La he matado, es la unica explicacion, por que no me explico sino que no haya seguido gritando lo que sea que gritara.
¿Estais bien? es lo unico que digo al salir a la oscuridad mirando al cielo oscuro y respirando con tranquilidad ahora.
Apoyo la mano en la pared y subo las escaleras como puedo hasta llegar arriba y miro hacia donde llega el sonido
¿Que habra pasado? ¿habremos tenido algo que ver en todo eso?
Thomson emite un largo resoplido y se deja caer contra una pared cuarteada de mugrientos ladrillos. -Jo...joder Annie, no, no estoy bien. Abre el tambor de su revólver y deja caer los casquillos gastados con un tintineo metálico que resuenan por el silencioso muelle. -Estoy a ocho jodidas millas de estar bien. Rebusca en su bolsillo y carga los últimos cartuchos.
Se incorpora y echa un rápido vistazo a su alrededor. -Mira, no sé qué ha ocurrido ahí abajo. Pero debemos avisar a la maldita caballería.
En ese momento, resuena una especie de rugido sordo y apagado, como un trueno en las nubes lejanas, justo en dirección a Red Hook. Thomson encoge entonces su cuerpo a la vez que alza varios centímetros el revólver.
Con el corazón a punto de salírsele del pecho, Thomson prosigue. -Mira, a menos que podamos conseguir un bote para atravesar la bahía, debemos conseguir un coche y salir cagando leches de aquí. Creo... creo que esa cosa nos persigue.
Thomson busca por los alrededores un bote o algo similar. La siguiente opción es buscar un callejón que les lleve hasta alguna calle transitada donde poder requisar un vehículo. Tras su determinación, es evidente que late el terror sincero y profundo del que descubre la existencia del mal ante sus ojos.
Yo tampoco estoy bien replico mirandole. Pero somos putos policias y como tales debemos parecerlo.
Compruebo mi arma antes de recargarla de nuevo. Cuando termine te invito a una cerveza para terminar de tranquilizarnos y brindar que estamos bien.
Busco con la mirada donde podemos estar y luego le miro.
Esa cosa no puede seguirnos, ibamos muy deprisa y esa mujer esta muerta, si nos siguiera lo hubieramos oido y no hemos oido nada mas. Busquemos un coche, volvamos a donde entramos y llamemos a la caballeria.
¿Donde esta el maldito teniente cuando deberia haber venido con nosotros?
-¡Vamos! Thomson echa a andar por el muelle, buscando un acceso a alguna calle transitada donde conseguir un automóvil. Se deja guiar por el sonido de la ciudad, pero a la vez tiene que dedicar todo su empeño a refrenar la inquietud que siente desde que salieron de las alcantarillas, ahora que el peligro no les pisa directamente los talones sino que se esconde tras cada esquina, dentro de las sombras que moran los recovecos del sucio muelle. Las luces de la ciudad se reflejan como antorchas mortecinas en el East River. Las oscuras aguas guardan un espeso silencio que invita a acelerar el paso.
En el silencio oscuro del túnel, aguardáis. Hirt entra y sale intermitentemente de la consciencia, debilitado por la pérdida de sangre. Los ruidos cacofónicos van apagándose, cuando un tremor creciente y un estruendo brutal sacuden el túnel: ¡Un derrumbamiento!
Una nube de tierra y restos os alcanza como el impacto de un puño informe, lanzandoos por el túnel cenagoso en una ola de agua fétidas y aire asfixiante. Ruedas contra los ladrillos podridos y la tierra apisonada, tus huesos golpeándose contra las paredes, Alaquin firmemente agarrado. Con un chapoteo y un quejido de ladrillos rotos y cemento castigado, el agua se cierra sobre vuestras cabezas. Aguas frías, profundas, oleosas, impregnadas del olor de las sentinas y el combustible.
Las aguas de la bahía.
Al otro lado del East River, las luces de Manhattan se reflejan en el agua negra, partidas por la sombra del Puente de Brooklyn. Cerca, un muelle medio abandonado donde escuchas dos voces alejándose bajo las farolas amarillentas. Voces familiares:
- ...oido nada mas. Busquemos un coche, volvamos a donde entramos y llamemos a la caballeria.
- ¡Vamos!
¡¡Annie, jerry!!- Gritó desesperado el detective, mientras avanzaba a grandes y torpes zancadas hacia la fuente de sus voces - ¡Tengo a Alaquin! ¡Creo que necesita atención médica!- A decir verdad, a mi tampoco me vendria bien descansar un rato después de todo esto.
Mientras los Detectives se alejan hacia la calle, escuchan, sobre los ecos del tremor, una voz que parece provenir del agua a sus espaldas.
- ¡¡Annie, Jerry!! ¡Tengo a Alaquin! ¡Creo que necesita atención médica!
.
Jormaine: Estáis flotando en el agua del muelle.
.
El sonido de la voz a compañado del chapoteo. Me giro y desando el camino.
necesitamos una linterna o una luz para que pueda seguir hasta la orilla.
Bajo de nuevo hacia el muelle, no teniamos bastante con el bicho para que ahora.... Intento ver donde esta para ver si puedo tirar una cuerda para ayudarle.
Motivo: tirando cuerda
Tirada: 1d6
Resultado: 1(+3)=4
Y gasto 3
Cuando se oye la voz de Cleveland, Jerry se queda petrificado y se detiene en medio de la callejuela con la espalda totalmente erguida, como si hubiese escuchado la voz de un fantasma o la de un ser maligno que imitase el timbre del teniente. De hecho, ambas ideas se le pasan por la cabeza, pero como no tiene tiempo para preocuparse por su salud mental, se da la vuelta en pos de Annie.
Cuando llega al muelle, enciende la única luz que lleva consigo: su mechero plateado que tan buen servicio le prestó en las alcantarillas. Lo enciende junto a un enorme amarradero que observa las oscuras aguas en completo silencio, y llama al teniente sin alzar mucho la voz.
-¡Cleveland! Usa las manos para hacer bocina, pero sigue sin gritar mucho, quién sabe por qué razón. -¡Teniente! Vuelve a encender el mechero y se queda esperando oir algo para poder ayudar.
La cuerda roñosa cae cerca del hombre que chapotea en las aguas oleaginosas del muelle de Red Hook. Cuando la mortecina luz del mechero ilumina su rostro, se trata del Teniente, que sujeta del cuello a un pálido joven que parece inconsciente.
El teniente cogió la cuerda, y tirando de ella se acercó al borde sujetando al otro hombre. Con bastante esfuerzo consiguió ponerlo en el borde del muelle. El teniente se levantó, se sacudió un poco el agua y dijo, recuperando el aliento:
-Les presento a Alaquin Hirt; chiflado. Necesita atención médica. Yo bourbon, mujeres y un cigarro. Por cierto, será mejor salir de aquí cuanto antes; las sombras del puerto son muy peligrosas. -El teniente chasqueó la lengua- Sobre todo la puta luna. ¡Venga, vamos al maldito hospital! ¡Os lo contaré todo en el camino!
Sin perder mucho tiempo en las explicaciones, Thomson coge de una axila a Hirt para que Cleveland le coja de la otra. Ni que decir tiene que sabe que lo que dice el teniente acerca de las sombras y la luna ha de ser tenido en cuenta. Sonríe con cierta diversión, pues en los últimos minutos no solo han logrado salir del atolladero en que se encontraban sino que también han encontrado al maldito Alaquin.
-¿Dónde demonios estaba, teniente?
- En la... La Ciudad... la... ciudad...
No lo sabe bien teniente replico mientras le ayudo a salir de alli con un ojo por encima de mi hombro para que lo que sea que habia estado detras nuestro no nos siga.
No querra saber que hemos visto, voy a necesitar media botella de bourbon o whisky para recordarlo o mas bien para olvidarlo.
Volviendo por las calles de Brooklyn, no podéis dejar de lanzar miradas sobre el hombro. Hirt, delgado, pálido, empapado de agua hedionda y sangre pegajosa, se desvanece cada paso, la vida escapándose de su cuerpo. Las calles son oscuras y las ventanas del barrio se cierran a vuestro paso, las luces de los pisos altos recortando las siluetas de los que miran sin hacer nada.
El silencio sólo es roto por las sirenas de policía y el rugir de un camión de bomberos varias calles más allá. Llegáis al coche de policía bajo las miradas torvas de los hombres de barbas pobladas que os observan desde los portales, silenciosos.
Jerry trata de ignorar las siluetas que les observan desde las ventanas y los portales. Se siente observado como una alimaña que fuese soltada en la jaula de un león como merienda mientras el público asiste al espectáculo. La indiferencia de esa gente le repugna y le espanta, le enfurece y le hace sentirse como una fiera acorralada, pero se concentra en arrastrar a Alaquin hasta el coche para sacarle de allí. Abre la puerta de atrás y le acomoda como puede con la ayuda de Cleveland. Le echa un vistazo superficial por si hubiera alguna herida que taponar y, si nadie se ofrece, se apresta a conducir el vehículo hasta el hospital civilizado más cercano. Allí ya tendrán tiempo de pedir refuerzos y comunicar lo sucedido, o al menos eso piensa.
-¿Vamos al hospital?
El coche se dirigió de vuelta a Brooklyn, dejando atrás las callejuelas de ladrillo de Red Hook. Pronto enfilaron por la autopista hacia el puente, las luces de la ciudad brillando contra el negro de terciopelo de la noche.
Sólo por un segundo, medio perfilada por la nube de polvo amarillento que se alzaba en medio del barrio que dejaban atrás, pudieron ver una figura parpadeante, lejana e imposible. Un juego de luces, una mala jugada de su mente, haciendoles ver fantasmas donde no los había. Por los espejos, durante un instante, en el lugar en el que antes había estado el edificio en cuyo sótano se realizaban los ritos blasfemos, les pareció ver una torre, imposiblemente alta, estirándose y combándose hacia la luna llena, que observaba su huida hacia la ciudad como un ojo amarillo y malévolo, colgado de un vacío sin estrellas.
FIN