La nieve caía con fuerza en aquella fría mañana del mes de marzo, allá en el norte de Estados Unidos el invierno suele ser más largo. Hannah había decidido que los niños no asistieran al último día del curso escolar antes del Spring Break para empezar las vacaciones de primavera un día antes y a Erik le había parecido bien, ni que decir tiene que a ellos les había parecido mucho mejor y estaban encantados con la idea.
Por lo que transcendió de la investigación tiempo después en las noticias de televisión, la familia Stark se había puesto en marcha al completo: Erik, el padre, Hannah, la madre, y los dos hijos, Arthur de trece y Lillian de once años de edad. El viaje era largo, debían cruzar medio país para llegar a la cálida California, donde residían los padres de Hannah a los que iban a visitar para huir del crudo frío de Minnesota. Y aunque la interestatal pasa lejos de Birchmont, tomaron ese desvío para pasar por el pueblo, de donde Erik Stark era oriundo. Iban a visitar el instituto en el que Erik había logrado graduarse con la mejor marca de su promoción.
Las nevadas son fuertes en el corazón de Minnesota: los paisajes se tiñen de blanco, los lagos se congelan y las carreteras se hielan. Pero Erik Stark conocía bien aquel terreno y había logrado conducir sin ningún percance hasta la carretera que llevaba directa al pueblo. Allí, la imprudencia de otro conductor, sumado al estado gélido del asfalto, provocó que su coche se saliera de la pista. En el aparatoso accidente, el coche en el que la familia viajaba quedó volcado y muy dañado. Las puertas, habían quedado bloqueadas y todos ellos estaban heridos por el golpe. Sus esfuerzos por escapar del coche fueron en vano, y la situación se volvió más trágica cuando un chispazo provocó que se iniciara un fuego en el automóvil.
Junto a ellos, otros coches se habían detenido, pero nadie se bajó para ayudarles. Entre los vehículos detenidos destacaba un autobús escolar, repleto de chicos que acudían a una visita cultural, que contemplaban fascinados y algo divertidos el accidente, sin hacer nada.
Esto fue lo último que pasó por los ojos de los Stark antes de que las llamas les consumieran.