Partida Rol por web

Ahora estabas sola.

Link se había marchado, aún notabas su beso de despedida mientras que el dolor de las heridas te devolvía a la realidad.

Era muy duro quedarse atrás, sentirse un estorbo ¿pero qué más podías hacer? al menos no habías entretenido a tu esposo el cual proseguía su avance por la mazmorra.

El silencio no tardó en apoderarse de todo a tu alrededor, al igual que el silencio.

De pronto te sentiste observada, observada de una manera incómoda y mística... para colmo una pequeña corriente de frío erizó tu piel.

« Sí, hija, soy yo », dijo Link en una voz que quería que se haría sentir como tranquilizadora, pero al mismo tiempo levantó la espada. Por dos razones : podría tratarse de una trampa, un hechizo nada más, de la índole de los que conjuraba Baba Yaga. Segunda razón : si su hija estaba tan cerca, era de temer que un enemigo final también lo fuera.

« Háblame, chica. Está muy oscuro aquí y necesito escuchar tu voz para saber en cual rincón estás. »

Aún Link no se permitía sentirse aliviado, antes de que no pudiera exluir que querían engañarlo con un hechizo… Aún no puedo permitirme el lujo de la alegría… Estaba aguardando un ataque. 

De repente, en una esquina oscura escuchaste unos sollozos que iban en aumento, pero lo más importante es que al iluminar más la sala pudiste reconocer con absoluta claridad a Tetra 

¡Estaba a salvo!

Al escuchar tu voz se giró lentamente... su rostro estaba sucio, repleto de lágrimas.

- ¿Padre?¡Padre! - gritó mientras dejó caer algo en el suelo. Al principìo no te diste cuenta de qué era, pero tu asombro llegó cuando identificaste el objeto que tu hija había dejado caer para abalanzarse a tus brazos... ¿era la... Trifuerza?¿Qué hacía con ella?

- Lo siento, lo siento, lo siento... debes perdonarme padre... yo solo... yo solo quería ser como tu y como madre... yo no quería... no quería... no debí escaparme... -

Link se había marchado. Ahora Zelda estaba sola en la oscuridad de la mazmorra. Era un momento bastante frustrante, porque su estado apenas le permitía hacer cosas salvo pensar, pensar en cómo había fallado en su cometido a su marido, su reino, su hija. Ahora solo quedaba esperar, esperar era lo que mejor se le daba hacer. Ya había esperado en el pasado a ser salvada por su héroe.

Una extraña sensación interrumpió sus pensamientos. Solo era un mal presagio, pero le daba la sensación de que estaba siendo observada. Con un esfuerzo considerable armó su arco e intentó al menos ponerse en pie. Si un enemigo se acercaba no iba a vender cara su derrota...

Entre la oscuridad una penetrante mirada se introdujo en tu mente. El miedo se hizo más fuerte, el frío se convirtió en paralizante. Las lágrimas comenzaron a brotar de manera involuntaria sobre las manchadas mejillas fruto de jornadas de viaje intenso y sin descanso.

Fue poco después, cuando tu cuerpo parecía totalmente a merced de algo desconocido cuando el sueño empezó a apoderarse de todo tu ser. Tus últimos pensamientos fueron dirigidos a tus tres grandes amores: tu esposo Link, tu hija Tetra y tu amada Hyrule... tu TriFuerza particular.

“Tetra...”, dejó Link escapar en un hilo de voz. No tenía fuerzas para gritar, para clamar su alegría, y, por supuesto, no pensó en lo más mínimo en regañar a su hija. Simplemente estaba completamente aliviado, aliviado que, tras todo este tiempo de tensión, finalmente pudo tomar Tetra de nuevo en sus brazos.

Cerró por un momento los ojos, dejándose aflojar, permitiendo que la tensión le dejara…

Pero nada más que un momento. Aún no estaban a salvo. No estarían a salvo antes de que no hubieran quitado esta mazmorra junto con Zelda… y la Trifuerza.

Tras dar de nuevo un abrazo fuerte a su hija, miró sobre su espalda el objeto reluciente que había dejado caer. Sí… tenía que ser ella, la Trifuerza. “Tetra, tenemos que tomar la Trifuerza y dejar este sitio. No hay que pensar en nada más, ¿comprendes? De momento, es lo único que importa.”

Apartó un poco su hija para acercarse al objeto, agacharse y tomarlo cuidadosamente en mano.

Volvió la mirada otra vez a su hija. “Ahora vamos a reuniros con tu madre. Acompáñame, mi niña querida.”

Lágrimas silenciosas resbalaron de sus mejillas cuando, su hija caminando a su lado, emprendió el camino de regreso hacia el lugar, felizmente cerca, donde había dejado a Zelda.

La mente de Zelda comenzaba a perder su vínculo con la realidad. Su cuerpo se sentía pesado, y hasta mantener el arco alzado era una tarea titánica. Sin embargo no era una sensación física, se trataba de algo más. Era como si algo oscuro y poderoso se hubiera fijado en ella en su momento de debilidad.

Debilidad, al final siempre volvía a ello. Su propia debilidad, sus fracasos pasados y presentes. La sombra constante de todo aquello en lo que había fallado. Poco le importaban los años de reinado en prosperidad o el amor que su pueblo le profesara, en momentos como ese para la reina Zelda solo existían sus fracasos. Con un último pensamiento, primero para su reino y luego para su marido y su hija, Zelda cerró los ojos y se rindió al agotamiento.

Aun a duras penas debido a las heridas recibidas, Zelda acabó de recorrer el pasillo para encontrarse en la puerta de la sala. Allí estaban ambos, el héroe de su vida, su mayor razón de vivir y la herramienta para la salvación del reino. La reina se movió lo más rápido que el dolor le dejó y abrazó a su hija con lágrimas en los ojos, pero no se permitiría el llanto hasta que no estuvieran a salvo. Simplemente se limitó a abrazar con fuerza a Tetra y a decirle al oído: "No sabes lo mucho que te hemos echado de menos." 

Cuando finalmente rompió el abrazo besó profusamente a su marido. La tarea estaba cumplida y solo faltaba abandonar la mazmorra para volver a una vida más tranquila, aunque no falta de desafíos. Dejó que Link transportara la Trifuerza, ya que al fin y al cabo el héroe se encontraba en mejor forma si era necesario luchar.

- Salgamos de esta mazmorra lúgubre de una vez y volvamos a casa juntos, al fin. - dijo con un suspiro de alivio. - Lidera la marcha, amor mío. Y tú, Zelda, no te separes de tu padre. Yo vigilaré la retaguardia, aun me encuentro algo débil, pero puedo caminar y si encontráramos un enemigo podría apoyarte o proteger a Zelda... - dirigió con un suave gesto de su brazo a su hija para que siguiera de cerca a su padre.

Su mujer reaccionó tal como Link lo había esperado: ningún reproche a Tetra, ni siquiera una pregunta más explícita acerca de que le había ocurrido a ella; simplemente tuvo una prioridad, la misma que él, Link, tenía: salir de aquí lo antes posible. Por todo lo demás habría tiempo suficiente cuando estarían a salvo.

Tras el abrazo fuerte de su mujer, la miró y le dijo: “Me pregunto si realmente es necesario que volvamos a la sala en la que aparecimos. ¿No puedes ahora mismo tocar la flauta para hacernos volver al castillo? Intentámoslo!”

Una vez más pudo sentir con orgullo cómo el ingenio de su marido era una de las características que lo elevó a la heroicidad. Por desgracia, la idea de Link no se iba a poder culminar. 

- Cierto, olvidé mencionarte que antes de caminar hacia aquí intenté transportarme hacia vosotros con la flauta, pero esta se había deshecho en cenizas en mis bolsillos. Supongo que el trato con Baba Yaga tenía una validez limitada... Lo siento muchísimo, Link. Me temo que tendremos que volver caminando, aunque creo que lo peor ya ha pasado. - dijo en tono amable, totalmente consciente de que su hija estaba presente y sin querer preocuparla.

No era precisamente una noticia buena que ahora le dio su mujer, pero comprendió por qué se la impartió en un tono despreocupado: para no agitar a su hija. Desde luego, Link respondió en el mismo tono: “No es nada. Habríamos ahorrado un poco de tiempo, esto sí, pero siempre quería disfrutar de una marcha larga con mi familia. No puedo pensar en aventuras más amenas que las pasadas en compañía de mi mujer y de mi hija.”

Tampoco quería mostrar su solicitud por el estado de Zelda. Su mujer les había asegurado que podría aguantar y seguirlos a través de la mazmorra, por ende, había que confiar en su palabra.

Tomando la mano de su hija, y apretando la espada en la otra, abrió la marcha de regreso a la sala en la que aparecieron en esta mazmorra nefasta.

Todo estaba cerca de acabar. Había conseguido todo lo que necesitaba y quería, recibiendo solamente daños razonables. Definitivamente había merecido la pena con tal de cumplir una meta tan ansiada. Una sonrisa se dibujó en el rostro de la reina mientras Link y Tetra avanzaban hacia la puerta. Al fin todo iba a acabar.

Había sido demasiado fácil.

Con un ágil movimiento, Zelda cargó una flecha en su arco, que apuntó directamente a la espalda de Link. Sin más parsimonia ni un atisbo de duda, soltó la cuerda del arco y la flecha silbó en el viento.