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Sangrientas Navidades 2: Terror en el campus

Prólogo

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12/02/2017, 18:21
Director

Prólogo

Como todos los años, el centro psiquiátrico Sevenwoods, en Green Bay, Wisconsin, se preparaba para recibir la Navidad. Desde que el nuevo director del centro llegase al cargo veinte años atrás, el lugar dejaba la triste y desoladora imagen de centro psiquiátrico por unos días para dar la bienvenida con los brazos abiertos a la época más feliz del año. Un gran árbol de Navidad presidía la sala común de ocio de los internados y los pasillos habían cambiado su aséptica imagen por la decoración típica de la época, la cual daba una cálida y reconfortante visión a los internos y mejoraba su salud en esos días, según aseguraba el Doctor Frichmann, director del centro.

El más ilustre de los pacientes de Sevenwoods era Erik Stark, quien el año anterior había enloquecido al punto de provocar la peor matanza de la historia escolar de Minnesota y una de las más tétricas y tristes páginas de la historia estadounidense reciente, copando titulares y abriendo los telediarios de todo el país. Armado con un hacha, y vestido con un traje de Santa Claus que incluía barba y gorro, había asesinado a varios muchachos del instituto Highbrooke, en la pequeña localidad de Birchmont a orillas del lago Bemidji. Un pueblo que apenas llegaba a los 15.000 habitantes y que jamás había recibido una atención mediática similar hasta ese momento. La oficina del sheriff, tan sólo había tenido que lamentar hasta entonces algún que otro robo menor y en ocasiones alguna trifulca doméstica. Esos eran los grandes crímenes del lugar hasta la Navidad del año anterior.

Los motivos de tales actos, todavía no estaban muy esclarecidos a pesar de que las investigaciones policiales habían sido arduas y los agentes habían dedicado grandes esfuerzos a su resolución. Al parecer, Erik Stark había culpado, de algún modo, a los muchachos del instituto del accidente de tráfico en el que habían perdido la vida su esposa y sus dos hijos. Su coche resbaló en la helada carretera por culpa de la imprudencia de otro conductor y terminó volcando. El vehículo quedó muy dañado y la gasolina se salió del deposito. Un chispazo casual provocó un incendio y pronto todos quedaron consumidos por las llamas. Un autobús escolar repleto de jóvenes del instituto que acudían a una visita cultural contemplaron fascinados y divertidos el suceso, pronunciando bromas de mal gusto y sin detenerse a ayudar a la familia Stark. Pero aquello no explicaba del todo su particular fijación por un grupo de chavales en concreto, quienes afortunadamente lograron salir con vida del suceso, aunque bastante malheridos. La policía no había logrado sacar mucho más a Erik Stark, quien tras su detención quedó en estado catatónico, y así permaneció durante el último año internado en el centro Sevenwoods.

Para animar aún más aquella velada prenavideña en el centro, uno de los celadores decidió poner un villancico por el hilo musical del centro, que normalmente sólo despedía notas de música clásica.

-Oh Blanca Navidad, nieve
un blanco sueño y un cantar...

En su celda, Erik Stark alzó la cabeza lentamente y se giró hacía el megáfono que se encontraba en una esquina. Algo que llevaba mucho tiempo dormido en su interior comenzaba a despertarse. Un celador que le llevaba la comida pareció alegrarse por su reacción. En los doce meses que llevaba dándole la comida con una cuchara no le había visto moverse un ápice hasta ese momento.

...Recordar tu infancia podrás
al llegar la blanca navidad. -

Poseído por una increíble furia homicida, Erik Stark se levantó de un salto de la silla de ruedas que le había soportado durante los últimos meses y arrebató al celador la cuchara con la que lo alimentaba para clavársela en el cuello. La sangre salpicó su blanco uniforme y su rostro, el cual la recibió como un soplo de aire fresco. Una macabra sonrisa se dibujó en su quemado rostro. Una gutural carcajada resonó en su pecho y en su garganta, rompiendo un largo tiempo de silencio: 

- Ho ho ho.