El aire que sube del valle tiene tanta sal como cualquier otro día, pero esta vez viene más fuerte, más espeso, como una premonición acertada. El ruido de la furgoneta que viste acercarse antes ha venido con el mismo espesor, después de todo. Deben ser los del equipo de filmación, encargados de crear un anuncio para dar lucimiento a estas instalaciones. Han charlado un rato y visto sus habitaciones, imaginas, aunque tú no has llegado ni a echarles un vistazo. Has estado todo el rato adecentando las cuadras en las que reposan cuatro caballos por si un cliente quiere darse un paseo con guía. Bueno, cuando el guía está aquí, que no es el caso. No hay clientes, no quedan apenas empleados, sólo los justos para atender a este grupo. No es que perderte parte de tus vacaciones sea una maravilla, pero el dinero extra te va a venir de perlas.
Por fin has terminado, cubierto de sudor y fino polvo de cuadra, cuando al acercarte de nuevo al conjunto de edificios hueles el aroma de las cocinas. Ah, sí, ya es la hora de comer y deben haberles servido, claro, algo a los visitantes.
Después de media jornada de trabajo, y de trabajo duro, aquello olía a gloria. Y no es que el aroma de las cuadras no, ¡qué va!. El vaho que salía de las narices de los caballos, el del heno, incluso el fuerte olor de las crines al ser cepilladas y peinadas, le encantaba. Y eso aún reconociendo que le gustaban más los espacios abiertos, pero en las cuadras se estaba bien. Sin embargo, el estómago rugió en cuanto le llegó el mensaje: había comida cerca, a punto.
El otro, el de que el equipo de filmación ya estaba allí, también le había llegado. Pero bueno, era de esperar. Y no es que sintiera tampoco mucha curiosidad. Bueno, un poco sí... ¿cómo sería esa gente de ciudad...? Gente técnica, con todo el montaje que deberían desplegar. Sería curioso de ver.
Dudó. ¿Una ducha primero...? Cambiarse, adecentarse. Presentarse limpio. O, por el contrario, ir a comer directamente. Bueno, el campo es así, ¿no? Pues que fueran acostumbrándose...
Y sí. Al comedor directo. Nada de protocolos hipócritas...
Según llegas a la "calle" principal del complejo hotelero, ves la puerta del comedor abrirse y salir de ella Andrés, el dueño de todo. Al verte se mueve hacia a ti con clara intención de hablarte.
-Martín- dice con aire casual -Yo ya me marcho a Bariloche. Solo quedás vos con Jorge por si quisieran algo a la noche los de la agencia de publicidad. Haceme el favor de atender a lo que te diga Jorge, él queda al cargo. Ah, otra cosa. Verás que son gente... un poco especial. Ya me entendés, actores, camarógrafos, un poco extravagantes. Si te andan preguntando al pedo o piden caprichos me llamás vos o Jorge y a ellos le decís que me pregunten a mi, que no tenés idea. ¿OK?-
-Transparente, sí. Gente del cine, ¿eh? Raros. Bueno, yo no me meto, y ya. Por lo demás, haré como vos dice, Señor Andrés. No se preocupe, no habrá problema, les atenderé en lo que requieran, y me gustará verles trabajar en el reportaje.
No, para Martín ya podían ser tan raros como quisieran. Cualquier novedad era bienvenida, y aquella gente era una novedad. Además, no todos eran paisanos, lo sabía por cómo hablaban algunos, que los había escuchado mientras acababa sus tareas. Eso sería interesante, gente de otra cultura. Por no decir que le suponían un buen dinero, aunque tuviera que quedarse allí unas noches.
Estaba contento.
-¿Han pedido ya algo raro, señor? Yo me arreglo bien con las luces, y otras cosas, si hay algo que necesiten para filmar. Vienen de fuera, ¿verdad? Por lo menos algunos...
-Algunos de ellos son gallegos, si. Españoles. Tenele el mismo respeto a todos, pero el que manda es argentino y parece gente seria. No pidieron nada raro, pero me parecieron un pelo sensacionalistas. Solo quiero estar seguro de que hacen lo que vinieron a hacer, una promo de la finca y nada más. Si te dan bola y querés echarles una mano, por mi bien, pero andes como mosca alrededor de ellos si prefieren trabajar a su aire. Por favor te pido, hacele caso a Jorge.-
Y mostrando su prisa con un golpecito de dedo en el cristal de su caro reloj el hombre se marcha por el camino. Así quedas solo a pocos metros de la puerta del comedor cuando esta se abre y varios hombres y una mujer salen, viéndote de inmediato.
Un treintañero estrafalario con ropa chillona; dos maduros cincuentones que no podrían ser más diferentes, el uno sacado de una reunión de ejecutivos, el otro de restos de woodstock; también vestido casi perfecto y formal un hombre joven atractivo, supones, alto; le sigue una chica bastante joven podría tener tu edad de no vestir formal, muy guapa, realmente bonita; cierran el grupo dos jóvenes más uno de aire espabilado, el otro de lo contrario, que por su aspecto informal habrán de ser técnicos, elétricos, meritorios...
¡Cambiamos de escena!