Partida Rol por web

El desconocido se sorprendió al comprobar que había tanta gente con intenciones de negociar con él. Primero fue uno que quería salir de allí, aunque no comprendía la razón por la que no lo hacía. Entonces miró a Jesús y le dijo unas palabras por lo bajo.

Y entonces comprendió una cosa. De su bolsillo se sacó un manojo de llaves y las lanzó por el pasillo para que llegaran hasta el descansillo donde se encontraban escondidos. Les había lanzado un llavero repleto de llaves. Muy probablemente se trataría de las llaves de la mansión, las llaves con las que el mayordomo había cerrado las puertas que los habían dejado encerrados.

Ahí tenéis las llaves de la casa, no toquéis nada y podréis salir todos con vida. De lo contrario. Dijo mientras una nueva descarga salía disparada contra la barandilla de la escalera. 

Luego escuchó las palabras de Salvador, déjate de comprar el teléfono, ese objeto ya es nuestro, así que me temo que no te lo daré. Después escuchó a Daniel que explicó el motivo por el que tantos desconocidos se encontraban en aquel lugar. ¿El reloj de cuco? Se sorprendió tras escuchar sus palabras. Estuvo a punto de preguntarle cuanto pujaría en una subasta, pero no era momento para chazas. Pues me temo que la subasta ha terminado. Será mejor que os larguéis y que no toquéis ni un solo objeto. De lo contrario. Tras aquellas palabras, otro rayo de electricidad fue directamente contra la barandilla. 

Salvador escuchó la contestación del desconocido.

Está bien!, Está bien! Contestó Salvador. Quédese con el teléfono, cojo las llaves y nos vamos de aquí. No se preocupe usted. Que aquí somos todos muy buena gente, ¿Verdad?. Afirmó, al tiempo que preguntaba a los otros presentes buscando una confirmación que convenciera al desconocido.

Salvador se acercó al manojo de llaves y lo cogió. Se lo enseñó a los presentes y les invitó a seguirle hacia la salida.

Bueno, señor. Pues Nada, que há sido un placer y Feliz Año! Eh!, Venga! Páselo muy bien!. Le dijo Salvador al desconocido nuevamente tras la esquina.

-Voy a asegurarme que se van y dejan los objetos-dijo al desconocido.

Jesús sale por el pasillo en dirección de los demás compañeros de subasta.-Creo que s mejor hacer lo que dice-dice a los demás.-Me ha dejado salir para asegurarme que os marchais y que dejáis los objetos aquí.Si no hago lo que me dice,tanto Judith cómo yo somos fiambre.

Saimon espero a que Cabezón cogiera las llaves y comprobara que no hicieran nada raro al tocarlas.

-Perfecto, pues vámonos gente, es mejor vivir un día mas que esperar a la muerte. -Quiso bromear Satur, mientras ponía pies en polvorosa, pero la aparición del gitano le pareció cuanto mas curiosa.

-Haznos un favor y mantén las distancias Jesus, lo siento pero no me fio un pelo de ti, dices que sale a negociar y nos dispara, que se ha cargado a Judith y que nosotros seguimos el mismo camino y ahora dices que Judith esta viva y que si no hacemos lo que dicen os mataran a ambos. Lo que esta claro es que estás compinchado con ese tío, puede que Judith también, pero me la pela y creo que a los demás también, nos vamos de aquí y buena suerte con vuestro robo. -Le dijo chao-chao con la mano, moviéndose con premura hacia la salida, empujando ligeramente al señor Cabezon, quien tenia las llaves de la salida.

-Me da exactamente igual lo que creáis.Yo solo os digo lo que hay.Para que salgamos de aquí todos con vida me tengo que asegurar de que salís sin ningún objeto.Creedme, Judith y yo estamos tan en peligro como vosotros-y se puso a andar rapudamente dirección a la escalera para bajar y ponerse en la puerta para cerciorarse que nadie se llevaba nada.Cuando llegó a la puerta(había acelerado el paso para llegar el primero)-Id pasando de uno en uno.Mejor que me asegure yo que no tenga que bajar ese tipo.Y creedme que si hay algún problema bajará y será el fin de todos.

Mientras el tiempo volvió a congelarse, Emilia dejó la botella en el suelo y se acercó rápidamente a la puerta donde estaba el criminal. Su corazón latía frenéticamente, bien podría darle otro infarto en ese momento. Quería quitarle el arma de las manos, pero ¿podría hacerlo? ¿Y si le quitaba ese aparato y luego tenía otro en el bolsillo? O tal vez tenía algún compañero que le cubriera las espaldas.

¡Ay, Peter O'Toole sabría qué hacer! Sesenta segundos, aproximadamente. No lo dudó más, sabía lo que quería hacer: cogería el arma de las manos de ese hombre y, acto seguido, se afanaría en rebuscar en los bolsillos del criminal, para ver si guardaba algo más. Mientras, iría contando los segundos que iban pasando y, cuando le quedaran unos diez segundos, volvería a su posición inicial al lado de la puerta y recuperaría la botella de vino.

Comenzó su tarea...

Sabiendo que tiene algo que el resto no quiere que veamos, me mantengo a una distancia prudencial de él.

Emilia, muy agitada y nerviosa, se colocó detrás de Saimon, como escondiéndose y buscando protección, y se dirigió a Jesús en voz medio baja, para evitar que el atacante la escuchara-. Mire usted, señor. Tengo los suficientes años para reconocer a un matón. Pienso lo mismo que el señor aquí presente -dijo señalando a Saimon con la cabeza, que sobresalía por encima del hombro de su compañero-. Usted se ha compinchado con el señor criminal ese y ahora quiere robar todos los objetos. Usted verá las compañías con las que se junta, es mayorcito.

Tenía los brazos cruzados. La taza la tenía sujeta por el asa en el pulgar de la mano izquierda, con la que también agarraba el cuello de la botella, y la derecha la tenía medio escondida bajo la axila, mientras intentaba mantenerse detrás del hombre. Entonces, en un intento de valentía, sacó esa segunda mano y, manteniendo una distancia prudencial, alargó el brazo hacia Jesús.

En su mano sujetaba un peine. Nada que pareciera del otro mundo, pero ella lo agarraba con casi más fuerza que a los otros dos objetos-. Tu amigo ya no tiene su peine lanza-rayitos. Ahora lo tengo yo. Así que más vale que nos dejes salir a todos de aquí.

Emilia a enseñado las cartas, así que por seguridad y con disimulo, voy a meter mano donde mi navaja que estaba guardada en uno de mis bolsillos. Pero no la sacare a menos que el Gitano enseñe algo que nos amenace.

El desconocido miró su mano y se quedó asombrado. ¡Mierda! Gritó al ver que ya no tenía el peine  en la mano. Después se fijó en la vieja a la que no había dado importancia alguna y después lanzó una mirada de desaprobación a Jesús como si él tuviera la culpa por no haberle avisado de que la señora era peligrosa. 

¡Ha usado la taza! Gritó para remarcar la evidencia. Parecía que comprendía el mecanismo de la misma, y si también llevaba consigo la botella sería por algo. Luego miró a su alrededor en busca de quién tenía el corcho, pero no lo vio. Después observó como la mujer se escondía de otro hombre entrado en años, aunque alguno menos que la presente y asintió ante su petición.

Está bien. Dijo poniendo las manos sobre la cabeza. No llamaré a mis compañeros, no les informaré de lo que está sucediendo aquí, siempre y cuando dejéis todos los objetos encima de la mesa y se marchen sin hacer nada más. Además, señora, debería tener cuidado con ese peine, si no sabe como usarlo, lo más probable es que termine siendo usted la chamuscada. Así que, yo lo dejaría encima de la mesa y me marcharía de aquí. No sabéis dónde os estáis metiendo.