Partida Rol por web

Aagard se relajó a la vez que preocupó ante las palabras del hombre. En parte confirmaban sus sospechas y en parte las negaban. Sea como fuere les había mostrado eso por algún propósito, algo más que "reunir guerreros". Era posible que hubiese más de lo que decía. Negó algunas veces con la cabeza y luego se limitó a suspirar levemente. No se imaginaba, cuando entrenaba para monje, que algo de ese calibre podría llegar a suceder, y menos que él estaría tan bien informado.

-Gracias por la información- dijo sin más- Si nos disculpas, creo que tenemos mucha información que digerir.

Se dirigió a la habitación por detrás de Linda con gesto pensativo. Eso significaba que debería entrenar más y prepararse para lo que pudiera llegar a suceder, pues en su actual estado no sería un guerrero suficientemente preparado para combatir ese mal. Y aunque el hombre dijera que no era su "obligación", él se sentía obligado a ayudar en todo lo que pudiera y más. Su obligación con Torm, con su fe y con sus principios le obligaban más de lo que a otros les gustaría.

Al llegar a la habitación miró a Linda y luego al bárbaro, a sabiendas de que seguramente hablarían más de lo que descansarían. O al menos eso creía, pues realmente no conocía de nada a los otros dos. Incluso le pareció extraño que el hombre les pusiera a todos en la misma habitación en vez de en habitaciones separadas. Pero descartó esas naderías de inmediato.

-Creo que será mejor que el bárbaro duerma en la cama si quiere, y nosotros en la litera. Si fuera necesario incluso puedo dormir en el suelo, no me importa.

  Rikard escuchó al anciano sin saber bien de qué hablaba, pues no estaba atento a lo que mostraba la bola, pero parece que la intención del hombre era reclutar alguna especia de ejército par aluchar contra alguien que, según decía, amenazaba la existencia de todos. Rikard no estaba por la labor de participar en ningún ejército, seguía con aquel extraño grupo simplemente porque estaban cautivos juntos y escaparon juntos, escuchaba lo que el anciano tenía que decir porque fue el que les liberó y les dio cobijo, pero no tenía mucho interés en permanecer allí por mas tiempo del necesario.

  No dijo nada, simplemente se levantó cuando el hombre terminó de hablar y se dirigió al cuarto con los demás. Seguramente los otros dos que estaban con él querrían hablar sobre lo que habían escuchado antes, pero él lo tenía bastante claro, no estaba interesado, podían hablar lo que quisieran pero él lo único que quería era seguir tramando su plan para vengarse de aquellos que le echaron de su aldea.

  Al llegar a la habitación siguió lo que decía el monje y fue hacia la cama, sentándose sobre la misma al llegar a ella. - Está bien me quedaré en la cama, no voy a discutir ahora lo único que quiero es descansar. - Dejó caer su espalda sobre la misma y se acostó boca arriba con las manos sobre su estómago. - Buenas noches.

Linda asintió suavemente a la respuesta de Aagard y se acercó con su tranquilo paso hasta la cama. Se agarró a la escalera y se volvió de nuevo hacia el monje.

- No será necesario que duermas en el suelo. ¿Arriba o abajo? A mi no me importa. - Dijo sonriendo. Tras eso, preguntó, un poco al aire, un poco a los dos que allí se encontraban. - ¿Qué pensáis de todo esto? Se que quizás no esteis de acuerdo conmigo, pero mi corazón no hace más que decirme que estamos aquí por la mano de los dioses. Sin contar el servicio que el monje y yo tenemos para con Torm, no hay muchas similitudes entre nosotros tres, y sin embargo... aquí nos encontramos. Yo tengo claro que lucharé contra cualquier mal que asole a la gente, pues así lo requiere mi voto y así lo deseo yo.

  - A mi todo esto no me importa, estoy aquí por la simple razón de que me han ayudado a escapar de Zexir y sus compañeros, pero en cuanto pueda continuaré con mi viaje y mi búsqueda de venganza. No sé que visteis en esa esfera, pero no me interesa, tengo un destino que cumplir y lo haré cueste lo que cueste.

  El tono del bárbaro dejaba ver que estaba algo molesto con la conversación, él nunca se comprometió a nada y no iba a hacerlo, lo primero era llevar a cabo su venganza, después ya se verá lo que viene, no iba a meterse en batallas absurdas que ni siquiera entendía.

Aagard carraspeó un poco mirando fijamente al bárbaro. Suspiró y negó luego con la cabeza.

-Desconocía que los bárbaros tenían tan poco honor y sentido de la gratitud. Qué remedio, no sé por qué esperaba otra cosa en realidad. Sea como fuere, suerte en tu búsqueda, y espero que hacerla en solitario no te lleve de cabeza a la muerte -dijo, algo tajante, con una media sonrisa en el rostro. Luego se dirigió a la mujer- Puedes dormir abajo si gustas. Y sobre lo visto, necesitaremos un buen ejército de guerreros valientes -dijo con algo de énfasis- para lo que se avecina. El mundo depende de ello realmente. Aunque es extraño. Se supone que toda buena aventura empieza en una taberna, no en un carro de esclavistas. -rió un poco y suspiró- Esperemos a ver cómo avanzan las cosas. Es mi obligación luchar contra todo aquello que amenace a la gente débil y al mundo de su destrucción.

Se estiró un poco entonces y se rascó la nuca, sonriendo.

Linda se quedó callada. La verdad es que, vista su actitud mostrada anteriormente, la respuesta del bárbaro no debía haberle sorprendido, pero la mujer parecía realmente afectada por aquél tipo de carácter y aquellas palabras cargadas de egoísmo. Sin decir nada, asintió al monje y se sentó en la cama inferior.

Lo primero que hizo fue quitarse las botas y estirar sus suaves pero cansados pies. Luego empezó a desatarse las grebas y finalmente llegó a la coraza, aunque tuvo que levantarse para poder quitársela bien, y aun así parecía que el cansancio le hacía mella. Suspirando, se giró hacia el monje.

- ¿Os importa ayudarme a quitarme la armadura? Estoy algo cansada para hacerlo sola. - Le pidió, sonriendo suavemente.

  - No se trata de honor ni de sentido la gratitud, compañero, ¿de qué sirve el honor? ¿acaso te da de comer? ¿qué es exactamente eso que llamas honor? Créeme, cuando ves como tus propios amigos, los mismos habitantes de tu aldea con los que tanto has vivido, matan a tu padre frente a tus ojos el honor la gloria y todo lo demás pierde todo el sentido. Estaré eternamente agradecido al anciano por haberme ayudado a liberarme de esa escoria y, si puedo ayudarle, cuando acabe mi cometido, lo haré, pero en estos momentos en lo único que puedo pensar es en vengarme.

  Rikard empezaba a notar algo de nostalgia por los recuerdos que venían a su mente y, tras sentirse a salvo, parecía que se había hablandado, los anteriores días fueron duros, una huida que parecía no cesar nunca, una lucha constante por sobrevivir, varios días sin comer y en los que no sabía cómo podía dar mas de sí sin caer redondo al piso. 

  Todo eso parecía quedar algo distante en estos momentos y algo dentro de él comenzaba a sentirse como el que era antes de que todo eso pasara. Poco a poco se incorporó y se levantó de la cama mientras resoplaba de desgana. - Ven, te ayudaré - Respondió a la elfa mientras se acercaba para ayudarla a quitarse la armadura.

Escuchó la historia del bárbaro sin decir nada, entendiendo finalmente el motivo de su tozudez. Se rascó un poco la nuca y se puso a ayudar a Linda a quitarse las cotas, mientras el bárbaro se acercaba. Una vez terminó guardó silencio unos instantes mientras pensaba qué responder al hombre. Finalmente lo miró cruzándose de brazos.

-Siento lo que te pasó, Rikard. Quizá no me creas, pero en el fondo de verdad lo siento. Nadie merece la traición de sus amigos, o ver morir a sus padres -dijo con inocencia- Pero si no nos ayudas, es posible que mucha gente sufra el mismo destino que tú, al ver morir a seres queridos. Realmente ahí abajo no te has mostrado ni mucho menos interesado en lo que nos ha dicho el hombre. Y durante todo el camino hasta aquí te has mostrado tosco. Tampoco me ha hecho gracia, en realidad, que golpearas al otro bárbaro mientras estaba desarmado y arrestado. Eso no te hace mejor hombre, ni te da de comer tampoco. Quizá tengas razón, el honor no me da de comer, ni me da dinero. Pero me hace poder dormir con tranquilidad por las noches, saber que no tengo que mirar a nadie con la cabeza bajada, me ayuda a saber que lo que hago, es por algún motivo más importante que lo que yo quiera o necesite. Quizá el honor no me de de comer, pero sí me ayuda a disfrutar mejor mi comida.

Se acercó al bárbaro y le puso una mano en el hombro con tranquilidad. Lo miró a los ojos durante unos instantes y luego sonrió para finalmente separarse.

-La venganza no te hará sentir mejor, Rikard. El camino de la venganza es demasiado fácil como ser satisfactorio para nadie. Y de todas formas, piensa en que quien te ha liberado podría no haberlo hecho. Y si no fuera por él, quizá ahora serías el esclavo de algún orco, o un tirano. O estarías muerto. Has de intentar ver más allá de lo que tienes a simple vista. De otra manera, acabarás haciendo lo mismo que esos bárbaros de los que te quieres vengar.

Dijo finalmente, antes de dirigirse a su cama y sentarse en el colchón, con un suspiro.

Dejó que entre los dos le quitaran la armadura, escuchando tanto la historia del bárbaro como la respuesta del monje. Debajo de ésta, solo vestía una larga túnica de lino blanco, que aunque no mostraba nada, insinuaba su belleza. Cuando finalmente se la quitaron, asintió con la cabeza, dando las gracias sin hablar, pues no quería interrumpir las sabias palabras del hombre.

Se acercó a la litera y dejó la coraza a un lado.

- No podría estar más de acuerdo con Aagard. - Dijo, cuando este acabó. Mostraba su acostumbrada suave sonrisa, pero en sus ojos claros se podía ver un destello de tristeza. - Sea como sea, deberíamos descansar. Hemos tenido una jornada dura. - Subió la escalera y se acostó, dejándose llevar por el cansancio. - Buenas noches, caballeros. - Se despidió, con voz dulce y ya algo soñolienta.

  Siguió el ejemplo de la elfa y volvió a dirigirse hacia su cama para acostarse y descansar, descanso que le hacía mucha falta y por fin parecía que iba a tomar. No solo habían sido unos días duros sino que al recordar todo aquello su tristeza aumentó por momentos y en cierto modo le había ablandado.

  - Ya veremos como acontece todo a partir de mañana, lo mejor será descansar por ahora. - Terminó de acostarse y se dio la vuelta dando la espalda a sus compañeros.

Os despierta el repiquetear suave de un pájaro contra la ventana de la habitación, es de mañana y el sol entra por la ventanita. Habéis dormido mucho, así que estáis descansados y quizá incluso de buen humor, pues hay algo de que desde la rendija de la puerta se está colando, es un olor a bollos recién horneados....

Aagard se despertó temprano esa mañana, pues había dormido ya suficiente. Se levantó de la cama y se estiró unos instantes, intentando no hacer ruido o despertar a sus supuestamente dormidos compañeros. Sin fijarse tampoco demasiado, salió de la habitación cogiendo las vendas de sus manos, y se dirigió al lugar donde el día anterior habían cenado, esperando encontrarse con su liberador. Mientras esperaba, se colocó las vendas en los puños con dedicación, sin prestar mucha atención a su alrededor. 

Linda abrió los ojos lentamente y un cúmulo de agradables sensaciones llegó hasta ella. El calor y la luz del sol entrando por la ventana, el sonido de los pájaros en el exterior y el olor seductor de la bollería recién hecha. Una sonrisa iluminó el rostro de la bella joven antes incluso de que éste se despegara de las sábanas. Poco a poco se levanto, sin prisa y bajo de la litera, acomodándose la túnica de lino.

Normalmente Linda solía despertarse pronto para atender las plegarías de su dios, pero, quizás por el cansancio acumulado por el viaje, esa noche había dormido a pierna suelta y hasta tarde.

Con los pies todavía descalzos, se dirigió hacia el origen de aquél dulce aroma, dejando dormir al bárbaro.

  El sonido de aquel pájaro y la luz del día empezando a asomarse a través de la ventana le recuerdan a aquellos días de paz en su aldea, cuando todos eran felices y estaban en paz. Lentamente abrió los ojos y fue acostumbrando su vista aún cansada.

  El olor a comida recién hecha le estaba llamando como si de una poderosa magia se tratase, mas que magia era el hambre que le entró al percibir el aroma. Se levantó lentamente de la cama y se dirigió hacia la fuente de aquel olor mientras estiraba todo su cuerpo por el camino.

  - Hola de nuevo - Dijo mientras su voz salía con dificultad a causa de los estiramientos y los bostezos. 

Os sale al paso el hombre regordete que os salvó de un destino bastante... curioso, con una bandeja en mano, que parece quemar pues la sostiene con trapos doblados y se apresura a dejarla sobre la repisa de la ventana que da a la calle.

-¡Buenos días! ¿Habéis descansado bien? Os he preparado bollos de pan rellenos de carne queso y jamón. Espero que os agraden... Oh, que descortés por mi parte, pasad, pasad y sentaos donde ayer...-

Se apartó un poco dejando a la vista el lugar donde el día anterior os habíais sentado a mirar la bola, ya no había rastro de el destrozo, estaba todo limpio y reparado, en el centro, había seis platos de porcelana uno encima del otro.

-Coged plato y servíos de la bandeja.-

Dicho esto se dirige hacia allí, coge uno de los platos y pone en este uno de los panes rellenos, uno de tantos que hay, que cuentan mas de 8.

Cuando se acercó al salón donde habían descubierto su "misión" el día anterior, Linda recordó los cristales y temió tener que volver por ir descalza. Pero el hombre lo había limpiado todo y la muchacha soltó un suspiro de alivio. Bajó la cabeza hacia el hombre, tras darle los buenos días.

- Muchas gracias, mi señor. Estáis siendo muy amable... Con vuestro permiso.

Cogió uno de los platos y se colocó uno de aquellos panes que tan buen olor desprendían, intentando no quemarse en el intento. Tras eso, se sentó en uno de los cojines, con el plato en el regazo, y espero a que los demás cogieran comida para empezar.