El marco histórico
El cambio de era, de la época "moderna" a la "contemporánea" vino marcado por el surgimiento de la Revolución Francesa. Independizados los Estados Unidos del Imperio Británico en 1783, es Francia el mayor peligro y competidor de Inglaterra, una nación que despuntaba con fuerza fruto de una temprana industrialización, sobretodo en el sector del algodón y el textil, donde se aplicó la máquina de vapor como fuerza motora.
Inglaterra, beneficiada por sus numerosas posesiones coloniales (entre las que destacan la India, Canadá y la nueva colonia de Australia) fue la única potencia que plantó cara a la revolución desde el principio, y luego a Napoleón. Si bien es cierto que en las operaciones terrestres, el peso de la guerra fue llevado por potencias como Prusia, Rusia o Austria, o al menos así fue 1809. Es en este año cuando, ayudando a un aliado comercial tradicional (Portugal), un ejército al mando de sir Arthur Wellesley desembarca en Galicia, iniciándose la llamada Guerra Peninsular, defensiva hasta 1810, y que aprovechó el alzamiento guerrillero y el desastre de las fuerzas francesas en Rusia para avanzar y retomar toda la Península en una serie de batallas que hicieron famoso al general Wellesley, hasta convertirlo en el azote de Napoleón en la batalla de Waterloo de 1815: lord Wellington. Mas tarde, el general entraría en política, pero tras la victoria sobre el corso, debió volver a la India para enfrentarse al problema de los marathas.
La victoria en tierra y por mar (batalla de Trafalgar de 1805) no trajo la prosperidad deseable a Inglaterra, y empobreció irremediablemente a muchos paises europeos. Como reacción a la revolución, las potencias vencedoras se reunieron en el Congreso de Viena (1815), plataforma desde la cual intervendrían en cualquier pais que se solicitase para aplacar intentonas revolucionarias, como sucederá en España el año próximo (invasión de los "Cien mil hijos de San Luis" en 1820). Aunque Inglaterra, beneficiada por su sistema representativo singular y una monarquía con poderes recortados, fuera la nueva potencia rectora del mundo, esta dirección se realizaría de un modo soslayado, procurando mantener el equilibrio de fuerzas en Europa (y al mismo tiempo, evitando que nadie pudiera superarla en el mar y en la expansión de sus colonias) y sin llevar a cabo una política de intervención militar activa en el continente.
Iniciaba así Inglaterra la llamada "splendid isolation", el aislamiento espléndido, una postura muy del gusto de la alta sociedad inglesa. Vuelta de espaldas a Europa, aunque la dirigiera manejando tenues hilos, Inglaterra vivía un idilio victorioso que sin embargo no podía enmascarar una crisis social y económica. Los soldados y marineros que habían llevado al país a la victoria regresaban ahora a casa para encontrarse sin trabajo, compitiendo por salarios bajísimos y condiciones de trabajo insalubres y peligrosas en las fábricas y minas. Las protestas no se hicieron esperar, y se llegaría a atentar contra la propia vida del príncipe regente, el futuro Jorge IV, que detendría numerosas conspiraciones. Su moribundo padre, y teóricamente todavía rey, Jorge III, estaba recluido en una jaula de oro, incapaz de gobernar debido a sus ataques de locura. Era la época de la Regencia.
El mundo militar
Cuando la guerra contra la convención comenzó en 1793, el ejército británico contaba tan solo con 40.000 hombres. A pesar de que era un ejército con extensa veteranía en conflictos recientes, en Estados Unidos y la India (sobretodo), debió adaptarse al desafío logístico y la carrera de armamentos introducida por el órdago que supuso tener que crear una fuerza que pudiera rivalizar con la Grande Armée de Napoleón, novedosa y victoriosa en todos los frentes. Para 1813, en pleno contraataque sobre las fuerzas del corso en Europa, sumaba 250.000 hombres, bien equipados y en su mayoría veteranos de las campañas de la Guerra Penínsular.
El brazo más fuerte de las fuerzas armadas de Gran Bretaña era la Armada, tratada con mimo desde el siglo XVII, había alcanzado durante el XVIII la supremacía de los mares. La supremacía, no solo por número de naves (su flota, repartida por todo el mundo, era tan grande como el resto de flotas europeas juntas) sino por la calidad de los navíos y sus tripulaciones expertas. A pesar de la ocasional falta de pagas, las malas condiciones de vida a bordo de un buque y la inactividad de los grandes navíos de línea (las fortalezas erizadas de cañones que solo abandonaban el puerto para grandes operaciones navales), las tripulaciones se entrenaban rotando en destinos muchos más apetecibles entre los barcos de guerra de menor calado, como fragatas y corbetas, destinadas a ataques por sorpresa y operaciones de corso sobre convoyes de mercantes enemigos. La flota, que en 1805 y al mando del mismísimo Lord Nelson (muerto en combate) derrotó a franceses y españoles en la batalla de Trafalgar, y que posteriormente se aseguraría el dominio de los mares eliminando a armadas competidoras como la danesa, era el primer bastión ante una eventual invasión del suelo inglés. Cuando toda Europa había caído bajo la bota de Napoleón, era la Royal Navy lo único que mantuvo a las tropas francesas mano sobre mano en Brest, esperando un embarque que nunca tuvo lugar.
El ejército de tierra era el arma que tuvo que enfrentarse diréctamente a las tropas francesas en el escenario bélico de la Península Ibérica. Este ejército estaba formado a raiz de las lecciones extraidas por el reciente conflicto contra Estados Unidos, donde habían sido derrotados por una sabia combinación de fuerzas irregulares de escaramuceadores con fusiles de ánima lisa, operaciones de gran movilidad en busca del mejor terreno y corte de líneas de suministros. Puede asegurarse que el ejército británico era, sin duda, moderno, y uno de los mejor entrenados de la época. Pero no era oro todo lo que relucía.
A pesar de la prohibición real, muchos oficiales todavía compraban directamente sus rangos sin haber pasado por una academia militar en el año 1800, normalmente nobles o segundones que esperaban en el ejército cierto ennoblecimiento (un oficial era siempre "un caballero") y que tenían pocas nociones de la guerra real hasta que no pisaban un campo de batalla. No obstante, fruto de las necesidades de la guerra, cada vez más oficiales obtenían su comisión de entre la burguesía e incluso las clases bajas (sobretodo propietarios de tierras), y las primeras academias militares de infantería surgieron entre 1800 y 1802.
Estos oficiales mandaban sobre una tropa que, en su mayoría, era "no-inglesa" (solo un 18% aproximadamente), siendo la mayoría de los soldados escoceses o irlandeses, de lealtad siempre dudosa los últimos (según la mentalidad de la época) y que eran mirados injustamente con lupa por sus oficiales (injustamente, ya que el propio Lord Wellington era irlandés). Esta tropa, reclutada de entre lo más bajo de la sociedad (Wellington les llamaba "escoria de la tierra"), y frecuentemente "enganchada" por métodos poco lícitos en tabernas y pueblos (se suponía que el reclutamiento era voluntario, pero cuando no se engañaba a los reclutas se sacaba gente de las prisiones) era sometida a un durísimo entrenamiento y una disciplina férrea, donde por las más leves faltas un oficial podía sentenciar a un soldado a recibir numerosos latizagos.
Los soldados eran entrenados en las tácticas de combate de la época, además de la vida militar y la disciplina que debían demostrar en todo momento. Estas tácticas, en el caso de la infantería británica, eran parecidas pero a la vez diferían de las de sus enemigos. Frente al poder de choque de las grandes columnas de infantería francesa, los británicos oponían líneas de infantería de dos o tres hombres que se turnaban disparando por secciones de la siguiente manera: la primera sección apuntaba y disparaba, y luego se arrodillaba para recargar. La segunda entraba en fuego entretanto, y repetía la operación, dejando paso a la tercera. De este modo, cuando la tercera línea había descargado sus mosquetes, la primera estaba preparada para levantarse y volver a hacer fuego. Esto se repetía 3 veces por minuto, 4 en el caso de los soldados entrenados a conciencia. Era lo que los ingleses llamaban "volley fire", y realmente creaba una barrera de fuego que se suponía podía parar al enemigo en la distancia de combate (entre 50 y 0 metros). Esta táctica les llevó a varias victorias en épocas muy trempanas, como la producida sobre los marathas en la India (batalla de Assaye de 1803) y la primera derrota importante de Napoleón por tropas británicas (batalla de Talavera en 1809).
El resto de armas del ejército de tierra eran la artillería, con academia militar desde 1720 (el manejo de cañones involucraba una serie de conocimientos técnicos y matemáticos muy importantes) y la caballería. Esta rama, mucho más aristocrática en su oficialidad, se dividía a su vez en una serie de cuerpos específicos que se suponía realizaban tareas diversas, desde el asalto frontal (los heavy horses, lanceros y coraceros) a la escaramuza y la persecución del enemigo (dragones y húsares). Se decía que los británicos tenían los mejores caballos del mundo (por sus excelentes caballerizas y por lo robustos y altos que eran los animales) pero el empleo táctico que hicieron de la caballería, en comparación con los franceses, fue bastante deficiente.
Entre la artillería, habían diversas piezas para usos también diversos: cañones de campaña, los más comunes los llamados "del 12" (también conocidos como "napoleones"), cañones de sitio (de calibres mucho más gruesos, pensados para expugnar fortalezas), morteros (armas de tiro parabólico que se suponía disparaban en arco pudiendo salvar muros y otros obstáculos) y los "cohetes" (rockets), un arma de efectividad muy limitada pero que provocaba un estruendo tremendo y desmoralizaba a los enemigos, sobretodo a sus caballos. Fruto del desarrollo francés de la artillería vieron la luz gran número de calibres, aumento la precisión de las armas y se usaron gran número de tipos de munición, entre ella la explosiva o la que se disparaba conteniendo metralla, pensada para que explotara sobre las cabezas de los soldados de una formación de infantería.
En general, las tácticas de combate del ejército regular (regimientos* de línea o de a pie) a nivel de batallón o regimiento eran las siguientes:
Durante este avance las tropas de escaramuceadores (green jackets) se adelantaban para hostigar al enemigo con táctica de guerra irregular (disparando desde coberturas y avanzando a su aire en grupos de dos hombres que se cubrían mutuamente) o entraban en contacto con escaramuceadores enemigos mientras la infantería se desplegaba para el combate.
La línea se arqueaba entonces en ambos extremos (que estaban formados por compañías de granaderos, soldados más fuertes y mejor entrenados que se suponía eran tropa de élite) hacia adentro, presionando sin dejar de disparar. Cuando el enemigo se desmoralizaba o entraba en fuga, se ordenaba cargar a la bayoneta, o se usaba la caballería ligera para atacarle mientras se retiraba.
*Un regimiento es una unidad mandada por un coronel, que tiene 1.000 hombres bajo su mando. Se estructura en dos batallones de 500 hombres que solían turnarse (uno en el frente y otro en la reserva) al mando de un mayor cada uno. Cada batallón estaba formado por 5 compañías de 100 hombres, al mando de un capitán, y cada compañía poseía al menos dos pelotones de 25 a 50 hombres mandados por un teniente y un sargento a sus órdenes. La bandera de la compañía era llevaba por un oficial muy joven, el alférez o ensign, que se alistaba con 14 o 15 años para aprender así el oficio.