Tampoco es que a Sidney le pareciera una idea tan descabellada. Kat podría ir acompañada de Troy, pero eso no tenía que significar que tuvieran que ir como una pareja. De todas formas no era quien para obligar a su amiga a hacer algo que no quería, lo que pasaba es que le daba rabia que, teniendo ella pareja, Kat tuviera que ir sola.
—Vale, podemos quedar después de comer para arreglarnos.
Había llegado el momento de que sus caminos se separaban, así que Sidney, aceptando el abrazo de su amiga con una gran sonrisa, se despidió de ella hasta el día siguiente.
—Lo tendré en cuenta... Dudo que pueda dormir algo por los nervios, aunque sé que debería descansar todo lo que pudiera si quiero estar perfecta. —El sol volvía a lucir para ella después de meses de oscuridad—. Hasta mañana Kat... Y gracias por aguantarme.
Ya sola, recorrió el camino que le faltaba hasta su casa pensando en lo que iba a suceder al día siguiente, y el primer punto del día sería el desayuno con Derek. Se sentía tan emocionada porque llegara por fin la mañana siguiente que, tal y como le había dicho a Kat, dudaba que fuera capaz a conciliar el sueño.
Kat y Sidney se despidieron después de pasar toda la tarde de compras para encontrarle a Sidney un vestido que le sentara a la perfección para el baile de Navidad del día siguiente. Habían sufrido un pequeño susto cuando el extraño hombre disfrazado de Santa Claus les había estado siguiendo por todo el centro comercial, pero finalmente lo perdieron de vista y pudieron comprar tranquilas y pasar una buena y divertida tarde.
Al despedirse, Kat miró su teléfono. Había recibido varios mensajes de su madre. En el primero de ellos le preguntaba si iba a presentarse a la cena de Nochebuena de esa noche. El segundo era un intranquilo "¿Dónde estás?". Y el tercero un "¡Contéstame! Estoy preocupada". Además había gran cantidad de llamadas perdidas. Cuando finalmente llegó a la casa, se enteró que Jim y Lindsey también habían estado en el centro comercial y del mismo modo que ellas habían sido perseguidos por el extraño Santa Claus. El padre de las gemelas, había llamado a la policía y había movido a varias patrullas para que buscaran a Kat, como juez del Distrito, hacer eso no le costaba apenas esfuerzo. Cuando Kat llegó el primer plato estaba frío y su madre suspiró aliviada. Estaba enfadada con ella, pero lo dejó correr para tener una cena tranquila.
Sidney por su parte, regresó a casa y tuvo una cena de Nochebuena atípica. Su padre trataba de animar la estampa. Había decorado la casa, se mostraba alegre, e incluso se había puesto el delantal y había preparado la cena. Su madre se mostraba tranquila, parecía algo más animada que otros días. Lo cual fue toda una novedad. Eso animo más a su padre que tuvo la esperanza de que aquello se iba arreglar y volverían a ser una familia normal. Sin embargo, su madre volvió a cambiar de ánimo durante el postre, cuando recordó a Malcolm.
Sidney trató de cenar rápido y olvidarse de ellos cuanto antes. Quería encerrarse en su cuarto y preparar las cosas que se pondría para el baile del día siguiente y para desayunar con Derek. Después se fue a la cama con la ilusión provocándole una sonrisa en el rostro. Hacía años que no se iba a dormir el día de Nochebuena con tanta ilusión, desde que era niña y un montón de regalos le esperaban bajo el árbol de Navidad, cuando su familia no estaba rota por la tragedia. Ahora podía sonreír de nuevo, un pequeño milagro navideño había cobrado forma para ella: Derek.
La solución que presentó el Juez Wells como si fuera una de sus sentencias en el tribunal era, al igual que en esos casos, imparcial. Todos tuvieron que ceder un poco de su parte para que se llegara a un acuerdo. Jim tuvo que aceptar que el policía le llevase en el coche patrulla y Lindsey tuvo que aceptar que no podía irse de casa sin que su padre terminara enfadado con ella. Como ocurría muchas veces en los tribunales, aquella se convertía en una solución salomónica en la que nadie conseguía lo que quería, pero todos satisfacían parte de sus necesidades: el padre de Lindsey quedaba tranquilo al quedarse ella en casa, Lindsey quedaba tranquila sabiendo que Jim llegaría a salvo a casa, y Jim... tenía que apechugar con la compañía policial que le tocaba.
Jim no las veía todas consigo en la solución tomada. Aparecer con la policía en su casa sería el regalo perfecto para provocarle un infarto a su madre, y además estaba el asunto del condimento de sus cigarros. Ir en un coche patrulla con el bolsillo apestando como los camerinos de Woodstock después de que Jimmy Hendrix pasara por allí no era una gran idea. Se dirigió al coche patrulla para subir a la puerta trasera del vehículo y el policía le miró con severidad y se dirigió a él.
-Eh chaval. Ven aquí. - Jim se quedó pálido pensando que iba a cachearle. -Sí, chico, no te quedes ahí pasmado. Ponte en el asiento de delante, la parte de atrás es para los detenidos y no querrás que tus padres se lleven un susto.
Lindsey por su parte tuvo que aceptar que no podía irse con Jim justo antes de los preparativos de la cena de Nochebuena y se sintió tranquila al saber que Jim estaría sano y salvo. Pidió disculpas a su padre por su comportamiento y el Juez cambió el semblante serio y duro y volvió a convertirse en el padre enternecido de las muchachas. Abrazó a su hija y le aseguró que no estaba enfadado con ella restándole importancia a lo sucedido. Ahora sólo tendrían que esperar a que Kat se decidiera a volver y podrían celebrar la Nochebuena en paz y tranquilidad como una familia normal, una vez ya repuestos del susto. Finalmente lo hizo, aunque llegó tarde, como era costumbre, y su madre pudo respirar tranquila y ellos pudieron empezar a comer el primer plato que ya se había quedado frío. A Kat todas aquellas celebraciones familiares le importaban más bien poco.
Jim regresó a su casa sin que ocurriera ningún percance. Aunque el muchacho estaba más preocupado por el policía que le acompañaba que por el sujeto que les había estado siguiendo toda la tarde. Su madre se encontraba cocinando, por lo que no se dio cuenta del coche patrulla que traía a Jim de vuelta a su casa. Sin embargo, la señora Higgins, la cotilla vecina de enfrente si que vio toda la escena mientras negaba con la cabeza como si ya hubiera dado por perdido al muchacho. La madre de Jim había preparado una deliciosa cena con pavo, salsa de arándanos y un montón de entrantes para cenar los dos juntos. Desde que el padre de Jim se había ido con su secretaria a vivir una segunda juventud, su madre valoraba más que nunca pasar esas fechas en compañía de su hijo.
El temporal de días anteriores daba una tregua para que el tranquilo pueblo de Birchmont pudiera celebrar la Nochebuena en paz y armonía. La nieve no había vuelto a caer y las maquinas quitanieves habían despejado las calles para que los vecinos pudieran trasladarse para juntarse con sus familias y seres queridos.
Las luces alumbraban la tranquila noche del pueblo y sus calles. Bombillas de diversos colores navideños alegraban los edificios, farolas y árboles de buena parte de la localidad. Se encendían y se apagaban, formaban estrellas, árboles y copos de nieve, iluminaban la calle de rojo, amarillo y verde. Las familias se reunían en paz y armonía a cenar juntos, en torno a una mesa y comían pavo asado, se pasaban la sal, se daban amor y cariño y buenos propósitos para esa noche de buenos deseos. Todo era buen humor, sonoras carcajadas y grata compañía. Como decía el tradicional villancico:
Estoy soñando con una blanca Navidad
al igual que las que yo solía conocer.
Cuando las copas de los árboles brillan y los niños escuchan
las campanas del trineo en la nieve
Estoy soñando con una blanca Navidad
con cada tarjeta navideña que escribo.
Que tus días sean felices
y que todas tus Navidades sean blancas.
Cambiamos de escena: Roja Navidad.