Partida Rol por web

"el tuberculo este es tonto y además no para de meterme en problemas, parece mentira que sea incapaz de fijarse en los detalles mas evidentes, o que no quiera fijarse"

El caso es que me toca levantar un pie y mostrarle a mi señora mi calzado numero 74 -mi señora, si la calabaza hubiera puenteado un camion trailer igual habría podido conducirlo, pero en ese mini mis pies pisan los tres pedales a la vez y me era imposible conducirlo. Y Gumblich no sabía conducir, cosas de venir de un mundo medieval-fantastico o algo así-

Dedico una mirada a los restos del goblin, tal vez valdría para relleno de calabaza al horno

-y sobre la pelea de gorilas, de nuevo la calabaza vio donde ibamos pero no se entero de porque ibamos ahí. Tras enterarnos de lo de la firma de libros discurrí que era mejor que no llegarán a la firma. Una vez ahí siempre se podía escapar alguno. Así que hice mis averiguaciones y descubri que el transportista encargado de llevar los libros a la firma iba a estar viendo los combates. No tarde en localizarlo y en convencerle amablemente de que me diera las llaves del camión. Si Calabazo lo puenteaba yo podría conducirlo pisando de puntillas los pedales y largarnos sin que esos libros hubieran visto la luz para quemarlos en cualquier vertedero.  Pero....-

Me rasco la barriga dando una pausa para hacer mas emocionante la narración ymiro con desprecio a Calabazo

-No encontraba en ningún lado a la fruta, hasta que escuche una gran conmoción, el público estaba entusiasmado con algo, y ahí estaba el... ella. Calabazo emocionado con el espectáculo de los monos se había metido en una jaula y el y uno de los monos estaban dando un espectáculo... escatológico-

La verdad es que Trigesmisto podía dormir de pie con esos pinreles tan enormes que tenía, por lo que estaba de acuerdo con él en eso de que iba a serle imposible conducir nada, porque no iba a poder pisar ningún pedal. Eso sí viendo sus pies tenía claro que aquel esbirro era un poco amorfo.

En fin, entendía que el lagarto ese les había llevado hasta donde estaban los gorilas, o eso quería creer, pero claro, cuando Trigesmisto llegó a la parte en la que a la Calabaza posesa esta se le cruzaba el cable y se metía en la jaula...

- Calabazo... explícame por qué acabaste haciendo marranadas dentro de la jaula donde peleaban los monos anda.

Trataba de que no se notase demasiado que estaba un poco cansada de ser buena y de pedir bien las cosas, pero de todas formas, no es que fuera la mejor disimulando mis ataques de furia, así que se podía ver a la legua que estaba un pelín cabreada.

Ante los ojos de la Señora Oscura y del bruto verde de albarcas tamaño industrial, Calabazo empezó a sacudirse. Parecía que le hubiera entrado Parkinson en estadio terminal. Tanto tiritaba, que no les sorprendió cuando al ponerse a hablar notaron cierto cambio en su voz.

– ¿Que qué marranadas hacía yo en la jaula esa? Pero que marranadas ni que niños muertos. Aquel líquido era Botox en su estado más puro. De ese que me tomo para desayunar, comer y cenar. Y si te descuidas con el Bollicao del desayuno también. Que esta belleza natural mía no se cuida sola, ¿eh?

Los estertores de Calabazo no cesaban y, aunque habrían jurado que estaba sufriendo algún cambio, no sabrían decir con exactitud cual.

– Y lo que hacía además era perder más tiempo para impedir que tus sicarios cumplieran con su ridícula misión. Y la verdad es que no fue nada difícil. ¿De donde sacas tamaños incompetentes? Si creías que podrían evitar que publicará mi libro lo llevas claro, guapa.

Tras decir esto, el cambio sutil sufrido por la cucurbitácea les quedo claro de repente. Allí delante se encontraba su odiada archienemiga: la princesa del pueblo.

– ¿Que dices ahora, reina? Te has quedado sin habla, ¿eh? Te creías mas lista y mala que yo, ¿no? Pues que sepas que yo tampoco me chupo el dedo, niña, y…

…y Calabazo, o Belén, o fuera lo que fuese aquel engendro siguió hablando sin parar, como si se tratara de un manantial inagotable de palabras. Trigesmisto, cansado de tanta chorrada, miro hacia su Señora Oscura pidiéndole con la mirada que le dejará darle un bofetón, cruzarle la cara y acabar así con tanta tontería. Los gnomos de jardín aparecieron de repente, sin ser avisados, queriendo en este caso tomar la iniciativa y darle a aquella cosa una muerte tan dolorosa como desagradable. Pero la Señora Oscura levanto una mano para indicarles que se hicieran a un lado y no intervinieran. Aquel era un trabajo para ella en persona. Y se tomaría su tiempo por que lo iba a disfrutar. ¡Oh, si! Ya lo creo que lo iba a disfrutar…

Las palabras de la calabaza me sorprendieron y por varias cosas además. La primera era que de verdad sabía que mis esbirros eran unos incompetentes, de segundas, porque antes de que acabara con la segunda frase ya había firmado su sentencia de muerte y la tercera, la tercera era que no me había dado cuenta en ningún momento de que la Calabaza fuera ella.

Me puse en pie rápidamente, pero a su vez, saboreando el momento, porque los que se pensaban que podían tomarme el pelo de alguna manera eran a los que más me gustaba machacar.

- Puede que no te chupes el dedo, pero estás muy a punto morir por venir a dar la cara...

Yo en su lugar, hubiera seguido manteniendo la boca cerrada, aunque conociéndola, me extrañaba que durante tanto tiempo hubiera estado sin decir una memez como las que acostumbraba.

El suelo comenzó a temblar y agrietarse, aunque lejos de salir lava, comenzó a crecer el césped por todo mi salón del trono, incluso salía verde por las grietas del suelo. Del techo, comenzaron a caer piedras, pero según tocaban el suelo se convertían en enanos de jardín, pero muchísimos de ellos y venían con cinceles y un montón de herramientas que a saber de dónde habían sacado, pero que en sus manos, daban bastante miedo.

Así, mientras aquel terremoto seguía su curso, pues el suelo temblaba como la sangre en las venas de la Señora Oscura, los enanos de jardín comenzaron a hacer su trabajo. La supersesión fotográfica para la revista "Halloween todo el año". Unos golpecitos por aquí, un agujerito por allá:

¡Para tú!

Tras un par de fotos, tocó un nuevo cambio de forma:

Y otro más:

En fin, que iban poniendo y quitando los trozos de Calabazo, o de la Esteban más bien, según les convenía a las fotos.

Mientras la Señora Oscura seguía jurando trono "palante" trono "patrás" por haber sido tan estúpida de no haberse dado cuenta, el terremoto hizo que la puerta del salón del trono se rompiera, dejando un hueco suficiente como para que Trigesmisto, que no sabía cómo había conseguido zafarse de los enanos de jardín, pudiera irse así como el que no quería la cosa. Sabía de sobra que si se quedaba no viviría un día más para contarlo.