Durante la Segunda Guerra Mundial, la Antártida estaba sin cartografiar y los lobos de mar al mando del Almirante Dönitz sabían de la existencia de las grutas antárticas donde un navío se podía cobijar sin ningún problema, llevar a cabo reparaciones, descansar la tripulación y estar tranquilamente sin riesgo alguno a ser localizados. Pero los planes del Tercer Reich y las actividades de la Kriegsmarine respecto del territorio antártico iban mucho más lejos: los alemanes reclamaron la soberanía sobre un enorme territorio antártico al que denominaron “Neuschwabenland” (Nueva Suabia, en español). En éste territorio construyeron varias bases permanentes, siendo la principal la denominada como “Neuberlin” (Nuevo Berlín). No por casualidad el Almirante Dönitz, que estaba al mando de la flota de submarinos del Tercer Reich, había declarado durante la guerra lleno de orgullo:
“La flota alemana de submarinos está orgullosa de haber construido para el Führer, en otra parte del mundo, un Shangri-La,una fortaleza inexpugnable”.
En los años previos a la guerra, los deseos hegemónicos de los jefes militares alemanes se hicieron cada vez más fuertes, teniendo la firme intención de construir una base militar en el hielo antártico. En ese tiempo no existía sobre el Polo Sur tratado internacional alguno y una toma de posición respecto a tales deseos territoriales poco antes del estallido de la inminente guerra mundial pareció, estratégicamente hablando, tener mucho sentido, y podía además gracias a la propaganda del Reich ser empleado como una demostración de fuerza. Por otro lado se tenía que evitar otra provocación de los aliados. De modo que, en colaboración con la Lufthansa alemana, se desarrolló y llevó a cabo la idea de una operación político-militar, bajo la apariencia de ‘operación civil’. El mando de esta empresa la recibiría el experimentado Capitán Alfred Ritscher.
Como barco se eligió el “Schwabenland” (Suabia en español, el nombre de una región alemana), un barco portador de hidroaviones de la Lufthansa desde el que, con ayuda de catapultas de vapor, podían despegar hidroaviones Dornier ”Wale” de 10 toneladas de peso. Esta revolucionaria técnica la empleaba la Lufthansa ya desde 1934 para el tráfico postal con Suramérica. El “Schwabenland” fue adaptado para la expedición antártica en Otoño de 1938 en los astilleros de Hamburgo, lo que costó la enorme suma de un millón de marcos alemanes de la época, un tercio del presupuesto de la expedición…
Mientras se preparaba el barco “Schwabenland“, la Sociedad Alemana de Viajes Navales Polares invitó a Hamburgo al por entonces ya legendario explorador antártico norteamericano Richard Byrd, con motivo del visionado especial de su nueva película antártica. La película se proyectó ante 82 asistentes, de los cuales 54 eran miembros de la tripulación del “Schwabenland“, como forma de adiestramiento y preparación ante la inminente expedición. Byrd, quien ya en 1929 casi había sobrevolado el Polo Sur, era en aquel tiempo aún un civil, si bien era un héroe nacional para los americanos. Ironía de la historia, Richard Byrd en el año 1947, ya con el rango de almirante de los EE.UU, dirigiría otra operación con el fin de descubrir y destruir la base que terminaron construyendo los alemanes.
En el año 1938 se produjo por fin la famosa Expedición Antártica Alemana, que culminó en la adquisición de una región de la Antártida a la que los alemanos llamaron “Neuschwabenland” (“Nueva Suabia“), inspirado en el nombre del propio barco nodriza “Schwabenland“. Se piensa que flotas enteras de submarinos, cargados hasta los topes, serían los encargados de transportar toneladas de materiales y maquinaria que serían más adelante, según algunos testimonios, usados para crear los túneles más modernos de la época. Los técnicos habrían vaciado montes enteros para convertirlos en refugios camuflados, lo cual habría requerido colosales obras de ingeniería.
El capitán Alfred Ritscher, dijo en abril de 1.939: “he cumplido las órdenes del Teniente General Goering, cada 25 km arrojábamos banderines cubriendo un área de 600.000 km2, de los cuales 350.000 km2 fueron fotografiados”. Esta misión pasó después a manos del almirante Karl Dönitz quien dijo: “La flota de submarinos germanos está orgullosamente en el otro extremo del mundo, hemos hecho una inexpugnable ciudadela para nuestro führer”.
En 1.942 comenzó el traslado de los futuros pobladores de Nueva Suabia. Cuando los EE.UU. reclutaron muchos científicos cualificados alemanes como Von Braunn, muchos habían desaparecido, pero no aparecieron como fallecidos, al igual que 100 submarinos que jamás se encontraron. Hoy en día suponemos que se encontraban en la Antártida y que allí encontraron su final… de la manera que fuese.
Ya en 1.947, el almirante Richard Byrd emprendería una empresa extraña para llegar a la Antártida, financiada por la armada de los EE.UU, la ya nombrada Operación Highjump. La Operación utilizó un portaviones con 12 aviones, 1 submarino, 20 helicópteros y 5.000 personas a bordo, y una tripulación y un equipamiento algo extraño para una expedición científica, lo que hace que a pesar de que oficialmente, la Operación Highjump tuviese como objetivo realizar simples maniobras para “probar equipos militares y tropa en condiciones antárticas“, el excesivo equipo enviado y la prohibición de que hubiese observadores internacionales, hicieron sospechar en motivos ocultos. La verdadera razón sería la búsqueda y posterior destrucción de la Base 211. La expedición estaba prevista para que durase seis meses, aunque solo duró dos. Huyeron rápidamente y perdieron un destructor, aviones y cientos de tripulantes... y aun hoy en día, se desconocen las causas.
Un dato más: en 1.945, dos submarinos alemanes llegaron al puerto argentino de Mar de Plata, los “convoy del Führer”, una flota de alto secreto cumpliendo una misión. El almirante del submarino U-530, habló de la “Operación Valkiria II”. La II Guerra Mundial había terminado dos semanas antes y el U-530 dejó el muelle bordeando las costas de la Antártida. Había pasajeros con sus rostros cubiertos con vendas y reliquias del III Reich. El convoy no podía estar formado únicamente por dos submarinos, y posteriores investigaciones descubrieron que otro submarino más, no consiguió regresar con éxito de aquella misión: El “Siegreich”, también conocido como U-2004.
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En el origen de todo, no estaría únicamente la construcción de un refugio para Hitler, ni tampoco un posible centro de lanzamiento de misiles contra los Estados Unidos, sino la ciencia esotérica del Nacionalsocialismo y la entonces muy en voga hipótesis sobre la Tierra Hueca y la Civilización Thule-Hiperbórea, según la cual la Tierra sería un planeta hueco habitable en el interior.
Las teorías cosmológicas de un herrero metido a ingeniero llegaron a ser uno de los fundamentos de la visión del mundo nazi. Hanns Hörbiger creía que entre «los materiales cósmicos de construcción» que componen el Universo había agua en su «forma cósmica»: hielo. Este hielo forma grandes bloques que giran alrededor de las estrellas jóvenes. Ignorando las leyes de Kepler, que dicen que los cuerpos en órbita se mueven formando una elipse, Hörbiger sostenía que esos bloques de hielo seguían un camino espiral de modo que, finalmente, se precipitan contra la estrella, causando una enorme explosión. La estrella despediría entonces una masa de materia derretida que gira y forma un nuevo sistema solar.
La creencia de que los planetas describían una órbita espiral llevó a Hörbiger a afirmar que, originalmente, había cuatro lunas alrededor de la Tierra, siendo la presente la única que quedaría. La última colisión de una luna con la Tierra, hace unos 13.000 años, causó, según él, la desaparición de la Atlántida, el continente Antártica que los nazis consideraban la cuna de la raza aria. Himmler quedó muy impresionado por las teorías de Hörbiger e hizo publicar un tratado sobre la teoría del hielo cósmico dentro de una serie de manuales para los SA (ala paramilitar del partido Nazi), y el mismo Hitler declaró que construiría un observatorio, en la ciudad de Linz, dedicado a los tres grandes cosmólogos: Copérnico, Kepler y… Hörbiger .
Este hecho permitió a los nazis seguir afirmando que pertenecían a una raza de elegidos, por eso invirtieron tantos recursos y tiempo en buscar esa genealogía que corroborara su teoría. Muchos miembros de alto rango del régimen nazi, incluyendo a Hitler, Heinrich Himmler y Rudolf Hess, mantuvieron creencias ocultistas, y el primer elemento de las creencias ocultistas nazis provenía de la tierra mítica de Hiperbórea-Thule. Los mitos de la antigüedad hablan de una antigua tierra mágica que explica el origen de la humanidad y de la antigua civilización de la Hiperbórea, patria original de los arios.
Los arios decían que el continente helado, hace milenios, era un lugar cálido y habitable. Esta tierra fue habitada por una raza superior, los hiperbóreos. Esta civilización poseía un conocimiento espiritual avanzado, ya que se trataba de semidioses. Eran conocidos como “ariyas” o “aryas“, de donde proviene la palabra “ario”, que significa “de alto rango” o “iluminado”. De este prefijo provienen palabras como “arte” y “aristocracia”.
Era un continente habitado por gigantes, superhombres, con habitantes de piel clara y cabellos de oro pálido. Las mujeres, de gran belleza, eran sacerdotisas-magas, con la capacidad de comunicarse con otros mundos gracias a la energía Vril (Hvareno, fuerza con la que se levantaron y levitaron los moais de la isla de Pascua).
La civilización hiperbórea debió florecer hace más de 60.000 años, durante el último período interglaciar. Cuando cambió el eje de rotación de la Tierra, los polos se desplazaron de lugar y el clima se tornó hostil. Hiperbórea se hizo inhabitable, quedando completamente cubierta por glaciares. Se dice que sus habitantes emigraron hacia el sur poblando las diversas regiones del planeta. Los hiperbóreos se mezclaron con los humanos comunes dando vástagos de gran belleza y dotados de poderes sobrenaturales, como la precognición o adivinación del futuro y una inteligencia brillante, así como la predicción.
En realidad, estas ideas son bastante antiguas. Diodoro de Sicilia decía que Ferécides de Siros, que vivió hacia el 544 a.C., era descendiente de los hiperbóreos, y fue el maestro que inició a Pitágoras en los misterios y en las matemáticas.
Algunos de los hiperbóreos que sobrevivieron se habrían establecido en Islandia (Thule, en aquella época) y en otras islas más pequeñas, y al parecer consiguieron adaptarse a la glaciación del período cuaternario. Estos hiperbóreos también habrían mantenido relaciones con los pueblos de la antigüedad, ya que Thule, la “isla de Saturno”, era conocida por los fenicios, cartagineses, griegos y romanos.
Por su parte, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, también enfatizó el concepto del Übermensch (superhombre) diciendo: “Veámonos como lo que somos. Somos hiperbóreos. Sabemos muy bien cuán aparte vivimos”. Nietzsche recalcó el papel de una fuerza interna para un desarrollo superhumano. Escribió que “la manada”, refiriéndose a las personas comunes, busca seguridad dentro de sí misma creando reglas, moralidad y leyes, mientras que los superhombres cuentan con una fuerza vital interna que les conduce a ir más allá de la manada.
Estas ideas recibieron impulso por parte, primero, de la Sociedad Thule y después, de la Sociedad Ahnenerbe, dos sociedades centradas en intereses ocultistas, con un fuerte apoyo por parte del III Reich. Se ha señalado que Hitler perteneció a la Sociedad Thule cuando era cabo en 1.920. Quizás por eso, Hitler, que creía firmemente que en la Antártida existía una de las entradas de la Tierra Hueca, terminó por lanzarse hacia la conquista de este territorio y decidió construir una base fija, la BASE 211.
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