Partida Rol por web

Ni tus años de estudio ni los de docencia, ni tampoco tu época en la mili te habían preparado para esto. Era una jodida guerra abierta y te encontrabas sólo, bueno, en compañía de un chico asiático cuyo nombre ni siquiera conoces. El chico se encuentra demasiado nervioso incluso para hablar. De repente se desploma en el suelo y asume una posición fetal mientras llora y dice algo en un idioma que no habías oído en la vida. Cojonudo, justo lo que necesitabas.

Con dificultad, ya que las luces se han apagado, observas con alivio que su pierna así como el resto de su cuerpo se encuentran en buen estado. Menos mal, al menos de momento, un muerto menos.

Tu casa permanece en silencio, sin embargo, fuera oyes gritos, golpes y carreras: parece que el resto de tus vecinos han echado a correr hacia arriba, no sabes con qué intención. A través de la mirilla observas que Rojales ha subido a acompañar a la “amigable expedición” y que Fungairiño, ahora totalmente ido y transformado definitivamente en uno de esos seres, le sigue por detrás.

Estás solo, tienes miedo y no hay luz. Pero, demonios, sigues vivo, estás armado y aún puedes salir de aquí con vida. Tal vez sea hora de tratar de buscar ayuda... ¿Qué es ese extraño ruido que oyes desde tu despacho?
 

El señor Costa, aún nervioso, al borde del colapso, vuelve a coger el winchester. Está cargado y listo para disparar. Casi le dispara al joven asiático cuando este cae desplomado, pero al parecer solo es un ataque de pánico. El chino está bien, o al menos no está infectado, solo con un ataque de nervios, catatónico. Observa por la mirilla, como Fungariño, convertido en una de esas cosas, sigue a Rojales, otra de esas cosas, hacia arriba. Al menos, no le han visto. Se plantea salir de allí, y bajar, para pedir ayuda. Pero la policía no ayudará, eso es algo evidente. Quizás lo mejor sea permanecer en sus casas, a la espera. Al menos es lo mejor que se le ocurre. Se gira hacia el chino.

-Vamos, chaval.- Le dice, dándole una patada, no demasiado fuerte, para que reaccione. -Hay que atrancar puertas y ventanas. Aguantaremos aquí.- Un ruido en el despacho hace que se gire, sobresaltado. Ha cerrado la puerta, ninguno de aquellos bichos puede haberse colado... ¿O si? Su corazón pega un vuelco, y respira rápido. "Maldita sea". No se decide a ir a mirar. Eso siempre es estúpido. Al final, se decide por hacer algo igualmente estúpido. 

-¡¡Eh, tú!!- Apunta hacia el despacho, sin moverse. -¡¡Te he visto!! ¡¡Sal de ahí o dispararé!!-

- ¡Hostia!- grita Miquel cuando tropieza y cae al duro suelo. Tiene el tiempo justo para girarse y encarar a Francesc que sube "tó loco".

- ¡Ayudadme cabrones!- increpa a sus vecinos.

Rápidamente lanza una patada a Francesc con toda la fuerza que le es posible pero dado lo crítico de la situación y su mala posición la cosa está difícil.

¡Mierda y suben los demás tarados! ¡Jesucristo dame fuerzas! piensa el abogado desesperado. De repente, se ha vuelto creyente.

Me doy la vuelta y veo como Miquel le da una patada a nuestro ex-vecino, asi que subo mas tranquilo, pues estoy seguro de que conseguira subir, ademas de que Gerard siempre puede pegarles un tiro-tengo que echar un vistazo a los datos que tengo ahora mismo de la infeccion-entonces llego al cuarto piso...

 Por unos momentos no acaba de creer lo que acontece ante él. Viendo como Andrés sale corriendo se le hace evidente que por ironías del destino es el único que procura el bien de sus vecinos. Más que nada porque sabía que cuantos más aliados permaneciesen a su lado, más posibilidades de supervivencia habrían.

-          ¡¡¡Estoy rodeado de putos cobardes!!!- Maldice en un lamento lleno de odio.

No sabe si servirá de algo, pero igualmente como mínimo lo intenta. Separando las piernas se afianza en el suelo, y sosteniendo el arma con ambas manos apunta hacia la cabeza de Francesc y con suavidad aprieta el gatillo.

-          ¡¡¡MOR FILL DE PUTA!!!- Grita mientras la detonación del arma resuena por toda la escalera.

Ahora lo que tocaba hacer era esconderse, no había acabado con Jose y este podía delatarla, asi que lo mejor es intentar pasar desapercibida.

Alumbro un poco a mi alrededor para cercinarme de que nada nos acecha y cojo a Jose con una mano tirando de el hacía el interior de la habitación, antes de salir en busca de Mónica quería cercionarme de que mi colega estaba bien, cierro la puerta con el pestillo y cojo la otra linterna grande dejandole alumbrado entero

-Joder, eso tiene mala pinta tio ¿Te han morido? ¿Que a pasado?

Cojo un trozo de tela grande y se lo ofrezco con la escopeta preparada en la otra mano apuntandole al pecho de forma algo disimulada para que no se entere

-Ponte eso en el cuello y aprieta tio...nos estan jodiendo a todos...pero...que os jodan a vosotros...vosotros no joder...

Respira profundo reprimiendo sus impulsos, le cuesta mucha perder a un amigo, como a todo el mundo pero el nunca se había sentido así

En el último suspiro, Miquel golpea en el pecho a Francesc, haciéndolo trastabillar hacia atrás, mientras que Gerard le dispara, impactándole en una oreja y haciéndole caer al suelo definitivamente, aunque por poco tiempo. Eso os da tiempo suficiente para salir corriendo hacia el cuarto piso. Andrés se os ha adelantado y ya casi parece haber llegado al piso.

Los gritos y los estertores de los infectados os siguen por la espalda y casi podéis notar su aliento en la nuca cuando veis una figura en el cuarto piso, una sombra recortada por la luz que tiene a su espalda… ¿luz? ¿En un piso? Se trata sin duda de Tomás Cifuentes, vuestro anciano y taciturno vecino…

Andrés entra precipitadamente y deja paso a Miquel y Gerard, que llegan en el último momento, justo antes de que Tomás cierre la puerta con violencia, golpeando en los morros a Rojales, Francesc y Fungairiño…

Estáis vivos. De momento.
 

El anciano, al que alguno de vosotros no había visto nunca (Andrés era el único vecino que había mostrado cierta preocupación por su bienestar a lo largo del tiempo que llevaba viviendo ahí) es un tipo bastante andrajoso, con una larga barba y cabello blanco, bastante sucio y vestido con una bata y un pijama plagado de manchas de todo tipo. Os mira con furia y levanta una escopeta antigua a la altura de vuestras cabezas mientras con una voz atronadora pregunta:

- ¿Os han mordido? – su tono no da lugar a dudas: si la respuesta es afirmativa no parece que se lo vaya a pensar mucho. A su espalda, los infectados golpean con gran violencia la puerta durante unos 30 segundos, para acabar corriendo escaleras abajo entre un gran griterío.
 

Tienes miedo, estás completamente aterrado... sin embargo no puedes evitar mirar constantemente la herida que Antonia acaba de hacerte en la cabeza: aún caliente, grande, con los dientes de aquell zorra claramente marcados en tu carne... no es una herida profunda, pero sí está en una zona (el cuero cabelludo) donde un sangrado abundante es la norma... sin embargo tu herida no supura sangre apenas. Al principio manó un poco de líquido carmesí, pero ahora la hemorragia se ha detenido por completo. Además, sorprendentemente no te duele, pese a lo que cabría esperar de una herida de ese calibre. Por lo que ves ahora mismo, podría tratarse de una herida de pega, hecha con maquillaje.

Pero algo dentro de tí te dice que no es así.
 

Levantas tu Winchester y pronuncias una amenaza en voz alta cuando, al entrar en tu despacho descubres algo que te hace sentir muy ridículo: lo que te había sobresaltado era la música de inicio de Windows XP de tu ordenador. ¿Cómo era posible, si se había ido la luz? Rápidamente recuerdas: tu nieta había instalado un SAI, uno de esos aparatos *preparados para evitar que los apagones rompan el ordenador. En el tiempo en el que se había ido la luz y habías vuelto a tu despacho, tu ordenador se reinició. Bendita tecnología, después de todo.

La estancia queda iluminada por la tenue luz del equipo informático mientras examinas el escritorio... Tal vez puedas utilizar alguno de esos infernales programas para comunicarte con los de ahí fuera.

Mientras todo esto ocurre, oyes más y más gritos y golpes, además de otro disparo en la escalera... finalmente un portazo. Quien quiera que hubiera ahí fuera parece que ha logrado guarecerse del ataque de esos cabrones.
 

Os encontráis en la habitación de Joan. Jose apenas puede moverse debido al calibre de la herida. Hace presión contra la misma, aunque la pérdida de sangre no puede evitar que al tratar de levantarse se maree y tenga que volver a sentarse en la cama. Mientras, ahí fuera, sabéis que está Monica, tal vez esperando una mejor oportunidad. Pero sabéis que salir al rellano no es una opción mejor. Además, Jose ha sido mordido, ¿se convertiría también en una de esas cosas? Ambos os lo preguntáis en silencio…

Es hora de actuar, ¿qué haréis?
 

Te encuentras escondida en la cocina, pero desde una posición desde la que puedes ver con claridad los movimientos de Jose y Joan. El policía arrastra a su amigo hasta su habitación y se encierra dentro: parece que no quiere arriesgarse contigo… no obstante, tú sabes que el riesgo también está en que se quede encerrado en una habitación con Jose. No tardará en ser uno de los tuyos.

Mientras, tu radar te revela que el resto de los infectados corren escaleras arriba en pos de Gerard, Miquel y Andrés, sin poder alcanzarlos finalmente. No obstante, Andrés también estaba infectado… pronto toda la escalera pasaría a formar parte de tu manada.

En silencio, observas...
 

Tienes miedo, estás completamente aterrado... sin embargo no puedes evitar mirar constantemente la herida que Monica acaba de hacerte en el cuello: aún caliente, grande, con los dientes de tu amiga claramente marcados en tu carne... no es una herida profunda, pero sí está en una zona donde un sangrado abundante es la norma... sin embargo tu herida no supura sangre apenas. Al principio manó un poco de líquido carmesí, pero ahora la hemorragia se ha detenido por completo. Además, sorprendentemente no te duele, pese a lo que cabría esperar de una herida de ese calibre. Por lo que ves ahora mismo, podría tratarse de una herida de pega, hecha con maquillaje.

Pero algo dentro de tí te dice que no es así.