- Sea- gruñó Dunkan empuñando el Mazo de Tharkas- no hagamos esperar a nuestros anfitriones.
El enano posó un pie decidido en el primer escalón. De algún modo le reconfortaba el saber que, si tenía que batirse, esta vez sería bajo tierra.
El aire húmedo y el olor a pelo mojado parecían antinaturales entre los familiares aromas a piedra y subterráneo.
- ¿Vamos?
Hago un esfuerzo para ponerme de puntillas y alcanzar una de las antorchas que cuelgan de la pared.
- Tú delante Dunkan; yo llevaré la antorcha - digo haciendo una breve pausa antes de girarme hacia Megara - Creo que Taran tendrá que quedarse aquí... al menos que la hayas enseñado a bajar escaleras, jaja
Snorri olisquea en el aire y pone un rostro serio, rascándose el mentón.- Si...tiene un cierto.- Pone tono de sibarita.- aroma a enaguas de novicia del monasterio de mi ciudad natal... Mmmmm que recuerdos... Sí.- Tras eso suelta una leve carcajada.- Yo creo que Keppope lleva razón, el enano debería ir delante en una situación como esta, que vamos a estar bajo tierra.- Se rasca la cabeza, aunque aparentaba tranquilidad, no le hacía ninguna gracia pasar por ahí, a saber que se encontraban allí abajo, si alguien es capaz de amaestrar a unos lobos para que ataquen a un pueblo, a saber que era lo que tenía para proteger su propia guarida.
Traga saliva y comprueba que lo lleva todo a mano, en caso de que fuera necesario, toca la cuerda que le regalaron y sonríe. Que ganas de verte actuar.
Megara acarició el hocico de Taran:
- Kepooke tiene razón pequeña. Espéranos aquí pero si hay cualquier peligro o ves que tardamos mucho vuelve a la casa de la anciana que curó a Dunkan.
La exploradora sabía que su mula le había entendido perfectamente. Era más lista que muchos humanos que conocía. Por su parte se situó tras Snorri cerrando la comitiva protegiendo al mago por si les sorprendían por detrás. Nunca se sabía.
Taran apoyó su frente contra la de Megara. El vínculo que mantenían era asombroso. Aquella mula era mucho más obediente, servil y diligente que la mayoría de gente con la que había trabajado. Taran dio un paso para atrás, dejando hueco para que la comitiva comenzara el descenso bajo tierra. Dunkan encabezaba la fila, siempre preparado porque aquel era su terreno... y porque era el único que al principio del pasillo, tras las escaleras, no tenía que caminar inclinado. Kepoope iba iluminando el paso con la antorcha, que creaba extrañas siluetas en la superficie irregular de las paredes. Snorri caminaba con una media sonrisa en la boca, curiosamente la mantenía desde que nombró a "la novicia del monasterio". Megara cerraba la fila, preguntándose si Snorri se mantendría concentrado, porque desde luego, sabía que Taran cumpliría con su parte.
Seguimmos en Escena 3: Seguir un rastro y acabar bajo tierra.