Partida Rol por web

Seguí comiendo mientras Reynard expresaba su opinión sobre como se estaba tratando la guerra, a pesar de que no le respondí, por un momento le lancé una dura mirada. Era sabido que mi opinión era completamente opuesta, era el que más tiempo llevaba en el servicio militar y sabía muy bien que la guerra no es fácil de manejar, y que desde luego, los que toman las decisiones es porque han demostrado ser válidos. Pero es imposible contentar a todo el mundo.

Era importante que todos nos mantuviésemos lo más unidos posible, eso es por lo que no le respondí, cuanto más calmado estuviese el ambiente, mejor. Es por eso que me alegré cuando el mismo reynard desvió la conversación. - Cuando yo era muy joven, los serafines atacaron un pueblo cercano al mío donde vivía parte de mi familia, la mayoría murieron.- Comencé en un tono neutro. - Ese fue el punto de inflexión, mientras el resto de gente seguía con sus vidas como si nada hubiera pasado yo sentía que no podía quedarme de brazos cruzados mientras la gente sufría, es por eso que decidí alistarme.

Sabía que muchos de los presentes habían vivido historias mucho más trágicas que la mía, que posiblemente no quisieran compartir, pero aún así me animé a preguntar. - ¿Qué hay de vosotros dos?.- Continué comiendo, mientras esperaba las respuestas tanto de Aretha como de Elaris y Reynard.

No me gustaba recordar el pasado y mucho menos hablar de él, me sentí muy incomoda con la conversación así que por mi parte intenté acotarla rápido

-Nunca he sido ni he conocido lo que es ser un "civil", me alegra que vosotros hayáis tenido esa suerte.

Seguí comiendo.

-Mi familia es conocida por ser una familia de mercenarios, durante generaciones nos entrenamos para matar de mil formas como alguno de vosotros ya sabréis. He nacido entre cuchillos y sangre, para mí el frente de batalla es como estar en casa.

Apreté el tenedor que tenía en la mano con fuerza hasta casi doblarlo. Recordar me ponía de muy mal humor... Me hacía pensar en esos hijos de puta que me arrebataron la vida de mis padres y los pocos sentimientos buenos que me podían quedar.

Comprendía el sufrimiento de ambos, y aquello no me gustaba. Tanto odio... En fin, habría alguna manera de parar esto. -¿Alguno de vosotros ha sido resucitado alguna vez? -Pregunté con curiosidad. No sabía si alguno de ellos portaba los hamsas. -¿Ninguno de vosotros dos ha pensado en dejar la guerra? ¿Cúal es vuestro objetivo en la vida, pues? - ¿Matar? ¿Morir matando?

Parece ser que el momento de calma y de charla con vuestros compañeros terminó. Y además lo hizo de forma tajante, sin ni siquiera dar tiempo a dar por terminadas las posibles conversaciones. Todos os visteis interrumpidos en vuestras acciones por la entrada de Amsah'a. El tauren entró en el comedor como alma que lleva el diablo y por si algún despistado no se había dado cuenta, lo hizo en cuanto la puerta se cerró tras él con un fuerte golpe. Todos lo mirábais. Comenzó a señalar con el dedo a soldados y a dirigirlos a diferentes zonas, parecía que era hora de partir. 

El dedo de Amsah'a se dirigió hacia vosotros. Os señala uno por uno a los cuatro y después tras él con el dedo pulgar por la puerta que él entró. — ¡Vosotros cuatro! — Señaló a dos más que parecían estar entre asustados y confusos una mesa detrás de la vuestra. — ¡Y vosotros dos también! ¡Salid al patio ya! — Gritó casi aquellas últimas palabras, erais el último grupo que quedaba por dirigir. Tras esto, Amsah'a salió justo en la misma dirección.

Los dos muchachos, bastante jovenes a decir verdad, que había detrás vuestra se levantaron como accionados por un resorte y salieron casi corriendo tras el tauren. Dejaron en la mesa la comida que habían estado picoteando más que comiendo y parecían nerviosos. Ambos dos eran kirin. En la parte superior humanos y en la parte inferior ciervos. Además, también tenían cuernos en la cabeza aunque bastante más grandes que los de Elaris. Eran esbeltos, pero parecían bastante fibrosos. Se parecían muchísimo entre ellos, ambos dos de pelo moreno, corto. 

En unos segundos os quedasteis sólos en el comedor pues todos salieron a tropel conforme les fue indicando Amsah'a.

Cuando iba a responder a la pregunta de Elaris, entró repentinamente Amsah'a dando instrucciones de salir afuera, parecía que, ahora sí, el día había empezado; pero tuve tiempo de mostrar las palmas de mis manos, en las que estaban grabadas las hamsas, que indicaban que había muerto y sido resucitado.

Dejé la cuchara en el plato y me levante siguiendo las órdenes, me quedé quieto mientras salían los dos chicos kirin y tras ellos el tauren, esperando al resto de mis compañeros. - Tendremos que dejar la charla para otro momento.- Dije mostrando una leve sonrisa.

Aunque la mayoría expresara sus quejas por medio de palabras o muecas, a mí nunca se me vería poner una mala cara ante la rutina del ejército. Bien por que me habían enseñado así, o bien por que en el fondo me agradaba.

Me sobresalté cuando el tauren hizo acto de presencia, y bajé la cabeza para mirar qué me quedaba por comer de aquel plato. Bah, ya me encargaría de coger algunas bayas salvajes durante la misión.

Con un gesto de cabeza le dije a Reynard que debíamos hacer caso al comandante, y fuimos junto a él, no sin antes fijarme en aquellos dos Kirin que nos acompañaban. Sonreí, la gente tendía a confundir nuestras razas: alas, cuernos, pezuñas... Pero sus alas no tenían plumas, eran como las de un murciélago, enromes e imponentes. Sus cuernos medían al menos medio metro, practicamente el doble que los que salían desde ambos lados de mi cabeza. Y sus pezuñas... bueno, en eso nos parecíamos bastante, aunque en mi caso, aquellas patas solamente me llegaban hasta comenzar la rodilla.

-¿Habíais visto alguna vez a aquellos dos? - pregunté en un susurro a mis otros tres compañeros. Sentía un aura de miedo a su alrededor, de confusión, de pérdida. Y no entendía por qué.

Se acabó el recreo. El tauren volvió a entrar en tropel al salón comedor y empezó a dar ordenes. Casi al punto saltaron de sus asientos dos Kirin que le siguieron. No les había visto antes por aquí pero la verdad es que tampoco me fijo mucho en lo que ocurre en el campamento. Se les veía nerviosos e inexperto, probablemente novatos. Las apariencias engañan, me suelo repetir, pero los chicos-ciervo no tenían pinta de soldados. Esperaba equivocarme y que no se sumaran a la pira de carroña para los cuervos, aunque por desgracia no suelo equivocarme. 

-Creo que son nuevos. Pero la verdad es que eso no me preocupa; tengo una mala sensación. Una mala vibración en el tono de nuestro capitán.¿os habéis fijado en que hemos sido los últimos?- esto me da muuuuuuy mala espina. 

Aretha parecía estar dispuesta ya para la batalla. Era ella otro cantar con respecto a vosotros. Ella anhelaba la batalla y la pelea. Así que ni siquiera rechistó, dejó lo que le quedaba de comida y se levantó para seguir a lo kirin, sin tampoco pararse demasiado a esperaros. 

Todos salisteis del comedor y os encontrasteis en el patio del que todos habían comenzado a partir ya. Amsah'a estaba en el centro del patio, podíais ver ya tropas que salían volando y otros que salían a pie. Para cuando os acercasteis al general, ya todos estaban lejos de allí. 

Los kirin a pesar de parecer asustados en el comedor, ahora mostraban otra actitud, parecía ser que frente al tauren no querían mostrarse asustados o débiles, podrían sufrir represalias y lo sabían por experiencia, así que habían aprendido a actuar. Todos pudisteis daros cuenta del cambio de actitud de los que suponeis, son hermanos. 

Amsah'a se dio la vuelta, pues estaba mirando a los demás grupos salir. Os encaró y se sacudió las manos con una sonrisa. — Bien. La misión para vosotros es fácil. Como sois algo más inexpertos... — Miró a un par de vosotros. Como Caín y Aretha. — Claro que no todos, pero hay que equilibrar este grupo o seréis carnada. — Emitió una cruel carcajada a modo de burla para los más novatos e inexpertos en batalla. — Vuestra misión es adentraros en el Imperio. Sé a ciencia cierta que los soldados más peligrosos han salido, así que... no será difícil. Una vez allí, está claro lo que tendréis que hacer. — Se acercó a uno de los dos kirin y le dijo algo al oido. Después golpeó en el hombro de una forma "amigable" si no fuera por la fuerza utilizada en ese gesto. El kirin, se quedó como una piedra y se notaba que su hermano al lado, se temía lo peor. El tauren simplemente, se alejó y se metió por una de las puertas que dan al patio, sonando un fuerte portazo tras él.

Era hora de partir. Destino: Imperio Seráfico. Amsah'a no mencionó en ningún momento la zona en la que habitaba el Emperador, ni ningún punto en el que supierais que habría soldados. Además, él dijo que sabía que los soldados más peligrosos, estarían fuera. De lo contrario, parecería un suicidio. Pero, ¿quién sabe?

Abrí los ojos sorprendida en cuanto el tauren nos explicó la misión. ¿Penetrar en el imperio? ¿Solos? ¿Es que se habían vuelto locos? Aquella ciudad era inexpugnable y no había quimera que hubiera entrado y salido viva de alli. Intentar penetrar las defensas de la casa de los serafines solamente conllevaría la muerte, y aunque no era un pensamiento muy positivo, me era imposible pensar en los puntos a favor de llevar a cabo aquella misión. ¿Y los kirin? ¿Cómo que sabían "lo que tenían que hacer"?

En cuanto el tauren se marchó no lo dudé ni un segundo: como una bala, fui directa hacia uno de los dos hermanos, tomé del brazo al más cercano y comencé a hablar. El tono de mi voz, que normalmente era dulce y cálido (sobre todo con quienes apreciaba) se tornó frío como el hielo, y mi mirada, rubí, parecía amenazadora e insondable. La Elaris que conocían mis allegados se convirtió en Cálamo, tal y como me llamaban aquellos que me habían conocido en mis peores momentos. -¿Quienes sois vosotros y que pretendéis hacer dentro del Imperio seráfico? ¿Por qué Amsah'a os otorga un trato de favor? -aquello no me gustaba nada, y mis alas no se extenderían en dirección a una muerte segura sin ningún motivo más que la locura de unas cuantas quimeras sin dos dedos de frente.

Aretha se erizó de la emoción, todos su pelo urticante de la parte inferior de su cuerpo y su piel de gallina, ¡por fin una misión de esta envergadura!, sentía que estaba viviendo para este momento.

No podía pensar en una misión mejor para ella, aunque le preocupaban un poco sus compañeros, vio la mirada de terror de Elaris y no pudo evitar pensar que podría entorpecer la misión. Aretha estaba acostumbrada a sobrevivir en las situaciones más inesperadas y si confiaba en algo era en sus capacidades físicas para seguir adelante, pero sus compañeros era una variable que no podía controlar.

No pudo contenerse y sonrió abiertamente, una sonrisa amplia y sincera y casi riéndose exclamó:

-Por esto me metí al ejercito, ¡gracias Amsah'a!. Se podría decir que era una cara casi desencajada de la alegría, de alguien que lleva años obsesionado con infiltrarse entre los serafines.

Seguí los pasos de Elaris, no quería que nada entorpeciera nuestra misión.

Nuestra primera misión y es totalmente un suicidio. Lo difícil no es colarse en territorio del imperio, eso es un juego de niños. Lo difícil iba a ser salir de allí de una pieza. Aretha estaba fuera de si, parecía una niña a la que le han echo una fiesta sorpresa de cumpleaños. Es obvio que no estaba sopesando todos los aspectos de la misión. Lo que más me asqueaba es la falta de información: no había objetivo al infiltrarnos, ni lugar de entrada, ni por su puesto plan de extracción. El tauren estaba asumiendo que íbamos a morir y luego nos resucitarían. ¡Pues ese plan no va nada conmigo! La resurrección no es una opción, para que merezca la pena luchar por tu vida debe de ser única. 

Por otro lado Elaris estaba fuera de sí. Solo le había visto así un par de veces y eran recuerdos que prefería no recordar. Al Kirin mas le valía hablar o Elaris le haría hablar; arrancándole el brazo si era necesario. Ambiente demasiado tenso. Eso hace que muera gente y no iba a permitir que eso le pasase a Eli. Hoy no.

-¿Que tal si nos calmamos todos un poco?-cogí a Elaris del brazo que sujetaba al kirin con suavidad, sin movimientos bruscos. Elaris puede ser muy rápida si se lo propone. Tengo un par de cicatrices que dan fe de ello.- ¿Que tal si TODOS -recalque la ultima palabra mirando a los ojos a Elaris, buscando traer de nuevo a la chica candorosa y no al tempano- nos reunimos unos segundos para hablar de todo esto? ¡Aretha contente un poco que pareces mas una colegiala que un soldado!- dije sin apartar la mirada de Elaris. Si el hermano de su presa intervenía esto se iba a convertir en una pelea muy sangrienta, tenía que recuperar el control de la situación. -¡Caín!-grité- Tu eres el que tiene mas experiencia en combate, y ya has visto a la parca alguna vez por los serafines. ¿Que tal si nos das tu opinión de experto sobre todo esto? ¿cual crees que es el objetivo? ¿por donde entramos? y mas importante ¿por donde salimos?

Vamos grandullón échame una mano. No dejes que esto se descontrole. Mire de soslayo al Krah tratando de transmitirle la urgencia de la situación. Solo desvié la mirada de Elaris un segundo y al volver vi como volvía a apretar el brazo del kirin. Su hermano miraba la escena nervioso, rozando sin mucho disimulo su arma. Venga murciélago, trabaja conmigo

Cuando nos informaron de cual sería nuestra misión quedé tan sorprendido como mis otros compañeros, a pesar de que Elaris se había descontrolado y Aretha sobreexcitado, Reynard tomó una posición sensata, lo mejor era calmarse. Normalmente los encargos que me asignaban eran de reconocimiento o ir a frenar a un grupo de serafines que se habían internado en nuestro territorio, pero nunca nada como esto. ¿Infiltrarse en el corazón de nuestros enemigos? Eso podía salir muy bien o muy mal, y desde luego, era muy arriesgado.

No era solo el hecho de que podríamos morir, si no que lo haríamos en territorio enemigo, y eso en el mejor de los casos, podrían capturarnos y darnos un destino mucho peor que la muerte, pero eso era lo que les habían encomendado y eso iban a hacer.

- Reynard tiene razón, lo mejor que podemos hacer es calmarnos todos, si vamos a trabajar juntos tenemos que confiar los unos en los otros.- Me acerqué donde Reynard estaba intentando hacer entrar en razón a Elaris y miré a Aretha.- Está muy bien que tengas esa energía, pero no puedes dejarte llevar por las emociones, llevas un tiempo aquí, ya lo sabes.

Dirigí entonces mi mirada hacia el Kitsune y escuché sus preguntas, al menos alguien no había perdido los papeles. - Me gustaría decirte que sé exactamente que hacer, pero nunca me han mandado nada parecido, supongo que tendremos que aprovechar nuestra posición para causar el máximo daño posible.- Al final siempre se trataba de lo mismo, debilitar al bando opuesto. - Pero parece que estos dos saben algo más.- Dije señalando con la cabeza hacia los hermanos. - Decidnos, que es lo que sabéis, si vamos a estar ahí fuera juntos, cuanto más sepamos todos mejor irá la misión.

Los dos hermanos que están junto a vosotros, os miran cuando de repente, tras irse Amsah'a, Elaris se acerca a ellos inquisitoria y con el resto de forma un revuelo en unos segundos. Se miran mutuamente y después, el que podría ser el mayor alza las manos hacia arriba, un gesto de paz y de calma. Podéis ver que en sus palmas no hay hamsas por lo que sabéis, que no ha sido resucitado nunca, aunque era bastante obvio pues todo su cuerpo era el de un kirin normal, sin ningún tipo de alteración. Parece nervioso y tarda unos segundos en saber qué decir. — Relajaos... Lo peor que puede pasar es que haya disputas internas... — Murmura de forma tranquilizadora y vuelve a mirar a su hermano, buscando quizá la aprobación o quizá una pista para saber que decir.

— No tenemos ningún trato especial, ni siquiera sabemos nada más que vosotros. Es sólo que Amsah'a nos pidió que actuaramos si alguno de vosotros... no lo hacía. — Se encogió ligeramente de hombros, habiendo pasado la mirada por Elaris y Reynard cuando dijo "alguno de vosotros". Su hermano, pareció que era momento de intervenir. — No hay ningún secreto. Sabemos lo mismo que vostros. La misión. Y... nosotros vamos a llevarla a cabo. — Este, el menor, parecía menos confuso o amedrentado que el mayor a pesar de todo. Y sobretodo, fiel y decidido. — Será mejor que marchemos cuanto antes... No querría ver a Amsah'a si descubre que seguimos aquí dudando. — Abrió las alas y alzó el vuelo. Su hermano le imitó. Aunque no volaron alto, sino casi a ras de suelo, sabían que alguno de vosotros no tenía alas.

Sus palabras, desde luego, no me habían convencido lo más mínimo pero cuando mis compañeros intervinieron y Caín dio un poco de calma al asunto me desembaracé de las manos de Reynard e intenté coger aire para tranquilizarme a pesar de que seguía mirando a aquellos dos con un escrutinio sin igual. -Este plan me parece una completa tontería además de un suicidio -Dije seriamente en un susurro, practicamente para mi mientras miraba a Aretha que estaba emocionada por la nueva misión. Di un par de pasos hacia atrás cuando ambas quimeras echaron el vuelo y aquello no hizo más que aumentar mi enfado ya que ni mi compañera ni mi mejor amigo tenían alas para volar, por lo que sentí que los hermanos habían sido irrespetuosos al querer alardear de sus capacidades. Con el ceño fruncido extendí mis alas oscuras y brillantes y alcé el vuelo junto a ellos, cortándoles el paso para que se detuvieran. Al menos si teníamos que seguir las órdenes de un comandante idiota lo menos que podíamos hacer era ir juntos -Pues tendremos que trazar un plan a no ser que vosotros ya tengais uno -Grité desde lo alto mientras el viento amortiguaba mis palabras sin estar segura de si en tierra nos estarían escuchando - y desde luego si no tenéis en cuenta a vuestros compañeros no esperéis que ellos os tengan en cuenta también a vosotros durante la misión -dije intentando que entraran en razón y señalando con la mano al suelo haciendo referencia a que Aretha y Reynard, que por rápidos que fueran no podían quedarse en tierra sin más.

Así que esa es la misión. Actuar exactamente como actúan los serafines. Entrar en su territorio y aniquilar cada hombre, mujer y niño que nos encontremos. Causar el mayor numero de destrozos e intentar no morir en el intento. No tengo ningún afecto por los serafines, la sangre de uno de ellos todavía no se ha ido de mi pelaje (ni creo que nunca lo hará). Ellos mataron a mis padres y tome venganza de su asesino. Pero actuar como los serafines, matando inocentes no es modo de llevar una guerra. ¿Que nos diferenciará de ellos?¿Que nos hace mejores?. La respuesta es sencilla y terrible.

-He! Murciélagos cuadrúpedos (no te ofendas Caín). Estoy de acuerdo en no esperar aquí a que el Tauren aparezca y nos dé una paliza pero no vamos a ir en plan Kamikaze. Haremos campamento en los lindes del territorio Serafín pero no entraremos hasta tener un plan. Nos reuniremos allí, los voladores podeis adelantaros para asegurar la zona, La señora pataslargas y yo procuraremos no retrasaros. -podía sentir el calor de la ira de Aretha a mi espalda. Estaba cogiendo un gusto bastante peligroso por provocarla. Tal vez debiera recordar que las arañas no tienen depredadores naturales. De echo leí en algún sitio que si las arañas naturales tuviesen el tamaño de un gato, la vida no se abría desarrollado en Erz. Y la Arachne era bastante mayor que un gato. Pero que puedo decir, era MUY divertido.

-¿Que te parece señora mercenaria? ¿una carrerita?¿un juego de ratón y el gato? o de la araña y el zorro si lo prefieres. ¡¡Cógeme si puedes!!-y sonriendo salí a la carrera convencido de que me seguiría. La adrenalina me recorría el cuerpo como una corriente eléctrica. Si, definitivamente esto podía ser divertido.

Tenían razón mis compañeros en que me había extralimitado, al fin y al cabo quería vivir lo máximo posible para poder matar a cuantos más serafines mejor. Así que tenía que sobrevivir y para eso no podíamos ir sin trazar un plan antes. -Caín, estoy contigo, procesamos y más adelante aseguremos un plan de acción.- Mientras vi como nuestros compañeros alados alzaban el vuelo y cómo Elaris se sentía molesta por los que no podíanos volar. -Elaris, no subestimes la velocidad de ocho piernas y lo mismo va por ti compañero.- Me giré hacia Reynard que alardeaba de tener alguna posibilidad de ganarme en una carrera. -¿No conoces a muchas arachnes verdad? Somos muy escurridizas.- Y desaparecí en dirección al territorio enemigo.