tenido la idea.

Turno 3. Resolución acción de Triel

Triel comenzó averiguando quién era el tal Jarle'en. Lo cierto es que no debía ser muy importante, si ella no le conocía. No menos cierto es que su orgullo hacía que, quizás, quienes ella consideraba importantes sólo eran quienes eran *extremadamente* importantes. Mejor confirmar.

Le llevó algunas semanas de comprobaciones, revisar registros y legajos que le implicaran, pero finalmente concluyó que sólo era un plebeyo independiente. Rico como un noble, con contactos y algo de poder. Pero un plebeyo, un perista, intermediador en negocios que implicaban todo tipo de bienes. En la superficie habrían dicho sucios o ilegales y habría sido proscrito. Allí era un buen mercader.

Su magia había sido puesta a prueba hasta el límite en aquel intento de cosechar información.

Con algunas tropas se plantó en su despacho, despachando a sus guardias. Sin hacer caso de protestas, quejas, gritos ni amenazas, procedió a instalarse un par de semanas allí - a costa del perista - mientras revisaba sus documentos.

Sólo le llevó unas horas confirmar que uno de sus puntos fuertes era la recolocación de bienes robados o saqueados calientes - los que no tenían un dueño enfadado cerca, allí, se consideraban mercancía normal y corriente -

Mucho más, en parte porque sus conjuros topaban una y otra vez con protecciones peligrosas, le llevó encontrar y descifrar varios tratos con una unidad mercenaria, cuyo nombre olvidó un segundo después de leerle, pero sí se quedó con que su sede era el almacén que, probablemente, Yasidl estaría reduciendo a cenizas y sangre.

Al final de su trabajo de investigación tenía pruebas fehacientes de que había vendido su lo-que-fuera-que-había-encaprichado-a-Yasild a un vendedor del gran bazar. El mismo con el que había hablado Elyndra. Siguió el rastro y pudo encontrar pruebas de que lo había revendido a sabiendas de que era robado e, incluso, una investigación propia que guardaba como seguro en la que había averiguado que el objeto pertenecía originalmente a Triel (al menos mientras aquello sólo pasase dentro de su mente). 

Se sentía orgullosa de sus tropas, les faltaba experiencia, cierto, pero justamente para eso los había sacado "a pasear". Los castigaría haciendo que pagasen por sus propias sanaciones, pero les haría llegar un pequeño banquete, vino y cerveza para celebrar la victoria. Debía mantener la moral de sus tropas alta.

Lamentaba la muerte de tantos soldados útiles. Sabía que los drow vendían fácilmente sus lealtades, y compró las de los enemigos que habían sobrevivido haciéndolos parte de la unidad a la que se habían enfrentado en vez de ejecutarlos. Las pesquisas de Triel ya encontrarían el dinero (y los intereses) con los que recuperar sus perdidas y pagar por el rastrillo. Ciertamente, eso supondría ciertos roces dentro del grupo, pero no era nada raro, nada que no pudiera controlar con un poco de disciplina si fuera necesario. 

Limpiaba sus armas mientras pensaba en el transcurso de los acontecimientos. Infierno era su baza ganadora, un golpe con aquella magnifica espada aprovechando la invisibilidad y sólo tenía que esperar a que hasta el enemigo más vigoroso muriera lentamente. Era artero, pero efectivo. Lo mismo ocurría con el rastrillo. Por una vez en bastante tiempo, sonrió mientras sus hombres instalaban las rejas en los cuellos de botella que sus fortalezas ofrecían. Hasta el más torpe de sus soldados podría tirar a matar sin problema. 

La habían contratado para defender su casa, y es lo que pensaba hacer.

Las palabras de los espías hablaban de que en los mentideros el nombre de la Casa volvía a pronunciarse con respeto y temor con más frecuencia que con desprecio o la preocupación que genera la locura. Recuperaban parte del prestigio perdido y, de nuevo, sus plebeyos y esclavos temían contrariar a las damas de la Casa por las razones correctas.

No sólo eso, el saqueo del almacén de los mercenarios había reportado beneficios suficientes para recomprar el rastrillo e incluso instalarlo dentro de la fortaleza. Tal vez fuera un gasto superfluo, pero en realidad era un número muy pequeño en la libreta de Triel, acostumbrada a apuntar números que representaban miles de monedas.

Era mucho más valioso el prestigio de haber localizado y recuperado su propiedad, usando los fondos de quienes la robaron para ello.