Partida Rol por web

Nada se podía comparar al horror que la princesa sentía en ese momento. Estaba siendo forzada a ver cómo su cuerpo y el de su marido intentaban asesinar a su hija, que gritaba de pavor mientras intentaba pedirles auxilio y a la vez ayudarles. Nada rompía más su corazón que ver cómo esa criatura solo intentaba ayudar a sus padres, hasta en una situación como esa. Entre la angustia de su mente pudo sentir una mota de orgullo al tener como hija a una persona tan amable.

Debían hacer algo rápido para evitar que el daño a Zelda pudiera ser fatal. Link hizo un gran esfuerzo para hablar con su hija, aun sin recuperar el control de su cuerpo. Zelda sentía que podría hablar con ella o retener su cuerpo de atacarla, pero no ambas a la vez. A pesar de lo que le horrorizaba el hecho de poder hacer daño a la joven Zelda, la reina no podía quedarse sin intentar calmar a su hija.

- Zelda, hija mía. Tus padres te adoran y nunca te harían daño, pero el mal controla nuestros cuerpos, nunca nuestros corazones. ¡Coge la Trifuerza y sálvate! Te protegerá del mal de Ganon y debería detenernos. ¡Corre, mi Zelda! - a la reina no le importaba ya lo que pudiera ocurrirle. Para ella solo importaba que la joven princesa escapara de la mazmorra.

Tetra no desistía. Escuchar la voz de su madre la impulsó a seguir luchando. Ahora tenía un objetivo: conseguir la Trifuerza, sin embargo el artefacto estaba lejos de su alcance, el fragor de la batalla lo había arrojado a otro lado de la habitación.

Poco a poco, las heridas en el cuerpo de la descendiente de los héroes más aclamados de Hyrule hacían mella. Tetra estaba cubierta en sangre y lágrimas, pero no dejaba de intentarlo.

Estaba moviéndose de manera torpe, casi ebria, mientras vuestros cuerpos dominados seguían atacándola. La jovencita no podría aguantar mucho más tiempo ese ritmo.

- Puedo lograrlo... sé que puedo hacerlo... - se repetía para ella misma en voz alta mientras esquivaba solo unos pocos de vuestros ataques.

- Padre... madre... no os sintáis culpables... yo... yo... no me he rendido aún - llegó un momento en el que Tetra se encontraba avanzando a gatas, sus fuerzas flaqueaban como para mantenerse en pie ¿había aún esperanza?

La situación era terriblemente dolorosa para Zelda, pero su hija seguía luchando, les decía valientemente que no se iba a rendir, y eso prendió una llama de esperanza en el corazón de la reina. Ella también debía pelear, debía frenar los impulsos que Ganon lanzaba por su cuerpo, así que concentró toda su mente en entorpecer lo máximo posible a la mano del titiritero que la controlaba, con la esperanza de que sus golpes fueran torpes y erraran su objetivo.

Podía sentir una sensación similar a punzadas en su mente, un dolor que la hubiera hecho caer de rodillas si su mente estuviera dentro de su cuerpo, pero pudo desviar unos milímetros la flecha cargada en su arco, asegurándose de que no impactaría a Zelda. No me vas a arrebatar a mi hija, sucia bestia.

Link ya había apremiado a Tetra de coger la Trifuerza, y su mujer, sufriendo lo mismo que él, había hecho lo mismo. El héroe, desde luego, no necesitaba decir nada más a su hija, aún más porque tenía la impresión inquietante que hablando con ella perdió parte de su concentración para intentar recuperar el domino de su cuerpo, y, por consiguiente, su cuerpo luchó aún con más fuerza contra su hija.

Intentó con todos los poderes mentales y físicos que podría dominar de dominarse a sí mismo y sabotear los movimientos mortíferos que Ganón imponía a su cuerpo, pero el espíritu malévolo no dejó de torturarle a él haciéndole torturar a su hija...

NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!

Tetra siguió gateando tan rápido como pudo mientras observaba incrédula como su "madre" había errado el tiro, aquello le dio un respiro de alivio y más aún cuando comprobó que la Trifuerza estaba al alcance de su mano.

Con un alarido de impotencia y adrenalina, la hija de los reyes alzó la mano para alcanzar con todas sus fuerzas la Trifuerza, el contacto de la yema de sus dedos con la reliquia fue acompañado de un ruido seco provocado por el tajo de la espada de Link, la cual había atravesado la pierna de la joven aventurera.

- ¡AAAAAAAAAAAAH! - gritó de dolor Tetra mientras se refugiaba y adoptaba una postura casi fetal. Entre sollozos y lamentaciones, la niña empezó a murmurar algo, algo que su cuerpo hecho un ovillo apenas dejaba escuchar.

- No os defraudaré -

- No os defraudaré -

- NO OS DEFRAUDARÉ -

- ¡¡¡NO OS DEFRAUDARÉ!!! -

Junto aquel grito, un haz de luz dorado resurgió de los brazos de Tetra, que cobijaban nerviosamente la Trifuerza.

Dicho haz de luz cubrió toda la habitación, cegando a los allí presentes. El resplandor ardía, podíais sentirlo. Era como si os expiase, como si quisiera arrancaros desde dentro.

Finalmente la luz se disipó, todo volvía a un lugar oscuro, pero la oscuridad era cálida, acogedora, vibrante ¿el motivo? el poder abrir los ojos por voluntad propia y mover vuestro cuerpo sin influjo de ningún poder oscuro. Lo sabíais porque mirasteis a vuestro alrededor y permanecíais juntos, ambos reyes con los cuerpos agotados frente a su malherida hija la cual aún sostenía la Trifuerza parpadeante.

Pero todo no había acabado, habíais recuperado el control de vuestro cuerpo y vuestra mente gracias a la Trifuerza pero ¿qué era aquello que había al fondo de la habitación? Apareció una criatura que parecía débil y escuálida ¿era... Ganon?

El rey demonio no era más que una sombra de lo que antaño fue, estaba casi pegado a la pared, sin fuerzas, claramente afectado por el poder de la reliquia ¿qué deberíais hacer ahora? Ganon no era rival ¿era el momento de darle el golpe final de una vez por todas? Los reyes tienen la última palabra.

Con la misma sensación con la que había llegado, la presencia de Ganon desapareció de su cuerpo. Lo primero que sintió fue un dolor punzante, ya que había recibido bastantes heridas durante la travesía, y luego vino un dolor mucho más intenso en su alma al ver el estado de Tetra. Su corazón se partió al ver a su niña sangrando y asustada, pero a la vez estaba orgullosa. Su niña lo había hecho, los había salvado.

Pero aun quedaba trabajo por hacer. Una sombra se retorcía en agonía en un rincón, y la reina supo al instante que no podía ser otro sino Ganon. Contra un enemigo así no cabían la compasión o el diálogo. Se trataba de un mal primigenio que solo entendía de consumir, de destrucción. A pesar del dolor tenía claro lo que había que hacer. Corrió junto a su hija y sonriéndole le cogió la mano mientras a su vez sujetaba una de sus flechas y la ponía en contacto con la Trifuerza. Tras esto, cargó la flecha bendecida en su arco y abrió fuego contra el monstruo. Con un poder como ese Ganon quedaría demasiado debilitado como para hacer nada y estaría abierto al golpe de gracia.

- Link, acabemos con esto de una vez por todas. - dijo a su marido mientras observaba cómo la flecha se clavaba en Ganon con una explosión de luz, dejándolo maltrecho.

Tal vez había habido un tiempo cuando Link, con tu magnanimidad natural, habría perdonado a Ganón sus crímenes y, en lugar de acabar con lo que quedaba de su existencia miserable, lo habría metido en un calabozo, asegurándose que nunca podría salir de su prisión.

Pero si jamás había habido tal tiempo, ahora Link no quiso y no pudo recordárselo. En esos tiempos, de todas formas, aún no había sido rey, y, mucho más importante, aún no había sido padre… y aún no había pasado por la pesadilla de estar forzado a herir a su propia, amada hija.

Con frialdad observó como su mujer clavó una flecha en el cuerpo debilitado del monstruo. Supo que a él quedaría de darlo el golpe de gracia, y no pensaba en demorarlo ni un sólo instante.

También se acercó a Zetra, la besó calurosamente y le dijo, sus lágrimas silenciosas cayendo en su rostro: “Te amo, te amo con locura. Y soy el padre más orgulloso de Hyrule. Eres una heroína, hija mía.”

También tocó con la llama de su espada la Trifuerza, cargándola con la energía de la mejor protección del reino contra sus enemigos que tenían.

Se fue al lado de Ganón, y, sin un atisbo de emoción, le clavó con violencia la espada en el cuerpo ya casi destrozado por la flecha de Zelda.

¿Había acabado todo? La sensación era tan extraña que pensar que la paz volvería a Hyrule parecía una utopía.

El cuerpo inerte del enemigo no dio respuesta, no se deshizo en una sombra maléfica ni se teletransportó, simplemente estaba ahí, cadente de vida, indefenso, marcando el final de una etapa para el reino.

Había llegado la hora de volver a casa.

- ¡Mamá! ¡Papá! - gritó de nuevo entre lágrimas mientras intentaba a gatas, acercarse a ustedes para abrazaros. La Trifuerza estaba en el suelo junto a Tetra, ahora con menos brillo debido a que su poder había sido utilizado de manera intensa.

- Yo... confié en vosotros hasta el final... sabía que no me ibais a dejar sola... - gimoteó.

El golpe de gracia de Link ejecutó de una vez por todas a Ganon, cuyo cuerpo cayó inerte sin ninguna ceremonia. No se deshacía en una nube de humo negro o quedaba sepultado bajo la luz de la Trifuerza, solo quedaba un cadáver asaetado por flechas y espadas, y la bestia no merecía menos. Lo habían logrado, habían salvado el reino. Pero Zelda sabía que no correspondía a ellos el triunfo, no era más que de su hija.

¡Oh, Zelda! La reina corrió a arrodillarse ante la figura malherida y gateante de su hija, que se esforzaba por levantarse. Con la tensión del momento eliminada al fin, las lágrimas podían correr por su rostro al fin mientras se reencontraba con la princesa. - Cariño, sabía que nos salvarías. Te queremos, te queremos con locura. - dijo entre sollozos mientras calmaba a su hija, apretándola contra su pecho. - Ya está, todo ha acabado y ahora vamos a ir a casa y te vas a recuperar. Todo está bien, mi pequeña... En pleno abrazo, su mirada buscó contacto con Link. Una vez más dio gracias a las diosas por la llegada de ese hombre a su vida, ya que su actitud y valor le inspiraban día a día para gobernar su reino.

- Vamos a volver a casa, juntos. Tenemos que curarte esas heridas, hija mía... - dijo en tono dulce sin dejar de abrazar a la pequeña Zelda.

“Mama! Papa!”

Cuando Tetra pronunció estas palabras el corazón de Link dio un brinco. Lo que había dicho a su hija por cierto había sido la verdad: era el padre más orgulloso del mundo, y ahora todos los padres de Hyrule, si hubieran visto lo que acababa de pasarse, habrían debido concederle este privilegio.

Link había, en su cuerpo, luchado contra su hija, le había infligido heridas mortales, heridas que habrían podido causar su muerte. Pero su hija había comprendido la situación cuando tal vez ninguna chica de su edad habría podido comprenderla. Y ahora les estaba llamando padre y madre como si nunca nada hubiera ocurrido…

Link, altamente conmovido, se puso al lado de su mujer y de su hija, poniendo las manos sobre sus cuerpos abrazados.

“Vámonos de aquí”, dijo finalmente.