Si hubiera podido temblar, Calabazo estaría ahora tiritando de pavor. Era una calabaza de Halloween y, teniendo en cuenta esto, había alcanzado ya una edad considerable. Así que no tenía miedo a la muerte. No. Pero la Dama Oscura había demostrado lo cruel, que era capaz de ser. Y debía de reconocer, que su último castigo había dolido. No sólo la operación en si, si no también el acabar como un modelo de maqueta para frikis espaciales. ¡Joder! El era una calabaza. Pero una calabaza con dignidad.
El caso es, que apenas había tenido tiempo de recuperarse de las heridas físicas y psíquicas y ya tenía otra vez que dar explicaciones. Además, aunque no se podía decir, que conociera el significado de la palabra conciencia, le daba cierta cosa continuar, pues tenía que quejarse del comportamiento de uno de sus compañeros caídos.
- Verá usted, su ilustrísima ilustración – posiblemente las últimas torturas sufridas por Calabazo habían dañado las pocas neuronas, que había podido tener, y ya no sabía realmente lo que decía – el mariachi huevón que nos acaba de dejar tenia cierta de razón. Luchamos para llegar hasta la mismísima cúpula de Umbría. Allí donde el mismísimo jefazo, el dueño absoluto de ese engendro, se oculta y teje sus planes de dominio del mundo friki, mientras se baña en los frikipuntos. Y cuando ya estábamos a punto de entrar, sorprenderle y concluir nuestra misión para mayor gloria de su demoníaca demoniosidad, va el cuarto de mexicano y, aprovechando la altura en la que estábamos, se nos tumba delante de la puerta y se pone a tomar el sol, cerrándonos el paso. Y, la verdad sea dicha, no había guapo que le pusiera una mano encima al guarro ese.
Aun temblaba al recordar la imagen del mexicano protegiéndose de los rayos de sol solo con dos minisombreros. – Para cuando por fin nos hizo caso, más que nada por que ya se había bronceado, y abrió el paso, el mandamás umbriano ya se había escapado llevándose todos los frikipuntos consigo.
[Excusa: Tomando el sol al estilo mexicano]
Turno para las interrupciones. Tenéis hasta mañana a estas horas.
Igorich, que era el único esbirro que quedaba que podía llevarle la contraria no abrió la boca, por lo que yo daba por supuesto de que era así como habían ocurrido los hechos, por mucho que no me gustaran un pelo.
- Vale, otra vez estamos sin nada... - Dije con tono de resignación, aunque claro, luego recordé que en realidad habían vuelto sin nada y eso no era bueno, sobretodo, para ellos, porque yo podría volver a intentar joder umbría en cualquier momento, pero a ellos les iba a doler mucho el haber fallado.
De todas formas, aún tenían alguna que otra cosa que contarme por lo que volví a mirar a la calabaza.
- ¿ Y bien? Supongo que no dejasteis así la cosa ¿ no? ¿ Fuisteis a por esos frikipuntos?
En fin, tampoco quise pararme a pensar en eso de tomar el sol con sombreritos. Había cosas que era mejor que no se te pasaran por la cabeza.
Turno para Calabazo, quien tiene hasta el lunes a estas horas.
- Ya lo creo que nos pusimos a buscar los frikipuntos esos, su indignada indignidad. Revisamos por todas partes en la guarida del director jefe de Umbría. En algún rincón debía de esconderlos. Así que no paramos de buscar cada uno en una habitación. Cuando ya dimos la búsqueda por inútil, ya que allí no había ni rastro ni de los frikipuntos, ni del capo de Umbría, fuimos a recoger a Igorich, que le había tocado buscar en la cocina, para marcharnos a toda prisa detrás de aquel hombre tan odiado por su monstruosa monstruosidad.
Miro en dirección a Igorich con una expresión, que casi podría ser de disculpa (si es que la estrella de la muerte en versión cucurbitácea podía realmente expresar algo). Como si quisiera decir „Lo siento, colega. Pero es tu pellejo o el mío. Y mi pellejo ya ha pasado por dos operaciones nada agradables“.
- Pues resulta, que nos encontramos al esbirro este preparándose un desayuno con unos panecillos y miel, que se había encontrado en la cocina. Con la sorpresa de vernos habiéndole pillado in fraganti, se le cayó el frasco de miel encima y apenas tuvimos tiempo para reaccionar, pues en cuestión de segundos se llenó aquello de abejas, que le cubrieron todo el cuerpo. Como gritaba el condenado. Se lo tenía bien merecido. La verdad. Dudamos un segundo si no era mejor dejarle allí y que las abejas hicieran su trabajo. Pero si alguien tiene el derecho de torturar a esbirros, esa es usted, su extrema extremidad, y decidimos rescatarle de aquella situación y seguir con él la búsqueda del director de Umbría. Pero no fue nada fácil y nos hizo perder mucho tiempo.
Paso el marrón a Igorich
[Excusa: el hombre abeja]
Estaba claro que nuestra doña Rogelia particular estaba siempre metido en líos. Cuando no era uno era otro, pero vamos a ver, por qué tenía que pararse a comer algo en aquel momento... Ahora que ya estaban en Umbría y podrían encontrar algo, va el tío y se lía... Vaya si se lía!
- ¿ Abejas?
Ahora seguro que me decía que era super alérgico a su picadura y se iba a liar parda. Eso sí, tampoco se lió demasiado que había vuelto, lo que quería decir que no lo habían matado.
- ¿ Cómo te quitaron todo eso de encima? ¿ En qué leches estabas pensando?
Madre mía la paciencia que tenía que tener con aquellos esbirros. Eran de lo que no había...
No sabía si reírme de lo inútiles que eran o ponerles a lobos hambrientos detrás...
Turno para Igorich, quien tiene hasta mañana a estas horas.
Igorich se temía aquello, la calabaza maldita le había metido en problemas para que su magnificencia malevososa le castigase en su lugar. Pero aquello no iba a quedar así, pues todo era mentira y su Oscurríma Malignificencia se daría cuenta.
Pues vera su Opaquíssima malevolencia. A pesar de que me había separado por unos instantes fue sólo porque había visto como el jefazo máximus de la Umbria esa ir al garaje a escapar en un coche ferroso o algo parecido. Al parecer había dado esquinazo a estos y yo había sido el único que se había dado cuenta del engaño.
Me lancé a por él, pero de repente abrió el amletero de su ferroso roso y de allí salió un ser que quería hacerle la competencia a su señorosa negrura en cuestión de colores oscuros, y que al parecer tenía el boxes umbriano de guardaespaldas.
Luché a brazo partido contra él. Pero claro, era un jodido superheroe y yo un simple esbirro y estaba solo. No tenía ninguna oportunidad. Y fue por lo que hui a la cocina a refugiarme. Justo le acababa de dar esquinazo e iba a salir a continuar la persecución cuando apareció el resto y me despisataron. La pista se enfrió y tuvimos que empezar de nuevo.
Y eso fue lo que pasó mi ama.
La suerte estaba echada, pues Igorich sabía que no aguantaría un nuevo castigo de la Señora Oscura. Por lo que aguantaba la respiración mientras ella decidía.
Turno para las interrupciones. Hasta mañana a estas horas.
- ¿Que te peleaste con ese mini chucho? Bueno, Igorich, la verdad es, que más bien parecía que le estabas dando de comer. Como si se tratara de tu mascota. Que no hace falta más que mirarle los ojos a ese perro tan feo, para encontrar el parecido con este esbirro, su corrupta corrupción.
La cucurbitácea no terminaba de creerse, con que poca vergüenza doña Rogelia quería venderle la moto a la señora oscura y le encasquetaba aquella película.
- Así que, si que nos encontramos un perro cuando por fin entramos a la cocina, su mortal mortalidad. Pero más que para pelear, Igorich estaba usando sus manos para darle de comer.
[Interrupción: Dando de comer a las mascotas]
Ahora estaba planteándome que como no me enterara de cuál de los dos me estaba mintiendo, iba a enterrar a ambos y me iba a ir a hacer el mal a alguna parte en la que pudiera jorobar bastante a alguien, como un sitio lleno de niños indefensos o un lugar lleno de gatitos...
- Igorich! ¿ En qué quedamos? ¿ Estabas peleando o dándole de comer?
Si le daba de comer por algo útil vale, pero por qué él me había dicho que aquello era una pelea y la calabaza que no...
- Y más te vale ser convincente...
Me crucé de brazos y puse cara de que no me iba a andar con tonterías, quería toda la verdad ya mismo, aunque seguro que conseguían sorprenderme con su ineptitud.
Turno para Igorich, quien tiene hasta mañana a estas horas.
Si alguna vez hubo una mirada llena de odio de las que podría matar directamente y sin pasar por la casilla de salida, tan tétrica que se cagarían por las patas pa'bajo hasta los descendientes que no habían nacido de la victima, una mirada tan tan pero tan. Desde luego esa no fue la de Igorich. Pero sí que miró de reojo a la calabaza por lo que acababa de decir.
Por supuesto que luché contra aquel ser maligno surgido de los avernos, y pequeño, a brazo partido. Lo que pasa es que la única manera de ganarle y conseguir que me dejara en paz fue dándole algo de comer. Y como bien indica el bueno de Calabazo en parte fue con mi sangre, luego ya vinieron los entrecot, los salamis y la miel que atrajo a las abejas aquellas.
Admito que si lo mismo hubiera pedido ayuda a los demás habría terminado antes con ese pequeño diablillo, pero creía que ellos estaban también peleando contra los umbrionarios esos. No fue hasta que llegaron a mi que vi que habían estado tomando el sol.
Se lo juro por Snoopy y que se queme Pachá si miento, mi Oscurresíma Señora. Puedo asegurarle que no hay esbirro más leal y obcecado en cumplir sus ordenes que su humilde servidor Igorich.
Tras su concienzuda y totalmente creíble, aparte de ser cierta, explicación a Igorich no le quedaba más remedio que apelar a la sabiduría e inteligencia de la Señora Oscura. Porque claro, como apelara a su bondad y y cariño lo tenía jodido.
A estas alturas ya no pude hacer demasiado caso a Doña Rogelia. La verdad era que ya estaba pensando en que aquello de mandar a esos esbirros a misión alguna había sido una estupidez y que para otra, debía asegurarme de que no fueran a hacer el ridículo como estos.
El suelo comenzó a temblar y en él se formaron grietas enormes de las que comenzó a salir lava como si aquello fueran las olas del mar. Una de esas olas de fuego arrastró a Igorich antes de que pudiera decir absolutamente nada más. Al menos, visto lo visto, había sido una muerte bastante rápida.
Por suerte para Calabazo, la puerta del salón del trono se abrió, mientras la Señora Oscura no paraba de pasear de un lado al otro, diciendo y maldiciendo todo lo que se la pasaba por la cabeza, lo cual, seguro que haría llorar a más de uno de escucharla blasfemar con aquella lengüecita que tenía.
Así como el que no quería la cosa, viendo que la mujer parecía no acordarse de que aún tenía un esbirro, Calabazo salió por piernas de allí. Era el momento de poner cuerpo a tierra.
Igorich pierde una vida y muerte.
Calabazo pasa a la final. Enhorabuena!