“Quién habría creído que después de tantas transferencias aún pudiera aprender algo de nuevo… y te digo que es lo único nuevo que he escuchado en años… Pese a que, de tu parte, formular un tal deseo no me sorprende.” Tal vez porque, teniendo en cuenta tus últimas palabras, este comentario podría malinterpretarse, añade, referiéndose a tus propias dudas: “¿Idiota? No… Me parece que es hasta la decisión más sana que has tomado en tu vida, aunque no sea la decisión óptima… pero creeme, habrá habido tantos deseos peores de formular, aunque parecieran de los más inocentes...”
Su mirada parece otra vez a punto de divagar, pero de pronto su cuerpo se estremece, como si se forzara brutalmente a enfocarse. “El Aula Rechazadora sí se puede explicar con tu deseo. Dijiste no tener ninguno y querer encontrar uno. Así que obtuviste lo que pediste: el tiempo parado, el bucle infinito, el tiempo ilimitado para hallarlo. La vida puesta en pausa. O tal vez esta caja es la expresión de tu estado interior: una vida sin vida, sin deseos, sin avances, sin objetivos; el ronronear incesante de la vida cotidiana más insípida de todas: la que se repite sin cesar de forma exactamente igual. Hay muchas explicaciones para esta caja en relación con el deseo que entregaste a la caja. Porque tú aún no sabes cómo funcionan las cajas. Son unas herramientas terribles en las manos de los que aún no saben a la perfección como usarlos antes de usarlos. Quizá al formular tu deseo te has condenado para siempre al bucle, a la repetición de lo mismo sin posibilidad de avance y de cambio, y has condenado a la vez tu entorno este fátum.”
Toma una respiración larga y profunda y luego te mira con la severidad de un juez: “Para mi todos los indicios apuntan hacia una conclusión inevitable: tú, Kazuki Hoshino, eres el dueño del Aula Rechazadora. Aún no te he revelado mi objetivo tan claramente, sin alusiones, sin rodeos, como lo hago ahora; y ya lo acercaste: mi objetivo es obtener la caja. Tu caja.”
Una sonrisa triunfante atraviesa su rostro. La reflexividad, hasta los titubeos de antes se han esfumado de su expresión. Brilla en un brillo acero la Aya Otonashi altanera, dominadora, imperiosa, impávida ante de ti. “No habré atravesado la tortura de 2601 repeticiones por nada.” Su voz es inexpresiva al punto de echar chispas de hielo puro. Ordena fríamente: “Dame la caja. Dámela!”
¡¿Da-darle la caja?! ¡¿Así, sin más, después de descubrir que la tenía siquiera?! "¡No!" se vió contestando inmediatamente, dando pasos no hacia atrás, porque tenía una pared delante, sino hacia un lado rodeándola a ella. "¡N-no hasta que... hasta que encuentre mi deseo!" La chica pareciera que fuera a estrangularle ahí mismo, daba miedo, mucho miedo, y más si se tomaba a pies juntillas todo lo que le había dicho. Habiendo vivido tantas y tantas repeticiones, aunque no se le notara seguro que estaba especialmente desesperada. Hoshino no podía descartar que fuera a ponerse violenta. ¿Q-qué pasaría si cogiera y lo estrangulara ahí mismo? Quizás... ¿los bucles se romperían? Mogi-san estaba viva después de aquel terrible accidente, pero... ¿Y si era solo porque aquello todavía no había ocurrido? ¿Y si Haruaki había desaparecido justo porque...? "¡T-tú dices que concedes deseos! ¡Pues ayúdame y-y yo te ayudo! ¡No hasta que encuentre y cumpla mi deseo, se-se-sea cual sea!"
Otonashi sacude la cabeza, incrédula. “¿Ayudarte? ¿Pero cómo, ayudarte?” Alza la voz y en un arrebato de cólera casi grita: “No te das cuenta que intento hacerlo ahora mismo?” Continúa durante algunos segundos fijándote con los ojos pasmados y grandemente abiertos, como si fuera incapaz de comprender tu grado de incomprensión… y luego sacude de nuevo la cabeza y toma algunas respiraciones hondas.
Pareciendo haberse calmada, sigue: “Hoshino, ¿quién podría formular un deseo como tu lo hiciste sino una persona que necesita en su vida todo salvo una caja de O que es nada más que una fuga de la realidad, una cornucopia de brindar el cumplimiento artificioso de deseos artificiosos? ¿Dónde quieres encontrar tu deseo, el deseo que te anima, que te acompaña, que te lleva a través de la vida cotidiana, que te da fuerza, que te da un objetivo, que te convierte en hombre… ¿dónde quieres encontrarlo? En la realidad o en la travestía de realidad que ofrece una caja que repite sin cesar la misma ventana temporal, y ventana muy estrecha, imposibilitando así, en cierta forma, que jamás encuentres un verdadero deseo apto para guiarte en la realidad del tiempo en desarrollo, de la vida cotidiana verdadera? Con el Aula Rechazadora te encerraste en un microcosmo que nunca te ofrecerá ningún deseo válido en las condiciones reales de la vida cotidiana. Al entregar tu deseo a la caja, pusiste tu vida en pausa, nada más.”
Aunque te hayas alejado, con movimientos muy rápidos, felinos, otra vez Otonashi ya está delante de ti, pero si ahora extiende la mano hacia ti, no conlleva ningún ademán violento. Pone su mano en tu hombro y lo aprieta. Casi en un susurro, dice: “Hay que abandonar la caja, Hoshino. Y luego te ayudaré con todas mis fuerzas a hallar tu deseo en la vida real. Te lo prometo.” La sinceridad brilla con una fuerza casi enloquecida en la mirada de la chica. “Al exigir que me des la caja, no te quito nada. Porque me entrego a ti. Y soy…”, hesita un momento antes de declarar, “soy una caja.” Se encoge de hombros y termina: “Al menos a todos los efectos.”
Intentaba escuchar y comprender lo que Otonashi intentaba decirle. Resultaba difícil, pero de verdad que lo intentaba. ¿Que ella era una caja? ¡Era una persona de carne y hueso! No, se refería a que ella también cumplía deseos, de alguna manera. Hoshino intentaba mantener la mente abierta, tener esperanza y confianza, mas la situación que ella le proponía, aquel cambio, seguía pareciéndole una alternativa que era demasiado arriesgada. No aun. ¡No tan pronto! "¿Qué pasará con Haruaki-san? ¿Y si desaparece? ¿Y qué pasará con Mogi-san, y si vuelve a ser atropellada, y muere y no podemos evitarlo? Si te entrego la caja... el mundo dejará de repetirse, y este día seguirá su curso! ¡No puedo permitir que ocurra sin antes asegurarnos que nadie va a salir malparado, y que por mi egoismo e impaciencia por que me ayudes a encontrar y cumplir mi deseo... gente salga herida! Aquí... aquí están a salvo, María... O-otonashi-san. Aquí estarán a salvo hasta que nos aseguremos de que, cuando pongamos en marcha el reloj de nuevo, todo saldrá bien para ellos. Y... y entonces... entonces por fin podrías ayudarme a encontrar y cumplir mi deseo... ¡P-pero antes tenemos que asegurarnos de que el futuro al que vamos no tendrá muerte y, y sangre y, y... ¡desapariciones de la existencia! ¡Tenemos que ensayar, tenemos que hacer un plan!"
“¿Qué plan? ¿Qué ensayar?” Otonashi sacude la cabeza, torciendo los labios en una mueca. “¿Acaso sabes de lo que estás hablando? No sé que plan tú tendrás, y me gustaría escucharlo, pero ya me temo que no exista, ¿verdad?” Sin embargo, no hay burla en su tono de voz. “En cuanto a mi, sé que hay un único plan que funciona, el único que tengo, y por suerte también es el único que puede entrar en la línea de intereses que tú acabas de formular: el plan de acabar con el Aula Rechazadora. El Aula Rechazadora es el único lugar que puede herir a tus amigos, que puede herir a ti, hasta a mí si a algún momento bajo la guardia. Para comenzar...”
Cavila un rato sobre tus argumentos, luego dice: “Al menos he considerado la posibilidad que tú no te equivocas, y de veras ya has vivido repeticiones en el bucle que aún están por ocurrir. Bueno, aunque aún no estoy completamente convencida del hecho, por ahora, dámoslo por asegurado. Y en una de estas repeticiones, o en varias, aún por ocurrir, Haruaki no estaba más. ¿Y sabes lo que significa? Que su existencia fue rechazada por el Aula Rechazadora. Es decir, si continúas con mantener tu caja, según tu previsión del futuro o lo que era, Haruaki acabará rechazado por el Aula Rechazadora, por razones que aún quedarían por dilucidar, pero que de verdad no importan en cuanto a su efecto real: él no estará más. Desde luego, si no acabas con la caja, acabarás con Haruaki. ¿Estás dispuesto a asumir el peso de responsabilidad, de culpabilidad por la anulación de su existencia? Y tú quién habla contra el egoísmo!”
Hace una pausa en la que te deja el tiempo para reflexionar sobre su aviso, luego sigue: “Ya te lo he dicho. El deseo que formulaste fue un deseo imperfecto, casi la ausencia de un deseo formulada como un deseo. No tenías idea de cómo manejar una caja. Y él quien no sabe controlar una caja fatalmente saldrá herida por ella, hasta las personas a las que ama...”, su voz pierde parte de su fuerza hasta terminar la frase en un hilo débil de sonoridad, “al menos es la experiencia que tengo…”
Desvía la mirada un momento, pero tras otro estremecimiento recorriendo su cuerpo, como si la fuerza brutal de su voluntad pudiera regir por completo sus emociones, se vuelve ya otra vez hacia ti, los ojos luciendo profundos y claros: “La mejor solución para todos, para ti, para tus amigos, para mi, es que me des la caja. Soy una caja, puedo controlar cajas. Sé como destruirla. Y luego tú volverás a la vida cotidiana que tan deseas tener, no más a esta travestía dañosa de la vida cotidiana. Y tus amigos estarán a salvo, y yo te ayudaré a encontrar tu deseo, tal como te lo he prometido. No hay otro plan que esto. Soy una caja, Hoshino”, insiste otra vez y extiende la mano hacia la tuya, ofreciéndote de poner la tuya en ella. “Desde luego, lo único que te pido es que me dejes cumplir tu deseo.”
"No, no existe aún, por eso he dicho que..." sin embargo, no continuó su respuesta, ya que Otonashi se impuso de nuevo. Poco importó, ya que lo que ella le dijo entonces le dejó completamente sin palabras. La razón por la que Haruaki-san había desaparecido era... Que él mismo le había rechazado. Borrado, expulsado del Aula Rechazadora... ¡de la existencia! ¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¿Qué se le habría pasado por la cabeza a su antiguo yo para que aquello pasara? Es cierto que Haruaki era molesto, ruidoso... ¿pero no decía Otonashi que era su mejor amigo? ¿Había rechazado de la realidad a su mejor amigo?
No podía saberlo, no podía siquiera recordarlo. Qu-quizás nunca lo recordaría ya, pero si Aya Otonashi estaba en lo cierto, era culpa suya. Si no le entregaba la caja... ¡Haruaki-san desaparecería! 'Aquel que no sepa manejar una caja acabará herido por ella, perderá a las personas que ama...' ¿Era esto lo que le había ocurrido a Otonashi, y por esto sabía tanto de ello? Daiya-san, Kokone-san, Mogi-San... ¡A ellos sí les recordaba! ¿Acabarían también borrados si perpetuaba la caja? ¿Quizás había empezado con Mogi-san, y por eso había sido atropellada?
No quería ver ese horrible futuro en el que empezaba a borrar gente de la existencia sin más, como si... como si sus vidas no valieran nada de nada. Si su deseo iba a valer las vidas de gente, casi que prefería no tener ninguno.
"E...está bien... Tú ganas... te entregaré la caja..." contestó, mirando la mano extendida de Otonashi. "...¿Pero cómo lo hago?"
Cuando dices: te entregaré la caja, la complacencia y hasta el alivio se ve en la cara de Otonashi, pero al momento que le preguntas cómo hacerlo, su expresión pasa otra vez por un cambio repentino y la dureza y desconfianza que ya has visto a sobras dominan de nuevo en ella.
“No tiene sentido lo que dices”, constata. “Cada uno quien tenga una caja sabe instintivamente como retenerla, y también como abandonarla, justo como cada ser humano sabe instintivamente como respirar. Es un hecho indubitable. Entonces, si una persona quien tiene una caja dice no saber cómo quitársela, tiene que mentir abiertamente. No hay otra conclusión posible. Desde luego”, sigue su juicio sin apelación, “ahora mismo me mientes. Y yo quien, por unos segundos, ha esperado haberte hecho entrar en razón...”
Sacude violentamente la cabeza, pareciendo regañarse a sí misma por su credulidad.
"¿Instintivamente...?" murmuró confuso. ¿Debería instintivamente saber cómo entregarle la caja? ¿Como respirar? Aquello le resultaba tan raro, surrealista, mágico... Pero, cuando estás en un bucle interminable en el que la realidad se repite, una y otra y otra vez, todo esto empieza a dejar de parecerte tan raro. Seguro que Otonashi tenía razón... ¡Tenía que tenerla! Y él creerlo, porque iba a poner su destino, el de Haruaki-san y el de Mogi-san en sus manos. "Quizás... si la imagino... ¿aparecerá?" murmuró. ¿La haría aparecer? Quizás pudiera entregarsela entonces...
Tenía dudas. Dudas de si acaso ella no estaba mintiendo. ¿Que ella era una caja? ¡Era una persona de carne y hueso! Quizás estaba engañandole y quería la caja para sí, pero... Había algo... quizás era mera ingenuidad... o quizás la determinación de la chica le parecía demasiado íntegra como para deberse tan solo por egoismo... Además, precisamente... si no le entregaba la caja, si era él el egoista... ¿la vida de Haruaki correría peligro? No quería hacerle daño a nadie, sus deseos estúpidos no valían más que la vida de otras personas. Así que se decidió. Le entregaría la caja. No sabía cómo, pero tenía que hacerlo. ¿Quizás imaginandola? ¿Quizás diciendolo activamente? "Te entrego... te entrego mi caja de los deseos." dijo, haciendo el gesto de darle algo. Pero, ¿el qué, si no lo tenía en la mano?
Otonashi arquea una ceja. “¿Dices entregarme la caja y no me la entregas? ¿Qué es esto?” Sus ojos se cierran lentamente. “Ya veo, ya veo...” Habla con una cólera controlada, suprimida, para bullendo debajo de sus palabras saliendo sordas de su boca. “Veo que te has burlado de mi, magistralmente. Nunca he visto actor más talentoso. Puedes irte a Hollywood tras el bachillerato, pronto te convertirás en una estrella. Ah, ¿digo tras el bachillerato? Pero evidentemente esto no acontecerá, como te empeñas en retener la caja y mantener el bucle… Ja--”
Abruptamente, te da la espalda. “Ya he escuchado demasiado. Cuán ingenua soy! Él limite de lo que puedo sufrir de burla en esta repetición ya se ha alcanzado. Pero...” Y aunque no ves su cara, el trémulo en su voz es notable. “Hay una manera para mí para acabar con esta tortura. Si se destruye el cuerpo del dueño de la caja, se destruye igualmente la caja. Estoy bastante segura de que tal acción sellará el fin del Aula Rechazadora.” El tono de Otonashi es inescrutable, quizá porque se traga sus emociones. “Te lo digo con más claridad: si mueres, esta Aula Rechazadora en la que estamos atrapados terminará.”
Y se aleja de ti entrando de nuevo en la escuela, seguramente para salir por la otra parte, de entrada.
"No, esper-..." pero Otonashi se fue sin más. Indignadísima porque no le había entregado la tarjeta. Para ella, había sido como si él se riera en su cara, diciendo que le daba la caja pero sin dársela. "¡Maldita sea!" gritó Hoshino dándole un pisotón al suelo, con su puño cerrado en frustración. ¡No estaba mintiendo! ¡Hasta le había reconocido que quizás las repeticiones no tendrían por qué ser tan malas! Y aun así estaba dispuesto a entregarle la caja, para no ser egoista, y para no poner en peligro la vida de Haruaki-san... ¡Y ella coje y se va! ¡Sin explicarle nada, toda ofendida!
¿No se le había pasado por la cabeza que si estaba olvidando los saltos, también era natural que se hubiera olvidado de cómo se entrega una caja? No es que no fuera a entregarla... ¡es que no sabía cómo!
Sigue la 2.601ª vez
Es la mañana del 3 de marzo.
Estás en la misma encrucijada que ya conoces, con poca visibilidad por causa de la lluvia.
Allí está un cuerpo al que falta la mitad de la cabeza, y, junto a él y saliendo en parte de la cabeza, está un cerebro esparcido. Un líquido rojo fluye sin cesar, la lluvia no tiene bastante fuerza para lavarlo todo.
Un cadáver. Carne muerta. Carne inánime y enfriándose. Un cuerpo, antes; un cadáver en desintegración, ahora.
El cuerpo de Haruaki.
A poca de distancia yace Kosumi al suelo, ilesa pero los ojos abiertos como platos.
Al lado de los restos de Haruaki se halla Aya Otonashi. ¿Pero quién, bajo estas circunstancias horripilantes, al menos en el primer momento, cuestionaría la presencia de quien que sea? Todo parece natural por ser tan atrozmente innatural.
Otonashi te observa, y aunque su cara queda sin expresión, en los ojos se evidencia el desafío. Parece que te dice: “¿Ya ves?” Podría ser una advertencia; podría incluso ser una amenaza; en fin, podría ser muchas cosas.
Volvió a 'despertar', y por primera vez no se vio en la clase, sino en el cruce. Aquel... terrible cruce donde Mogi-san casi... ¡casi se muere! Llovía. Hoshino tenía frio, temblaba, y se sentía muy mal. Y en un parpadeo, cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y recuperó los sentidos, supo por qué. "Ah... ...¡aaah!" Cayó al suelo de bruces. La pesadilla había vuelto. Esta vez no era Aya Otonashi la que yacía atropellada, sino... ¡Haruaki-san! Los restos eran horripilantes, casi no podía contener las náuseas. Le faltaba... ¡le-le faltaba parte del cerebro, maldita sea! La pobre Mogi-san con los ojos muy abiertos en expresión de puro horror, y al fondo... ¿¡Otonashi-san!? "¡Ah! ¡¡Aaaaaah!!" apenas podía gritar de terror, se le atascaba la lengua seca.
¿Había sido ella? ¿¡Era esto una advertencia!? ¡¡¿Había sido ella la que había eliminado de la existencia a Haruaki-san todo este tiempo, por culpa suya, por culpa de no saber cómo entregarle la caja?!!
Mientras que los ojos implacables de Otonashi seguían clavarse en ti yaciendo en el suelo, tras poco de tiempo el aire parecía perder de su espesura, la lluvia se volvió diáfana y el mundo perdió colores. Los contornos de los objetos y seres humanos en tu alrededor, el todo de la escena parecían disolverse en sucesivos grados de dilución crómica. Los sonidos, al mismo tiempo, se estampaban.
Sentías que tu corazón, tu cuerpo estaban por desgarrarse y el dolor te atravesó como un cuchillo.
Y todo se acabó en un blanco impuro por su pureza exagerada. A todo le envolvió el blanco más puro de la desesperación.
Cierro escena.