Todos quedáis espantados, aterrados cuando, de la mañana, al momento que comienza la clase, el profesor con un rostro extremadamente pálido os dice que Mogi-San murió en un accidente, atropellado por un camión, en su camino al instituto.
Ninguno de tus recuerdos se perdió – todo lo que recordaste ya en el Aula Rechazadora, sigues recordándolo.
Aunque estando obnubilado por la muerte de su alumna, el profesor no deja de cumplir su función y os anuncia que a partir de hoy tendréis una nueva compañera.
Si tus compañeros no hubieran sido tan trastornados por la noticia funesta, tal vez se habrían maravillado de la belleza de la chica que entra por la puerta. Siguiendo la intimación del profesor, se pone delante de vosotros y dice en voz clara, aunque algo triste. “Soy Aya Otonashi, la nueva estudiante transferida.” Quizá hay hábitos que no se pierden. Aya Otonashi solía actuar en el Aula Rechazadora como si estuviera sola, y en cierto grado esto sí era verdad. Y ahora con la misma desenvoltura que mostraba antes, vuelve su cara hacia ti, y, aún enfrente de todos, te habla sólo a ti: “Hoshino, he estado a tu lado el tiempo entero de una vida humana. Ahora no te dejaré.” No hay ni un atisbo de amenaza, ni de altanería, ni de agresividad en su voz, como antes cuando aún te creía el dueño de la caja – sólo una gran compasión humana. “De todas formas, no tengo a nadie más.”
Estas palabras completamente insólitas de la chica, dirigidas a ti ante de todos, los habrían mucho más sorprendido a todos si no estuvieran tan afectados por la noticia de la muerte de Mogi-San. Igual Kokone, Daiya y Haruaki intercambian unas miradas perplejas.
Aya Otonashi toma asiento, pasando lentamente por tu pupitre.
La tragedia de Mogi-san le había dejado tan exhausto mental y anímicamente que no había caído en la cuenta de que aún sin ella, habría una última repetición, la última transferencia de Aya Otonashi y ésta, como siempre, se dirigió directamente a Hoshino sin miramientos. "Ah..." Aya Otonashi... para él, todo había comenzado con ella realmente. Por algún motivo, había asumido que esta vez, Otonashi no aparecería, ya que las repeticiones habrían terminado después de todo. El Aula Rechazadora ya no existía, y con ella, la caja que la chica de intercambio había estado esperando conseguir.
Y sin embargo... ahí estaba Aya Otonashi, 'María', como se llamó a sí misma, y Kazuki Hoshino se alegró de verla de vuelta. Él sólo había 'vivido' apenas un pequeño porcentaje de todas las repeticiones, pero ella las había vivido todas. Toda una vida persiguiendolo, creyendo que él era el dueño de la caja... Hoshino no la habría culpado si Aya hubiera decidido intentar olvidar aquella pesadilla que vivió, si hubiera decidido cambiarse de escuela, no volver jamás, o sencillamente actuar como si nada hubiera pasado.
Pero en lugar de eso, eligió aceptarlo todo y quedarse con lo positivo. Hoshino entendió que él debía hacer también lo mismo. Quedarse con lo bello del último adiós de Mogi-san. Mientras instintivamente, y por primera vez para él en muchos, muchos días, se echaba a la boca un Umaibo de la mochila, Kazuki decidió hacer lo que le prometió a Mogi-san que haría. Aún no tenía un sueño, pero había descubierto que . Así que a partir de aquel día, decidió que sería más decidido. Pues había conseguido una maravillosa oportunidad de vivir doblemente por parte de Mogi-san, de vivir de verdad sin arrepentirse. Se alegraba de volver a verla, y de que no fuera a romper aquella extraña relación que tenía con él.
"Ten. Mi número, y pon aquí el tuyo." le dijo a Otonashi, pasándole dos trocitos de papel, uno vacío y otro no. "Es lo mínimo. No te preocupes, yo tampoco te dejaré. Somos amigos ¿no?" le sonrió un tanto avergönzado, ya que Otonashi-san seguía siendo tan bella como siempre. Hoshino estaba seguro de que no solo eso, sino que también sería igual de fiera por dentro. Recordó cuando se puso a andar en círculos a su alrededor en medio de la carretera, o cuando le arrastró a un lugar privado agarrándole con fuerza del cuello de la camisa. Quizás, empujado por esa nostalgia, o quizás porque quería animarla, ya que se la veía mucho más apagada, le preguntó esto último en una sonrisa traviesa, imaginando que sería embarazoso para la chica...
"¿Pongo 'Princesa María' en el nombre del contacto? Tú podrías poner... 'Amado Hathaway'."
Al pasar entre las filas de los pupitres, yendo a su asiento, Otonashi se para a tu lado cuando le tiendes la nota con tu número de teléfono.
Mira un rato el trozito de papel, como indecisa de lo que debería hacer con él, y su indecisión se convierte en esta pregunta que te hace: “Pero Hoshino, ¿qué hago con esto? Me parece que ya hace siglos que conozco tu número de corazón.” De verdad te lo pregunta algo confundida.
Sin embargo, tras el momento de confusión aparece el esbozo de una sonrisa, aunque débil, en su rostro. “Te pongo mi número, desde luego. Pero no hace falta. Siempre te hablaré.” Toma aire, y, sin consecuencia en las ideas, agrega: “Ojalá que hubiéramos poder hacer algo al respecto de Mogi-San.” Un lleve temblor recorriendo sus labios delata la emoción que suprime. “Pero O le estaba haciendo vivir un sueño que nunca podía hacerse realidad. La muerte es la muerte. O casi habría logrado hacer su muerta eterna, y su personalidad corrupta. Tú la salvaste, am..”, hesita antes de seguir, “amigo mio.”
Decididamente, no sólo Aya Otonashi, tú también has pasado demasiado tiempo en el Aula Rechazadora: tú recuerdas sólo trozos de él, ella todo, pero la conciencia de vivir dentro de la irrealidad, de tener la única historia real en ella, os ha hecho ambos bastante indiferente contra vuestro medio ambiente.
No os dais cuenta de los murmullos y miradas sorprendidos de vuestros compañeros, observando ahora vuestro intercambio extraño, ni notáis el carraspeo medio confundido, medio irritado del profesor.
Como si tus palabras no le hubieran llegado de inmediato, sino con un pequeño desfase entre ellas, finalmente Otonashi sonríe, sonríe de verdad. “Sí… Yo soy Maria, y tú eres mi amado Hathaway. Juntos...” Y al par que su sonrisa se vuelve más amplia, en sus ojos aparece como un recuerdo lejano, o quizá renacimiento incipiente, del brillo duro de determinación que viste tantas veces en ella: “No se debe repetir lo que pasó con Mogi… y con ti. Pero O… no creo que te dejará. Más aún: sé que no te dejará en paz. Y yo quiero una caja… necesito una caja. Y es O quien da las cajas. Juntos… juntos, Hoshino... derrotaremos a O.”
No te deja el tiempo para responder – continúa sus pasos lentos pero ágiles hasta quedarse al lado de su pupitre. Antes de sentarse, abarca con una mirada recelosa el Aula, como si buscara ya indicios de la presencia renovada de O.
¡Cla-claro! Ella podía recordar todas las repeticiones, ¿no? ¡Pues claro que se sabría ya el número de teléfono! "Heheh..." Hoshino no pudo sino evitar soltar una pequeña risita riéndose de sí mismo por no suponerlo. Y es que quizás ella recordara todo todito... ¡pero él no! Y claro, eso también lo sabía... así que amablemente ella sí le pasó su numero.
¿Qué sabía él de Otonashi-san, realmente? Apenas realmente nada, pero ya se comportaban los dos como amigos de toda la vida y, lo más importante, a diferencia de cuando se daban las repeticiones, por fin confiaba en él. Sin su ayuda, Hoshino nunca habría podido salir del bucle y sin ayuda de Mogi-san no se habría nunca atrevido a siquiera hablarle a Otonashi-san. Mogi-san decía que él siempre estaba hablando de Aya... ¿Se-sería verdad?
Levantó los ojos del papel y le vio un esbozo de sonrisa, y le bastó a él para sonreir un poquito también. Sin embargo, no fue aquel sino el momento después el verdaderamente importante, en el que la vió sonreir de verdad (y para él, por primera vez, que pudiera recordar). Fue como verla volver a nacer, como el ave fénix, brillando más que nunca. ¿Y no era eso el regalo que Mogi-san les había dado, superando la jaula irrompible de Zero? Una vida dentro de la vida, para poder despertar, para poder apreciar de verdad la vida que tenían. Y como ella hizo, nunca, nunca dejar nada pendiente.
Grabando aquella bella sonrisa en su memoria, Hoshino tuvo que apartar la mirada rápidamente porque estaba notándose sonrojarse, especialmente por la manera en que le confirmó lo de María y Hathaway... Se-seguro que se le escapaba una historia más profunda que la broma que le había hecho cuando se lo contó... Le preguntaría sobre ello, en un futuro cercano. Tenía muchas cosas que preguntarle, quería conocerla y... y tal vez... ......Esta vez, no dejaría el tiempo pasar, sin atreverse a actuar. Aprender aquello había sido, después de todo, el regalo que Mogi-san le había entregado realmente: no la caja de Zero, sino la fuerza para vivir, para vivir de verdad, y sin remordimientos. Necesitaría algo de tiempo... pero esta vez, se sentía capaz de lograrlo.
Cuando llegó el descanso para comer, Hoshino sacó sus Umaibö. El sabor era el mismo de siempre, de carne de cerdo, aquel que le había cogido tanta tirria después de tantas repeticiones. Pero por alguna razón, ya no sabían tan mal. Sabía a nostalgia... y al mismo tiempo, a nuevo. Tal y como la nueva vida que le esperaba junto a Otonashi y el resto de sus amigos. Hoshino entonces también sonrió. Sonrió de verdad.
Fin