Dioses muertos... figuras retorcidas y fantasmagóricas... gritos mutilados, escurríendose lentamente por una pared como una esponja de sangre en una fosa común.
Las piernas se le agarrotaban, los dientes le temblaban y la inercia de le ahogaba. Asió con fuerza el arma, y respirando rápidamente y sin pensar entró en la sombría torre.
Ya, vale, vas a matarle. Pero que sepas que tu jefe/a te puede echar con solo un gesto de su mano. Eso es terror lovecraftiano, y debo vengarme de alguna forma.
La torre parpadeaba, agitada como un reflejo malsano sobre el agua muerta. Las paredes de luz se retorcían en águlos aberrantes, arrastrando la mirada y la cordura hacia abismos insondables, y sobre las escaleras fantasmales que se enroscaban hacia alturas de pesadilla, la luz plateada de la luna brillaba cegadora.
Una sensación de vértigo te envuelve, un instante de terrible distancia y caída desde los abismos celestes hasta las cimas insondables, de velocidad dejando atrás el vacío cósmico y la inmensidad de la nada, hasta precipitarte enloquecidamente hacia un punto insignificante en medio de la negrura.
El ruido que martillea tus oidos es una cacofonía de pisadas y gritos incomprensibles. La luz muere a tu alrededor, reemplazada por fuegos mundanos y macilentos que lanzan sombras en las paredes. Estás en medio de un círculo de tierra pisoteada y sangre, rodeado de pequeños animales muertos. Figuras encapuchadas huyen por los pasillos de un sótano de ladrillo ennegrecido por el humo, mientras del techo cáen piedras y polvo de ladrillo cuando enormes grietas aparecen en la estructura. El olor de agua estancada y de humo te devuelve a la realidad.
Habéis regresado.