Falta la tirada de Butcher.
Perdonad, me.había liado un poco.
Butcher da unos pasos atrás, no va a disparar.
Estando casi ya en las últimas, Jim no estaba ni agachado ni en pie; sus piernas tambaleaban, aguantando sobre sus talones como podía. Sin embargo, logró a duras penas disparar una última vez. Lo hizo contra Samuel, y su disparo alcanzó de pleno al pistolero en el pecho... Samuel Rudabaugh pereció allí mismo, en el acto, y su cuerpo cayó hacia atrás golpeando el polvoriento suelo de aquel monte... Acto seguido, el jefe Tannen disparó contra el propio Jim,
¡BANG! ¡¡BANG!!
Dos disparos también sobre el pecho de Jim hizo que su rifle saliera volando de sus manos, y al igual que su rival, Samuel, cayó hacia atrás; no murió en el acto sino que una vez golpeó el suelo murió a los pocos segundos desangrados, intentando decir unas últimas palabras (pero sin éxito).
Motivo: rifle de Jim
Tirada: 1d100
Resultado: 13
Motivo: Navy cal de Tannen vs Jim
Tirada: 1d100
Resultado: 66
Fin del combate. Samuel y Jim han muerto.
Butcher y Tannen siguen ilesos.
Fue entonces cuando Tannen miró a Butcher. Éste había reculado, y por ello hizo lo propio él, guardando su arma. El jefe siempre había defendido a sus muchachos, pero sobre todo, había defendido la "justicia" entre ellos. Samuel y el nuevo en discordia, Jim, habían desapaciguado el equilibrio de la banda hasta el momento.
¡Sally! -gritó Tannen-. ¡Butcher, ayúdame! ¡Está herida! ¡Subámosla a una de las monturas! ¡Hemos de sacarla de aquí!
Butcher no estaba demasiado preocupado por la salud de Sally, aunque vio con sorpresa que la mujer parecía estar herida. Debía de haber recibido alguna de las balas perdidas.
Guardó su rifle y se puso delante de los muertos con los brazos en jarra.
Qué final más idiota, Samuel -dijo con patente cariño en sus palabras-.
No podía para de hacer negaciones con su cabeza, incrédulo ante lo que acababa de suceder.
Te recordaré como un tozudo y un valiente, compañero -dijo al fin.
Con un largo suspiro se miró de nuevo el horizonte y ese inquietante humo que subía hasta desvanecerse. Lanzó un escupitajo hacia un lado y se agachó al lado de los muertos.
Primero les cerró los ojos y luego registró a ver si llevaban algo de valor.
Ya no vais a necesitar esto, chicos -dijo mientras se quedaba sus armas y su dinero.
Ya voy, jefe -le dijo a Tannen- ¿Está muy grave? Quizás en la cabaña de ese viejo donde dejamos a James la podrán ayudar.
¡Estoy bien! -dijo con dificultad Sally, con evidentes signos de pesadumbre en el rostro. Entonces miró los cadáveres de Samuel y Jim, y luego intentó subirse al caballo con la ayuda de Tannen, que lo consiguió-. La mujer entonces se recostó un poco contra el caballo, pero con una mano se apretaba las heridas, que poco a poco empapaban sus blusas y manchabas sus ropas.
Mientras Butcher se arrodillaba junto a los cuerpos de Jim y Samuel. Ambos estaban casi en la misma posición, pero desde persepctivas distintas. Aquellos dos perros del desierto había muerto del modo en que uno muere en el oficio que llevaban por bandera. Tanne escupió al suelo maldiciendo en su interior aquella mierda, lo cual le recordó un poco a los horrores de la guerra pasada... Entonces el jefe vió cómo Butcher despojaba a los dos cadáveres de sus armas y pertenencias (que no eran sino monedas y dólares).
¡Maldita sea! -decía mientras no podía soportar aquella escena-. Sally, tendrás que esperar antes de irnos. Butcher y yo debemos enterrar a éstos dos, ¡maldición! El jefe se estaba subiendo ya a su montura, y había comprobado que el resto de caballos (los cuáles llevaban el oro en las alforjas) estaban de una pieza y listos para continuar (pese al susto de las balas). Sin embargo, algo le removió en su interior y tomó un trozo de madera con el que comenzó a cavar un hoyo gigante para cada uno de los malogrados.
Tras unos cuarenta y cinco minutos de esfuerzo, el carnicero y el jefe tenían sendas tumbas preparadas para introducir a Samuel y a Jim. Taparon sus rostros con su sombrero y parte de su camisa y pañuelo, y a Butcher casi no le sostiene la idea de quedarse con las botas de alguno de ellos. Por deferencia no lo hizo, y finalmente lograron darles cierto entierro (no demasiado digno), en vez de quedar arrojados allí aquellos cadáveres...
***
Tras un día de viaje volvísteis al lugar dónde habíais perdido el caballo del jefe, es decir, llegásteis hasta Vida de Dios, el asentamiento lipán donde pasásteis la noche del aguacero. Al siguiente alcanzásteis la granja donde habíais quedado a James. El granjero no pudo deciros más que el joven había fallecido por las heridas, y su cuerpo descansaba en el granero (por si volvíais para reclararlo). No siendo sino así, que anduvísteis afuera de la granja para enterrar a James de igual forma que lo hicísteis con Jim y Samuel. Sally aprovechó para ser examinada por Tannen y éste comprobó qu ela herida que tenía la componía una bala alojada superficialmente. No podría estar así mucho tiempo (y el brazo le dolía bastante), pero tampoco podían practicarle allí una cirujía. Debían volver a Temperly cuanto antes.
Un par de días más fue lo que el último tramo de viaje duró. Finalmente cruzásteis el puente donde fuísteis tiroteados (no sin antes poner precauciones y armas entre los dedos) y luego vadeásteis unos arroyos y unas depresiones para intentar atajar la vuelta. Al final veíais el pueblecito de Temperly a lo lejos.
Allí está. Una vez en el hotel mandaremos al cirujano, Sally -le dijo Tannen-. Luego haremos el reparto en el mismo hotel.
Sally asintió ante tal disposición, y en las siguientes horas llegásteis al destino. Habíais vuelto tras una ruta por el desierto bastante fatídica, y con la mayor discreción posible tomásteis las alforjas con el tesoro de Lou y lo subísteis a la habitación del jefe. Butcher aprovechó para guarecer en el redil del hotel a los caballos.
***
Un día después Sally estaba recuperada, pues un cirujano que solía visitar el pueblo pudo atender a la señorita. La herida superficial fue cerrada una vez la bala se había extraído. El doctor aseguró que la joven había tenido mucha suerte, sobre todo de no haberse infectado durante todos los días que estuvo allí dentro.
Bueno, lo habéis conseguido; lo hemos conseguido. Aunque no todos -dijo Sally cuando fuísteis a ver cómo estaba-. Gracias Will y gracias, Tannen. Podéis coger las partes de vuestros dos compañeros y repartíroslas como queráis. Doscientos...mil dólares... -aquello era más de la mitad del botín y vuestros oídos os regalaron una bonita sensación de recompensa-. Confío que aprovechéis bien el dinero de mi hermano, y que no acabéis como él ni como vuestros amigos. No lo gastéis en lo que no debéis: retiráos ahora que podáis -fue el consejo de Sally, sobre todo mirando a Butcher, que era más joven que el jefe Tannen y tenía más vida por vivir que él-.
Al día siguiente ya se había efectuado el reparto de dinero. Butcher se llevó, del tirón, cien mil dólares, y Tannen otros cien mil. La joven aseguró que no quería viajar con tanto dinero. Mi hijo Dylan y yo podremos vivir discretamente lejos de las penurias -de la pobreza, quería decir-. Minutos después Sally comenzó a hacer las maletas, pues sabíais que ese día llegaría el ferrocarril que pasaba por Temperly hacia River Crowley, otro pueblecito más al sur. Una hora después, la muchacha se había vestido con las galas con las que llegó, fuera de todo atuendo de vaquero y aventura que la había acompañado todo el tiempo.
Butcher aguardó sobre su caballo y sujetando el del jefe (ambos cargados de oro) mientras Tannen decidía acompañar a la joven al caballo de hierro, tren de mercancías, que ya esperaba exultante junto a la estación mientras expulsaba vapor y humo negro. Los pitidos de los sistemas de levas le hacían pitar sus oídos. El carnicero vió despedirse al jefe con un apretón de manos a la joven para luego regresar a su lado. Entonces uno de los revisores dió un último aviso de partida a los viajeros más rezagados segundos antes de que el ferrocarril comenzara a moverse.
Fue entonces cuando ocurrió.
Tanto Butcher como Tannen lo vieron aparecer.
Volvieron a ver a aquel tipo de vestimenta oscura y sombrero a la par, saliendo por la puerta del último compartimento del vagón de cola. Entonces os dedicó unas últimas palabras, mientras se alejaba poquísimo a poquísimo el tren.
Felicidades -decía a viva voz, intentando ganar a los pitidos y ruido del tren-, habéis hecho rica a una vulgar ladrona, ja ja -decía jocosamente-.
Red Jefferson, agente de la Pinkerton... -entonces sacó una identificación y la elevó, la cual, por supuesto, no podíais ver (y cada vez menos ya que cada vez se alejaba más y más). Efectivamente, Lou apodado el Gusano no murió de un disparo por la espalda, sino por el cuchillo que le atravesó el vientre. Una mujer, Marge Hamilton, lo engatusó y sonsacó el secreto de su botín... Ella fue quien le apuñaló, y es la misma mujer a la que acabais de ayudar. ¡Enhorabuena! Ahora la justicia hará el resto -dijo finalmente golpeando el ala de su sombrero y metiéndose dentro del vagón mientras os saludaba, dispuesta a detenerla-.
El jefe Tannen se quedó anonadado sobre su montura, estupefacto. Butcher no se quedó atrás en ese sentido. Sus corazones les dieron un vuelco, aunque este último confirmó sus sospechas (y las de sus malogrados compañeros días atrás) de que la tal Sally Davis en realidad no era tal, sino por lo visto una fulana llamada Marge Hamilton... ¡Los había engañado a todos! Se acababa de hacer rica a vuestra costa (aunque vosotros también os habíais llevado lo vuestro, os había utilizado todo este tiempo con una falaz coartada y razón).
¡¡Por todos los santos!! ¡¡Vamos Butcher!! ¡¡Esos cincuentamil dólares no volverán sólos a nuestros bolsillos! ¡Recuperémoslos! ¡¡EEEAAAAAA!! -decía espoleando su caballo mientras el tren se alejaba cada vez más y más...
FIN