Partida Rol por web

Megara se llevo la mano a la barbilla. Fruncio el ceño:

-Golthar... me parece que he oído ese nombre ¿no es ese un cacique orco de las Colinas Mórbidas? No, calla, estamos muy al este... en cualquier caso, anciano, ¿no estarías interesado en algo de protección? Si ese "algo" es peligroso, no te ofendas, no pareces ser del tipo... combativo.

Mmm... Sí... Has oído hablar de él. Es una especie de gigante, o humano grande salvaje, o... Bueno, no lo recuerdas bien. El caso es que es una enorme bestia que cuando no está luchando por dinero, asola pueblos pequeños... él solo. Realmente, la gente le teme.

Megara alzó la ceja, confusa:

-Me estoy haciendo un lío... Golthar... estoy segura de que he oído ese nombre... un troll... o un semi-gigante... Golthar... Tuercepinos, creo que era... Un mercader de maderas me contó que había oído de un tipo que su primo le había dicho que la aldea de Bundermarten fue asolada por ese tal Golthar. Y nadie mas.

Tragó saliva. Los rumores eran sólo rumores pero cuando empezaban a repetirse siempre era sabio prestarles atención.

Mientras prestáis atención a las palabras del viejo, mira a ambos lados con los ojos, distraído, y señala con el dedo detrás vuestra: - ¡Oh - dice - !

Al giraros, no veis nada. Sólo las hojas de los árboles moviéndose con la brisa del anochecer. Escucháis unas risas del viejo y al volver la vista al frente, el viejo ha desaparecido, y en su lugar sólo hay un puñado de hojas secas cayendo en un vaivén hasta el suelo.

Ahora, atrás queda Cruceolvido y delante el camino de tierra con bosque a ambos lados. Vuestro camino es hacia delante, y os debatís en vuestra mente entre la practicidad de seguir el camino de tierra, o bien la curiosidad de ver qué "sorpresas" hay por el bosque (bueno, vale, también cuenta eso que llamáis "a ver qué podemos sacar...").

Los segundos que os dejan expectantes ante la desaparición del viejo lisiado os revelan el silencio total que lo impregna todo al mismo ritmo que la oscuridad se apodera de todos los rincones. Al cabo de unos instantes, ese silencio se transforma en un sonido blanco, una suerte de siseo lejano. Muy lejano. Al final, como punto final a esa atención que prestáis con vuestros oídos, el cielo ruge con un trueno y comienza a llover.