Partida Rol por web

Se os pagarán esta parte de los daños -os dijo Sally a todos-. Siento las pérdidas. Tal vez los vuestros -mirando a Butcher y a Samuel- estén sólo desorientados.

Mañana echaremos un vistazo alrededor, cuando amanezca y escampe. Con esta tormenta nos vamos a matar... -entonces entró en el improvisado refugio y Jim ató su caballo, el único que quedaba allí, a buen recaudo, con, por lo menos, cuadruple vuelta y nudo-.

En lo que restaba de noche la lluvia no se detuvo. Poco o nada habíais dormido, y al amanecer Tannen os despertó y él tomó una de las hachas de las alforjas (una pieza pequeña y bastante manejable), con gran esfuerzo fue cortando la gran rama que atravesó a su montura. Quería enterrarla, ya aparte de haberle acompañado durante algunos años, dejarla ahí sería motivo de pista para la banda de Lou, y, además, aquel tipo que hirió casi de muerte a James. ¿Quién sabe si os continuaría siguiendo?

***

Finalmente, una vez enterrado el animal (el propio Tannen lo desmembró parcialmente para poder hacerlo mejor), os preparásteis para poder continuar el viaje por guía de Sally. Nadie diría que la noche anterior había caído un aguacero impresionante, pues el día era soleado ya. Eso sí, lo sorprendente fue que los tres caballos huidos (el de la mujer, el de Butcher y el de Samuel) regresaban en grupo. Se habían tranquilizado y probablemente se habrían quedado en alguna hondonada o lugar tranquilo, y de esta manera habrían sobrevivido a alguna mala caída o resbalón. Luego entró en escena el sentido animal: habían regresado con sus dueños apareciendo desde una loma a media distancia.

El único que ahora quedaba sin caballo era el jefe.

Iré con usted, si le parece. Cabalgaré yo, y yo lo iré guiando: no podemos atravesar a pie el desierto o moriremos en él -añadió Sally coherentemente-. Lejos de decir que no, Tannen asintió, sabiendo de las sabias palabras de su contratista. Siento la pérdida, señor McCurly.

Los siguientes dos días avanzásteis por lugares pedregosos y áridos, deteniéndoos sólo para almorzar y pernoctar. No había ningún asentamiento o pueblo por la zona, y tampoco divisásteis la presencia de la banda de Lou ni otras sorpresas. Al tercer día (cuatro de travesía de Temperly), vísteis que el terreno descendía en un ligero valle, donde luego comenzaban las primeras estribaciones de una cadena montañosa.

La mujer, que iba delante de Tannen sobre el caballo, detuvo la montura un instante.

Estamos cerca... -anunció sin más-. Y oir aquello fue de lo mejor que os había ocurrido en esos tres últimos días

Jim se sentía cansado, pero a su vez alegre de llegar. Había sido un viaje largo, pero parecía que al final los frutos se empezaban a ver.

-Chicos, igual deberiamos hacer una última parada, reabastecer y descansar, antes de que todo se complique...más...-

Jim bajó de su caballo, comprobó sus armas, la munición y se preparó.

Las palabras de Sally me volvieron a poner alerta. Después de varios días cabalgando por el desierto la rutina estaba dando sintomas de aparecer y no podía traer nada bueno, no señor. 

- Estoy de acuerdo con Jim. No sabemos lo que nos vamos a encontrar ahí adelante. Es mejor descansar para afrontarlo con fuerzas. - Dije sin bajarme de mi caballo cruzando las manos  en la parre delantera de mi silla de montar.

Habían sido un par de días duros. Will había viajado bastante de joven, pero él era originario de más al norte de los Estados Unidos y cabalgar dos días enteros por el desierto de Texas se le hizo muy largo.

Los cactus, el calor del sol, los lagartos, el calor del sol, las plantas rodantes, el calor del sol, las serpientes, el calor del sol y el jodido sol entero al final del día.

Hubo un momento entre trago y trago de whisky que hasta le pareció ver una pareja de buitres rodando encima de ellos.

¡Si no os largáis de aquí os juro por mi Santa Madre que voy a hacer un estofado con vosotros! -gritó de repente un día señalando las aves con dedo acusador.

Por lo demás el resto de viaje fue irremediablemente en silencio.

A Butcher no le gustaba nada pensar que tenían ese maldito tirador misterioso a sus espaldas. Había visto como casi mataba a James de un solo tiro, y no entendía por qué Tanner no se detenía para darle caza. Ellos eran cuatro y ese maldito cabrón se había ganado la muerte.

Pero Will no era un chico protestón ni con aires de líder. Tanner haber decidido continuar con la misión y el iría a muerte con los demás.

Sally -la chica guapa que no se podía tocar- dijo que ya habían llegado.

-Ahora empieza el baile, chicos. -apostilló el más joven de todos.

Ni un puñetero árbol -dijo Tannen resignado, aunque asintiendo a las palabras de sus muchachos-. Sí, tenéis razón: llevamos buen ritmo. Si esos malnacidos nos siguen les llevamos suficiente ventaja como para echar una siesta. Vayamos hasta allí, Jim -le dijo al verse bajar de su montura-, ese recodo parece bueno -señaló con la cabeza un saliente rocoso, árido y afilado, pero que daba cierta sombra-.

¿Son peligrosos? -preguntó Sally mirando los buitres del cielo-.

Sólo si nos separamos -respondió el jefe-. No podrá ir sola a vaciar el vientre, doña Sally: he visto en alguna vez a esos pajarracos atacar a granjeros en este mismo estado.

Pues esto no es lo más duro -dijo la mujer mientras ya avanzábais al lugar establecido para descansar-. Como digo, estamos cerca del botín, pero éste está enterrado en una zona desértica de arena, un lugar de raíles abandonados donde antes había una vía. Aún quedan los quedan los restos de un tren descarrilado hace algo menos de una década. En cuanto divisemos esas vigas metálicas llegaremos.

Como queráis, si queréis hacer un alto pues lo hacemos.

Will bajó del caballo en la zona indicada por el jefe. Iba a ser difícil descansar allí. Había unos pocos metros de sombra, pero el calor era asfixiante igualmente.

El joven se encaramó hasta arriba del todo de esa estribación y estuvo unos cuantos minutos observando en silencio.

En especial escudriñando el horizonte por donde habían venido ellos.

Cerdos cobardes -musitó para él mismo- dejaros ver un momento y os juró que os descerrajo una bala en medio de vuestra frente.

Pero al cabo de unos minutos se cansó de estar ahí arriba y se tumbó buscando lo poco de sombra que había. Se bajó el sombrero de ranchero y se dispuso a dormir con el brazo recostado bajo la cabeza.

Cuando llevaba ya unos minutos en silencio, y sin moverse ni abrir lo ojos, arrancó a cantar unas notas antes de echarse a dormir la siesta de verdad.

Cuando llegues arriba de la cordillera...
mira el río y el valle que has dejado...
y éste corazón que ahora llora la pena...
tan amarga de tu despedida.....

Tu frente lleva la luz del amanecer...
ya no tienes dolores y trabajos.
y el vestido mojado de rocío...
tan rojo como el río del valle...