Cyfreithiol Coloca el mapa sobre la mesa y todos se acercan para verlo pero por más que quisiera entender lo que allí con esmero explicaban, él no veía más que un puñado de garabatos sin sentidos así que no presto más atención al resto de la charla a fin de cuentas Grogt no era de planear ni crear estrategias complicadas, él simplemente acataba órdenes y actuaba por instinto. Se levanto e la mesa sin cuidado alguno tirando la silla a sus espaldas cuando eso uno de los allí presente le dirigió la palabra pero no sabía quienes eran servidores del bien ni seguidores del mal, no reconocía a nadie por haber vivido gran parte de su vida en la selva pero uno de ellos lo precedía su fama de años atrás así que prefirió callar y juntarse con Harold, a quien también se acercó otro de los presentes que venía encapuchado. Ahora si le quedaba claro con quién compartía su moral.
Los otros presentes se reunieron también, la división era notoria, a pesar de tener el mismo objetivo y enemigo no iba a ser muy fácil congeniar con ellos mucho tiempo. Tras entregar el mapa y salir del recinto empieza a sufrir una transformación abrupta, todo su cuerpo se empieza a cubrir de plumas blancas y negras, sus brazos desaparecen dejando ver un par de alas con gran envergadura, sus piernas se adelgazan y encogen trasformándose en un par de patas de algún ave con garras terriblemente largas y afiladas, su cabeza se encoge y de su boca dale un pico duro como el acero y puntiagudo; todo esto pasa en unas fracciones de segundo, casi como en un pestañeo. Después de hablar entre ellos alza el vuelo dejando caer un par de plumas al despegar y se mantiene vigilante hasta llegar a su destino.
El viaje hasta la villa de Vredefort había sido largo y accidentado, más largo y más accidentado de lo que debería. Estaban convocados para un hora concreta, pero parecía que algún dios maléfico se había conjurado para retrasarle. A varios kilómetros de allí, en el camino, un basilisco había convertido en piedra a su caballo, y por poco no a él también. Había dado muerte a la bestia, pero ahora su montura era una estatua al borde del camino. Sin medios para devolverle su ser, Harold se había visto obligado a caminar, hasta que había encontrado una caravana de comerciantes con los que compartía destino.
Había hecho la última parte del trayecto en un lento carro de nabos, así que no llegó para cuando habían quedado y tuvo que incorporarse a la reunión ya empezada, cuando el elfo de la orden neutral estaba enseñando ya el mapa del que disponían. Entró en la sala procurando no molestar, aunque no era precisamente silencioso con su armadura completa.
Lo primero que le llamó la atención de la sala, incluso antes que el enorme semiogro y que las palabras del elfo sobre Arioco, fueron dos de los compañeros: Alfonso y Fonkin, tan cambiados que casi no los reconoció. Habían pasado dos años y muchas cosas, pero nunca iba a olvidar a los valientes guerreros que habían luchado a muerte junto a él en aquella isla perdida.
-¡Fonkin! ¡Alfonso! ¡Estáis aquí!- exclamó cuando el elfo terminó su explicación- ¿Habéis venido a por Arioco, ahora sois de la inquisición? ¿Cómo están las cosas por la isla?
Harold tenía un aspecto distinto de la última vez que lo vieron. Seguía teniendo el mismo rostro bondadoso, pero con ojos que destellaban de poder azul. Su armadura era distinta ahora, nueva y reluciente, cuidada con esmero, y de una calidad superior. Ya no había rastro en ella de las múltiples marcas y cortes que se había hecho contra los servidores del caos, y su atavío de autoridad, marcado con los puños azules que le identificaban como uno de los Exorcistas Sagrados, estaba ahora limpio y blanco como la nieve. Llevaba un estuche de rollo de pergamino al cinto, y una mochila bien cargada. Estaba claro que había venido preparado y con todo su equipo renovado, y el símbolo de Aengrist, la fortaleza sobre el glaciar, destellaba sobre su pecho.
Le entristeció en cierta medida ver que no todos eran Inquisidores del Bien, pero habría sido demasiado pedir. Recordaba a Draeligor, y la última vez había estado oculto, instigando planes contra ellos desde su cámara sacrílega. No se fiaba de él, por supuesto, pero la magia podía haberle doblegado.
-Yo soy clérigo de Aengrist-dijo ante la pregunta de Meera-Aunque concuerdo con mis compañeros en que deberíamos separarnos. Vamos, no hay tiempo que perder.
Cuando estábamos por separarnos una figura que no lograba identificar a la par que familiar se identificó. Casi salto de la silla al escuchar la voz casi olvidada, hacía mucho tiempo y en un lugar de muchos pesares, ahora nos reuníamos de nuevo.
- Hemos venido a por Arioco, ahora somos inquisidores luchando contra el caos lejos de la isla. Costó mucho recuperarnos pues mucho fue lo que se perdió. Del volcán nada más salió y pocos son los que entraron, dejamos al caos consumirse por si mismo con la ayuda de algunas expediciones de castigo, pero ninguno nos aventuramos mucho en el interior, conseguimos liberar a muchos prisioneros así que supongo que eso contribuyó a que peleasen mucho más entre ellos por los pocos recursos que les quedasen allí abajo.
Fonkin y yo no tardamos en emprender viaje para unirnos a la inquisición, hemos crecido en todos los sentidos y estamos satisfechos de los logros que hemos conseguido. Dejamos atrás una incipiente recuperación para seguir luchando contra lo que casi nos lo arrebata todo: El CAOS, y le vamos a devolver la visita ahora sí espero hasta el final.
Puestos algo al día del pasado se separaron para emprender el viaje.
- Buen viaje, y espero vernos en el lugar. Les dije como despedida al otro grupo de inquisidores antes de partir por caminos separados.