Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo IV - Contraataque

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31/05/2013, 16:34
John Connor

El arma de Connor se hundió en el cuerpo de Sir Patrick. Pudo sentir su aliento desvaneciéndose en la frescura de la noche. Los últimos instantes de aquel malnacido pasaron como una eternidad para el Capitán. Los ojos cada vez menos vidriosos de Markington ya no reflejaban rabia, sino incomprensión, e incluso miedo. La muerte es capaz de enseñar la humildad hasta al peor de los espectros, pero por un alto precio. Lentamente, el cuerpo ya sin vida del vástago del Coronel, se desploma hasta recibir la campiña inglesa como lecho. John, con la vista fija en el rostro de su enemigo, como viendo más allá de su carne, rostro que mantiene la misma expresión de cierta inocencia, permanece unos instantes de reflexión. Quizá no saque nada en claro de todo aquello e incluso él mismo habría ocupado su lugar en el suelo de no ser por Strafford.

Su compañero de armas rompe su concentración. – Gracias, Señor. Le debo la vida. Con la presencia de Sir Patrick, y que en paz descanse, me asaltan muchas dudas de lo que haya podido ocurrir en el Britannia. Le rogaría que cuando disponga de un momento, me ponga al día – Tras recibir la palmada en su hombro, Connor le informa de lo sucedido con el pequeño grupo de supervivientes – Señor, debo informarle que he contraído matrimonio con Katherine. Sería un honor que nos brindara unas palabras llegado el momento. Por cierto, no ha sido el único enlace, el padre Mason ha tenido bastante trabajo, ya le informarán. Gracias de nuevo –

John suelta su arma que también es recogida por la hierba y abandona el escenario del combate con su némesis para buscar a la persona que ama. Entre tanta persona, le cuesta localizarla, pero una vez su silueta aparece entre ellos, el rostro de John se ilumina. – Gracias a Dios estás bien – Y la abraza si miedo a mancharla de la sangre que tiñe su camisa. – ¿Qué bajas hemos sufrido? – No es necesaria la respuesta. Aflicción de Georgina hace patente la muerte de Kapoor. También se llora por la señora Spooner. – Que Dios les acoja -

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31/05/2013, 17:23
Evangeline Frederick

Evan cogió la mano de su hermana y cerró los ojos de la señora Spooner. Limpió las lágrimas de  sus ojos y los de su gemela  con la punta de un pañuelo de encaje, abrazándola. Bajó la cabeza respetuosamente  y rezó una oración por el alma de la señora Spooner, apesadumbrada. El dolor y la muerte les rodeaban. Quién lo hubiera dicho hacía unas pocas semanas...

- ... descansa en paz, señora Spooner -sususrró finalmente,  recolocando con respeto y cuidado las ropas del cadáver de la mujer.

Se puso en pie y levantó a su hermana, llevándola junto a Connor. "Gracias a Dios estás bien", comienza él, preocupado, y Evangeline se apartó para dejarlos. Se dirigió con pesadumbre y preocupación hacia su esposo, el médico, angustiada al preguntarse cómo está... y suspira de alivio al comprobar que se encuentra bien, salvo por la brecha. Amorosa, delicadamente, apartó e pañuelo de él y apretó el suyo propio, aún manchado de lágrimas por causa de la señora Spooner, contra la herida. Tomó la mano libre de Augustus. 

- Gracias al cielo que estás bien -susurró, dejándole un suave y comedido beso en la mejilla-. ¿Te duele mucho? -inquirió con dulzura casi pueril.

Su mirada se cruzó, casi por error, con la de Strafford. Vio el gesto fugaz en su boca y se estremeció. No todos los monstruos que poblaban Inglaterra estaban muertos. 

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31/05/2013, 19:58
Katherine Connor

En medio de aquella vorágine de sensaciones, de olores, de gritos, de dolor y terror, Katherine se convencía de que los humanos eran aún peor que aquellos muertos vivientes que les habían estado atacando. Su corazón parecía latir con más fuerza que nunca y con tanta rapidez que por un momento pensó que se desmayaría pero ya había soportado tanto que se instó a sí misma a ser más dura y poco lo duró la incitación cuando no sólo vio muerto a Kapoor, sino cuando vio a Georgina actuar de aquel modo irracional y casi animal, sin poder entender lo que su hermanastra decía. A la joven gemela le dio un escalofrío que la recorrió de pies a cabeza pero entonces su atención captó a su hermana de nuevo, no quería más pesadillas y no terminaba de una cuando comenzaba otra.

Siguió con la mirada a Evangeline, apretó su mano mientras juntas lloraban la muerte de la señora Sponner, otro miembro de su familia. Quizás el remanente de la familia que habían sido y que las quería tanto como una madre, ¿y se sentía orgullosa? Así había dicho mientras su gemela le secaba las lágrimas a la moribunda mujer y ella no podía casi ni respirar. Hubiera querido decirle algo, confortarla de alguna manera, darle las gracias porque en gran parte, esa mujer tenía que ver mucho con lo que ellas eran y no pudo, no supo decirle nada, sentía que alguien le había cogido el corazón y se lo apretujaba con fuerzas, con odio, quizás con tanta furia como Georgina terminó bañada en sangre.

La muerte vino y se llevó el cuerpo y alma de la señora Spooner y por suerte para ella, también el de aquel demonio que les había atacado y que de no ser por la justa llegada de Strafford se habría llevado las almas de ellos. Se movió guiada por su hermana pero sintiendo que cada vez su cuerpo tenía menos fuerzas, fue cuando lo vio a él con aquel rojo brotando de su cuerpo y no sólo el de su uniforme y no pudo más, se echó a llorar entre sus brazos, apretándolo todo lo fuerte que podía. Sabiendo que podía haberlo perdido y no verlo nunca más, lo apretó fuerte hasta que no pudo más, ni siquiera pudo responderle, su respiración se hizo breve y rápida, se dijo que quizás la pesadilla había terminado, se derrumbó con él que era casi todo su mundo.

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01/06/2013, 01:47
Director

Casi cincuenta cuerpos quedaron atrás. No hubo tiempo para hacerles una tumba apropiada a los caídos de su bando, que habían sido todos los criados a excepción de una pequeña ayudante de cocina llamada Eunice, de doce años. En su lugar, los hombres cavaron rápidamente una zanja, una suerte de fosa común donde echaron los cuerpos propios. Era más una cuestión de decencia, pues dejaron a la intemperie a los yeomen, tras despojarlos de sus armas e insignias (que según Connor no merecían). Quedaron allí como alimento de los cuervos, tanto como de los no-muertos. Con suerte, algunos de ellos, al ser vecinos del lugar, fueron en vida blanco de los desmanes de aquellos hombres. Justicia poética. Como último acto, a pesar de que les retrasó bastante, juntaron madera y ramas de un cobertizo cercano y tras untar el cuerpo de Kapoor de aceite de ballena, le prendieron fuego. No hubo tiempo de quedarse a recoger sus cenizas, pues eso les hubiera llevado horas. Sería el viento el que se encargara de esparcirlas y, con fortuna, le llevaran de nuevo a su hogar tras un largo y azaroso viaje.

Montaron de nuevo, dejando atrás la solitaria cruz testigo del improvisado enterramiento iluminado por la fogata, que ardía con mucha viveza a causa del aceite. Les hubiera gustado dedicar más tiempo a honrar a los muertos, para enterrarlos como era menester. Pero Strafford tenía órdenes, y la noche no era segura en aquellas circunstancias. Reemprendieron la marcha en silencio, reflexivos, y sintieron frío a pesar de que estaban en pleno estío. El trayecto, que era de menos de una hora, se les hizo eterno en la oscuridad de la noche.

Al cabo, vieron la silueta de Fort Britannia, más allá de la campiña desprovista de vegetación y los meandros del río que morían formando una pequeña ciénaga. Ni las hermanas Butler ni Georgina habían estado allí nunca, y se quedaron admiradas por el elegante y aparentemente simple trazado de la fortificación, y de su separación en tres niveles delimitados por un estrecho acceso a través del foso con puentes levadizos.

A través de los diques y los pasillos de tierra vieron las señales del combate que habían escuchado en la lejanía la noche anterior. Había balas de cañón clavadas en la tierra, y todavía persistía el olor a sangre y pólvora. A pesar de los esfuerzos de los soldados por enterrar en fosas comunes a la gran mayoría de los cadáveres, varios grupos de cuerpos, unas decenas, formaban pequeños montículos frente a zanjas sin terminar de excavar, testigos mudos de la batalla. Todos, sin excepción, presentaban disparos o heridas de metralla en la cabeza. Muchos de ellos eran conocidos, antiguos vecinos de Colchestershire, que habían sucumbido a la enfermedad para convertirse en soldados del ejército de los no-muertos. No obstante, la mayoría de los muertos no les sonaban de nada. Eran personas anónimas, y por sus zapatos gastados o sus pies desnudos, debían proceder de lugares distantes, o grandes centros urbanos.

Las lámparas y antorchas en las almenas les indicaron la presencia de los soldados, y un pequeño piquete de los mismos acudió para abrirles las puertas y bajar los puentes, alzándolos una vez hubieron pasado. Franquearon así las puertas y llegaron a la gran explanada central del fuerte. Quedaron maravillados, durante un momento, de la gran actividad que había allí dentro: soldados del 84º regimiento, highlanders escoceses, dragones y húsares de caballería, infantería del 84º regimiento y oficiales de los diversos cuerpos. Por una parte, les dió rabia, al comprender que todos aquellos hombres, más de un millar, que estaban repartidos entre las almenas, las tiendas de campaña y los barracones, habían estado seguros tras los muros de la fortaleza mientras ellos se enfrentaban a la muerte y a las penurias. Por otra parte, comprendieron que la gran batalla que había sucedido el día anterior, atrayendo a los zombis ante aquellos muros, les había permitido salir de sus casas, a ellos y a otros muchos habitantes de la región. Les había dado una oportunidad. De hecho, por el rostro cansado y la ropa polvorienta y manchada de sudor y sangre de algunos soldados, comprendieron que algunos de ellos venían de fuera, mientras que otros se habían pasado un día entero con su noche combatiendo, liberando a la región de la presencia de aquella gran horda a la que hubiera sido imposible detener en campo abierto.

Cuando llegaron, fueron atendidos por un joven oficial del 84º regimiento, el alférez Dickinson, que actuaba como el ordenanza de Strafford. Era un joven de apenas 15 o 16 años de familia bien y buenos modales, que se interesó por su estado y procuró que estuvieran cómodos. Según les dijo, habían dispuesto una sala en el edificio de administración, donde dormían los oficiales superiores, como aposentos para los civiles, que serían vigilados por centinelas de confianza para evitar desmanes de la tropa. No obstante, aquella noche nadie parecía tener el cuerpo para ningún desmán. Les informaron de que el general Tarleton, al mando del fuerte, deseaba cenar con ellos, ya que estaba ansioso por recibir nuevas acerca de aquella cura. Les dieron tiempo y privacidad para adecentarse un poco, disponiendo agua y paños, así como habilitando una pequeña zona tras una cortina para que hiciera las veces de biombo para las damas. El señor Morgan curó las heridas de los que presentaban rasguños y cortes, con ayuda de un sanitario militar que se ofreció a ayudar.

Prepararon entonces las copias de la declaración que habían firmado, una cajita con extracto de quina de su boquitín y la jaula donde iba encerrado Nelson y al que habían dado de comer unos cacahuetes. Recorrieron entonces un pasillo decorado con un tapiz referente a la batalla de Marston Moor en la Guerra Civil Inglesa, pasando delante del concurrido comedor de oficiales, donde se estaba sirviendo la cena, cuyo olor les atrajo. Llegaron así a una sala usada normalmente para reuniones privadas de los oficiales al mando, donde habían dispuesto varias mesas en hilera. Varios soldados en calidad de "criados" hacían de camareros, aunque no se había servido la cena sino un pequeño entremés. Había varios hombres sentados allí, aguardando. En la cabecera de la mesa un hombre de mediana edad con el uniforme más ostentoso y el pelo cano. Junto a él un hombre un poco más joven, pero mucho más estropeado y cetrino, vistiendo un uniforme verde de los green jackets. Por último, un oficial de marina al que reconocieron por su característico uniforme azul. Su presencia quizá les resolvería la duda acerca de los tres barcos que habían visto fondeados en el canal que estaba a espaldas del fuerte.

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01/06/2013, 02:34
Sir Banastre Tarleton

Educado, el general se levantó inclinando levemente la cabeza y el torso a modo de saludo y respeto hacia las damas.

-Sean bienvenidos a Fort Britannia, damas y caballeros. El mayor Strafford me ha hablado acerca de su encuentro con sir Patrick, y el final de su historia. Lamento haber sido el causante indirecto de tan funesto encuentro, y me arrepiento de no haberle mandado a fusilar junto a su padre. Está claro que no se le puede dar ninguna alternativa a un cobarde, o toma provecho de ella para percance de los buenos ciudadanos. Veo que está entre ustedes el capitán Connor, al que estábamos esperando. He oído algo acerca de bodas, y veo anillos en sus dedos. No se exactamente a quién debo felicitar y en qué orden, pero me alegro mucho de que hayan sabido sacar algo positivo de esta caótica situación.

Antes de hablar más acerca de la "caótica situación", le pareció apropiado efectuar las presentaciones oportunas.

-¿Donde están mis modales? Sir Banastre Tarleton, general al mando de este sector militar y miembro de la cámara de los lores, a su servicio. Les presento a mi segundo al mando, el teniente coronel Joshua Berdan, del 95 regimiento de rifles, y al comodoro Edrington de la Royal Navy. Supongo que estarán cansados y conmocionados por todo lo sucedido. Por favor, tomen asiento, sean tan amables. Tenemos tiempo para hablar todos los temas, sean agradables o desagradables.

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01/06/2013, 02:44
Sir Barnabas Morgan

El viejo médico escuchó las palabras sin necesidad de la trompetilla, pues aquella sala tenía buena acústica. Como improvisado "anfitrión" de su grupo, tuvo a bien hacer las presentaciones.

-Gracias, general. Soy yo quien está a su servicio: sir Barnabas Morgan, doctor y director del servicio de Higiene y Salud Pública de Leeds. Al menos, hasta antes de esta pesadilla. Le presento a mi sobrino Augustus Frederick y a su reciente esposa Evangeline. Su hermana, ambas de la antigua familia Butler, Katherine, y su esposo el capitán Connor. Y por último al señor Templeton, de la compañía Sedley, y su esposa y heredera de dicho emporio comercial, Georgina Templeton-Sedley. Hoy mismo tuvimos una agradable tripe ceremonia bajo los auspicios del párroco de Colchestershire.

Sacó una de las copias del informe, y carraspeando se acercó.

-Si me permite, y antes de sentarme, le remito una copia de un informe que hemos redactado entre todos. Da fe del mismo en calidad de notario el padre Jackson, y contiene nuestras observaciones, experimentos e ideas acerca de la enfermedad y como contenerla.

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01/06/2013, 02:52
Tte.Cor. Berdan

El oficial de los green jackets parpadeó ante aquellas palabras.

-¿Contenerla? Y cómo es eso posible. Apenas sabemos como se producen los contagios, y la enfermedad actúa con gran rapidez entre los contagiados. El mayor Strafford nos dijo algo acerca de una posible cura, algo que habían descubierto. Despéjenos la duda, si es usted tan amable.

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01/06/2013, 02:53
Augustus Frederick

Miró a Evangeline y compuso una breve sonrisa. Parecía que allí podían ser útiles de una vez por todas. Solo se lamentó por exponer a su esposa, a su hermana y al resto de mujeres a la presencia de tantos soldados. No obstante, parecía que el general tenía propósito de resarcirles por haber dejado escapar a sir Patrick, y que ello casi les costara la vida.

-Y más que eso, señor Berdan... ¿Era Berdan, no? Bien, hemos hallado una cura para los síntomas de la enfermedad una vez contraídos y antes de que se produzca la muerte. Se trata de una disolución del extracto de quina, la quinina. Reduce la fiebre e impide el avance de le enfermedad. Y no solo eso. Hemos encontrado la causa de la infección, y al mismo tiempo, su vacuna. Se trata de una raza de monos que procede de Borneo, entre los cuales la enfermedad es endémica. Al parecer el contagio se inicio en Manchester y fue estudiado por un miembro de la Royal Society. Un oficial de la armada trajo consigo uno de estos monos, y su mordedura se demostró transmisora de la enfermedad. Sin embargo, hemos averiguado que inoculando la sangre de estos simios en una muy pequeña cantidad, hay un porcentaje muy alto de casos en el que el sistema inmune es capaz de hacer frente a la enfermedad e inmunizarlo, como en el caso de la viruela.

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01/06/2013, 03:02
Robert Edrington

El oficial naval intervino entonces. Se había mantenido hasta entonces cerca de su copa de vino, con el semblante grave.

-Imagino que ese simpático animal que traen consigo es un ejemplar. Leeremos su informe con mucho gusto, y lo remitiremos a otros sectores militares para que sean tomadas las medidas oportunas. Sin embargo, sus soluciones se me antojan problemáticas, caballeros. El extracto de quina es un bien muy preciado, una cura contra la fiebre amarilla y otras dolencias con mucha demanda en el continente. Una especia sumamente cara, y que no abunda en los mercados. Lo mismo podría decirse de esos pequeños monos. Quizá podamos encontrar una docena en todas las colecciones particulares y zoológicos del Reino Unido. Ni sangrándoles cien veces al día podríamos inmunizar al número necesario de soldados o civiles.

El pequeño Nelson se sintió intimidado, como si hubiera comprendido algo tras aquellas palabras, y nervioso se encaramó a la jaula chillando un momento.

-A no ser que me digan que tenemos una fuente inagotable de quinina o algo así, claro... -dijo con semblante inexpresivo.

Comenzaron a servir la cena entonces: trucha asalmonada y ensalada con queso bonchester. Para los carnívoros había también un plato con diversas carnes a la brasa, y vino tinto en cierta cantidad. Oporto, les pareció al catarlo.

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01/06/2013, 11:40
Georgina Templeton-Sedley

Tras el ataque de ira y el llanto desconsolado quedó en una especie de catatonia, un estado de agotamiento, indiferencia y ausencia, tenía el corazón roto. No era capaz de soportar la idea, no de que Kapoor hubiera muerto, si no de que sus restos se quedaran en tan detestable lugar.
A Templeton le costó un triunfo arrancarla de delante de la pira para reiniciar el viaje, sollozaba
-Le prometí que le llevaría a la India...- mientras sostenía entre las manos el Trehsool Mukh de su turbante.
Night había huído pero consiguieron otro caballo en el que viajar juntos. Lo mas conveniente habría sido que Georgina fuera  en el carruaje, por su salud, pero dado su inquietante aspecto y su creciente odio, no era lo mas conveniente por el bien de todos...
En el corto trecho que les separaba de la fortaleza, pese a todo, su esposo la trató con mimo susurrandole palabras cariñosas, él también lloraba la muerte de su amigo.

Hasta que no se hubo lavado muchos en el fuerte no se percataron de que era una mujer, tal era su desastroso aspecto. Se bañó en último lugar para no manchar los utensilios que pudieran necesitar los demás. Le llevó un buen rato, especialmente eliminar los cuajarones del pelo y los restos bajo las uñas. Conforme limpiaba la sangre fueron apareciendo los testimonios de la cruenta lucha: El soldado que la había intentado violar, le propinó un fuerte bofetón y la agarró del cuello asfixiandola dejandole dos enormes moretones que empezaban a aflorar, uno abierto en el pómulo y otro como una especie de macabro collar. El resto estaban sobre todo en los brazos, pequeños cortes y rojeces que llevaban camino de convertirse en cardenales.
De no haber sido por el dolor de las contusiones habría frotado hasta arrancarse la piel, se lavó compulsivamente, no quería dejar ni el mas minúsculo resto de esos indeseables.
La idea de volver a vestir un vestido y además a la moda inglesa no le agradó lo más mínimo, pero ya que el general deseaba cenar con ellos el protocolo obligaba. Hizo lo que pudo, su aspecto no era precisamente el mejor, aún así se recogió el pelo haciendo un turbante con un fular, se puso unos largos mitones y sobre los hombros un chal, quedando finalmente bastante mejor de lo que cabría imaginar.

Se mantuvo en silencio procurando pasar desapercibida, no quería estar allí, no quería estar con esa gente, no quería comer, solo quería estar sola en un rincón apartado, lejos de todo y de todos, como una fiera que se lame las heridas.
Gracias al cielo sirvieron pescado y verdura, nunca más sería capaz de comer carne, aunque más mareó la comida que otra cosa, rechazó el vino.

- Inagotable no, pero abundante sí

Dijo firme saliendo de su mutismo.

- Mi empresa posee el monopolio, somos nosotros quienes proveemos a la corona de dicha sustancia para medicación militar. La razón de que nos dirigieramos hacia este fuerte no era otra que la de usar el canal para llegar rápidamente a Dover y disponer del cargamento de quinina que hay en mis almacenes.

Su padre le había enseñado que en el lenguaje gestual y sobre todo en la mirada residía la clave de muchas negociaciones y del como te trataran los demás, así fue como Georgina, manteniendo unos modales y mirada quasi regios se dirigió al oficial. Era ella quien les estaba haciendo un favor y no al contrario.

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03/06/2013, 17:19
Sir Banastre Tarleton

Antes de que el comodoro pudiera volver a regalarles los oídos poniendo pegas el general terminó de leer a vuelapluma el documento que habían redactado entre ellos y dejó claro que el que tomaba las decisiones allí era él.

-Su disposición es admirable, señora Templeton. Inglaterra sabrá recompensarla cuando esta pesadilla termine, porque según lo que han escrito aquí, la pesadilla puede terminar. Les agradezco su capacidad de sacrificio, aún a costa de las vidas de sus compañeros y amigos, y a riesgo de su propia seguridad, para traernos esperanza.

Miró al comodoro con un gesto significativo.

-Ya tiene trabajo, comodoro. Su misión no será otra que navegar hasta Dover, hacerse con ese preciado cargamento de quinina y traerlo aquí. Es la hora de que tomemos el toro por los cuernos. Fort Britannia debe ser y será la base de operaciones para la reconquista de Inglaterra y la liberación de Londres. A tal efecto he cursado órdenes a los acantonamientos militares más cercanos para que confluyan hacia los mismos objetivos. Por lo que respecta a ustedes, capitanes Connor y Strafford, les doy esta órden: preparen al primer batallón del 84º regimiento, 500 hombres, con tropa auxiliar de caballería e infantería. Su misión será despejar aldea a aldea usando como base de operaciones el antiguo castillo que se encuentra a una hora de marcha de este fuerte, el cual restaurarán los ingenieros y oficiales de artillería. Este será el punto de concentración de los refugiados sanos que encuentren durante su marcha. Después de cumplir este primer objetivo, y cuando haya llegado el cargamento de quinina, marcharemos hacia Londres coordinándonos con otras fuerzas, y romperemos el cerco. Usaré el telégrafo y los buques del comodoro como correos con otros sectores militares. La doctrina debe ser crear puntos fuertes en fortificaciones apropiadas, como este fuerte, y concentrar allí tropas y material, atrayendo y aniquilando a las hordas del enemigo antes de recapturar las ciudades. Sin embargo, por nuestra cercanía a la capital, creo que nos compete acabar con la sangría de hombres y material que supone su asedio. Nos toca ser los héroes, y por Dios que lo seremos.

Miró entonces a Augustus y su tío.

-Les nombro directores generales de sanidad de este sector militar. El hospital militar y de campaña en el antiguo castillo estará a sus órdenes. Confiamos en ustedes para evitar la expansión de la plaga en la zona "liberada".

En cuanto a las señoritas, les dedicó unas palabras.

-Si desean permanecer aquí, tienen mi palabra que colgaré a cualquier hombre que intente tocarles un pelo. Tendrán vigilancia noche y día, así como libertad de movimientos a donde deseen. Pueden ayudar en lo que estimen oportuno, o limitarse a esperar que pase el chaparrón. Eso lo dejo a su criterio.

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03/06/2013, 23:34
Evangeline Frederick

Cortésmente, Evangeline agradece las palabras del oficial.

- Muchas gracias por su cortesía, Sir Barnastre - ejecuta una graciosa reverencia-. Su consideración hacia nosotros es un bálsamo tras los acontecimientos de los últimos días.

Sigilosa, se inclina hacia su marido y susurra:

- Si lo deseas, te ayudaré en todo lo que necesites.  Sabes que soy una mujer educada -era una obviedad, como toda  mujer de cierta categoría, Evangeline había recibido la mejor educación que su padre podría pagar. Por supuesto, siendo una mujer, era una educación muy sesgada-. Quizá pueda serte útil, tomar tus anotaciones o... asistirte de alguna otra manera en tu trabajo.

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03/06/2013, 23:50
Narcisus Strafford

Strafford asistió al evento con la cortesía y el temperamiento pertinente, sin ambages ni apenas frase alguna en realidad, fiel a su carácter frío y silencioso de entidad que sólo despliega los labios para comer y soltar un comentario cuando la oportunidad y la circunstancias lo pintaban necesario.

Fue por ello que su testigo durante el diálogo entre Georgina, Tarleton fue mudo, y su intervención ante los Berdan y los Morgan, nula. Ellos tenían asuntos importantes que tratar, y el hombre no se sentía cómodo metiéndose en ese tipo de conversaciones. No era santo de su grial.

- Como digan sus órdenes, General- concedió Narcisus mirando de refilón a Connor con ojos inquisitivos.

Aún no tenía nada claro hasta qué punto su amigo estaba por la labor de llevar a término aquel trabajo, uno que sabía que tarde o temprano tendría que desempeñar. Sabía desde un principio que se las tendría que ver en esas, pero hasta el momento había preferido obviarlo. Sólo esperaba que John no antepusiese sus intereses personales ahora, o que fuese lo bastante sagaz como para ver qué era mejor a la larga.

Desde luego, Narcisus no tenía queja. Las órdenes de Tarleton eran fieles a sus intereses con una precisión quirúrgica.

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04/06/2013, 09:10
John Connor

Tras los agradecimientos al Lord por compartir mesa y alimentos, Connor aprovechó para disfrutar de la estancia junto a su esposa mientras se discutían los pormenores al asunto de la quinina. No era un hombre de números y las conversaciones sobre negocios le aburrían de sobremanera. Las miradas a Katherine, propias de un recién casado, le conferían un aire demasiado pueril para la situación en la que se encontraba. Al fin y al cabo, no habían podido disfrutar de una ceremonia como la costumbre dictaba y su cerebro enamorado se había tomado la licencia. Su mano acariciaba a la de su esposa por debajo del mantel.

Pero la mirada pétrea del rostro fijo como una estatua de Strafford se cruzó con la del Capitán. Un segundo fue suficiente para devolver a John al mundo real. La situación no había terminado. No habría banquete de boda. Connor tenía obligaciones que ya no podía retrasar más. Gracias a Narcisus había disfrutado del permiso para localizar a las Butler y aprovechado para contraer nupcias con Kate. Pero si insistía en mantenerse fuera de su ocupación militar más tiempo sería reprendido o quizá amonestado. Su rostro se ensombreció, debía pensar en algo que no le separase de katherine sin que ello supusiera un riesgo alto para ella. Probablemente su esposa lo percibiría y no quería preocuparla. Devolvió la mirada a Strafford como si respondiera "Conozco mi responsabilidad..." Pero éste siguió impasible como una pieza ornamental. Hasta tal punto que John pensó que quizá no le hubiera entendido.

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04/06/2013, 15:44
Augustus Frederick

A pesar de tantos traspiés, por decirlo de forma suave, parecía que por fin iban por el buen camino. Escuchó con expresión grave cómo se les facilitaba el trabajo y a la vez se les daba una enorme responsabilidad. Aunque, desde luego, era una responsabilidad para la que estaba más que preparado después del entrenamiento de los últimos días.

- Gracias sir Banastre. - respondió ceremoniosamente - Con su ayuda Inglaterra por fin tendrá una oportunidad. Nos pondremos a trabajar de forma presta, a pesar de los pocos recursos que tenemos.

La voz de Evangeline le hizo salir de su estado solemne y le dedicó una breve sonrisa. Parecía increíble, pero a pesar de lo fortuíto de su encuentro y lo impulsivo de su decisión, habían conseguido juntarse dos carácteres completamente afines.

- Nada me haría más feliz. - contestó - Estoy seguro de que me serás de gran ayuda. Aunque no quiero obligarte a... trabajar. - por un momento se sintió torpe, consciente de que tal vez ser su ayudante no era precisamente el destino deseado de su esposa - Si te aburres... pero yo disfrutaré de tu compañía. - confesó.

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04/06/2013, 16:30
Katherine Connor

Las cosas parecían haberse encaminado por la senda correcta pero al ver los rostros de los demás, Katherine no estaba tan segura. Podía escuchar todo, comprenderlo si acaso gracias a que muchas veces había escuchado a su padre pero ciertamente las cosas monetarias no era su prioridad en ese momento y además, tenía algo más en la cabeza hasta que sintió los dedos de Connor deslizarse por su mano, se volvió a mirarle pero este miraba a Strafford y entonces, comprendió algo más. Apretó los dedos del capitán y luego pasó la mano a su muslo, soportando un poco su peso en esa mano y se acercó a su oído.

-¿Has de volver al servicio?

Aguardó a que le respondiera pero algo dentro de sí le decía la respuesta y tanto que sólo atinó a retirarse de nuevo para no incomodar a nadie. Hicieran lo que hicieran, lo que proseguía a la ceremonia matrimonial, aún tendría que esperar. Casi se sintió culpable por entristecerse por eso, especialmente cuando volviendo a mirar alrededor, se encontró con la escena de su hermana y el joven esposo, Augustus, conversando, no animadamente pero si con mucho mejor ánimo que ella. Esbozó una media sonrisa y volvió a pensar en lo egoísta que estaba siendo y lo difícil que debía ser para él.

-No te preocupes, lo entiendo. Yo estaré bien...

No estaba segura de eso pero quería hacérselo creer a él, después de todo, aún había vidas que salvar y esa era la responsabilidad de él. Al menos sus hermanas estaban bien, lo habían conseguido.

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04/06/2013, 19:37
Director

 

El plan fue trazado. Pero el plan comenzaría mañana. Y en lo que restaba de la noche, tuvieron tiempo para ponerse al día con aquello que las circunstancias habían pospuesto. Apasionados, Connor y Katherine hicieron el amor como los jóvenes que realmente eran, explorando sus cuerpos con mano temblorosa, pasando del miedo y el dolor (a causa de la virginidad de la jóven) al cariño y el placer. Algo parecido podía decirse de la experiencia entre Augustus y Evangeline. Gente tan cerebral, que sin embargo demostró altas cotas de pasión, como el río embravecido tras romper la contención de la presa. Nada que pudieran igualar Templeton y Georgina, que ya se habían estrenado en casa de los Butler antes del matrimonio, y que siguieron explorando su sexualidad a su propio ritmo, más desenfrenado y sin tapujos.

Afuera, Strafford fumaba un cigarro, mirando la silenciosa noche con melancolía, pero también siendo consciente de quién era, y lo que era. El amor era un concepto que no estaba hecho para hombres como él, hombres de hierro forjados al calor de la lucha y bajo el implacable martinete del coraje. Berdan compartió unos momentos con él, sin decir nada, solo mirando el cielo estrellado. El viento mecía suavemente el césped de la campiña inglesa, más allá del bosque y del cenagal. Las velas de los buques de la armada, desplegadas aprovechando ese viento, alejaron lentamente a los buques que traerían la esperanza a toda la región.

Sin decir nada, los dos militares caminaron hacia el cuerpo de guardia, donde los soldados charlaban y jugaban a las cartas. Tomaron algo de vino, rieron y hasta que el sueño les venció a todos por igual.