Partida Rol por web

¡Mierda!¡Louis espera! ¡No quieres ver lo que hay ahi abajo!

y Marquand salio corriendo detras de él con la azada en la mano...

(Esto primero sobre todo para Hugon)

En el piso donde estaban tus vecinos ves el cuerpo sangrante y destrozado de lo que parece que en otro tiempo fue Pierre, el marido de Laurielle, tirado en el suelo, boca abajo en un charco de sangre, su piel esta destrozada, perforada, desecho...

Cuando Louis se asoma por las escaleras para bajar observa el desolador panorama de su taller. El yunque esta tirado en el suelo, las mesas también, algunas herramientras, vajilla de barro rota. La puerta esta abierta y tiene una marca de la suela de una bota marcada con nieve y barro en el centro. Sin embargo, no hay nadie mas allí abajo, ni las hijas ni la mujer de Louis.

Gritando y cargando el martillo me acerco a una mesa y la aporreo con todas mis fuerzas, la amartilleo, la cojo por un extremo y la lanzo al otro lado del taller, cojo herraduras del suelo y las lanzo de un sitio a otro.

- ¿¡DONDE ESTÁN MIS NIÑAS MARQUAND!? ¿QUÉ COJONES HABÉIS HECHO CON ELLAS? mientras voy gritando, voy subiendo las escaleras hacia mi cuarto cargando el martillo y muy cabreado.

¡Louis! ¡Espera! ¡No tengo ni idea de que a pasado con tus hijas! ¡Dios, no se que ha pasado con nadie!

Hugon iba a hablar y explicarse cuando Louis cayó preso del pánico y empezó a destrozar el taller clamando por sus hijas. Dios Santo... ¿Qué está pasando aquí? Se puso de color blanco, pálido, al ver el cadáver del que fue el marido de Laurielle en el suelo. Estaba mordido y ensangrentado, como los corderos del camino. No puede ser... no puedo creer que tantas atrocidades estén pasando. Los perros no hacen esto... no... nada hace esto... Hugon comenzó a temblar levemente, por lo que se tuvo que apoyar en una de las paredes. Nada hace esto... nada de este mundo. Esto es obra del Diablo... Belcebú ha estado esta noche entre nosotros.

Entonces, Louis volvió al piso de arriba, aún más angustiado. Cargaba con su enorme martillo, mirando de una manera extraña a Marquand. No... Hugon se espabiló rápido y le cortó el paso, no quería ver a otro hombre muerto. ¡No Louis! ¡Detente! Nosotros no podemos hacer nada. Hugon miró nervioso al resto de vecinos, no sabía si también habían llegado a la misma conclusión. Esto que ha ocurrido no es normal... es sobrenatural. Hugon carraspeó, inquieto. Seguro que el Diablo esté detrás de todo... debemos ir a ver al abad y pedir ayuda a los servidores de Cristo.

Sorbiéndome los mocos con una de las mangas de la camisa me recompongo , al menos exteriormente, y pego un grito clamando tranquilidad:
- ¡Estaos quietos, por favor! ¡Esto se nos escapa de las manos! -una vez que todos la miran pues seguramente jamás la habían visto gritando tan fuerte, siguió ya sin levantar tanto la voz pues no era necesario encima armar bulla sin saber el porqué de todo aquello.- Estamos vivos y es lo que tenemos que tener ahora en cuenta, debemos ir a hablar con el Abad, sí, como bien ha dicho Hugon, y debemos ir cuanto antes. Cogeremos algunas armas y vayamos YA.
No he sido nunca partidaria de usar armas pero me siento desprotegida sin Pierre y sin mis hijos varones cerca... así que mejor será que me haga con una por si acaso.

Estoy deacuerdo, si hay mas demonios fuera no me gustaria hacerles cara con una azada... Espero que la gente de la abadia este bien y que Dios les haya protegido no como a....
Y calló antes de terminar la frase cuando vio que a Laurelle se le saltaban las lagrimas de nuevo.

¡PERO DONDE ESTÁN MIS HIJAS! ¡TÚ! digo señalando a Marquand a traves de Hugon con el martillo ¡TÚ HAS MENCIONADO QUE LES HABÍA PASADO ALGO!

Y para intentar calmarme, me giro y golpeo la pared con mi martillo una y otra vez.

¡No perdamos la calma, por Dios! ¡Movámonos de una vez y dejemos de acusarnos entre nosotros, estamos todos igual, maldita sea! -grito cabreada. Cada vez me estaba enfadando más, casi se me había pasado el miedo por el momento pues lo primero que quería evitar ahora es que los pocos que de momento estaban vivos y bien se matasen entre ellos y me dejasen sola...

¡Louis! Calmate,acabamos de matar a... a algo que se parecia al marido de Laurielle y ella parece mas resuelta que tú. No se que es lo que esta pasando ni con su marido, ni con tus hijas ni con nadie. Asi que vayamos rapido a ver al abad, quizas el resto este refujiado en la casa de Dios. Por lo que a mi respecta puede que haya mas demonios acercandose a nosotros y no quiero tentar a la suerte. Asi que coje tus cosas y vamonos ya.
Hugon, Laurielle. Cojed todo lo que  pueda sernos de ayuda, rapido.
Louis, siento mucho todo lo que esta ocurriendo, yo tampoco entiendo nada, pero vamos a necesitar de tu material si puede ayudarnos. Ademas de forjar piezas para los carros, ¿tambien haces armas para los nobles verdad? Vamos a necesitar alguna para defendernos si el demonio viene a por nosotros.

Aunque Marquand parece decidido, le tiembla la voz. Sabe que si se enfrentan al Demonio las armas no sirven de nada...pero tiene que encontrar al resto de la gente y ponerlos a salvo, son sus vecinos, sus amigos y mientras pueda hacer algo no los dejará. Y mientras tengan fe Dios cuidará de ellos...¿verdad?

Hugon se mantuvo entre el herrero y el campesino, aunque parecía que la situación empezaba a calmarse. Tranquilo Louis... encontraremos a tus niñas. Hugon acompañó sus palabras con una mirada intensa de sus grises ojos, transmitiendo su saber hacer por ser anciano e intentando relajar al enfurecido artesano. Las encontraremos.

Pero ahora, como dicen nuestros vecinos, será mejor que vayamos a ver al abad. Hugon se apartó y recogió su azada y su zurrón, cargándoselos de nuevo en el hombro. Caminó hasta el umbral de la escaleras y se volvió hacia sus vecinos. Vamos, no tenemos tiempo que perder. El Diablo aún puede estar por el pueblo. Aunque parecía actuar con la seriedad propia de la vejez, el sudor frío no había parado de recorrer su frente y brazos... jamás había visto ni vivido una intervención del señor de los infiernos. Dios Santo... tengo fe en tí... guíanos en esta hora de desdicha...

En la herrería podeís encontrar algunas espadas que Louis había hecho por encargo y todavía no las había entregado, además de martillos y varas de hierro.

Con los ojos llorosos empiezo a revolver entre las armas, hierros varios, herraduras y demás cosas de la herrería de Louis, buscando algo que me sirva y me convezca, aunque con las prisas apenas miro 2 o 3 estanterias sacando pocas cosas de ellas. Al final cojo una espada con un bonito mango decorado y un chaleco como de cuero grueso. Estará bien contra el frío y contra los ataques... ataques que espero que no haya.
No, nuestro señor nos dará fuerzas y no nos dejará perecer como nuestros seres queridos y vecinos, pienso para intentar darme fuerzas mentalmente aunque no sirve de mucho. Estoy temblando y no me había dado cuenta hasta ahora con todos los gritos, pero debo haber estado así desde que salí de mi casa...

Con temblores, cojo la primera espada que encuentro una tosca y sin adornos pero que, como compruebo, esta afilada. Veo que Laurielle se ha puesto un chaleco, supongo que a Louis no le importe que se lo coja es buena persona en realidad, pero es una lastima que no tenga mas chalecos gruesos para mi o para Hugon.

-Bien avisad cuando esteis todos y nos marchamos de aqui en seguida, la abadia no esta muy lejos pero por lo que sabemos el demonio esta en este pueblo....

Que habremos echo para llamar al demonio, Señor, si en este pueblo todos creemos en tí...

...Asi que no quiero que nos sorprenda. Cuanto antes lleguemos a la casa del señor antes estaremos seguros...y antes sabremos lo que a ocurrido con nuestros vecinos y con vuestra familia. Laurielle...lo siento de veras...yo...

Hugon negó con la cabeza ante la idea de armarse con espadas, no creía que fuese efectivo. En cambio ,se volvió a Louis y le preguntó: Disculpa Louis, ¿no tendrás un crucifijo en casa, verdad? Creo que puede ser más efectivo... Hugon se quitó la boina y se limpió el sudor de su calva y su frente. Aunque nadie lo notase porque intentaba calmar la voz, estaba temblando de miedo.

Crucifijos, claro como no lo he pensado...

Hugon amigo, me alegro de tenerte entre nosotros. El diablo caminando por nuestro pueblo y yo pensando en combatir como si fuera un caballero. Pero me temo que yo no tengo crucifijo, excepto el que hay en la puerta de mi casa... y no creo que sea mala idea ir armados por si acaso, con el demonio de Pierre.........Bueno con el funciono mi azada. ¿Por que una espada no? De todas formas me siento ams seguro teniendo a alguien sabio como tu a mi lado.

Entonces, ¿estamos todos listos?

Crucifijos... Bueno, a donde pretendemos ir es a la Casa de Dios más cercana, allí podremos aprovisionarnos de ellos, ¿no? -comento mientras me acerco al grupito de mis vecinos, me da miedo acercarme yo sola a la puerta del taller o a cualquier ventana. Si algo entrase de repente me atapraría la primera, mejor ir en grupo, sí, mucho mejor, mucho mejor, Laurielle... Juntos seremos más fuertes, sí... pienso con la mente trabajando extremadamente deprisa a causa del miedo, casi tocando la locura con la punta de mis dedos... Por suerte la pregunta de Marquand me devuelve a la tierra y me aleja de dejarme llevar por la locura, al menos de momento.

- Lista para correr.

Todo lo que está ocurriendo es una locura para Louis. Pierre mordiéndole, Pierre sin cabeza convulsionándose, su familia desaparecida, demonios...

- Bien... la abadía, vayamos pues. ¿Crucifijo? Sí, tengo uno arriba colgado encima de mi cama... herencia de familia.

Más calmado, vuelve a subir a su cuarto dispuesto a coger el crucifijo de encima de su cama, cuando ve a Pierre hecho trizas.

Mierdaaaaaaggghh... y con unas fuertes gárgaras vomita en el suelo de su cuarto. Joder... no le mires.

Se tapa con su camisa la boca y avanza a coger el crucifijo. Una vez lo tiene vuelve con sus vecinos con el crucifijo en la mano.

- Bien, pues marchemos...

Bueno, ahora vayamos en silencio el diablo tiene las orejas grandes.

Mientras digo esto casi susurrando me acerco a la puerta, espada en mano, y me quedo en el marco escuchando cualquier cosa que pueda haber fuera.