Partida Rol por web

Ya había pasado un día completo desde que ingresaste en SAO. El anuncio del administrador te pilló por sorpresa, y a quién no. Nadie esperaría jamás que por jugar a un juego tu vida ahora fuera a peligrar de verdad. Pero eso es justo lo que acababa de pasar. Y era difícil asimilarlo.

Aun así, tu mentalidad de soldado te impedía mantenerte quieto por mucho tiempo. Necesitabas hacer algo, necesitabas sentirte más cerca de salir de este juego. Tardaste poco en leer todo lo que tenías a mano para aprender las mecánicas del juego (que no era mucho, por desgracia, Kayaba Akihiko parecía que quería que el juego fuera una exploración constante) y al día siguiente del anuncio te encaminaste por tu cuenta a explorar y a fortalecerte. 

Practicaste tus habilidades con un par de jabalíes de las llanuras, para ver qué tal era el combate, y se sentía... distinto. En la vida real tu cuerpo era fuerte, pero aquí parecía algo más. Parecía una herramienta lista para ser mejorada con el entrenamiento. Sin cansancio físico, aunque sí existía la fatiga a largo plazo, era mucho más sencillo entrenar y dar todo lo que tu cuerpo tenía para ofrecer. Los jabalíes eran duros para una persona sola, sí, pero no dejaban de ser un mob de primer nivel, no más fuerte que un mero muñeco de prácticas. Apenas hacían daño, y era fácil esquivarlos, así que a base de golpear uno a uno iban cayendo. Tus habilidades con la espada eran torpes, pero el sistema tenía cierta ayuda, pues no se esperaba que los jugadores fueran expertos esgrimistas, precisamente.

Finalmente, viste a lo lejos una montaña. El sol apenas acababa de levantarse desde el horizonte, así que aún quedaba mucho tiempo para explorar, y quién sabía, quizá encontrar nuevos mobs con los que entrenar.

Rongar había tomado la determinación de avanzar en solitario.

Era un combatiente, y cuando algo no podía ser, no podía ser, pero rendirse, sin una razón, no entraba en su cabeza. No era un fanático ni nada por el estilo, y le dolía en lo más profundo bajas y heridas innecesarias. Una cosa era un accidente: alguien se podía caer y partirse un pata, o un resbalón y terminar con más arañazos que rayajos tiene una carretera, pero … una baja, una muerte, era algo que costaba mucho asumir.

Por eso le dolía que alguien pudiera morir por su culpa, o intentando salvarle. No todos tampoco tenían su misma forma de pensar, y por tanto pocos serían los que pudieran seguir su ritmo. O al menos, eso pensaba él.

Las montañas le parecían un buen lugar. Además, puede que con suerte pudiera encontrar una cueva o algún sitio así, para poder pasar la noche, cuando llegara el momento. De todas maneras iría cazando todo bicho que se cruzara en su camino y dispusiera de capacidad o confianza suficiente como para hacerlo.

Al acercarte a la montaña, pudiste ver que un sendero se internaba en lo que era un valle rocoso, donde el camino de tierra lo atravesaba partiéndolo por la mitad. En la entrada del sendero había un arco de madera repleto de calaveras de distintos tamaños y formas que pendían de cuerdas de él. Además, una serie de jaulas de junco de muchos tamaños, todas ellas vacías, se encontraban también a la entrada. 

Internándote un poco más en el camino, pudiste ver que el valle a tu alrededor se cerraba rápidamente en altas paredes de piedra, pasando a ser un desfiladero a través de la montaña. No parecía haber nada alrededor que pudiera indicar que allí había vida, aunque lo que habías visto al inicio del sendero había hecho que no bajaras la guardia.

El viento soplaba con fuerza a través de las grietas en la roca, produciendo un sonido aullante a medida que te internabas más y más en él desfiladero. De pronto, un cascote cayó al suelo a tu espalda, lo que hizo que te dieras la vuelta, alarmado. Aunque miraste hacia todos lados, nada parecía fuera de lo normal. Aunque quizá fuera el viento el que había desprendido esa pequeña roca, tus sentidos se esforzaban en mirar todo a tu alrededor, por si acaso.

Si era un ataque, merecía la pena ponérselo más complicado, y moverse, era una dificultad añadida al lanzamiento de trastos.

- Joder, un accidente puede ser casi tan peligroso como un ataque.

Avanzó de sitio en sitio que pudiera darle una cobertura. Aquello sería un campamento de algún tipo de tribu. Si se internaba demasiado, y encontraba problemas, si eran muchos, vete a saber si era capaz de poder salir de esa, así que poco a poco empezó a preferir la cobertura y el sigilo, más que el movimiento.

Poco a poco te fuiste moviendo entre las rocas, buscando su cobertura y su protección ante un posible ataque. Tus sentidos estaban muy afilados por años de experiencia, y aunque no podías sentir nada que no pudiera sentir un humano normal y corriente con sus oídos y ojos... sí tenías cierta intuición. Cierta chispa.

Seguiste adelante, con cuidado, mirando con cautela y aminorando el paso para hacerte más indetectable, pero apenas cien metros después, un sonido detrás te alertó de nuevo. Otra roca había caído, pero eso no era lo único que podías ver esta vez. Un grupo de jugadores se aprestaba a las armas, y aunque desde tu posición no podías ver bien a qué se enfrentaban, sí pudiste ver que las flechas volaban por doquier, especialmente desde el bando de los jugadores, y unas figuras pequeñas sacaban sus armas para hacerles frente. Goblins.

En tu mano estaba la decisión de si dejarlos a su suerte y continuar por tu cuenta, o si por el contrario acudirías en su ayuda o, al menos, a ver quiénes eran.

Rongar siempre pensó que su labor era ayudar. Por eso había tomado la determinación de hacerlo de manera profesional. Podía haber sido bombero o policía, pero no, quería más aventuras, riesgos y menos reconocimientos; aunque esto último no sabía que fuera así. No dudó en aprestarse al combate y cargar contra la refriega, con intención de reventar unos cuantos bichos verdes y proteger a personas reales.

Vale, a partir de ahora puedes postear en la escena del capítulo 2, cuando haga el post de resumen, y puedes combatir con el grupo y hablar y lo que quieras :3

OK.

Gracias.